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Y nació el mito Eliseu T. Climent   pág 4 Dos catalanes en el tour de los años 20 y 30 Gabriel Pernau  pág 12 Portafolio pág 19 Pedro Delgado Carlos Arribas  pág 52 Viviendo un sueño Roberto Heras  pág 58 Autour de France Andrés Hispano  pág 62

Este año el Tour pasó por Cataluña: Girona (8 de julio) y Barcelona (9 de julio), para volver a Francia a través de Andorra (10 de julio). La congestión del tráfico en núcleos urbanos está provocando una importante disminución de las velocidades medias de desplazamiento. En los últimos 20 años, éstas se han reducido un 10%, llegando a ser inferiores a 19 km/h en los centros de las ciudades durante las horas punta. Fuente: Informe Ciudades Europeas Sostenibles, Comisión Europea, Bruselas, 1996.

Las estaciones se suceden al ritmo de los cambios meteorológicos, o eso creía la humanidad hasta que nació el Tour de Francia. Desde entonces, el verano llega con diez o quince días de retraso, cuando las retransmisiones de la carrera por etapas más emblemática pautan las calurosas sobremesas y las veraniegas siestas de sofá. Entonces nos percatamos que sus imágenes se transforman en nuestra memoria, virándose a blanco y negro, y el esfuerzo de los ciclistas actuales se transmuta en el gesto épico de los grandes héroes de otros tiempos. Desfilan Coppi, Bartali, Anquetil, Bobet, Merckx, Indurain, Armstrong y un largo etcétera de una galería de figuras que, todavía hoy, nutren el imaginario colectivo. El Tour se ha convertido en la epopeya contemporánea, narrada con una escritura propia, textual y audiovisual; un viaje a Ítaca, iniciático, tanto para participantes como para seguidores; una lucha contra los límites humanos. Pero ante todo, ha contagiado en el espectador la emoción de vivir, la adicción al esfuerzo, a la superación, aunque éste se encuentre estirado en un sofá, con los ojos clavados en la pequeña pantalla.

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naci l mit

Por Eliseu T. Climent Periodista. Redactor jefe de 20km/h

A menudo, la casualidad es una buena aliada de la fortuna. Ha hecho variar el curso de los acontecimientos con o sin trascendencia histórica. La casualidad ha permitido crear de la nada, desintegrar lo más sólido o engendrar imprevisiblemente leyendas y mitos. La casualidad asistió al Tour de Francia en el acto de su nacimiento, en 1903. Si bien sus inicios son fruto de la rivalidad entre dos medios de comunicación para seducir a una masa de lectores ávida de retos deportivos, su desenlace ha tenido consecuencias de una trascendencia incomparable. La leyenda explica que el periódico deportivo L’Auto se propuso aumentar la tirada y enfrentarse al poder que en aquel momento tenía el otro rotativo, Le Vélo. En una reunión de trabajo para tratar este tema y a la cual asistían Henri Desgrange, cofundador de L’Auto, y Géo Lefèvre, joven periodista de su redacción, la idea surgió de la boca de este último, presionado para sugerir alguna iniciativa singular que contribuyese a promocionar el diario. Lo que proponía un Lefèvre con tan sólo 23 años era organizar una vuelta a Francia en bicicleta. Una carrera por etapas, una 20km/h  4/5


SI El Tour era un reto deportivo, TAMBIÉN PLANTEABA UN DESAFÍO MEDIÁTICO. selección natural de los más resistentes, teniendo en cuenta el mal estado de las carreteras y un reglamento muy estricto en el que quedaba absolutamente prohibida cualquier ayuda externa. La idea fue recibida con recelo, aunque Desgrange se abonó rápidamente e intuyó el potencial comercial del acontecimiento deportivo. Cabe decir también que si Henri Desgrange era un deportista con un nutrido palmarés de ciclismo en pista, donde consiguió el récord de la hora en 1893 (35,325 km), la sociedad, todavía en aquel tiempo, mantenía la admiración por la bicicleta, antes de que ésta fuera eclipsada por el automóvil. La bicicleta, a finales del siglo XIX, simbolizaría aún por unos años la autonomía, la movilidad y la velocidad; también la emancipación de la mujer y las clases trabajadoras. La bicicleta en Europa era todavía una industria firme, sólida, poco antes de que irrumpiese con fuerza el automóvil y la innovación en su sistema de producción en cadena. En 1900, Francia poseía un parque automovilístico de 3.000 vehículos y una producción de 2.000 coches, mientras que en 1913, más de 100.000 vehículos a motor circularían ya por sus carreteras y la producción del sector alcanzaría las 45.000 unidades.

