Cartas de la Goleta

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N° 1

Cartas de la goleta

José María álvarez • Enrique Andrés Ruiz Mohamed Doggui • Santiago Fernández Mosquera Luis García Jambrina • Daniel Innerarity Luis Junco • Julio Martínez Mesanza Juan Carlos Mestre • Santiago Miralles Paloma Pedrero • José Manuel Pérez Burgos Carme Riera • Juan Manuel Rodríguez Tobal Eloy Sánchez Rosillo • Diego Valverde villena túnez Septiembre 2008 -1-


CARTAS DE LA GOLETA

TÚNEZ, SEPTIEMBRE 2008


Cartas de La Goleta es una revista cultural editada por la Embajada

ÍNDICE

de España con la colaboración de la Oficina Técnica de Cooperación y del Instituto Cervantes en Túnez.

Presentación………………………………………………….....................7 Daniel Innerarity : Un mundo desincronizado……….…….....………….9

Consejo de dirección : Guillermo Caro, Virginia González, Julio Martínez Mesanza y

José María Álvarez : Bebiendo al claro de luna sobre las ruinas ........…15

Santiago Miralles.

Luis García Jambrina : La maldición de la fama…………….......………19

Coordinadora :

Santiago Fernández Mosquera : Aproximación a la poesía amorosa de Quevedo…..................................…23

Vanessa Fanjul Marlé

Eloy Sánchez Rosillo : Dos poemas…………………………..…………37 Paloma Pedrero : Un cuento romántico……………………...…………39

Edita : Embajada de España en Túnez:

Enrique Andrés Ruiz: El pie……………………………………………47

24, Avenue Dr. Ernest Conseil BP 76. 1002 Tunis. Túnez. Tlfno : 71 782 217. Fax : 71 801 975.

Santiago Miralles: Reivindicación de La Goleta………….....……..……51 Julio Martínez Mesanza : Hermosa y escondida………....…..…………57

e-mail : emb.tunez@maec.es

Juan Carlos Mestre : Tres poemas……………………...………..………59

Imprime : Boussaa

Carme Riera : Lenguas que unen. Lenguajes que separan……........……69

49, rue des Entrepreneurs Z.I Ariana Aéroport 2035- Tunis Carthage

Mohamed Doggui : Perfil sociolingüístico del alumno magrebí..........…77 Luis Junco : Un amor de libro……………………………...…….………87

Diseño cubierta : Jaime González ISSN 1737-8699 © De los textos : sus autores, 2008. © Embajada de España en Túnez, 2008.

Juan Manuel Rodríguez Tobal: Icaria…………………….……………91 José Manuel Pérez Burgos : Nueva Tabarca : Origen, reconstrucción y sueño de una utopía………..101 Diego Valverde Villena: Niño……………………...………….………113 Autores…………………………………....……….……………………115

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Presentación Estas Cartas de La Goleta se envían para atravesar el mar, de sur a norte, y de norte a sur. No hemos encontrado mejor buque de correos que la Literatura y el amor por la Historia compartida entre españoles y tunecinos, y nos sentimos protegidos por una tradición de mandar cartas desde este puerto que se remonta a Garcilaso y Cervantes, nada menos. Los remitentes concentramos en papel y tinta muchas ilusiones; los destinatarios podrán oler los cruces del mar, el lago y la tierra; de mezquitas e iglesias; de idiomas e historias que se juntan en la apacible ciudad de La Goleta. Queremos ser una tribuna para todos aquellos que quieran aportar su aliento a los aires de las relaciones culturales entre España y Túnez (y aquí incluimos tanto a autores españoles que han venido a dar alguna conferencia o un recital poético a Túnez, como a los tunecinos que compartan investigaciones o inquietudes expresadas en castellano). Además, las Cartas de La Goleta pretenden dejar memoria del paso de escritores españoles por las aulas de los departamentos de filología hispánica de las universidades, los centros culturales y el Instituto Cervantes de Túnez. Todos ellos nos han cedido los textos de sus intervenciones o nos han facilitado composiciones inéditas para que enriquezcamos nuestra revista. En el espíritu de La Goleta cabe todo aquello que aporte gusto por las buenas letras y el conocimiento de nuestra Historia y nuestra Literatura. Contamos, así, en este primer número con ensayistas de la talla de Daniel Innerarity, narradores como Luis García Jambrina o Luis Junco y poetas como José María Álvarez, Juan Carlos Mestre, Diego Valverde Villena, Eloy Sánchez Rosillo, Enrique Andrés Ruiz y Juan Manuel Rodríguez Tobal. Paloma Pedrero, en esta ocasión, nos regala una pequeña pieza de teatro, Carme Riera, su intervención en unas jornadas literarias celebradas en Túnez; el profesor Fernández Mosquera nos habla de la poesía amorosa de Quevedo; Mohamed Doggui, de los problemas de la didáctica del español en el Mágreb; y José Manuel Pérez Burgos, de la historia de la isla de Nueva Tabarca. A todos ellos, por supuesto, nuestro agradecimiento. La Embajada de España, su Oficina Técnica de Cooperación y el Instituto Cervantes en Túnez se hacen carteros para abrir canales de expresión y recoger estos escritos de quienes trabajan por mejorar el entendimiento entre nuestros dos países. Ojalá (y valga esta palabra de tanta resonancia árabe) que este número uno sea la primera recopilación de cartas de una larga y fructífera amistad entre nuestras dos orillas. -7-


Un mundo desincronizado Daniel Innerarity En las sociedades modernas el tiempo se ha pluralizado profundamente. Debido a los cambios culturales que se han ido produciendo, han perdido validez algunas tradiciones en el trato con el tiempo que estaban vinculadas a circunstancias vitales constantes. Nuestra manera de manejar el tiempo se ha liberado hoy más que nunca de la carga de la tradición y por eso aumenta la heterogeneidad de los tiempos observables. La pluralidad de nuestra arquitectura temporal no ha sido nunca mayor que ahora, en nuestra particular policronía. Nunca han coexistido tantas heterogeneidades en una red espacial y temporal tan espesa. La idea de Koselleck de una “contemporaneidad de lo no contemporáneo” puede muy bien verificarse en esa realidad de los tiempos dispersos que caracteriza a nuestras sociedades. Los seres humanos pueden ser profundamente diversos en lo que se refiere a la cualidad de su experiencia subjetiva. Simmel calificaba la libertad moderna como liberación frente al ritmo colectivo; la individualización consistiría precisamente en la posibilidad de irregularidades rítmicas. Esta pluralización del tiempo subjetivo implica una diferencia de apreciación, una pérdida de la unidad de medida : la velocidad impuesta estructural o institucionalmente puede ser excesiva para determinados sujetos, mientras que otros tal vez la consideren excesivamente lenta. Bastaría mencionar el contraste entre el tiempo de los jóvenes y el de los mayores, cuya diferencia se percibe, por ejemplo, en la diferente experiencia de la temporalidad laboral, en la distinta valoración que unos y otros hacen de la duración de los contratos, el modo como experimentan la precariedad o la estabilidad. -8-

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Daniel Innerarity

Un mundo desincronizado

También es profundo el pluralismo de los tiempos que caracterizan a los grupos sociales, a las diferentes culturas o a las diversas actividades. Ya lo había advertido Halbwachs al afirmar que en una sociedad hay tantos tiempos colectivos como grupos separados y no existe un tiempo unificado que se imponga a todos. Todos los grupos y todas las actividades se mueven en un tiempo que les es propio. Ninguna sociedad renuncia a una cierta armonización de esos tiempos pero, como señalaba Gurvitch, esa unificación es controvertida debido precisamente a que también son diferentes los criterios de esa armonización. El esfuerzo de llegar a esa cohesión social y a un relativo entrelazamiento de los tiempos sociales conduce a un nuevo aspecto de su disparidad: la de las formas sociales desde las que se construye una nueva jerarquía en orden a unificar los tiempos sociales… De manera que, por ejemplo, no sólo existe un desacuerdo entre el tiempo de la familia, el de la escuela, el de la fábrica, el del sindicato, el de la oficina, etc., sino también una disonancia entre los modos de armonizar los distintos tiempos. Ya sea la sociedad patriarcal o feudal, la antigua ciudad-estado, las sociedades colectivistas o capitalistas. Y esto multiplica aún más los tiempos sociales.

(los avances tecnológicos frente a la lentitud del derecho, el tiempo del consumo contra el tiempo de los recursos, el tiempo mediático que contrasta con el tiempo científico). Los subsistemas sociales han desarrollado una lógica propia también desde el punto de vista temporal y su dinámica, aceleración, su ritmo y velocidad, son en buena medida independientes: el tiempo de la moda no coincide con el tiempo de la religión, ni el de la tecnología con el del derecho, ni el de la economía con el de la política, ni el de los ecosistemas con el del consumo. El gran problema que hemos de afrontar es cómo acompasar estos tiempos evitando los riesgos de la desincronización y la imposición de un tiempo unificado.

La coexistencia de tiempos diferentes no es siempre pacífica y gratificante. Cada vez tenemos más ejemplos de desincronización temporal que están en el origen de no pocos conflictos. En los conflictos temporales colisionan los diferentes criterios de estructuración del tiempo. El mundo avanza con distintas velocidades, por lo que continuamente aparecen líneas de quiebra entre las distintas dinámicas. Estas disparidades o líneas de falla reciben diversos nombres : décalage, gap, brecha, choque…; en todos ellos se pone de manifiesto que las lógicas temporales son distintas, incompatibles e incluso antagónicas, y que en algunas de ellas es muy fuerte la pretensión de imponerse sobre el resto. Hay heterocronías que se hacen patentes como conflictos entre los sujetos y los grupos (el tiempo de los jóvenes y el de los mayores, el desequilibrio entre las generaciones o las desigualdades en general) o como falta de sincronía entre los diversos sistemas sociales -10-

Entre estas desincronizaciones sistémicas destaca la de la política frente a otros sistemas sociales que, como la economía o los medios de comunicación, parecen arrastrarla hacia una lógica que no es la suya. En la política se vive de una manera especialmente intensa la contradicción entre el tiempo de la eficiencia y el tiempo del debate y la legitimación. La economía, la ciencia y la técnica son demasiado rápidas en relación a su regulación política y jurídica. Esta desincronización lleva con frecuencia a la política a adoptar decisiones anacrónicas. Por eso ocurre a veces que la lentitud de la política es corregida por la judicialización, que suele ser más rápida para la resolución de determinados litigios, aunque erosiona así el espacio propio de la política. Las desincronizaciones son una prueba de que el progreso no avanza unitariamente que, por ejemplo, el progreso de la ciencia y la técnica no es equivalente al progreso social. Se ha desvanecido la suposición, más bien determinista, de que el desarrollo económico y el desarrollo político vayan necesariamente de la mano. Tenemos el ejemplo de la unificación europea, confiada a la fuerza aglutinadora de la economía y cuyos límites resultan hoy más patentes que en el momento de su fundación; cabe mencionar la aparente incoherencia de que haya países como China que pueden mantener al mismo tiempo una economía capitalista y un sistema político no democrático. Pero no sólo existen conflictos de tiempo porque los diferentes sistemas no estén sincronizados. Hay también contrastes y disfunciones -11-


Daniel Innerarity

Un mundo desincronizado

temporales dentro de cada sistema. Un ejemplo lo podemos encontrar en el modo como la economía financiera tiende a imponerse sobre otras dimensiones de la economía. Con el auge y la crisis de la new economy lo que se puso de manifiesto fue precisamente la divergencia entre la alta velocidad de los mercados financieros y las inversiones reales.

ambos casos lo que hay es o bien unificación del tiempo sin unidad de lugar (instantaneidad de la comunicación y los mercados financieros), o bien unidad de lugar sin unificación del tiempo (multiculturalidad). La tensión entre unas fuerzas que unifican pero no diferencian y unas diferencias sin capacidad o voluntad de unificar, entre un tiempo sin lugar y un lugar sin tiempo, seguirá ocupándonos mientras seamos incapaces a formular lógicas que permitan una sincronización que no sea impositiva.

