El eje del mal es heterosexual

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El eje del mal es heterosexual

Homofobia, ¿por qué hablar de ello?

En 1977 el Combahee River Collective, una organización Negra feminista de Boston de la que fui miembro, escribió: La descripción más general de nuestra política en el momento actual es que estamos activamente comprometidas en la lucha contra la opresión racial, sexual, heterosexual y de clase, y consideramos que nuestra tarea concreta es el desarrollo de un análisis integrado y una práctica basada en el hecho de que los principales sistemas de opresión están interconectados... Nosotras... encontramos a menudo difícil separar la raza de la clase de la opresión sexual, porque en nuestras vidas habitualmente se experimentan de forma simultánea.1

A pesar de la lógica y de la claridad del análisis de la simultaneidad de opresiones de las mujeres del Tercer Mundo, personas de todas las razas, incluidas las progresistas, parecen curiosamente poco dispuestas a asumir estas verdades básicas, especialmente cuando se trata de incorporar una resistencia activa hacia la homofobia en sus vidas diarias. La homofobia es normalmente la última opresión en ser mencionada, la última en ser tomada en serio, la última que queda. Pero es extremadamente seria, en ocasiones hasta el punto de resultar fatal. Consideremos que en la noche del 29 de Septiembre de 1982, de veinte a treinta policías de la ciudad de Nueva York irrumpieron sin avisar en el Blues, un bar de Times Square. Acosaron y golpearon severamente a los clientes, destrozaron el establecimiento, vaciaron la caja registradora y se marcharon sin hacer un solo arresto. ¿Qué motivó semejante comportamiento brutal? La respuesta es sencilla. Los policías estaban inspirados por tres aclamados principios de nuestra sociedad, racismo, clasismo, y homofobia: la clientela del bar es Negra, de clase trabajadora y gay. Mientras la policía abría cabezas, gritaba epítetos racistas y homófobos familiares para cualquier escolar. El odio de los atacantes hacia la gente queer y de color, lejos de hacerlos excepcionales, les situaba rotundamente en la corriente dominante. Si sus acciones resultaron más extremas que las de la mayoría, sus actitudes ciertamente no lo fueron. El Blues bar está situado cruzando la calle desde las oficinas del New York Times. El personal blanco, de clase media-alta, presumiblemente heterosexual del primer periódico de la nación, efectuaba regularmente llamadas de queja sobre el bar a la policía. No resulta sorprendente, que ninguno de los diarios de Nueva York, incluido el Times, se molestase en informar del incidente. Una coalición de lesbianas y varones gay del Tercer Mundo y blancos organizaron una gran manifestación de protesta poco después de que ocurriera el ataque. Organizaciones antirracistas y de derechos civiles, tanto moderadas como

1 The Combahee River Collective «A Black Feminist Statement», in All the Women Are White, All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Brave. Black Women’s Studies, ed. Gloria T. Hull, Patricia Bell Scott, and Barbara Smith (Nueva York, The Feminist Press at The City University of New York, 1982), num. 13, pp. 13, 16.

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