Con el primer Tour de 1903, para L’Auto quedó probado que la Gran Ronda había sido la mejor operación de promoción. Los hechos lo demostraban y su tirada pasaría de los 25.000 a los 65.000 ejemplares diarios, hasta llegar a los 500.000 en 1923 y alcanzar el récord de los 854.000 en 1933. El éxito de la operación dejaba patente que detrás del acontecimiento deportivo puro y duro se había construido una verdadera trama comercial. Según afirma Georges Vigarello, L’Auto «construye y vende el imaginario que acompaña al Tour de Francia». Pero este conflicto de competencias entre diarios cobraba inesperadamente un carácter multidimensional: por una parte, representaba una vía para llenar páginas y columnas, y atraer a lectores, pero por otra, abría el camino a un nuevo género periodístico, aún por forjar. Si el Tour era un reto deportivo, al principio del siglo XX, con etapas de casi 500 kilómetros en la edición de 1903, también planteaba un verdadero desafío mediá-

tico: tal como lo describe Fabien Wille a Le Tour comme modèle médiatique, había que crear en un tiempo récord una nueva escritura periodística, un tratamiento inédito del hecho deportivo, no sin una dosis de lirismo que tenía que tener como hito, según Bernard Jeu, «ampliar el público de la realidad deportiva, aquél que no ha asistido en directo al paso del Tour» y, de paso, añadiríamos nosotros, consolidar las bases del deporte como espectáculo. Tal como argumenta Jeu, «la información deportiva, lejos de ser un balance de la competición, aporta una formalización que tiende a embellecer el objeto y a poetizarlo. Con ella, se alcanza el punto más elaborado de la estética del deporte. Mantiene y amplifica la competición, otorgándole un tono vibrante y personal, exalta la hazaña, suscita la rivalidad, solicita la participación, crea la atmósfera». Así pues, sin lugar a dudas, se abría la puerta a la creación de la leyenda y al nacimiento del mito. El Tour se convertía, de esta manera, en la epopeya de los tiempos modernos, donde los nuevos héroes no eran semidioses sino humanos surgidos de una base social popular y trabajadora, hecho que los aproximaba, todavía más, a los seguidores ex20km/h  6/7


El Tour HA CONSTRUIDO UNA IMAGEN BÉLICA, DE ESTRATEGIAS Y OFENSIVAS. pectantes en las cunetas de las carreteras o en las tertulias de café. Por su parte, el tratamiento mediático maduraba dentro del espectáculo deportivo mismo, especialmente a partir de 1960, con el perfeccionamiento del directo televisivo, que se beneficiaría en pocos años de la introducción del helicóptero y la motocicleta como vehículos para realizar captaciones de conjunto o de detalle de la carrera. El gesto de esfuerzo y de sufrimiento se magnificaría, y los primeros planos de los ciclistas empezarían a trabajar en pos de la consolidación del mito y la emergencia del héroe, mientras que las imágenes aéreas exaltarían una nueva estética del Tour, con tomas cenitales de los paisajes a través de los cuales la serpiente multicolor desfilaba veloz. A todo ello, se añadiría en 1970 la retransmisión en color, proporcionando más veracidad y autenticidad al acontecimiento. Y así la nueva épica, ahora audiovisual más que literaria, tomaba las riendas durante la segunda mitad

del siglo XX para consolidar definitivamente las bastiones de un nuevo imaginario colectivo.

De la experiencia homérica a una nueva estrategia geopolítica Los héroes de los primeros años del Tour se convertirán en los nuevos ídolos, supervivientes de un reglamento demasiado estricto que permitirá elevar la Grande Boucle a la categoría de viaje iniciático, depurador, la puerta del Olimpo de la nueva era. El Tour proporcionará nuevas historias y leyendas a la cultura tradicional, eminentemente rural, que con los tiempos cambiantes y el crecimiento a marchas forzadas de los entornos urbanos, iba abandonando por el camino la magia de los relatos magnificados. Como muestra, la conocida anécdo-

ta del ciclista Eugène Christophe en la edición de 1913. Durante la sexta etapa, que transcurría por los Pirineos y que a lo largo de 326 kilómetros ascendía a los puertos de Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde, Christophe, favorito al podio, sufrió un accidente contra un coche en el descenso del Tourmalet en el que partió el cuadro de su bicicleta. Respetando el reglamento, que obligaba a la autosuficiencia, el ciclista tuvo que cargar la máquina a sus espaldas durante 14 kilómetros hasta Sainte Marie de Campan, donde él mismo y vigilado por tres jueces de la carrera, la arreglaría en una forja. A lo largo de décadas y con una nutrida galería de figuras ejemplares (Bartali, Coppi, Anquetil, Bobet, Darrigade, Bahamontes, Merckx, Indurain, Armstrong ...) recorriendo las carreteras galas, arrancando en los puertos, esprintando, manteniendo la calma y calculando el instante decisivo, el Tour ha construido una imagen bélica, de estrategias y ofensivas entre equipos o contra los elementos externos. Las etapas se humanizan y cobran un orden existencial; son, como afirmaba Roland Barthes en Mythologies, «personas físicas, enemigos sucesivos, individualizados por esta mezcla de morfología y moral que define a la naturaleza épica. [...] La etapa más fuertemente personificada es la del Mont Ventoux. El Ventoux contiene la plenitud de la montaña, es un dios del Mal al cual es necesario sacrificar. [...] El Tour dispone, pues, de una verdadera geografía homérica. Al igual que en la Odisea,

es a su vez periplo de pruebas y exploración total de los límites terrestres. Y así roza en varios puntos el mundo inhumano: sobre el Ventoux, uno ya ha dejado el planeta Tierra y se aproxima a astros desconocidos». De nuevo con los pies en el suelo, el Tour ha contribuido a consolidar la imagen de Francia, tanto para sus habitantes como para los extranjeros. Una lección de geografía que ha puesto el acento en una estrategia geopolítica, la de una Francia unida, sólida, monolítica, trabada por el paso de la serpiente multicolor y su agitada caravana, con la entrada triunfal e imperial en los Campos Elíseos. «Dicen que el francés», escribía en 1960 Barthes en el guión para el documental Du sport et ses hommes, «es poco aficionado a la geografía: su geografía no es la de los libros sino la del Tour; 20km/h  8/9