Las grandes disfuncionalidades en las que vivimos tienen en su origen alguna falta de sincronía temporal. La desintegración social es una consecuencia de una creciente desincronización temporal, la destrucción del medio ambiente resulta de que los ciclos naturales de regeneración se encuentran sobrecargados, la pérdida de autonomía personal se sigue de una aceleración social que impide a los individuos formarse una opinión coherente. La mayor escala de esa falta de sincronía que caracteriza al mundo actual se realiza en el contraste entre el tiempo global y el tiempo local, entre las sincronizaciones globales (financiera, comunicativa, internet) y las desincronizaciones también globales (desigualdades, conflictividad, grupos enteros de población del tercer mundo, fundamentalismos…). La liberación frente al territorio de la que unos disfrutan es contemporánea de la fijación a una localidad a la que otros están condenados. El mundo actual se describe mejor advirtiendo que el ciberespacio convive con la edad de piedra que hablando de la “globalidad” como si fuera una síntesis universalmente conquistada. El desequilibrio es bien evidente y explica las fuerzas de fondo que operan en los espacios globales : movimientos migratorios, falta de unidad jurídica, distintas responsabilidades respecto del medio ambiente, el poder hegemónico que se resiste a entrar en lógicas de sincronización postsoberanista… La debilidad de las instituciones para la gobernanza mundial dificulta enormemente la sincronización de un mundo disparatado. La desincronización también tiene que ver con la desigual unificación del mundo (que nos hace a todos presentes, pero que no unifica completamente) o con la multiculturalización de nuestras sociedades, en las que comparecen distintos grupos con identidades diferentes. En -12-

Tratándose del mundo, la tarea es ciertamente compleja. Cuanto más diversos son los ámbitos de actividad humana, más se diferencian las estructuras temporales y mayor es la necesidad de acuerdo y sincronización. Hay una “temporalización de la complejidad” debida a las exigencias de sincronización y coordinación a la hora de tomar decisiones (Luhmann). El curso de la civilización moderna no ha dejado de incrementar la presencia del tiempo de otros en el tiempo propio, mediante las diversas formas de comunicación y coordinación entre sujetos dispares. Aparecen así una serie de asimetrías temporales que exigen ser coordinadas por mecanismos institucionales que determinen prioridades o compromisos practicables. El acompasamiento temporal no es algo que esté garantizado, sino que debe ser social y políticamente configurado mediante una deliberación expresa que no siempre es pacífica y en la que se juegan relaciones de poder. La humanización de los conflictos sociales y la construcción de la convivencia humana es una tarea de regulación del tiempo. Quien gobierna debe preguntarse si dispone las cosas de tal manera que no haya discriminaciones temporales. La nueva vigilancia es, sobre todo, una observación sobre el flujo de las cosas y la medición de esas diferencias en el orden del tiempo que es necesario acompasar de alguna manera. Gobernar es permitir la coordinación temporal entre una multitud de sujetos, sistemas, sociedades y culturas que viven en un tiempo plural. Desde el punto de vista civilizatorio se trataría, como ha propuesto Mireille Delmas-Marty, de ordenar lo múltiple sin reducirlo a lo idéntico, reconocer el pluralismo sin renunciar al derecho común, unificar sin imponer la fusión, de no entender la modernización de las sociedades a partir de nuestro propio modelo, de promover la unificación sin entenderla como sinónimo de occidentalización. -13-


BEBIENDO AL CLARO DE LUNA SOBRE LAS RUINAS José María Álvarez I Bebo al claro de Luna sobre las ruinas Una suave brisa de otoño me acaricia Escucho una vez más esa Sonata en si bemol mayor de Schubert La memoria se distrae recordando horas Felices que agradezco IV Fuente de Aretusa, acógeme esta tarde Cuando como sobre esa mar en mí se pone un sol Qué rápidamente hemos pasado Ni siquiera sabemos qué es lo que queríamos Y llegamos a donde no imaginábamos V Qué hacéis aquí, ante estas piedras De Rioanju, malditos turistas incapaces De esta contemplación Como si estuvierais en uno De esos sitios infectos que para vosotros es la vida Que siembren sal en vuestras almas

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BEBIENDO AL CLARO DE LUNA SOBRE LAS RUINAS

José María Álvarez

VIII

XV

Qué hermosura esta edición de Madame de Sévigné

Has olido el aliento de la hiena

El gozo de la vista esa sensación en los dedos

Que habita el corazón del mundo

Al pasar sus páginas al demorarse en la caricia

Pero como escribe Lucilio

La emoción amorosa de tu alma que sabe

Que tu ejemplo sea la dicha que gozaste, no

La dicha que te regalará esa delicada inteligencia

El sufrimiento

IX

XIX

El cielo y las aguas de la mar se funden

El viento lleva de aquí allá las hojas

En una obscuridad misteriosa sagrada

De estos arces de Tsarkoie-Seló

Una brisa apacible trae olor de algas

Las miras sientes que como ellas

El chapoteo de una barca contra el agua

Han volado los días de tu vida, adonde

Acompaña el paso de la luna

Una espina dorsal sola bajo la lluvia

X

XXVIII

Machos cabríos de ojos húmedos

Sí, fundido con esta belleza

Y las niñas elegidas por Onán para su Arte

Contemplando el Neva la Aguja del Almirantazgo

Pasan sus lenguas por una noche de aluminio

No es mal lugar para que esta visión sea la última

De sus dedos trémulos caen gotas

Pero el problema no es pegarse un tiro

Dulcísimas Ámbar de Dios

Es que da igual hacerlo que no hacerlo

XIV

XXIX

La brisa de la noche me pone melancólico

El sol se pone

Este olor a mar me lleva

Todo parece de pronto como ido hacia una extraña

A otras noches de mi niñez en la casa de la playa Pero si busco a los que amé y me amaron No hay nadie Y ese silencio de cal viva

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Soledad Hasta los pájaros Han callado Casi se escucha la ascensión de Venus

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José María Álvarez

XXXIII Ante este amado río que el atardecer obscurece Un libro me trae la reproducción de un vaso griego Con jóvenes guerreros Pienso en aquella hermosa y alegre y libre Juventud que salió de estos colleges hacia las trincheras Y que nunca volverían Hijos de Cambridge dejaron viuda a Europa

La maldición de la fama Luis García Jambrina

XL ¿Seguís ahí pinos su sombra aquellas playas (Era St-Raphaël?) donde fui tan feliz? ¿Y tú Aquel café de Istambul donde en el 66 Eduardo Chamorro y yo nos sentíamos en paz con todo? Decidme que aún estáis ahí Y tú, lupanar de Alejandría... XLII Sobramos Hombres como nosotros Estorban Tal como el mundo es ya Tendrán que deshacerse de nosotros Somos los judíos de esta Historia Y ni siquiera un Israel donde acogernos y XLV Asciende Venus en el incomprensible firmamento Y todo en este mundo Parece detenerse como un gesto en un espejo Por qué no partir

Según parece, a todo aquel que lleva mucho tiempo muerto, se le concede la oportunidad de volver a la tierra durante un día, para ver qué memoria ha quedado de él. A eso lo llaman allí «la prueba de la fama» o «el día extra». La mayoría declinan este ofrecimiento. Prefieren seguir muriendo eternamente en la ignorancia a arriesgarse a descubrir que nadie los recuerda, que no ha quedado nada de todo lo que hicieron y que, por tanto, ya están –ahora sí– definitivamente muertos. Otros, sin embargo, no pueden resistir la tentación. Entre estos últimos, resulta aleccionador el caso de un escritor del siglo XVII, muy popular en su época, que, nada más cumplirse la cuarentena o tiempo de espera establecido, quiso hacer uso de ese privilegio para ser testigo de su fama póstuma. En vano rebuscó su nombre en los libros y en las enciclopedias. De nada le sirvió visitar en secreto a sus descendientes. Ni una maldita placa en una calle ni un miserable retrato colgado en una pared recordaban su paso por el mundo. Cuando, por fin, regresó al reino de los muertos, se le veía absorto, cabizbajo, retraído, como si no quisiera hablar con nadie del asunto, pero no pudo evitar tropezarse con uno de sus compañeros de morada, escritor como él. – ¿Qué tal te fue en tu visita a la tierra? –le dijo éste nada más verlo. – En mala hora se me ocurrió volver. Más me hubiera valido permanecer en la inopia. –Y a te dije que era muy temerario querer hacer averiguaciones sobre

Ahora

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Luis García Jambrina

La maldición de la fama

la posteridad. – Tú, sin embargo –le replicó el otro–, te has convertido en el escritor español más celebrado de todos los tiempos. – Sabes muy bien –le advirtió el aludido– que no me gustan las bromas hirientes. – Te juro que es cierto. Todos hacen elogios de ti y de tu novela. – ¿De mi Persiles? –le preguntó el hombre picado por la curiosidad. – No, hombre, no. – ¿De la Galatea tal vez? Eso me haría muy feliz. – ¡Qué va! Estoy hablando del Quijote. – ¡Ah!–suspiró con un gesto de resignación. – Pero, ¿es que no te alegra la noticia? – ¿Entonces has visto gente por las calles o en sus casas leyendo mi novela? –preguntó el hombre por decir algo. – Mejor aún. Todo el mundo se hace lenguas de las virtudes de tu obra. Está por todas partes. Si hasta han hecho efigies con tus personajes y miles de retratos de tu persona. Debes ir a verlo con tus propios ojos. No debes perdértelo. Tanto insistió y porfió el olvidado autor que, para no desairarlo, Miguel de Cervantes no tuvo más remedio que ceder a la tentación. Pasado un tiempo, volvieron a encontrarse los dos escritores en el Paraíso, un local de moda en el más allá. –Y bien, ¿qué tal te fue? –le preguntó el otro con curiosidad y algo de envidia. – Sí, está muy bien –contestó Cervantes no muy convencido–, no digo yo que no. He visto que hasta le han puesto mi nombre a un Instituto que tiene como objeto difundir la lengua castellana por todo el mundo, donde, al parecer, soy una celebridad. En cuanto a mi Quijote – añadió–, ése es otro cantar. – Pero si es el libro más famoso del planeta. – Sin embargo, no acabo de verlo claro. Es verdad que a los gobernantes y personajes públicos se les llena la boca hablando de mi libro, pero no parece que les haya influido mucho, a juzgar por cómo se comportan. Es más, yo diría que la mayoría no lo han leído nunca. – ¿Estás seguro?

–Y tanto. Para mí, que son unos hipócritas o, peor aún, unos cínicos. Por otra parte, he comprobado que allí todo es objeto de comercio y propaganda. Merchandising, lo llaman. Y lo que he visto no es nada, según me han dicho, si se compara con lo que aconteció hace unos años, con motivo del cuarto centenario de la publicación de su primera parte. Quién lo hubiera dicho entonces, mientras la escribía en aquella cárcel donde todo mal tenía su asiento. Y luego están los académicos y profesores, que malgastan su tiempo y el dinero del erario público en contar preposiciones o en tratar de averiguar en qué lugar exacto de La Mancha vivió Alonso Quijano, cuando dejé bien claro, desde el principio, que no importaba el nombre. Lo único que van a conseguir con todo ello es que la gente termine por aborrecer mi obra, si es que no lo hacen ya. – Pero no digas eso –trató de consolarlo el escritor desconocido. – Si yo tuviera allá abajo una mínima porción de la fama que tú has logrado, sería ahora el hombre más feliz de la tierra, quiero decir de este sitio en el que nos encontramos. – Pues la verdad es que preferiría no haberlo visto. El único consuelo que me queda es que, a día de hoy, apenas nadie ha puesto sus manos ni sus ojos sobre el Persiles o La Galatea. Por lo que le pido a Dios que las libre de la fama.

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APROXIMACIÓN A LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO Santiago Fernández Mosquera Pocos poemas son tan conocidos como el soneto amoroso de Quevedo “Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra...”; pocos tan comentados, pocos tan citados y pocos tan maliciosamente interpretados con su “polvo serán, mas polvo enamorado”. La educación sentimental de los españoles, al menos en los últimos cuarenta años, tiene a este poema como ejemplo de poesía amorosa, de texto emblemático –dicho sea vulgarmente– de Quevedo, de expresión literaria del amor que perdura más allá de la muerte. Sin embargo, ¿quién conocía este texto en los años en que fue escrito? ¿A quién está dedicado? ¿Quién es este autor enamorado, severo, tierno y transcendente? Los responsables de este éxito, de esta mitificación de la poesía amorosa, son aquellos que, hacia los primeros años cincuenta, quisieron ver en Quevedo un ejemplo de poeta clásico que se hacía contemporáneo, moderno, en la coincidencia del sentir, desgarrado afectivamente como cualquier enamorado postromántico y hasta un poco existencialista1. Este Quevedo moderno es el que se nos ha acercado con la interpretación de su poesía amorosa, la que

1 Uno de los trabajos que iniciaron esta interpretación, sobre bases teóricas de la estilística, es el bien conocido de Dámaso Alonso «El desgarrón afectivo en la poesía de Quevedo» [1950]. En este grupo de autores que propiciaron esta visión de la poesía de Quevedo se encuentran José Bergamín o Ramón Gómez de la Serna. Pocos años después, Otis H. Green [1955] subrayaba la tradicionalidad estilística de la poesía amorosa de Quevedo por su apego a la tradición cancioneril castellana, sabiamente matizado por Lorna Close en [1979]. De mucha menos incidencia resultaron las tesis de Jaime A. Montesinos [1972] y de Roger Moore [1974] sobre Canta sola a Lisi y sobre el estilo de la poesía amorosa de Quevedo respectivamente.