La caída del mito Sin embargo, en los últimos años parece que se quiera dar muerte al mito, a la imagen y a los sueños creados, en seguidores como en ciclistas. A la caravana del Tour se la mira con recelo, y los deportistas y médicos están vigilados de cerca, investigados e imputados. El Tour ha dejado de ser el mito del Olimpo moderno para pasar a formar parte de las tareas de las brigadas de estupefacientes o de la trama de una serie policíaca; y el dopaje se ha convertido en la clave sobre la cual pivotan las intrigas. El deporte como espectáculo, pero sobre todo el dinero en juego, que han reducido a los ciclistas a meros soportes publicitarios, han agravado esta práctica, forzada ya durante las primeras décadas del siglo XX por la dureza misma del reglamento. En 1924, Albert Londres transcribía en el rotativo Le Petit Parisien las palabras de los hermanos Pélissier: «No tenéis ni idea de lo que es el Tour de Francia, dice Henry (Pélissier), es un calvario. Sufrimos desde la salida hasta la llegada. ¿[...] Queréis ver cómo pedaleamos? Esto es cocaína para los ojos y eso cloroformo para las encías... En resumidas cuentas, añade Francis (Pélissier), pedaleamos con dinamita». Por esta razón, los picos de forma, las gestas individuales o el mantenimiento de un buen estado físico a lo largo de las etapas, en lugar de ser aplaudidos, se alinean en las filas de la sospecha. El heroísmo deportivo ha muerto o, cuando menos, está controlado con análisis de sangre y pruebas de orina. «De repente, la sospecha se ha

El TOUR SE CONVERTÍA EN UNA EPOPEYA DE LOS TIEMPOS MODERNOS. cada año, cuando llega el Tour, conoce la longitud de sus costas y la altura de sus montañas. Cada año reunifica materialmente su país». De esta manera, la distancia real, cultural y psicológica entre regiones fue reduciéndose con el paso de los ciclistas. El Tour es una estela que une territorios inconexos, alejados culturalmente, geográficamente, un río de noticias que unifica motivaciones e intereses, que genera curiosidades y suscita intrigas. Las clasificaciones interesan a todos, tanto del Norte como del Sur. Y aún más: cuando las filmaciones desde el aire y las retransmisiones televisivas permitieron captar los paisajes de Francia, la lección de geografía alcanzó definitivamente el objetivo político de crear en el telespectador un sentimiento de unidad nacional.

generalizado, ya no hay héroes míticos», escribe al antropólogo Marc Augé en su Éloge de la bicyclette. «Se podría decir amablemente que el Tour se ha laicizado o, más justamente, se ha medicalizado.» Por suerte, la memoria queda y es selectiva. El Tour y sus grandes momentos son revividos cada verano por sus seguidores, más allá de los conflictos de dopaje y las detenciones policiales. «La epopeya ha muerto, definitivamente proyectada en el pasado,» concluye Augé, «sobrevive, sin embargo, el deseo, el deseo de mito y de epopeya, siempre a punto para renacer a la mínima tentativa de querer emprender el vuelo, entre montañas, una frágil silueta captada por las cámaras de televisión.»   20km/h  10/11


Dos atala n e l Tour s en d e ños 2 los 0y3 0

Por Gabriel Pernau Periodista. Autor de Catalunya a pinyó fix y coautor de Locos por el Tour

Los ciclistas catalanes han protagonizado episodios brillantes en el libro de oro del Tour de Francia. De entre la cuarentena de deportistas que a lo largo del último siglo se han atrevido a probar suerte en la carrera más prestigiosa del calendario internacional, dos de ellos consiguieron ganar etapas en la gran ronda francesa. Fueron Poblet, dos etapas en la edición de 1955 y una en la de 1956, y Joan Antoni Flecha, en 2005. Y sólo uno, de nuevo Poblet, ha vestido el maillot amarillo de líder. Pero antes de ellos, hubo dos ciclistas que, por una razón u otra, destacaron. En la Cataluña de los años veinte y treinta, Jaume Janer y Mariano Cañardo marcaron época. Jaume Janer El primer catalán que probó suerte en Francia fue un joven de Terrassa llamado Jaume Janer. Corría el año 1920. En aquellos tiempos sólo había dos maneras de participar en el Tour. La primera estaba reservada a los profe20km/h  12/13


Cuando llegaban al final de cada etapa tenían que esperar el camIÓN escoba con su equipaje. sionales que formaban parte de un equipo. Para el resto sólo quedaba la alternativa de inscribirse en la categoría de turistas-routiers, lo cual significaba que no podían recibir ningún tipo de ayuda y que viajarían solos y a la aventura. Mientras que unos disponían de hoteles de primera, médicos, masajistas y comida abundante, los otros iban recogiendo los restos que los otros tiraban. Cuando llegaban al final de cada etapa tenían que esperar la llegada del camión escoba con su equipaje, buscar hotel, limpiar la bicicleta, reparar los pinchazos del día y, si les quedaba daleado muerto de sueño sobre la bicicleta o de tiempo, descansar. A los turistas-routiers tamhaber llegado un día al final de la jornada con la bién se les conocía como los desheredados. Jaubicicleta que le había dejado un gendarme porme Janer, como ya se puede suponer, formaba que había roto la horquilla de la suya. La misparte del grupo de los desamparados. En 1919 ma suerte tuvo al año siguiente. En cuatro etase había proclamado Campeón de España en pas, perdió catorce horas. Sin embargo, después ruta, y al año siguiente, acabados de cumplir los de superar el Aubisque y el Tourmalet, era el vi20, se embarcaba en la mayor de todas las cagésimoquinto de la general. Las desgracias se rreras. Su participación se cerró con el abandosucedían una tras otra. En una ocasión, cruzó no en las primeras etapas, después de haber pela línea de meta a medianoche, y en los Alpes, antes de superar el Galibier, se tuvo que retirar con el cuerpo deshecho y la moral por los suelos a causa de los cólicos y vómitos que le asaltaron. Según La Vanguardia, era “una locura permitir que un chico fuera a correr de esta manera, solo, la carrera más difícil del mundo”. Pero él quería repetir, y en 1924, con su servicio militar cumplido, lo volvió a intentar. Esta vez se fue a Francia con más medios. La Unió Esportiva de Sants y El Mundo Deportivo pusieron en marcha una recaudación popular para financiar su participación. Se consiguieron más de 6.000 pesetas. Sin embargo, más importante todavía, se disparó el interés en los medios de comunicación por la proeza que aquel joven iba a intentar,

y el ciclismo, y en concreto el Tour, consiguieron una difusión que por unas semanas eclipsaría los malabarismos de los astros del fútbol. Janer corría al lado de otro español desheredado, el cántabro Victorino Otero. Y, como no podía ser de otra manera, su aventura volvió a estar rodeada de anécdotas y desgracias que entretenían u horrorizaban a los lectores de la prensa deportiva que seguían sus pasos: en una etapa, Janer perdió las gafas, y el polvo y la grava que levantaban los coches eran tan molestos que consiguieron que el de Terrassa no viese nada, y los organizadores autorizaron que otro ciclislas últimas, la lluvia era tan persistente que los ta lo escoltara hasta la llegada. En otra etapa, en ciclistas, muertos de frío, se calentaban las maBretaña, consiguió llegar a los últimos kilómenos en los radiadores de los coches. Jaume Janer tros al lado de los líderes y al ver una pancarta, se y Victorino Otero consiguieron llegar a París. puso a esprintar como un loco. Pasó el primero Aquel 1924, el catalán acabó en trigésimo lugar, por debajo de la lona publicitaria... hasta que se a 15 horas y 24 minutos del vencedor, el italiano dio cuenta de que la línea de meta estaba todaBottecchia. El retorno a Barcelona fue apoteóvía más adelante. Unos días más tarde, en Persico. Janer fue recibido como un héroe. Se orgapiñán, se emocionó al ser recibido por un grupo nizaron banquetes para homenajearlo, su nomde catalanes; en otra etapa, se quedó sin malebre apareció en las portadas de los periódicos ta y tuvo que alojarse en un convento de monjas deportivos e incluso se editó un librito en que y ponerse la ropa de un carabinero. Y en una de explicaba sus peripecias por tierras francesas. Sin embargo, Janer no volvería nunca más a correr en Francia. Con el dinero reacaudado montó una pequeña fábrica de bicicletas y en 1941, todavía joven, murió en la mesa de operaciones de un hospital. Su historia cayó en el olvido.

Mariano Cañardo El segundo catalán que destacó en el Tour fue Mariano Cañardo, el hombre que había quedado huérfano de niño y que en su juventud había cuidado ganado en las montañas de Aragón. Cañardo atesoró un palmarés envidiable (siete Vueltas a Cataluña, cua-

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El primer catalán que probó suerte en Francia fue Jaume Janer de terrassa. Corría el año 1920. tro Campeonatos de España y media victoria en el Tour) convirtiéndose en un mito del ciclismo en la Cataluña de los años treinta. Sin embargo, su presencia en la gran ronda francesa estuvo sometida a las peculiaridades del ciclismo ibérico del momento. Los directores de equipos franceses lo consideraban un hombretour y uno de los mejores ciclistas de Europa, pero Cañardo nunca pudo competir en igualdad de condiciones con los mejores profesionales del continente. En su primera participación le presionaban para que compitiera en España, (1928), sólo corrió media carrera porque lo hizo en velódromos y carreras de fiestas de pueblos, en un buen equipo pero en la categoría de reporque al fin y al cabo era aquí donde vendían emplazante, ideada aquel año. Cañardo tardabicicletas. La situación dio un giro radical desría unos años en volver: lo hizo en 1934 cuando pués de la consagración como rey de la montaya era un ciclista consagrado y se ganaba bien la ña de Vicente Trueba en el Tour de 1933. La vida con su profesión. El catalán, nacido en Olivictoria de la “pulga de Torrelavega” tuvo una te, consideraba, igual que muchos otros proferepercusión social como nunca se había visto, sionales, que el sacrificio para correr en Frany a partir de aquel año, el mes de julio quedacia era demasiado grande y que las posibilidades ría blindado en las agendas de los ciclistas peeran limitadas, si no se podía hacer con garanninsulares a cal y canto. Durante parte de los tías. Además, las marcas para las cuales corrió años treinta, los equipos nacionales sustituyeron a los comerciales, y en 1934 los ciclistas españoles y suizos compartieron equipo y se fueron al Tour en condiciones, con director técnico e incluso masajista propio. Cañardo fue el mejor clasificado: acabó noveno y destacó en alguna etapa, pero la tarea de equipo estuvo absolutamente ausente. Los integrantes de la escuadra hispano-suiza destacaron por su individualismo, y este tirar cada uno por su parte sería todavía más acusado al año siguiente. Los tres miembros más relevantes del equipo (Cañardo, que era el capitán, Trueba y Ezquerra) abandonaron en las primeras de cambio, disconformes con el hecho de que la Unió Velocipèdica