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Santiago Fernández Mosquera

APROXIMACIÓN A LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO

hace temblar aun hoy a alguno de nuestros maestros. Se intentaba así deshacer la imagen de un Quevedo ramplón y protagonista de chistes, muchas veces procaces, que hasta bien entrado nuestro siglo seguía en el imaginario de la cultura hispánica. Y tal vez hoy el retrato evocado de Quevedo antes es el del Quevedo enamorado y serio que el del escritor verde y chocarrero de nuestros abuelos.

en los años noventa aparecen varios trabajos: un volumen colectivo editado por M. Linda Ortega y titulado La poésie amoureuse de Quevedo [1997]; un libro de comentarios a algún texto amoroso a cargo de Mercedes Blanco [1998] (Introducción al comentario de la poesía amorosa de Quevedo, 1998); la edición, por vez primera completa y anotada, del núcleo fundamental de la poesía amorosa, el cancionero Canta sola a Lisi a cargo de Lía Schwartz e Ignacio Arellano [1998] y últimamente la monografía La poesía amorosa de Quevedo. Disposición y estilo desde Canta sola a Lisi [Fdez. Mosquera, 1999]. Veinte fructíferos años que son buena muestra de la pujanza y la importancia que la poesía amorosa de Quevedo ha tenido en este final de siglo3.

Parece, pues, que cada generación, cada época, tiene su Quevedo2 y hoy nos interesa de manera especial el Francisco de Quevedo poeta enamorado, expresión fiel y arquetípica de una poesía intensa y desgarrada que confunde amor y muerte, sangre y herida en un mismo sentimiento apasionado. Tal vez sea ésa la razón por la cual la poesía amorosa de Quevedo ha sido la gran beneficiada. No hay género o faceta temática de Quevedo más analizada que su poesía amorosa. En los últimos veinte años se han publicado al menos cinco monografías sobre el mismo tema aunque, por fortuna, con enfoques diferentes y hasta complementarios. El primero en esta nueva orientación hermenéutica sobre la poesía amorosa de Quevedo fue, sin duda, el libro de José María Pozuelo Yvancos, El lenguaje poético de la lírica amorosa de Quevedo [1979], quien aplicó el concepto de desautomatización al desarrollo de muchos de los tópicos amorosos que emplea el poeta para justificar así el aparente alejamiento (o justificación diferenciadora) de la poesía quevediana. De tipo más ideológico que estilístico es el trabajo de Julian Olivares The Love Poetry of Francisco de Quevedo. An Aesthetic and Existential Study [1983], mientras que poco más tarde, esta vez desde una perspectiva temática, publica D. Gareth Walters su Francisco de Quevedo : Love Poet [1985]. El hispanismo británico siguió ofreciéndonos nuevas perspectivas y enfoques con la monografía de Paul Julian Smith, Quevedo on Parnassus. Allusive Context and Literary Theory in the Love-Lyric en [1987], quien se fija en los precedentes poéticos de la tradición retórica e italiana. Ya

No estará de más señalar que, en la consideración de esta faceta quevediana, los juicios no siempre han sido favorables. Aunque es arriesgado afirmarlo, parece que esta poesía amorosa gozó de cierto prestigio en vida de Quevedo, en tanto ejercicio de imitatio sobre bases petrarquistas, como se demuestra por la edición de González de Salas en el Parnaso español (1648) cuando el propio poeta dedica una Musa, Erato, a ordenar y recopilar esta poesía que, por otra parte, genera más de un erudito comentario del mismo Salas. Ciertamente, puede que estos textos no tuvieran en su momento la difusión más popular de otros escritos suyos políticos o satíricos. Diferente juicio se podría establecer si lo que se quiere es analizar el carácter y el sentimiento del poeta. Desde esa perspectiva fueron calificados tópicamente por el segundo editor, su sobrino Pedro Aldrete (Las tres últimas musas, 1670) como “verdores traviesos” propios de los ímpetus juveniles del escritor. El siglo XVIII buscó en Quevedo al escritor satírico y al burlesco apartándose de los posibles valores de la poesía amorosa, que tampoco triunfó después del Romanticismo por su aparente insinceridad que sus textos traslucían. Y así llegamos a la desconsideración general del siglo XX, salvo reconocimientos muy concretos como los no muy respetados de Astrana Marín. Y será ya desde la mitad de la centena cuando, como se ha señalado, el QueIndico solamente las monografías que tienen como objetivo exclusivo el estudio de la poesía amorosa de Quevedo. No habrá que señalar que han sido innumerables los artículos, comentarios y análisis parciales publicados y referidos a aspectos diversos de esta faceta quevediana. La bibliografía más actualizada sobre el asunto se podrá consultar en la edición de Schwartz-Arellano [1998] y en la monografía más reciente de Fdez. Mosquera [1999].

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Ahora se está produciendo un cambio en los intereses generales por Quevedo. Abandonada ya su imagen chocarrera y casi olvidada por exhausta su poesía amorosa, interesa muy particularmente el Quevedo político, el hombre y el literato que quiso influir directamente en la toma de decisiones y en la construcción ideológica de su tiempo. 2

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Santiago Fernández Mosquera

APROXIMACIÓN A LA POESÍA AMOROSA DE QUEVEDO

vedo poeta amoroso sea vindicado bien como poeta4 moderno o como poeta , sin más, inmerso en su tiempo y perfecto actualizador de las técnicas propias de la imitatio humanística.

ha negado su carácter de cancionero, es decir, su pervivencia como macrotexto con estructura y disposición propia cuya suma de elementos supera la mera individualidad de los textos que lo conforman; y también se ha negado su carácter petrarquista por no parecerse cercanamente a los Rerum vulgaria fragmenta de Petrarca, más tardíamente denominado Canzoniere. Canta sola a Lisi es, desde su situación formal claramente señalado dentro de la Musa Erato, un conjunto bien delimitado y coherente; está formado por un número concreto y no abierto de poemas y se pueden establecer unas claras relaciones entre sus distintos elementos que le dan coherencia interna.

El conjunto de la poesía amorosa de Quevedo fue publicada en la Musa Erato de la edición príncipe del Parnaso español (1648) y en la Musa Euterpe de Las tres musas (1670); son, en la edición canónica de Blecua, más de 200 poemas, si eliminamos algún apócrifo y alguno de dudosa atribución. En el total de su obra poética, la poesía amorosa comprende menos de un cuarto de su producción, pero es, junto a la satírica, la más conocida y numerosa. La ordenación de su poesía en las ediciones primeras combina dos criterios fundamentales, el métrico y el temático. Tanto en la Musa Erato (1648) como en Euterpe (1670), los textos están dispuestos según un orden estrófico (sonetos, romances, madrigales, canciones) y dentro de ellos por asunto o anécdota relatada, desde diferentes sonetos a damas con tópicos problemas oculares5 hasta textos agrupados por el nombre de los referentes femeninos6. Este cuidado dispositivo por parte de González de Salas, de Aldrete o, según mi opinión, del propio Quevedo, demuestra que la distribución de la poesía amorosa en las ediciones príncipes fue premeditada y nunca casual o acumulativa y, por lo tanto, conviene no alterarla editorialmente. Ello tiene especial transcendencia en un apartado concreto de la Musa Erato, el conjunto Canta sola a Lisi. Este grupo de poemas forman un cancionero amoroso según el modelo petrarquista. No siempre se ha querido reconocer que estos poco más de 50 poemas entre sonetos, idilios (silvas) y un madrigal forman un cancionero petrarquista; se 4

Con alguna excepción como la de Antonio Carreira [1997] o más veladamente Mercedes Blanco [1998].

Se trata de un trío de poemas, de carácter progresivo, cuya gradación es establecida por los epígrafes y que también se repetirá en algún otro lugar de Canta sola a Lisi: A una dama bizca y hermosa (315), A una dama tuerta y muy hermosa (316), A otra dama de igual hermosura y del todo ciega (317). Esta intervención dispositiva sugiere que el editor poseía simultáneamente los poemas y los ordenaba, dentro del criterio general métrico, con un criterio temático. 5

Laura (304:1); Aminta (305:1), (308:1), (312:12); Amarili (320:1); Floris (322:5); Floralba (324:1); Flora (328:13); Manuela (325:2), Floris «¿Y ordenas, Floris, que en tu llama ardiente» (322:5-8), con Flor y con una evidentia «¿Ves gemir sus afrentas al vencido» (344:1-8), con Floralba en subiectio combinada con una reticentia «¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Dirélo?» (337:1) 6

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Pero además se debe adjetivar como petrarquista porque recoge los elementos esenciales que marcaron el inicio de una nueva ordenación personal de un libro de poemas civiles: está dedicado a una sola dama (Lisi), es figuradamente un relato autobiográfico que cuenta (bien poco narrativamente, claro) una historia de amor que además transcurre en el tiempo de forma progresiva y remata con la muerte de la amada o, al menos, con el fin hiperbólico del amante. Por lo tanto, el petrarquismo de Canta sola a Lisi, en cuanto a su configuración como cancionero, obedece al cumplimiento de estas características en tanto elementos constitutivos de un género. No es, en este sentido, una copia fiel del Canzoniere, pero sí una interpretación cercana, casi tres siglos después, del texto italiano. Y por si esta imitatio no bastase, Canta sola a Lisi, además de otros rasgos estilísticos y tópicos de clara ascendencia petrarquesca, es presentado por el propio editor González de Salas como una suerte de homenaje al poeta aretino. Es decir, también la intención de Quevedo (o Salas) era acercarse a los Rerum vulgaria fragmenta y así se entendía cuando se compuso, en la mitad del siglo XVII, a juzgar por los comentarios de González de Salas cuando presenta esta sección de Canta sola a Lisi en el Parnaso español. Algunos elementos caracterizadores de este cancionero petrarquista son bien llamativos y estructuralmente imprescindibles al marcar el progreso temporal de una posible narración. Significaré dos -27-


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de manera especial: los sonetos aniversario y los retratos de la amada. En ambos grupos surgen algunas de las características más señaladas de la poesía amorosa de Quevedo: la permanencia del amor y la belleza hiperbólica de Lisi.

soneto “Cerrar podrá mis ojos...” (472) que es el soneto siguiente de Canta sola a Lisi. Estamos, narrativamente, en el eje del cancionero : la imagen de Lisi queda fijada en el alma del yo poético y no hará más que alimentar la llama de la luz y de la pasión amorosa.

Son, precisamente, los sonetos aniversario un indicio inequívoco de la voluntad imitadora y estructuradora de Quevedo para con el Canzoniere de Petrarca. Imitadora porque serán estos sonetos aniversario uno de los elementos que más caracterizan la obra del aretino y que, por demás, también fueron señalados por González de Salas en sus Preliminares; y estructuradora porque la distribución de estos poemas en el conjunto de Canta sola a Lisi no es arbitraria ya que son tres y están situados simétricamente para favorecer la ilusión del paso del tiempo.

El tercer soneto aniversario (491) es el último del cancionero previo al posible soneto in morte de Lisi. Se cumplen aquí veintidós años de relación amorosa entre Lisi y el yo enamorado. En el texto se reafirma el encadenamiento que sufre el amante, no sólo la prisión del amor sino, como en el soneto primero del cancionero (442), el verse sujeto a un imperio, a una tiranía de la dama altiva, despiadada e indiferente. Nace así, al final del ciclo, el desengaño ante la inaccesibilidad de la dama. Se trata de una actitud, en principio, heredera de la idealización platonizante de la amada, la belleza a partir de una idea que tiene vinculación directa con la poesía de cancionero y, dentro de la tradición italianizante, en la poesía del dolce stil nuovo y en Petrarca. Sin embargo, y de la misma forma que hemos señalado las obligadas diferencias en la constitución del género cancionero petrarquista, tampoco se ha de esperar, en estos poemas de Quevedo, una adscripción incontaminada y fielmente medievalizante en la expresión de los afectos amorosos. El desengaño cobra aquí un papel diferente, hijo de su tiempo, relacionado con el que algunos unen ineludiblemente al barroco, distinto como también lo es el protagonismo de la dama.