Espanyola (la actual federación) se quedase con buena parte de los beneficios. El mejor Tour de Cañardo fue el de 1936. En los anteriores ya había conseguido segundo y tercer puestos, y en el del 36 se presentó en París con la intención de limpiar la mala imagen ofrecida el año anterior. Pretendía acabar entre los cinco primeros de la general, aunque finalmente fue sexto, después de luchar en solitario buena parte de la carrera, de disputar una victoria de etapa en la cual finalmente fue tercero y de acabar un día a tortas con el madrileño Berrendero. Los ciclistas vivían con tensión el inicio de la Guerra Civil en España cuando se llevaba ya unos días de carrera. Como la mayoría de deportistas profesiose establecía a partir de la suma de tiempo. Pues nales españoles, Cañardo se había instalado en bien, Cañardo fue el más rápido en el recorrido Francia. En 1937 preparó el Tour a conciencia, Bourg Madame-Ax les Thermes. No es cierto, pero un perro inoportuno se cruzó en su camino en cambio, que ganase la etapa Perpiñán-Lucuando entrenaba una etapa pirenaica y empezó chón, como en algunas ocasiones se ha escrito. la carrera todavía con una rodilla convaleciente. Para Cañardo fue una victoria igual de emotiDescartada la posibilidad de luchar por la geneva, de todos modos. Su país estaba en guerra y ral, se centró en conseguir una victoria de etagrupos de milicianos cruzaron la frontera desde pa. Y se quedó a las puertas. La prueba había esPuigcerdà para animar a unos ciclistas que cotrenado las etapas partidas: en un día se podían rrían en Francia con un maillot con los colores recorrer tres tramos diferentes y la clasificación de la joven República. “No dejé que me tomaran la cabeza del pelotón y cuando vi las primeras casas de la población (Ax les Thermes) bajé a tumba abierta hacia la llegada”, explicaría más tarde. En 1938, Cañardo rechazó formar parte del equipo del bando nacional que el Comité Olímpico Español preparaba –y que finalmente no fue aceptado– para participar en el Tour. Finalmente, y ya con 32 años, acudiría por su cuenta y en condición de seleccionador español que el carismático fundador de la prueba, Henri Desgrange, le había otorgado.

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ORTA OLIO


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Secando los maillots (1920)

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El Tour en Lamballe (1925)

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Cargando agua (1922)

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Avituallamiento líquido (1921)

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Cambio de piñón (1922)

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El puerto de Tourmalet (1927)

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Curas rutinarias (1927)

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Ascendiendo al puerto de Aubisque (1927)

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Con el equipaje del equipo (1928)

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Reponiendo fuerzas (1938)

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Fausto Coppi y Gino Bartali escapados en los Alpes (1949)

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Fausto Coppi, felicitado (1949)

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Recital de Louison Bobet en el Mont Ventoux (1955)

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Intemperie (1948)

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Los autógrafos de Louison Bobet (1954)

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Louison Bobet abandona (1949)

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Gino Bartali se relaja (1951)

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De nuevo, Bartali (1948)

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Caravana publicitaria (1955)

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Yvette, la acordeonista (1954)

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Federico Martín Bahamontes, de vuelta a casa (1960) I

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Federico Martín Bahamontes, de vuelta a casa (1960) II

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Federico Martín Bahamontes, de vuelta a casa (1960) III

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Eddy Merckx (1975)

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Jacques Anquetil, de amarillo (fecha desconocida)

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Anquetil, sobre la mesa de masaje (1959)

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Luis Ocaña, caída en el puerto de Mente (1971)

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Bernard Hinault (1975)

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Bajo la lluvia (2000)

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Fans (2003)

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Jan Ullrich, en el Alpe d'Huez

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Lance Armstrong, etapa prólogo (2003)

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Control de peso (2008)

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ED ELGA O

Aparte de convertirse en el tercer español, tras Bahamontes y Ocaña, que ganaba el Tour de Francia, aquel verano de 1988 Pedro Delgado (Segovia, 1960) dio origen a un fenómeno de masas único, a una efervescencia popular conocida como «periquismo» cuyo signo externo más destacado fue que ningún español se echó la siesta en julio y cuyo alcance nunca más ha sido capaz de igualar ningún ciclista, y, ni siquiera, ningún deportista español, quizás porque el ciclismo es un deporte que cotiza a la baja, o quizás porque la reedición de vencedores españoles del Tour en los últimos años

Por Carlos Arribas Periodista. Coautor de Locos por el Tour

–los cinco de Indurain, Pereiro, Contador, Sastre…– ha convertido el fracaso en excepción. Sea como sea, Perico Delgado, que se prepara para comentar un Tour más para Televisión Española, no es muy optimista sobre la capacidad del ciclismo en general, y del Tour en particular, para recuperar el cariño perdido de una afición que se va despoblando. Y ello pese a que la «grande boucle» hace etapa este año en Barcelona. Y sin embargo, el Tour sigue siendo uno de los grandes acontecimientos del año deportivo mundial… El Tour es, ha sido, y será siempre la referencia del ciclismo a nivel mundial. Y aunque el momento que se vive ahora no sea bueno por los problemas económicos y por la mala fama del ci20km/h  52/53