Estos sonetos aniversario marcan la duración –ficticia e hiperbólica– del amor del yo poético en tres fases: “sexto año” (461), “Diez años de mi vida” (471) y “veinte y dos años” (491), pero añaden otros rasgos de ascendencia petrarquista y, consecuentemente, quevediana: en el primero de ellos (461) es un rasgo inequívoco de la consideración del enamoramiento como un error –como Petrarca, en alguno de sus sonetos prólogo–que en la propia pena de no ser correspondido provoca un escarmiento. “Error” y “escarmiento” se constituyen así en dos palabras claves para la interpretación no sólo de este soneto, sino del conjunto general del cancionero e ilustran claramente cuál es la posición ideológica del yo poético. Un tono palinódico e hiperbólico que teme (y espera) la llegada de la muerte “Si fuere que, después, al postrer día / que negro y frío sueño desatare”. El segundo soneto aniversario (471), con un claro tono neoplatónico, muestra la hermosura de la amada en los ojos, identificados con las estrellas y los astros. La visión de la dama imprime su imagen en el alma del amante y dibuja una llama eternamente encendida que trasciende el tiempo y permanece con su luz y su fuego para siempre ; en otras palabras, el amor perdurable también aquí del célebre -28-

Lisi, referente único del cancionero, dama principal en el conjunto de poesías amorosas de Quevedo, tiene un falso protagonismo en Canta sola a Lisi. Cierto es que se canta solamente a Lisi en el sentido de que no aparecen otros nombres, pero no es Lisi la protagonista de estos más de cincuenta poemas. Podría pensarse en todo lo contrario a partir del propio título o de la presencia de bastantes retratos de la dama; pero quien está detrás de todo este discurso amoroso, como protagonista indiscutible y hasta abrumador, es el propio yo poético –difícilmente, por cierto, asumible como nuestro histórico Francisco de Quevedo–. La dama no interviene jamás, ni con palabras prestadas, en Canta sola a Lisi ; es mero objeto pasivo de las desdichas -29-


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y generadora de los desdenes; quien ama, padece, sufre, se siente abandonado, solo, prisionero, ciego y perdido amante es el yo, y nunca surge de manera indiscutible la aparente protagonista de “relato”. Y esto podría parecer más increíble teniendo en cuenta los retratos que de ella aparecen en Canta sola a Lisi.

cabellos rubios>oro, ojos>estrellas, labios>clavel, dientes>perlas, aurora>rostro o sonrisa, etc. No obstante, en el momento de composición de estos textos, sea a finales del XVI o a mediados del XVII, estas metáforas, previsiblemente, estaban lexicalizadas ; este tipo de descripción suntuaria estaba ya bastante envejecida, como se demuestra por la gran cantidad de parodias presentes en el mismo Quevedo o en el Burguillos de Lope de Vega. ¿Cuál será, entonces, la vía de renovación quevediana? En dos sentidos que tienen que ver con el denominado conceptismo o con la más general agudeza que busca la maravilla, el asombro del lector. Estos procedimientos no exclusivamente quevedescos, pero muy significativos en nuestro poeta, son la acumulación de metáforas y la asunción de una metáfora conocida, lexicalizada, para recargarla con nuevo significado en un desplazamiento metafórico más abrupto. En algunos casos podemos hablar de catacresis7.

El retrato de la dama en el cancionero es obligado, como lo era también el de la Laura petrarquesca. Aquí, en Canta sola a Lisi, nos encontramos con varios retratos sobre las mismas bases tópicas petrarquistas que vacían de posible contenido autobiográfico o simplemente vital lo que es, en principio, un ejercicio de clara imitación retórica. No negamos, con todo, cualquier otra relación biográfica e histórica por descubrir entre el hombre Quevedo y las Lisis o las Floras, Florindas, Amintas, Amarilis... de sus textos amorosos; decimos por descubrir porque en estos momentos es imposible precisar histórica y biográficamente cualquiera de estos datos, de estas relaciones. Y no ayuda, ciertamente, que todos estos retratos se ciñan a la descripción tópica e hiperbólica de la dama petrarquista. A pesar de ello, muy pocos de estos textos, por ser retóricos, dejan de ser vivos. Se ha acusado a Quevedo de resumir toda su poesía amorosa en un ejercicio estrictamente literario. Literatura es, pero aun dentro de los cauces del género, esta poesía de Quevedo está coloreada de hiperbólica pasión literaria que la convierte en una de las más brillantes de nuestra literatura. A lo largo del cancionero, como en el resto de la poesía amorosa, abundan las descripciones de las damas, en ocasiones anecdóticas o complementarias al desarrollo de otros elementos. Pero podemos precisar algunos textos en los que la pintura física de la protagonista es casi exclusiva del soneto; son los retratos, anunciados en algún caso desde el mismo epígrafe (RETRATO NO VULGAR DE LISI, RETRATO DE LISI QUE TRAÍA EN UNA SORTIJA, RETRATO DE LISI EN MÁRMOL). En todos ellos se dibuja una dama de belleza casi inefable, asequible sólo en las metáforas de base petrarquista: -30-

Ilustración de estos dos procedimientos, el acumulativo y el catacrético, encontraremos en casi todos los retratos de Canta sola a Lisi, especialmente en “Crespas hebras, sin ley desenlazadas” (443), “Tú, que la paz del mar, ¡oh navegante!” (445), “En crespa tempestad del oro undoso” (449), “En este incendio hermoso que, partido” (462), “En breve cárcel traigo aprisionado” (465), “Un famoso escultor, Lisis esquiva” (507). Tomemos por ejemplo el soneto 445 : sobre la base del tópico del navegante codicioso de tesoros, de raíz horaciana, Quevedo encadena una serie de metáforas para ponderar la belleza de Lisi, pero lo hace sobre la base lexicalizada de las anteriores metáforas que describen la belleza en clave petrarquista y que ya señalamos. Así no tendría sentido buscar tesoros en el rostro de Lisi si no asumimos previamente que el cabello es oro, que los dientes son perlas, sus labios corales, etc. De esta forma se entiende como hiperbólico que ese navegante –el amante codicioso– se harte “de tesoros, brevemente”, en el pequeño rostro de la amada. Quevedo recoge de esta forma el tópico un tanto desvaído y desgastado de la 7 He explicado más detenidamente este procedimiento retórico en “La catacresis: concepto y posibilidades hermenéuticas”, Revista de Literatura, LVI, 112 (1994) pp. 439-452.

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poesía amorosa anterior y lo recarga de nuevos valores para que, sin apartarse de los más canónicos, se hagan más poderosos y efectivos.

La poesía clásica, en todas sus vertientes, pero por supuesto en su variante erótica, es otra de las tradiciones en las que se inscriben los textos de Quevedo. No podía ser de otra forma en quien se educó con los poemas de Tibulo, Propercio y Ovidio y tuvo por autores preferidos a Séneca o a Juvenal. La impronta clásica en Quevedo supera con mucho el ámbito de la poesía amorosa, pero sin duda también la impregna indeleblemente. Muchos de los tópicos que aparecen en Canta sola a Lisi y en el resto de la poesía amorosa quevediana pueden surgir de esta tradición clásica porque coinciden con los mismos planteamientos de la poesía petrarquista. En la elegía erótica romana también la dama era un ser inaccesible que despreciaba al amante y al que encadenaba con toda suerte de lazos metafóricos –cadenas, yugos– lo que generaba una imagen de esclavitud por parte del poeta enamorado (483). Idénticos tópicos hallamos en la poesía de Quevedo, matizados por el color petrarquista, no obstante originarios de esta tradición clásica. Con todo, existe una diferencia clara entre estos esclavos y también enfermos de amor: mientras la solución a este dilema es, en clave petrarquista o incluso cancioneril, el desengaño y el escarmiento, en la tradición clásica, la cura era más explícita y reconfortante para el poeta enamorado.

De indudable procedencia petrarquista, aunque severamente matizada por la interpretación quevediana, son todos estos tópicos y hasta más de un procedimiento retórico. Pero la poesía de Quevedo bebe también de otras tradiciones y lo hace adoptando el mismo modelo transformador que aplica a la tradición italianizante. Una de ellas, no la menos importante y ya señalada por Otis H. Green [1955], es la poesía de cancionero. En realidad, esta influencia se ve amalgamada por la tradición que funde el petrarquismo, dolce stil nuovo y poesía trovadoresca. Esta vena cancioneril está reflejada no tanto en el tratamiento ideológico del amor, que obedece más a leyes neoplatónicas y a las teorías filográficas del XVI y del XVII, sino en algunos rasgos concretos de su estilo. Se explican mejor, desde esa procedencia cortesana y un tanto arcaizante, el uso ya olvidado del vos para el trato con la amada (“Que vos me permitáis sólo pretendo, / y saber ser cortés y ser amante; / esquivo los deseos, y constante, / sin pretensión, a sólo amar atiendo”, 457:1-4), tanto dentro del cancionero como en otras composiciones, pero sobre todo en cierta utilización marcada de algunas figuras retóricas que indudablemente fueron utilizadas con profusión en la poesía de cancionero castellana, uso que Quevedo no desconocía. De hecho, en géneros métricos tradicionales (letrillas, romances...) estos rasgos estilísticos aparecen subrayados. Pero, en realidad, están presentes en todos sus textos y de tal forma que son unos rasgos esencialmente caracterizadores de su estilo. Nos referimos a la annominatio y el polyptoton con sus variantes, el isocolon y otras fórmulas de estilo paralelístico, y todas las figuras derivadas del antitheton – oxímoron, paradoja, commutatio – y la hipérbole, inevitable ésta última en la descripción del fenómeno amoroso8. Ése es el eje estilístico de Quevedo, sobre el que basa su conceptismo y el que, elocutivamente, lo distingue de otros autores coetáneos.

En Fdez. Mosquera [1999:186 y 249 y ss.] se encontrarán explicaciones y ejemplos pormenorizados de lo que aquí solamente enumero.

Otra tradición muy presente en la poesía amorosa de Quevedo es la propia de la poesía española de su tiempo, que no por proceder de las ya nombradas debe ser menospreciada. La clara influencia de la poesía de Garcilaso, Fernando de Herrera, Francisco de la Torre o de Góngora se hace presente, de manera más o menos explícita, en los textos quevedianos. Y lo hace no tanto por ser una influencia novedosa como por medio de las matizaciones y adaptaciones de las distintas tradiciones a la literatura castellana. Así es imposible explicar el petrarquismo quevediano sin acudir a Garcilaso o a Herrera y, por supuesto, es inevitable acudir a la nueva poesía para explicar más de un texto de Quevedo9.

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Sirva como ejemplo señero el soneto 465 “En breve cárcel traigo aprisionado”.

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Pero en la obligada imagen de una poesía amorosa seria, dolorida, cercana en muchos de sus versos a la poesía moral, en la que el amor da constantemente la mano a la muerte, también conviene recordar otras facetas menos dramáticas de sus textos. La primera puede ser el aparente abandono del neoplatonismo más idealizado en la descripción de un encuentro sexual explícito. Ciertamente, la descripción se ve dulcificada, aminorada, por el excipiente tópico elegido, el desarrollo del tópico del sueño erótico que nos remite a otra tradición no apuntada: la poesía neolatina del XVI cuyos representantes (Muretus, Marullus, Pontano, Secundus...) fueron conocidos por Quevedo. El soneto (337) “¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Dirélo?” es un buen ejemplo de esta manifestación amorosa, un tanto alejada de los temas más convencionales, pero también hija de tradiciones literarias bien conocidas. Se trata de una demostración más de que la poesía amorosa de Quevedo –como toda su literatura en general– no renuncia a ninguna de las tendencias conocidas en su tiempo y en todas y cada una de ellas demuestra su pericia literaria y su brillantez poética.

temáticas en las que mejor se muestra la buena poesía de nuestro Siglo de Oro. Se podrá argumentar que no todos sus textos son obras de arte porque algunos hay muy circunstanciales o fríamente tópicos. Sin embargo, tomada en su conjunto, su poesía amorosa es de una calidad indiscutible y en ella se aúnan todas las tradiciones literarias presentes en el siglo XVII ; y se hacen presentes de una forma perfectamente integrada lo que dificulta –por si fuere, tal vez, necesario– distinguir de dónde procede tal o cual tópico, ésta o aquella metáfora. Es también la razón por la cual esta poesía no se deja explicar desde una sola tradición o desde unos rasgos estilísticos concretos, aunque predominen unos más que otros. Desde la disposición textual hasta el desarrollo de la más desgastada metáfora, Quevedo dibuja una poesía amorosa que ha llegado a ser sentida como propia por muchos lectores de finales del siglo XX.

Convendrá, por último, recordar que mientras Quevedo compone estos versos, de los más doloridos a los más atrevidos, también está escribiendo una poesía satírica que desbarata cualquier alambicamiento trascendente. Dentro del mundo de la sátira quevedesca, y concretamente en su poesía, no son infrecuentes textos en los que la belleza femenina, tan hiperbólicamente ponderada en Canta sola a Lisi, se deshaga en burlas ofensivas. Famosos sonetos como “Rostro de blanca nieve, fondo en grajo;” (551), “Si vieras que con yeso blanqueaban” (553), “Sol os llamó mi lengua pecadora,” (559), donde, como anuncia el epígrafe, se describe el RIESGO DE CELEBRAR LA HERMOSURA DE LAS TONTAS, son claros exponentes de que, en Quevedo, la poesía amorosa y la satírica, por ejemplo, son piezas de un mismo puzzle literario y conviene tenerlas presentes de una manera simultánea para no desdibujar la imagen del escritor.