El Tour es la gran oportunidad para que el ciclismo recupere el prestigio. clismo, el Tour siempre es una oportunidad para recuperar el prestigio. ¿Qué es lo que hace que sólo el Tour tenga esa capacidad? El Tour no es sólo importante por el hecho deportivo, por ser una carrera dura para hombres fuertes y sacrificados, sino por la imagen que transmite. Es la única carrera con capacidad para crear una imagen propia. jado de medio lado a pesar, repito, de tener a los Y paradójicamente, cuanto más triunfa el cimejores corredores. Se siente en el ambiente. clismo español en el Tour más parece sumerDicen algunos corredores que la informagirse en una crisis sin fondo… ción sobre el dopaje tiene la culpa de todos los España está muy tocada. No hay equipos de primales, especialmente en España. mer nivel, o casi. El más grande tiene un patroEsto pasa en todos los países. El público es el cinado francés, Caisse d’Épargne, y luego está que menos interés tiene en que se hable de doel Euskaltel, que tienen su propia historia. Y no paje. La gente quiere espectáculo y ya está. En hay más. Y esto es muy triste teniendo en cuenta cuanto lo ve en los periódicos pasa página, pero que españoles son algunos de los mejores ciclisla culpa no es de los medios. Los que están emtas del mundo. Imagínate si no tuviéramos sipeñados en que el tema del dopaje siga vivo son quiera buenos ciclistas… los de la Unión Ciclista Internacional, y estoy No hay equipos y las carreras mueren aceleraconvencido de que eso es porque hacen negodamente… cio con la industria de los controles. El público En efecto, no sólo los equipos. Las carreras disfruta con el esfuerzo de los ciclistas y viendo tampoco tiran para arriba. El público español ha cómo se materializa. Son la propia gente del cidado la espalda al ciclismo, o, al menos, le ha declismo, los organizadores también, los que usan el dopaje como excusa cuando no hacen bien las cosas. Pero en el Tour que usted ganó también hubo un amago de escándalo de dopaje que no enturbió para nada la repercusión popular de su victoria… En el 88 eran otros tiempos. Yo conté con la presunción de inocencia, y también con el estado de guerra que se formó, con el sentimiento patriótico que se formó a mi alrededor, como si los franceses quisieran ir contra España. Estoy

cuenta ahora de lo que significó, de la diferencia con los tiempos actuales. El otro día, hablando con Alberto Contador lo comentábamos. A él, con lo que ha ganado ya, la gente apenas le conoce. Me conocen mucho más a mí. Influye que yo sea comentarista de televisión, seguro, pero yo en mi momento fui considerado un mito. Él, no, y ha hecho méritos deportivos suficientes para serlo. ¿Deberá ganar un segundo Tour para que se le valore como merece? Quizás influye también que el Tour lo ganó un poco de rebote. Éste puede ser su consagración definitiva, pero estoy seguro de que ni ganándolo en plan campeón se paralizaría el país como convencido de que mi problema en las circuns- en mis tiempos. Entonces, además, sólo había tancias actuales habría tenido unas consecuendos canales de televisión, y en uno siempre estacias muy distintas. Ya me acordé de ello hace un ba el Tour. Ahora hay muchos más canales, más par de años cuando echaron del Tour a Rasmusdeportes y más figuras. Y tampoco hay el missen, y eso que ni había dado positivo. Yo tuve mo montaje mediático ni la misma promoción la suerte de que se descubrió que había habido un error de otra gente a tiempo. Si hubiera sucedido ahora, cuando se descubriera mi inocencia seguramente ya llevaría días en casa. Y no sólo no ocurrió eso, sino que se generó un fenómeno único a su alrededor… Fueron los años del «periquismo». Me doy

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Antes éramos superhombres, y ahora sólo despertamos dudas. nado se diluye. Y sin embargo, recuerdo que en 1991, cuando el Tour llegó a Jaca, había una expectación desmedida, una presión para usted y su equipo tremenda… Por no hablar, claro, del delirio popular que supuso la llegada en solitario de Pérez Francés a su Barcelona en el 65. Aquello, por las imágenes y en torno al ciclismo que antaño. Pero se supone que la llegada del Tour a Bar- las fotos que he visto, debió de ser la releche. El ciclismo era un deporte que se veía muchísimo, celona tiene que generar una expectación que la gente lo seguía más que ahora. Ahora, yo soy revertirá positivamente, ¿no? escéptico. Me gustaría que diera un salto y volNo creo que la llegada del Tour a Barcelona