DIVIDO... salen ahora de la Librería de don Joseph Antonio González

La poesía amorosa de Quevedo es, sin duda, una de las vertientes -34-

BIBLIOGRAFÍA Quevedo, Francisco de, EL PARNASSO ESPAÑOL, MONTE EN DOS CVMBRES de Salas..., Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1648. Quevedo, Francisco de, LAS TRES MVSAS VLTIMAS CASTELLANAS... sacadas de la Librería de Don Pedro Aldrete..., Madrid, Imprenta Real, 1670. Quevedo, Francisco de, ed. J. M. Blecua, Obra Poética, Castalia, Madrid, 1969. 4 Tomos. Tomo I, 19852; Tomo II, 1970; Tomo III, 1971; Tomo IV, 1981. Quevedo, F rancisco de, eds. Lía Schwartz e Ignacio Arellano, Un Heráclito Cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, Biblioteca Clásica, Barcelona, Crítica, 1998. Alonso, Dámaso, «El desgarrón afectivo en la poesía de Quevedo», Poesía Española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, Madrid, Gredos, 19815. pp. 497-580. Blanco, Mercedes, Introducción al comentario de la poesía amorosa de Quevedo, Madrid, Arco/Libros, 1998. Carreira, A ntonio, «Elementos no petrarquistas en la poesía amorosa de Quevedo», en La poésie amoureuse de Quevedo, textes réunis par Marie-

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Santiago Fernández Mosquera

Linda Ortega, Paris, ENS Editions, 1997, pp. 85-100. Close, L orna, «Petrarchism and the ‘Cancioneros’ in Quevedo’s Love-Poetry: The Problem of Discrimination», Modern Language Review, 74, 4 (1979), pp. 836-855.

DOS POEMAS

Fernández M osquera, S., «La catacresis: concepto y posibilidades hermenéuticas», Revista de Literatura, LVI, 112 (1994) pp. 439-452.

Eloy Sánchez Rosillo

Fernández M osquera, S., La poesía amorosa de Quevedo. Disposición y estilo desde Canta sola a Lisi, Madrid, Gredos, 1999. Green, Otis H., El amor cortés en Quevedo, Zaragoza, 1955. Montesinos, Jaime Arturo, La pasión amorosa de Quevedo : El ciclo de sonetos a Lisi, Tesis, New York University, 1972. Moore, Roger, A Stylistic Study of the Love-Poetry of Quevedo, Tesis, Universidad de Toronto, Toronto, 1974. Olivares, Julian, The Love Poetry of Francisco de Quevedo. An Aesthetic and Existential Study, Cambridge, Cambrigde University Press, 1983. Traducción española de Alberto de la Fuente y Dora Carlisky Pozzi, La poesía amorosa de Francisco de Quevedo, Siglo XXI, Madrid, 1995. Ortega, M. Linda, ed., La poésie amoureuse de Quevedo, textes réunis par MarieLinda Ortega, Paris, ENS Editions, 1997. Pozuelo Y vancos, José María, El lenguaje poético de la lírica amorosa de Quevedo, Secretariado de Publicaciones, Murcia, Universidad de Murcia, 1979. Schwartz, L ía e Ignacio Arellano, editores de Quevedo, Un Heráclito Cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, Biblioteca Clásica, Barcelona, Crítica, 1998. Smith, Paul Julian, Quevedo on Parnassus. Allusive Context and Literary Theory in the Love-Lyric, London, The Modern Humanities Research Association, 1987. Walters, D . Gareth, Francisco de Quevedo: Love Poet, Cardiff, University of Wales Press, 1985.

AGUA FRESCA El pozo aquel de todos los veranos, el pozo de mi infancia, bajo la sombra del nogal enorme, con su brocal tallado en piedra viva. Daba miedo mirar en su interior oscuro: era muy hondo, tenía resonancias misteriosas, ecos que golpeaban inquietantes el circular abismo. Casi exhaustos llegábamos allí, sin apenas resuello tras nuestras correrías por el campo, y tirando con fuerza de la soga sacábamos un cubo de agua fresca. La luz del día le arrancaba súbita mágicos centelleos de oro limpio, esquirlas de diamante. Zumbaba el sol con furia, zumbaban las frenéticas avispas a nuestro alrededor mientras saciábamos hasta el fin y sin prisa tanta sed. Siempre el agua es un don maravilloso. Pero nunca la vida ha vuelto a darme ninguna como aquella. (inédito)

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Eloy Sánchez Rosillo

UN CANTO Y eso al cabo qué importa. Tira de ti hacia arriba, sal de ti. Alza los ojos, sin pensar en nada. Ábrelos bien y mira toda esta luz que viene del cielo como música. Respírala con ganas, que hasta el fondo de tu pulmón sombrío se abra paso. Si la recibes sin temor y dejas pasivamente que en tu ser se adentre, se encenderá tu barro y te irás convirtiendo tú mismo en luminosa criatura. La luz de un solo instante, tan poderosa y dulce, sabe saldar del todo cualquier cuenta que un ser humano tenga con la vida, y aún sobraría oro para aquellos que incrédulos y tristes a mirar se acercaran. Todo lo puede este fulgor dorado: borra los daños de mayor alcance, y hasta los más pequeños (que son a veces los que más se obstinan). ¿No lo ves? Ya estás limpio. Ha sido fácil. No hay en tu piel heridas ni turbias cicatrices. Y eres alguien, al fin, inocente, invencible, un hombre que está vivo como nunca y del que brota sin esfuerzo un canto. (inédito)

UN CUENTO ROMÁNTICO Paloma Pedrero Hija pelirroja. - El Servicio de Paliativos de ese hospital olía a palomitas de maíz. Era yo la que conseguía que un sitio tan triste oliese siempre a cine. Sí, me gustaba llevar todas las tardes un paquete de palomitas recién hechas y, antes de entrar en la habitación de mi madre, me paseaba por el pasillo ofreciendo a todos con los que me cruzaba. Yo extendía el paquete y sonreía, ¿quieres? Pero no aceptaban muchos, qué va. No sé por qué el dolor les hacía ir siempre en línea recta, siempre hacia su enfermo, sin mirar alrededor, sin pararse ante nadie. A mí me gustaba mirarles porque eran mi espejo, me gustaba, a través de las palomitas, decirles cuánto les comprendía, recordarles que todos allí estábamos en el mismo trance. Al final del pasillo, en la ciento dos, una enferma todavía joven y guapa, había dejado de asomar la cabeza por la puerta de su habitación. Las enfermeras estaban preocupadas porque la mujer de la ciento dos les había dicho que no pensaba morirse hasta que viniera él a verla. Y él no aparecía. Enfermera morena. - El hombre que espera es un amor que tuvo de adolescente. Debió ser una historia muy fuerte. Cuando le pongo la morfina le nombra. “Cobarde, siempre fue un cobarde. Pero vendrá”. Eso dice. La otra enfermera.- Sí, eso dice. Enfermera morena. - Sin embargo, ella ya no sale a asomar la cabeza y aquí no viene nadie más que su marido.

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Paloma Pedrero

UN CUENTO ROMÁNTICO

La otra enfermera. -Pues alguien tendrá que volver a llamar al otro. No queda mucho tiempo.

Bella. - Hola, si no llegas a venir hubiera mandado a unos matones a buscarte. Te hubiera hecho trizas.

Enfermera morena. -Ya le llama el marido, ya le dice que venga, pero el otro debe ser un cobarde. Y apareció un hombre.

Canalla. - ¿Cómo estás?

Canalla. - ¿Por favor, la habitación ciento dos?

Bella. - Muriéndome. Canalla. - (Se tocó la sien como si hubiese recibido una bala) Joder, bella, has perdido la piedad.

Enfermera morena. - (Se sobresaltó). Es… es la última del pasillo, a la derecha.

Bella. - Casi no llegas.

Canalla. - Gracias. (Y se encaminó por el pasillo)

Bella. - ¿Y tu mujer? ¿Se fue contigo?

Enfermera morena. - ¡Es ése! Ha venido. Está muy bien, ¿no? ¡Dios mío, me alegro tanto por ella!

Canalla. - Claro, bella, ¿cómo la iba a dejar aquí?

La otra enfermera. - A lo mejor se desilusiona. Enfermera morena. - Da igual, los deseos cuando quedan dos días hay que cumplirlos. ¿Le has cambiado el camisón? La otra enfermera. - Claro, mujer. Él llamó con los nudillos y ella enseguida lo supo. Bella. - Es él. (Le dijo al marido) Por fin se ha decidido. (El marido fue a salir). Espera, ven un momento, acércate. (El marido se acercó estremecido y ella le acarició la cara) Sin ti todo hubiera sido mucho peor. (El marido besó muy lentamente en los labios a su mujer). No le digas nada, sólo que pase.

Canalla. - He estado de viaje, he venido a contártelo.

Bella. - Dime, cuéntame tonterías, anda. Después yo te diré por qué te he llamado. Canalla. - Miles de problemas, he bajado miles de escalones durante este tiempo. Soy un tipo así, conflictivo. Ahí está la línea, ¿no? Ahí dice: a partir de aquí el suelo quema. Pues yo voy me quito los zapatos y paso la línea. Es mi sino. El del idiota. Porque luego tengo que correr para el otro lado lleno de heridas. Bella. - Enséñame las plantas de los pies. ¿Sigues abriendo los dedos como antes? Canalla. - He tenido dos abortos y me han suspendido tres veces esas horribles oposiciones.

Hija pelirroja. - Los dos hombres se miraron un momento en la puerta. Eran parecidos, un poco más joven y pálido el marido. El otro inclinó la cabeza como se hace ante un rey. El marido le dio un papel en silencio, quizás un número de teléfono.

Bella. - Los hombres no abortan, acompañan. Canalla. - Yo aborto, bella, sabes lo que me hubiera gustado tener un hijo.

Ella estaba sentada en la cama con el pañuelo de flores atado con gracia a la cabeza cuando le volvió a ver. Quince años no son tanto. Pero la vida le había tratado mejor a ella, al menos hasta cuando empezó a despedirla.

Bella. - De acuerdo.

Canalla. - Hola, bella. (Ella empezó a reírse sin saber de qué. La voz de él siempre le había hecho gracia. Bueno, tal vez no sea esa la palabra).

Bella. - Menos la mía, canalla.

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Bella. - Pues tenlo, los hombres no tienen edad para eso. Canalla. - Está bien, tengamos un hijo. Canalla. - Dinero poco, pero suficiente para estar agobiado. Mal, mal, bella, me lo he montado mal. Tú me decías que era cobarde, pero no es cierto, siempre piso la raya. Canalla. - ¿Has cenado?

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UN CUENTO ROMÁNTICO

Paloma Pedrero

Bella. - Ya no como, sólo tomo flores en infusión. Pero, anda, cuéntame cómo es tu cuarto de baño. ¿Tiene luz natural? ¿Cantas en la ducha todavía? Canalla. - Ya no canto, ahora soy un tipo vulgar. Corro de la mañana a la noche, pierdo la dignidad tres veces al día y el único sitio donde me encaja el culo es en el asiento de mi coche. Bella. - (Soltó una carcajada con sonido de fuente) Eso es por haberte ido de mi lado, canalla. Canalla. - Seguro, qué cosas hace uno, siempre incumpliendo promesas. Siempre con la copa en la mano. Bella. - Es curioso, yo nunca he bebido y se me ha estropeado el hígado y tú… Canalla. - A lo mejor es que yo llevo adentro el tuyo. Bella. - Y yo el tuyo. Canalla. - Vamos, no nos pongamos serios, tienes una ventana preciosa. Bella. - No la miro. Canalla. - Se ven árboles. Bella. - No los miro, sólo te estaba esperando. Canalla. - Está bien, ¿me lo vas a decir? Bella. - ¿Qué? Canalla. - Lo que quieres de mí. Bella. - ¿Ya? Canalla. - Sí, dímelo ya. Bella. - No sé. Canalla. - Sí, dímelo, bella, se va a hacer de noche pronto. Bella. - No sé. Canalla. - Vamos, cuento tres y me lo dices. Bella. - No te va a gustar.

Canalla. - No te preocupes. Bella. - ¿Cómo no me voy a preocupar? Te voy a meter en un lío. Canalla. - Vamos, me estás inquietando. Bella. - Vete. Canalla. - Ni hablar. Bella. - Vete, me he arrepentido. Canalla. - Ah, no, de eso nada, tú no me has hecho venir hasta aquí para decirme ahora que me largue. Bella. - Sí. Canalla. - No. La mujer se pasó la mano por el pañuelo. Se hizo un silencio largo. El hombre se puso a mirar los árboles por la ventana. Bella. - Te he hecho venir para pedirte… que me lleves contigo. Me dijiste muchas veces que si yo me iba tú te vendrías conmigo. Una noche me lo prometiste con sangre. Fue un pacto de amor, ¿te acuerdas? ¿Por qué no me miras? No estoy drogada, la morfina no me quita la lucidez. Escucha, canalla, nunca hemos hecho nada importante. Ni tú ni yo. Somos vulgares. Ahora somos los dos absolutamente vulgares. Pero no éramos así antes. Tú eras un tipo espléndido, todo el mundo, hasta tus enemigos, lo reconocían. Tenías luz en los dedos, tenías fuerza para hacer de la mierda del mundo melodías inolvidables. Eras un hombre especial. Luego se acabó. ¿Por qué dejaste de componer? Mírate, mírame. Los dos igual. Nada. Por eso quiero que te vengas conmigo. He escrito el final de los dos en este cuaderno. Lo dejaremos aquí para que los que nos quieren nos reconozcan. Un gesto, amor mío. Quiero proporcionarte la posibilidad de la gloria. ¿Por qué me miras así? Canalla. - (De pronto puso la mano en la cerradura del armario) ¿Tienes un vestido?