ayude especialmente al ciclismo español. Es viera a ser como antes, pero no lo veo. más que nada un cálculo de promoción turís¿Está desencantado, entonces? tica en un país, Cataluña, en el que el ciclismo No estoy desencantado con el ciclismo, ni cantiene que luchar para sobrevivir. Mira los trasado de él. De lo que estoy cansado es de tener bajos que ha tenido que pasar la Volta, la carreque hablar siempre de lo mismo. De eso sí que ra más antigua de España, y los problemas que estoy cansado. Sigo montando en bicicleta con ha tenido que superar, para seguir. El Tour acala misma afición que antes y sé el esfuerzo que para tanto que empequeñece a las demás, pero, supone tener que hacer 200 kilómetros un día a cambio, no tengo la sensación de que suponga sí y otro también, con viento, con lluvia… El esun resurgir su llegada a Barcelona. fuerzo y el sufrimiento son la base del ciclismo, ¿A los corredores españoles les motivará más pero esa noción se ha ido perdiendo. Antes érallegar a Cataluña? mos superhombres, y ahora sólo despertamos En otros tiempos, cuando los equipos eran dudas. prácticamente nacionales y tenían mucha más Parece como si se hubiera despertado un día y ligazón con la afición, porque casi todos los se hubiera dado cuenta del nuevo panorama… corredores eran españoles, sí que había cómo No. Ha sido un deterioro paulatino y acelerado. una expectación. A ver qué hacen los españoCuando comienza el año me siento como cuanles ahora que llega el Tour a España, se decía el do era ciclista, que al principio de temporada toaño que fuimos a Jaca, en el 91. Ahora, casi todos sprintábamos y subíamos más que nunca, y dos los equipos son multinacionales y el aficiopensábamos que ese año sí, que en el invierno nos había tocado un hada con la varita mágica y nos había transformado. Pero luego, enseguida,

tiempos tan mediáticos. También parece que la cantera no ofrece nada nuevo, que detrás de la generación de Contador no llega nadie importante, que el ciclismo se está quedando para los viejos y que morirá con ellos… No, no tengo la sensación de que se eche en falta a los jóvenes. También en la época de Bahamontes todos los del Tour tenían más de 30 años. Y dentro de lo malo, para nosotros que gane Sasllegaba la cruel realidad a poner a cada uno en su tre, que ya tiene sus años, no está nada mal, tesitio. Y así, con el ciclismo ahora. Comienza el niendo en cuenta que hay muchos jóvenes por año y pienso, a ver si se pasa lo malo y volvemos detrás. Hay sensación de relevo en España, vieal mito. Pero estoy convencido de que algún ne gente nueva. Yo, la verdad, sí que me preocuaño llegará. Seré siempre ciclista, me encanta. paría si fuera francés…

Es un deporte que sólo tiene atributos buenos, pero que ha perdido su buena imagen. Para recuperarla sólo falta un poco de sentido común, y más rapidez a la hora de actuar. Si uno da positivo, dos años, pero ya. Y que cuando vuelva, que vuelva como nuevo. Y que no se alarguen los asuntos y se creen polémicas por todo. Así todo volverá a su ser. Y con el trabajo que cuesta crear una imagen buena, llega luego uno como Boonen y da dos veces positivo por cocaína. Es tonto. No se da cuenta de lo fácilmente que destruye toda la imagen del ciclismo con dos chorradas. Como ciclista veterano me moleta, porque también hace daño a mi imagen en estos

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iviend n ueño

En el mundo del ciclismo hay un tópico que se utiliza cuando nos referimos al Tour: uno no consigue el carnet de ciclista hasta que no lo termina. En esta frase, queda muy clara la importancia y la dureza que tiene esta carrera tan especial. Antes de tener la suerte de tomar la salida en mi primer Tour, había completado tres Vueltas a España y un Giro de Italia. Ambas son carreras de tres semanas de duración, igual que el Tour. Mis compañeros me advertían que la ronda francesa no era lo mismo, y yo me los miraba incrédulo. Me preguntaba dónde podría encontrarse tal diferencia si las tres carreras tenían las mismas características, tres semanas sin apenas descanso. Fue en el año 2000 cuando mi director deportivo, Vicente Belda, del equipo Kelme, me brindó la posibilidad de tomar la salida en la Grande Boucle. No tuvo ni siquiera que dar comienzo la carrera para darme cuenta de su importancia a nivel mundial. Había un gran movimiento de medios de comunicación, infinidad de televisiones... En fin, todo lo que podía rodear a un espectáculo deportivo estaba allí. Tomaba buena nota de todo lo que acontecía antes de la carrera: el rutinario test médico efectuado por la organización, las fotos divertidas entre ciclistas antes de la partida, entrenamientos y preparatiPor Roberto Heras vos de los equipos… Se respiraba un ambiente Ciclista profesional. Triple vencedor de gran evento deportivo a todos los niveles. de la Vuelta a España 20km/h  58/59


Gracias por hacer que un ciclista consiga durante tres semanas vivir un sueño. Los días previos a la salida para nosotros, los ciclistas, se hacían eternos.Todos deseábamos comenzar para así aliviar la tensión acumulada. Una vez en carrera no daba crédito a lo que estaba viviendo. Un pelotón de 200 ciclistas por carreteras estrechas, rodando durante horas a toda velocidad e intentando evitar las temibles caídas que suelen producirse al principio de cada Tour. Cuando al fin pude sentarme con calma en el sofá del autobús de equipo y relajarme, todavía tuve que volver a correr, ahora al baño, ya que en 200 kilómetros de carrera no había tenido ni un segundo de respiro para poder orinar. Y así sucesivamente, jornada tras jornada, durante los diez primeros días. Llegábamos al autobús, nuestro punto de encuentro, y comentábamos entre los compañeros, “un día menos”, mirándonos unos a otros para comprobar si estábamos sanos, libres de haber sufrido alguna caída. Como si en vez de haber acabado