Canalla. - No importa.

Bella. - Sí, con el que vine. Me lo puse pensando que era la última vez que me iba a vestir para salir a la calle.

Bella. - Sí importa.

Canalla. - Pues te equivocabas. -42-

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UN CUENTO ROMÁNTICO

Paloma Pedrero

Bella. - (Después de una honda mirada, asintió) Tendrás que ponérmelo tú, pero sin mirar, eh, ya casi no tengo cuerpo.

Canalla. - No creas.

Canalla. - Claro, bella, yo sabía desvestirte con los ojos cerrados, ¿te acuerdas?

Bella. - Qué bien hiciste en irte con la otra. Eso nos salvó. Eso hace posible que hayas venido, que me pongas el vestido verde, que puedas bajarme al jardín en tus brazos. Si nos hubiéramos casado nada de esto sería posible, y tus brazos no tendrían fuerza para elevarme.

Bella. - Abre el armario. Canalla. - (Abrió el armario. Sorprendido exclamó) ¡Este es el vestido que…!

El hombre miró un instante por la ventana.

Canalla. - ¿Por qué hablamos tanto? Se va a hacer de noche. Vamos, te voy a vestir.

Bella. - Sí, es el vestido. Canalla. - ¿Todavía te sirve? Bella. - Ahora más que nunca. Canalla. - Te lo pondré. Luego diré que vamos a dar un paseo por el jardín. Bella. - ¿Y luego? Canalla. - Luego ya veremos. Bella. - Sólo prométeme que no me volverás a traer aquí. Canalla. - Escucha, mujer mía, tenía tantas ganas de verte… Aunque te he soñado mucho en estos quince años. Sí, te he soñado de todos los colores, de todos los sabores, con todos los peinados. Pero, joder, no podía imaginarte tan guapa. Bella. - No mientas que no me voy. Canalla. - No tienes ni idea de lo guapa que estás. Nadie ni nada ha podido con esos ojos. No hay enfermedad que pueda con un alma… bella.

Bella. - Yo sí puedo mirar, ¿vale? Tus manos, quiero ver tus manos haciendo algo tan complicado como vestir a… Canalla. - (La interrumpió) A una novia. Bella. - (Mientras él la vestía) Sabes, no es tan horrible como yo pensaba. Estoy con ganas de irme, estoy bien. Toda la vida pensando en cómo sería esto. Siempre aterrorizada. Y ahora resulta que no era para tanto. ¡Qué tontos somos! Canalla. - ¿Nos vamos a la calle? Te voy a llevar a un sitio increíble. Bella. - Espera, hombre, necesito ya tus brazos. (Y se agarró). Canalla. - Eso es. Bella. - Dime, ¿hasta el final en tus brazos? Canalla. - Sólo si me dices que no soy un cobarde. Bella. - No eres un cobarde. (Y ella se volvió a reír)

Canalla. - ¿Y si al final no puedo?

Hija pelirroja. - Hicieron el recorrido por el pasillo muy despacio. Ella con su precioso vestido verde y su pañuelo de flores a modo de turbante en la cabeza rasa. Se había pintado los labios un poco y estaba tan guapa que todos los enfermos terminales asomaron la cabeza por la puerta de sus habitaciones para verla. Él, muy recto, la sostenía imperceptiblemente con su brazo.

Bella. - No importará. Ya sabes que tú, pobre mío, digas lo que digas, has sido siempre un cobarde.

La otra enfermera. - ¡No está la de la ciento dos! He ido a ponerle la dosis y no hay nadie en el cuarto!

Canalla. - Con mis brazos cuentas para siempre.

Enfermera morena. - No te preocupes está en el jardín.

Bella. - Canalla, “siempre” es tan poco ahora.

La otra enfermera. - ¿A estas horas? Tenemos que bajar a buscarla.

Bella. - ¿Vendrás conmigo, entonces? Canalla. - Déjame pensarlo por el camino. Bella. - Ponme el vestido y llévame al jardín.

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Paloma Pedrero

Enfermera morena. - Tú olvídate de ella. Olvídate. Hija pelirroja. - Desde la ventana de la habitación les vi atravesar el jardín y perderse en la calle. Muy despacio. Muy juntos. Después miré a mi madre con toda la ternura que cabe en miles de fragmentos de corazón roto y le dije : Madre, esta noche mientras tú duermes yo voy a escribirte un cuento. Un cuento romántico de esos que te gustan tanto. La madre asintió en silencio, con su mejor y penúltima sonrisa. FIN

EL PIE Enrique Andrés Ruiz El pie. Y ahora, el pie… Ya hacía mucho que no pasaba nada. O mejor, que las cosas pasaban por delante, como si tal cosa. Pero, ¿qué pasa ahora con el pie?, con este pie que ahora llevo a rastras. —Vamos (¿y adónde voy a ir?, si ya no puedo ni dar un paso de lo que me duele). —Sólo vamos a verlo.¿Ha sido un golpe? ¿Te has dado algún traspié? ¿Te lo has torcido? (Que yo recuerde…). —Pues va a ser cosa entonces del apoyo; que apoyas mal el pie cuando caminas. Mira, todo el peso del cuerpo se sostiene en estos tres puntos de tu pie, la carga toda del peso de tu cuerpo. Y lo que pasa es eso, que de tanto malapoyar tu cuerpo haces que todo el peso se descargue aquí, donde te duele, porque entonces se montan los tendones

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EL PIE

Enrique Andrés Ruiz

y se inflaman los músculos y entonces se hace un nudo con los nervios, y es un problema (yo soy un problema) y si no cambias la manera de apoyar tu pie, de nada vale que cambies de zapatos. Pero, ¿cómo voy a cambiar a estas alturas la manera de apoyar el pie, la manera de andar y de apoyarme para seguir andando por la vida? Tendría que haber pies para un apoyo solo, o apoyos especiales para los pies que quisieran andar con un apoyo (pero siempre todo, las potencias, todo, las virtudes, todo, las personas, las tentaciones, todo, siempre son tres cosas que internamente se comunican en el amor. Y es inútil, sin matar al amor, que las queramos separar para mejor saber de qué está hecha cada una, el juego de la Tría Prósopa). Así que lo que pasa es que tendría que aprender a andar de nuevo. Y nacer de nuevo, sin vicios en los pies, de nuevo bautizado con pies que nunca hubieran dado un paso y aprendieran de nuevo a soportar el cuerpo (pero no habría cuerpo) en los apoyos esos que Dios manda. Y no en el solo apoyo de este pie -48-

defectuoso, enfermo, dolorido de tanto apoyar sólo en ese punto invisible la carga entera de mi cuerpo, el barco de mi cuerpo (que anda tan mal de sus remos), el carro todo de mi cuerpo. —Aunque también hay veces, ¿no lo sabes?, en las que, a pesar de todo, parece que el tiempo desaparece y que no hago entonces casi pie (cuando estoy en los fresnos, por ejemplo, y veo el sol de puesta que los traspasa, o veo que ya han vuelto los vencejos para quedarse en los amaneceres de primavera, o el elefante mismo, me acuerdo de él ahora, que hay pintado en la ermita del páramo). Que a duras penas hago entonces pie si no es por lo que me pasa con este pie, este cuerpo y este dolor (a veces hasta las lágrimas) que da la dicha de saber que vamos andando todavía, a duras penas.

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Reivindicación de La Goleta Santiago Miralles La lengua es más fiel a la Historia que las ciudades, los paisajes y los museos. Aunque a veces nos parezca que se traicione a sí misma porque incorpora palabras extranjeras o deja caer en desuso expresiones que podrían haber sobrevivido si fuéramos menos descuidados, mantiene dentro de ella, bien agarrados, sus orígenes, su evolución y sus adaptaciones al paso de los siglos. Cada vez que hablamos y escribimos, nos sumergimos en la Historia. No nos damos cuenta, porque los tratamos como simples herramientas, pero cada uno de los sonidos, palabras y estructuras lingüísticas son el resultado de un proceso en que las letras y los significados han ido desplazándose y evolucionando, un poco por capricho y otro poco por la lógica del espíritu de los pueblos (dicho sea en el sentido más romántico de este concepto). A quienes vivimos en el norte de África y hablamos español, nos resulta sorprendente descubrir la fuerza con que se han clavado en el cuerpo latino de nuestro idioma los fonemas del árabe (y no sólo la jota) y muchas palabras que siguen siendo por aquí de uso corriente en su sentido original: la matraca resulta ser un martillo, la alubia es una alubia, el jabalí es un montañero, un fulano es alguien, un zalamero el que no deja de decir “salam”, y el zapato, un calzado pasado por los turcos. Pero esta perspectiva histórica de la lengua no se queda sólo en las anécdotas de la etimología. La lengua también está hecha de literatura. Lo que han dicho los grandes escritores españoles e hispa-50-

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Santiago Miralles

Reivindicación de La Goleta

noamericanos hace que las palabras cobren unas dimensiones casi vertiginosas: la infamia ya tendrá siempre un regusto a Borges, el estribo a la despedida de Cervantes, y las cosas vetustas nos dejan en la imaginación el tacto un poco mohoso de las casonas de Oviedo.

tante de la ciudad. Cuando Carlos V arrebata La Goleta y después la ciudad de Túnez a los turcos, lo hace invocando precisamente estos tratados tunecinos con la Corona de Aragón.

Un turista que habla español y que lleva en su mochila algunas lecturas desembarca en Túnez. Después de oler las pipas de agua, regatear en la Medina, darse un paseo por la playa en dromedario y visitar Cartago, vuelve al barco y pasa por delante de una fortaleza avejentada y cerrada a cal y canto. El puerto donde ha atracado su crucero se llama “La Goulette”. El caso es que el nombre le suena. Consulta su guía, y le explican que La Goulette era la bocana del canal que permitía el paso de las embarcaciones desde la costa marítima al lago de la ciudad de Túnez, que la fortaleza es de fábrica otomana y que por aquí, en algún momento, anduvo guerreando Carlos V. Al turista, entonces, le saltan las alarmas: ¿Carlos V? A poco que rebusque en su mochila de recuerdos literarios, caerá del guindo y se dirá : ¡La Goleta! Pero entonces el barco ya habrá zarpado, y no podrá hacer una fotografía de la fortaleza. Los turistas suelen tener mucho menos tiempo del que querrían, y se dan cuenta de las cosas cuando vuelven a casa y se ponen a revisar recuerdos. Las guías de Túnez escritas en español hablan de “La Goulette”, y los españoles que viven por aquí se refieren a este puerto como el de “La Goulette”. Nos cuesta recordar lo que hemos sido, perdemos la referencia de las palabras que han hecho nuestra Historia y nuestro propio idioma. “La Goulette” es la adaptación francesa de “La Goleta”, y este término tiene largas credenciales en los mapas y crónicas españoles del siglo XVI. La gola (la garganta) es el canal por donde entran los barcos en ciertos puertos o rías. Una “goleta” es una gola pequeña, usando un diminutivo, no francés, sino catalán. No en vano desde el siglo XIII los comerciantes y los navegantes catalanes frecuentaban los puertos tunecinos, Jaime I de Aragón firmó un primer tratado de paz, amistad y comercio con el sultán en 1271, y durante todo el siglo XIV el consulado barcelonés en Túnez era el más impor-52-

La toma de La Goleta fue uno de los hechos de armas más famosos del reinado del gran Carlos; se levantaron monumentos, se pintaron cuadros, se tejieron tapices y se fundieron esculturas para conmemorarlo. Quedó tan grabado en el imaginario colectivo del mundo hispano, que todavía hoy en día se conservan romances populares en Centroamérica que citan La Goleta, sin saber ya dónde quedará eso. Pero no queremos cantar victorias ni llorar fracasos guerreros. Cinco siglos no pasan en balde. La Goleta es tranquila y blanca, y en su mercado puede comprarse el pescado más fresco; allí van los tunecinos en verano a degustar lubinas, doradas y calamares. Hay una torre de una iglesia católica (campanario sin campanas) que se distingue junto a los alminares de las mezquitas y que recuerda que en esta ciudad vivían hasta principios del siglo XX italianos y franceses, porque aquí desembarcaban las mercancías y los viajeros que pretendían seguir camino a Túnez. Con el tiempo la laguna de Túnez (lo que nuestros clásicos llamaban “el estaño”) dejó de ser navegable y se partió en dos con una vía férrea y una carretera que de hecho absorbió la vieja ciudad de La Goleta y la redujo a un barrio portuario. La ciudad original se aglutinó en torno a la “Carraca”, que así se llama la fortaleza de La Goleta, la que conquistó Carlos V en 1534. Como pasa tantas veces, la ciudad creció y la fortaleza encogió, y hoy está alineada en una avenida, oculta por algún edificio y algún añadido no muy afortunados, y un poco olvidada a la espera de tiempos mejores. Pero La Goleta, para el mochilero de la lengua española, no se acaba en esas piedras ni en esos recuerdos. La Goleta gana peso y densidad porque nos hablan de ella en la historia del cautivo en El Quijote y, sobre todo, porque aquí estuvo peleando por su rey un soldado castellano llamado Garcilaso de la Vega. Cervantes presenció la pérdida de la Carraca; Garcilaso, cuarenta años antes, su conquista. -53-


Santiago Miralles

Reivindicación de La Goleta

Como Cervantes se enorgullecía de ser el manco de Lepanto, tal vez convenga que nosotros nos detengamos más en el poeta toledano, que resultó herido en la jornada de Túnez y, si no se convirtió en “el manco de La Goleta”, a punto estuvo.

Lo mejor de este soneto y lo más llamativo de su estructura es que está formado por dos cuartetos y un terceto dedicados a cantar la victoria de los ejércitos imperiales, pero repentinamente en el último terceto se transforma en un poema de amor :

Sucedió durante el sitio de La Carraca. Barbarroja había pertrechado la fortaleza con miles de hombres, que se defendían con bravura. Una semana después de haber iniciado el asedio, los turcos ocuparon una altura en un olivar y dispararon fuego de artillería contra el campamento cristiano. El Marqués de Mondéjar salió con doscientos hombres a desbandar a quienes así los hostigaban, y en una de las escaramuzas Garcilaso resultó herido de dos lanzadas, y habría muerto si no lo hubiera socorrido un soldado napolitano que lo rescató maltrecho y bañado en sangre : y ansí, en la parte que la diestra mano gobierna y en aquella que declara los concetos del alma, fui herido. La parte que gobierna la diestra mano es el brazo derecho, y la que declara los conceptos del alma, la boca; o por mejor decir, la lengua. Es sabido que a Garcilaso le quedó de aquella herida un defecto en el habla que hacía recordar a un niño pequeño y que tal vez sirvió para hacerlo aún más atractivo a las damas de Nápoles. Cuando Carlos V vio en tan mal paso a sus hombres, enristró personalmente la lanza y salió a rescatarlos. Fue aquel su primer hecho de armas, y nos gusta pensar que el bautismo del emperador en las aguas de la guerra sirvió para rescatar a su querido cortesano y poeta Garcilaso. Además del soneto XXXV, del cual acabamos de reproducir un terceto, escribió Garcilaso la hermosa Epístola a Boscán cuando volvió a Sicilia desde Túnez y, sobre todo, el soneto XXXIII, cuyo solo título bastaría para reivindicar esta reivindicación : A Boscán, desde La Goleta.

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vuelve y revuelve amor mi pensamiento, hiere y enciende el alma temerosa, y en llanto y en ceniza me deshago. Uno se queda un tanto perplejo. El soneto que escribe el poeta a su amigo desde el campo de batalla es, al final, una carta de amor. Garcilaso, el perfecto caballero, el soldado y el poeta, parece confesar, como hizo en otros versos, que se dedica a guerrear por obligación (ejerciendo por mi mal el oficio de soldado), pero que le duelen más las heridas del amor que las lanzadas de los enemigos. Garcilaso era soldado, cortesano y poeta; pero la Historia le ha hecho justicia al recordarlo como lo que él sabía que era de verdad: un poeta, el príncipe de los poetas castellanos. La Goleta, para nosotros, no es una fortaleza ni una ciudad, sino un fragmento de nuestra literatura. Hay que jugar a caminar alrededor de la vieja Carraca e imaginarse que en algún momento uno está en el mismo lugar en que Garcilaso escribió su soneto a Boscán o aquel otro en que lamentaba sus heridas. Allí fue donde el soneto se adaptó definitivamente a la métrica española, y con él se abrió una de las vías más fructíferas y hermosas de nuestra poesía. Se quejaba Garcilaso en una célebre carta de que no sabía qué desventura ha sido siempre la nuestra que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera muy bien escusar. Algo hizo él para mejorar ese panorama. La literatura española, después de su intervención, aprendió a expresar mejor las cosas que importaban, seguramente porque sólo las lenguas heridas saben declarar en toda su profundidad los verdaderos conceptos del alma.

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HERMOSA Y ESCONDIDA Julio Martínez Mesanza Si existen lugares en los que, radicalmente, puede experimentarse la ausencia del ser, la ausencia de lo que ha sido, y, a la vez, su presencia aludida, fantasmagórica, que excluye cualquier otra presencia y subraya, por consiguiente, el vacío; si existen lugares, digamos, así de metafísicos, uno de ellos sería el puerto militar de la antigua Cartago. O lo que queda de él: un anillo de agua y una isla escondida. Naturaleza que fue y, en apariencia, vuelve a serlo. En apariencia, porque ese ser aludido, ese fantasma, nos sugiere continuamente que lo que vemos, ese anillo de agua y esa isla escondida, son otra cosa, otra cosa que ya no es, porque la Historia, la irreparable, ya no es. El puerto de la antigua Cartago era un escondite, pero la ciudad púnica se ofrecía, abierta, al mar. Sin embargo, la árabe Túnez, su sucesora y vecina del sur, nació escondida, replegada hacia el interior y protegida del mar romano y cartaginés por una inmensa albufera, el Lago de Túnez. Los barrios franceses, sus edificios de empobrecidas fachadas, han contribuido a ocultar, a aislar aún más la Medina, la Túnez árabe. Esos barrios son su nueva muralla, su muralla simbólica; la otra, la real, fue demolida en tiempos del protectorado. Con su antigua muralla o con la nueva y simbólica, la Medina quiere ser impenetrable. Y si la Medina está oculta, ella oculta a su vez. Sólo cuando nos encontramos bajo la sombra misma de su elevado pórtico, descubrimos la enorme Mezquita Zituna, cuya primera fundación data del año 732. Podemos ver su patio, pero, al no pertenecer al número de los creyentes, no podemos ir más allá. Su sala de oración nos está vedada. En -56-

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Julio Martínez Mesanza

este juego de ocultamientos, siempre habrá algo que no alcancemos y ese algo suele ser lo esencial. La misma configuración de las angostas calles de la Medina, su sinuosidad, impide casi siempre que veamos, por más que miremos al cielo, las torres de sus mezquitas. Sólo desde otras torres podemos ver las espléndidas torres de Túnez. A ras de suelo, debemos conformarnos con las puertas de sus antiguos palacios, con esas puertas de inesperados colores que invitan como pocas puertas y que, definitivamente, también ocultan, como todas las puertas. Este breve viaje, que comienza en el puerto oculto de Cartago y continúa por el veo y no veo de la Medina, quiere terminar en un espacio consagrado a las revelaciones: El Bardo, uno de esos pocos grandes museos en los que no falta ni sobra nada. Cuando vine por vez primera a Túnez, recordé que, cerca de la colina de Byrsa, había muerto San Luis de Francia, a quien dediqué un poema hace ahora más de veinte años; que Carlos V desembarcó aquí cerca, en La Goleta; que ésta era la tierra de Tertuliano, San Cipriano e Ibn Jaldún. Recordé todo eso e infinitas cosas más, porque en la vieja África, que acabaría por dar su nombre a todo un continente, se han cruzado casi todos los caminos de la historia y del pensamiento, desde que una princesa exiliada de Tiro fundó aquí la Nueva Ciudad, la ciudad con un puerto escondido. Recordé esas cosas, pero, por encima de los nombres y acontecimientos, y por encima de las evocaciones que esos nombres y acontecimientos suscitaban en mí, una imagen se imponía en mi memoria, la de Virgilio y las dos Musas, que tantas y tantas veces había visto reproducida, una imagen que me arrastraba, irremediablemente, a su encuentro. No me resistí y quise que mis primeros pasos tunecinos me llevaran a ella. Allí estaba esperándome, en El Bardo, entre esa multitud de mosaicos en los que la vida cotidiana y el arte se han unido de manera milagrosa, como quizá en ningún otro momento de la historia. Allí estaba Virgilio con sus dos Musas, al fondo de una sala, solitario e ignorado. Y mientras me acercaba a él, agradeciéndole que me hubiese esperado tantos siglos, a mis labios venían de nuevo, como en Mantua y en Mergellina, las palabras de Dido, las de Eneas. -58-

TRES POEMAS Juan Carlos Mestre LA MANO IZQUIERDA DE DIOS La modalidad del sufrimiento abandona cada mañana las sinagogas. Abandona el 14 de abril de 1865, Viernes Santo, tarde del asesinato de Lincoln. Pide arenques entre los panes destinados a la Universidad. Ruega lo propicio entre las sacas de la Oficina de Correos y la evaporación de las relojerías cercanas a Nuremberg. La modalidad del sufrimiento retorna a los ojos de Homero como regresa a sus casas la gente corriente. No es la guerra de Troya, no son los elementos escénicos que idean la prosodia del manifiesto, sino la máquina de cadáveres y los silogismos del juicio. Para ser más exactos, las lilas que no florecerán en el patio donde fueron plantadas por la gente corriente. La indiferencia ha sido persuadida por los brotes del cancionista, el instinto relata las circunstancias de Ulises, los desenterrados oyen la motocicleta de Mahler. Llegan mozos de mulas al teatro del bosque, entra el descarnador de lo real con el asidero de los objetos irrepresentables. Por lo común agua de herrar, un copo de trueno en el ramal de los céntimos, este dibujo padre de pobres. La modalidad del sufrimiento rehúye las formas de lo visible, convierte a los espectadores de las anécdotas de la niñez en una -59-


TRES POEMAS

Juan Carlos Mestre

escolanía de soldados. Ese tipo de poetas vulgares que pasamos de claro en claro la noche, media docena de melancólicos matones a sueldo de los simbolismos de la retórica: lo falible y lo curvo, el rótulo del palo de jabón dando borradura a las señoritas, coba de género a la capilla ardiente del signo. Sobre los taburetes del espectáculo las fábulas germinativas de cuanto fue lo creado penetran la imaginación de la gente corriente. Algunas millas al norte, como digo, Lincoln entra en el argumento: como el estallido de una yema o de una vaina en la vegetación, capitán de abril, mi padre querido en palabras de Homero. La historia continúa unas páginas más allá. Mahler frena su motocicleta justo donde comienza la prolongación de la falsedad, justo donde la trampa de las sensaciones explican lo siguiente: la emoción sin comportamiento, la dificultad de existencia ante la soberanía de todo verdugo. No es el sentido común, es la grasa de cerdo, es la camisa gramatical doblada en la maleta de Homero la que va a testificar en Nuremberg sobre el almanaque de las lilas. Son las siluetas de quienes han soportado las visiones las que deforman el texto, las serviles definiciones de la aniquilación las que privan de toda ley de felicidad la comedia de lo verídico. Son las partituras, los boletos cortados del espectador. Es el azar de las huellas en el túnel. Son las fábulas germinativas del prestigio. Es la tragedia la que penetra la imaginación de la gente corriente.

Un hombre habla de estas cosas. Está sentado sobre cuanto fue lo real, frases lavadas, rifas de santero en las condensaciones de lo imaginario. Está cubierto por la sangre de la fraternidad de la Revolución Francesa, por la degradación a un minuto escaso del abecedario de la igualdad de los soviets, el mismo lugar donde los informantes de lo indivisible reconocen el obstáculo surrealista como una posibilidad espontánea. El dividendo es la muerte de Lincoln, la actividad es la raya de Malher, la astucia es la ceguera de Homero. Es el instante del triunfo ocasional sobre el tiempo de las omisiones, la ausencia con que la gente corriente busca cada mañana una explicación al embalaje del loco, el rastro que conduzca a un extraño, al sistemáticamente femenino, al curado por la pedagogía de los consejos. Entonces el poema se levanta y da por terminada la superficie del lenguaje, se apoya en la escalera de mano, digamos el punto de vista desde el que se asoma al vacío, a cierto grado de premonición equidistante a la agricultura de lo que llamamos destino, y ahí, destructiva, irreparablemente fragmentado por el mecanismo íntimo, tampoco alcanza a dar testimonio de la mano izquierda de Dios.

El cansancio de la muerte precinta herméticamente la responsabilidad de las Bellas Artes. El olvido utiliza los ojos del diablo para observar la organización de la monotonía, usa la influencia del método sobre la ingeniería del fracaso en la sien. A semejante distancia, el consumo sanciona el naturalismo de los deformes, el ensayo sobre la antigua ilusión del griego legaliza el habla consciente. Lo equivalente es la incurable basura de las reproducciones en el altoparlante, la temperatura desnuda del miedo. -60-

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TRES POEMAS

Juan Carlos Mestre

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

CAVALO MORTO Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas, posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola calle forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

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Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras para el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.

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TRES POEMAS

Juan Carlos Mestre

EL ARCA DE LOS DONES

Al que en los atrios de la conformidad padeció la pobreza mas no será nombrado en las tablas de la justicia, la balanza con los alimentos.