una prueba ciclista hubiéramos salvado un día de batalla. Para muchos, estos primeros días eran un auténtico calvario que ponía a prueba Pero la alta montaña es la experiencia más sublime a la que un ciclista puede aspirar. Millones no sólo el estado físico del ciclista sino también de personas alentando en cada puerto, corrienel anímico, con tanta tensión y nervios dentro do codo con codo, dejando apenas el minúscudel pelotón. lo espacio del ancho de manillar para pasar… Escribiendo estas palabras, recordando las senEl Tour, una fiesta nacional Una de las cosas saciones… se me pone la piel de gallina. Una que más me impresionó fue que por cada puevivencia inolvidable para un ciclista, por lo que blo que pasaba el Tour se creaba un ambiente

de auténtica fiesta: colocaban gradas, tocaba una orquesta, todo el pueblo salía a la carretera para animar y participar del evento. Así durante 21 dias. Vivirlo para creerlo. ¡Qué bonita experiencia!

quiero agradecer a todos los que estaban –y están– ahí, a pie de carretera, sus ánimos. Un millón de gracias por hacer de nuestro deporte algo tan bello. Pero aquí no acaba todo. Llega el momento en que tradicionalmente el equipo del líder entra comandando el pelotón de supervivientes en los Campos Elíseos de Paris. ¡Qué emocionante! Todas las calles de la capital francesa abarrotadas, hondeando banderas de todos los países representados en la carrera, miles de colores y gente gritando y animando. En ese momento me viene a la mente todo lo que has padecido para llegar hasta París. La verdad, merece mucho la pena. Se cubre un circuito por las calles de la ciudad a mil por hora. Pero ahora ya da igual la velocidad; inmerso en la emoción del momento, ya no duele nada. Una vez concluida esta última etapa, cada equipo da una vuelta de honor por los Campos Elíseos hondeando la bandera de su país. Una vuelta de reconocimiento al esfuerzo y sacrificio realizados para conseguir la meta, para disfrutar de este momento. Un esfuerzo que, aunque pareciese mentira, ya estaba catapultándome a la salida del próximo Tour, deseando que esos 365 días que me separaban de la próxima cita transcurriesen veloces para estar otra vez ahí, con los nervios a flor de piel, en la salida de una carrera increíble, donde nunca mejor se puede aplicar el dicho “hay que vivirlo para ceerlo”.

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utou de rance

Por Andrés Hispano Crítico cinematográfico

A pesar de significar tanto en el imaginario francés, el Tour de Francia no protagoniza tantas películas como cabría suponer y, por lo general, lo hace como excusa para evocar un tiempo pasado en el que reinaban la radio y un paisaje provinciano ajustado a nuestro ideal sobre lo "sostenible". En ninguna película es eso tan evidente como en Bienvenidos a Belleville (Les Triplettes de Belleville. Sylvain Chomet, 2003), delicioso largometraje animado en el que el Tour propicia el perfecto escenario atemporal desde el cual reproducir esa Francia de pesebre que, desde René Clair a Jean-Pierre Jeunet, el cine galo ha sabido componer con tanto esmero. Chomet ya había ensayado sobre este tapiz de tópicos en un corto anterior, La vieille dame et les pigeons (1998), en el que colaboró con el gran dibujan20km/h  62/63


Fotogramas de Bienvenidos a Belleville.

te de cómics Nicolas de Crécy. Es precisamente de éste, de quien toma Chomet el estilo gráfico, hereda el horror al vacío y aprende una paleta de colores tan sugerente. En Bienvenidos a Belleville, un niño al cuidado de su abuela es criado concienzudamente para triunfar como ciclista. Cuando compite en su primer Tour, el chaval es secuestrado y conducido hasta un Nueva York retrofuturista, hipercongestionado y apocalíptico, rebautizado como Belleville. Allí, la abuela contará con la ayuda de unas trillizas ancianas para rescatar a su nieto de la mafia. Poco importan los detalles del argumento, la verdad. Nunca supera el atractivo que ejerce esta cinta desde sus dibujos, no sólo extraordinarios en calidad, sino esenciales en su detalle al espíritu de una cinta destinada a reivindicar una idea de lo tradicional, vaga y efectiva a la vez. La cinta está realizada con todos los recursos al alcance, pero enmascarada en un trazo propio del papel y una animación que disimula el uso de tecnología 3D, es decir, que integra uso de manera ejemplar. En conjunto, Bienvenidos a Belleville es un peculiar manifiesto Wabi-sabi, una reivindicación de la textura y la tradición en el que la estrategia es instrumentalizar "lo francés": bien sea el Tour, la arquitectura parisina o ese extraordinario uso de lo cursi que caracteriza su cinematografía (desde Les Enfants du Paradis a Le Ballon Rouge). El resultado es el que se busca: vemos pasar el Tour y se nos abre el apetito, como si siempre hubiéramos acampado en una cuneta prestos a un día de picnic y bicicletas.

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fotografía de cubierta: Hans Heus fotografías: Excelsior pág. 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25 (arriba) L'Equipe pág. 25 (abajo), 27 (abajo), 31 (abajo), 32, 33, 34, 35, 36, 38, 40, 42, 43, 46, 48, 50 Miroir des Sports pàg. 26, 27, 28, 30, 31 (arriba), 39 Agence Zoom pág. 44

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