Mi alma es esa casa de madera que arrastra el vendaval. A la orilla del mar, un caballo con cabeza de tortuga romana. A veces en la noche yo siento acercarse a un huésped invisible y oigo girar su llave y escucho avanzar sus pasos. Entonces la poesía, cada pluma arrancada a las alas de un ángel, es la semejanza de una casa en el aire, el portal luminoso, las ventanas abiertas, el que empuja la puerta y el que entra seguro y se acerca hasta el arca y reparte los dones. Doy al amanecer, cuando la sangre de los delfines se derrama lentamente sobre el serrín de las cervecerías, un cuchillo blanco.

A la mujer que me amó con la fidelidad del astrónomo, dejo el resplandor, el halo de una estrella cuyo astro no existe. Al ibis, la analogía de las agujas. Para el que estrechamente vigilado por la locura hizo vibrar el ángulo recto de las constelaciones, el acordeón y las palomas verdes de la plaza. Para ti, amor mío, el río eterno de los dioses y sus gatos sagrados.

Al que bajo el hielo negro de la noche caminó conmigo y sufrió conmigo la dócil alianza del fracaso, dejo la herida. A la columna de silencio de esa muchacha que rozada por el tacto de la obediencia guarda en su pensamiento la perfección de la muerte, una copa de viento y de raíces. Al río de mi infancia donde bebió Demócrito de Siracusa la niebla del espíritu, la claridad que ya no tendrán mis ojos. A la ciudad que cercada por la elipse del envejecimiento enterró su memoria junto a las norias de la desposesión, una tumba vacía.

Al insobornable enemigo cuya víctima fue feliz como un imán vertiginoso ante los filamentos de la melancolía, una silla de enea. A la muerte, una puerta abierta. Al ajusticiado en el abismo de su propia escritura que sólo tuvo oídos para el ángel y amó la semejanza y la inutilidad de las cosas, una jaula con peces de madera. Al otoño, la lejana memoria de las ballenas del cabo. A la sabiduría de los profetas, un candil de silencio.

Al muchacho judío que ante un espejo empañado contempla el rubí de su alma atravesado por la espina de la crucifixión, una caja de música.

A la lápida de Leonardo Mestre, los sueños que no tuvo y que ya nunca sabrá.

A la sombra de mi padre contemplando la luna, una cabaña en el bosque.

Al que con su linterna de fósforo ayudó a resistir y guió la navegación de los torturados, el faro de la utopía.

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Juan Carlos Mestre

TRES POEMAS

A la dulce mujer que se acercó a mi sombra como madre, el azul de mayo y el zumbido de las abejas en la primavera.

Para Rousseau el Aduanero, los ágiles antílopes que cruzan el agua encarnada de los sueños.

Al jardín de los monasterios, la alondra del alba y la rosa cortada del rabino.

Dad este libro a los animales, al búho y al alce, al armadillo y al erizo silvestre.

Al tetrarca y al que está detrás de su lengua como un tábano, la urna rota del centauro ante la que un lacayo da voces.

Arrancadle una a una sus páginas y dádselas a los animales. Dadle al hurón la oscuridad de la palabra búfalo y al búfalo la inmaculada pradera del billar de los bares.

A la tristeza que iba cruzando el puente aquella tarde de invierno, un revólver cerrado por un nudo.

Y de entre todos los dones y de entre todos los sueños, dadle a mi corazón una casa en el aire.

Para el leñador que derribó el gran ciprés de los hermeneutas, el meteoro silvestre de las ciervas ingrávidas. A la estatua de Francesco Orsini, duque de Bomarzo, el vértigo transparente de la materia que huye. A los versos que no escribí, un collar de frutos y semillas. A la grieta del eremita, la pantera del anochecer. A la memoria, la lluvia, el lirio de las estaciones abandonadas por las que pasa el ferrocarril sin detenerse. A los amantes que descifran su desnudez en la oscuridad, un hilo de saliva. A la pirámide del conocimiento, la amatista mojada del escarabajo y los élitros celestes del jeroglífico. A La Habana de mis antepasados allá por mil novecientos veinte, la nieve.

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Lenguas que unen. Lenguajes que separan Carme Riera Permítanme, en primer lugar, que dé las gracias más efusivas al Instituto Cervantes de Túnez, y de modo especial a su director Julio Martínez Mesanza, por su invitación a participar en esta mesa redonda sobre “Lenguas que unen. Lenguajes que separan” y, en segundo lugar, permítanme también que les ponga sobre aviso de que en absoluto soy experta en el tema. Mis conocimientos, o mejor dicho, lo poco que sé, tienen que ver con la literatura. Con la literatura castellana y su historia, que enseño en la Universidad Autónoma de Barcelona, y con la literatura catalana, en cuya lengua suelo escribir la primera versión de mis textos de ficción, que de un tiempo a esta parte yo misma traslado, que no traduzco, al castellano, de la manera más inmediata posible, porque la autotraducción me permite observar hasta qué punto las diferentes lenguas nos ofrecen una visión del mundo distinta. La versión castellana de mis textos me ofrece, además, la posibilidad de subsanar los errores de la versión catalana anterior, puesto que me distancia de lo que acabo de escribir. No me cabe ninguna duda acerca de que la literatura es lengua, que se hace con palabras, que son esas palabras las que conforman el andamiaje de las obras literarias, con las palabras - óvulos y espermatozoides a la vez - damos vida a los personajes, entes de ficción, a los que llegaremos a conocer mejor que a nuestros hijos, con palabras levantamos ciudades y creamos mundos... Naturalmente, esas palabras creadoras de universos de ficción están sujetas a unas reglas determinadas, a unos criterios de selección más o menos depurados, -68-

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Carme Riera

Lenguas que unen. Lenguajes que separan

según quien escriba. Alguno de nuestros escritores clásicos - me refiero a los de la literatura clásica del Siglo de Oro español, tan mía o puede que incluso más mía que la catalana - como Fray Luis de León, aseguraba que medía y pesaba las palabras para que no sólo significaran exactamente lo que pretendía decir sino que además sonaran bien al oído... Siguiendo el criterio de fray Luis trato en mis novelas de usar una lengua connotativa y denotativa al mismo tiempo, exacta y sugerente para que las palabras puedan tener a la vez la solidez de la piedra, pero también la gracia leve y alada de una mariposa, la sugestiva delicadeza de una flor que vuela...

Sin embargo, cabe añadir que otra acepción de la palabra lenguaje tiene que ver con las variedades o modalidades que puede presentar una lengua, y suele depender de la situación en que se encuentra el hablante, además de su competencia lingüística. Así se habla de lenguaje culto, lenguaje coloquial, lenguaje literario, lenguaje femenino, infantil o políticamente correcto y, en este caso, esos lenguajes, por lo que tienen de sectoriales, separan, frente a la lengua común, o estándar, de los hablantes, sea o no idioma, esto es, lengua de una nación, que, en efecto, une, puesto que a través de ella se comunican los individuos. Los lenguajes sectoriales ponen coto y preservan, establecen fronteras. Sólo los iniciados, los que están en el secreto, son capaces de entenderlos. Góngora, el gran poeta español del Barroco, se labró una lengua poética como reducto de su marginación : era descendiente de judíos conversos, un aspecto por el que le zaherían sus rivales literarios, entre ellos el maligno Quevedo : “yo te untaré mis versos con tocino, /para que no me los muerdas, Gongorilla”, le espetó en un soneto. Está claro que la jactancia de Góngora, (“honra me ha causado hacerme oscuro a los ignorantes porque no hay que dar margaritas a los animales de cerda”, escribe en una carta a un amigo) tiene que ver con el deseo de preservar su obra de aquellos que no se contaban entre sus admiradores o discípulos. Góngora podía observar que en castellano, la lengua común, había, sin embargo, una serie de palabras de las que se había apropiado la casta dominante, la de los cristianos viejos; pienso en el vocabulario de la honra como ejemplo significativo, junto a otras que se usaban para menospreciar a los descendientes de los conversos ; de ahí, quizá, que él tratase de construir un lenguaje literario, alambicado y personalísimo, para resarcirse del desprecio de rivales como Quevedo. Algo de eso planteaba hace años Juan Goytisolo a propósito del poeta cordobés. Recuerdo que leyéndole y releyendo a Góngora, poeta al que admiro, pensé que las mujeres escritoras que nos dimos a conocer tras la muerte de Franco tuvimos que hacerlo utilizando una lengua que denotaba un largo usufructo masculino y que, en muchos aspectos, nos despreciaba o marginaba... pero ésta es otra historia que nos alejaría de nuestro tema. Góngora es difícil, oscuro y compli-

Se nos ha convocado a esta mesa bajo un lema, “Lenguas que unen. Lenguajes que separan”, con una intención que, en principio, podría parecer subversiva, cosa que me parece muy bien, puesto que, según los expertos, la cuestión debería plantearse, por lo menos de entrada, al revés. El lenguaje no separa; al contrario, une, puesto que es común a la humanidad, ya que, desde un punto de vista estricto, se entiende por lenguaje “la capacidad del ser humano para comunicarse, y se sustenta en la asociación de contenidos de pensamiento con sonidos actualizados en la palabra”. La manera de constatar esa capacidad comunicadora mediante sonidos, cuyas posibilidades de realización son diferentes y variadas, asociados a significados, se denomina lengua ; de ahí la inmensa cantidad de lenguas que se hablan en el mundo y que implican un sistema de signos particulares a los que llamamos también idioma. En sentido estricto, entonces, las lenguas separan y el lenguaje une. No obstante, si no tomamos en su sentido estricto los referentes del enunciado, podemos afirmar con Wittgestein que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, cuando en verdad deberían ser los límites de mi lengua, esto es, de mi competencia lingüística, de las palabras que conozco, de la propiedad con que me expreso, lo que me permite obtener un mayor y mejor conocimiento de cuanto me rodea. Lenguaje funciona, aquí, como sinónimo de lengua, probablemente, a consecuencia de una mala traducción.

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cado porque se aparta del estándar de su época, de la norma de uso y su lenguaje literario, esa “jerigóngora”, como la llamó Quevedo, claramente separadora. Góngora es, en este sentido, un paradigma máximo de la dicotomía del enunciado que nos convoca; claro que la literatura, en tanto en cuanto manipula la lengua y la trata mediante unas convenciones características que le permiten llamar al pan, pan y al vino de muchas otras maneras, se aparta de la lengua “una” en busca de un lenguaje “otro”. Incluso en aquellas épocas en que domina la poesía social, o del realismo crítico y el compromiso, como también se las llamó, en que los poetas trataron de escribir para la inmensa mayoría, en palabras de Blas de Otero, que afirmaba : “escribo como escupo”; incluso entonces, la convención poética imponía una barrera separadora. El mismo Blas de Otero después de la afirmación “escribo como escupo” continuaba “como en la cárcel, descarando la lengua”, su lengua se desviaba doblemente del estándar al pretender descararla, esto es, aproximarla al lenguaje del hampa, un lenguaje sectorial que encontramos en todas las lenguas y que trata de preservar al grupo de delincuentes de las intromisiones de los “maderos”, de la policía, pero también del resto de ciudadanos. No ignoro que Blas de Otero, al hacer referencia a esa lengua descarada, trataba de identificarse con aquellos que estaban en la cárcel por motivos políticos, porque habían tenido la valentía de hablar claro, esto es, de descarar su lengua en aras de la libertad.

según la situación en que se encuentran, según la rentabilidad que el uso de una determinada lengua les proporciona, según el beneficio que esperan sacar de esa utilización. Así, por ejemplo, en Cataluña, el catalán es la lengua escogida por los ciudadanos cuando se dirigen a la Administración autonómica, en cambio, si ustedes se dan una vuelta por las Ramblas barcelonesas apenas encontrarán personas que hablen en catalán, oirán mucho más castellano y, en algunas zonas del barrio llamado del Raval, quizá seguido del árabe... Por eso me parece que sería una lástima que el catalán, cuya salud considero bastante delicada, acabara por desaparecer. La hipótesis de la que parto no es catastrofista, sino realista. Según datos perfectamente fidedignos, son muchas las lenguas en estado agónico y tal vez en estos instantes alguna ha dejado ya de existir. Los especialistas aseguran que nada hay de natural o de necesario en el uso, la difusión, la vida o la muerte de las lenguas, sino que todo eso depende de las decisiones humanas. La función de las que todavía subsisten es mostrar, precisamente en este mundo globalizado, aceleradamente globalizado, que la visión que cada una de las lenguas nos ofrece es distinta y, en consecuencia, enriquecedora. ¡Viva Babel! Por eso, si en Cataluña, donde, como recordaba siempre Carlos Barral, hace mil años que se habla catalán y sólo cuatrocientos castellano, no nos obstinamos en seguir usando la lengua catalana de modo mayoritario, es posible que desaparezca.

Me gustaría, al hilo de la propuesta de la mesa y ya que soy una escritora en lengua catalana, una de las lenguas minoritarias que se hablan en España, referirme al hecho poco conocido de que en España el 42% de los habitantes vivimos en territorio bilingüe ; eso quiere decir que en nuestras comunidades autónomas el catalán, el vasco y el gallego son cooficiales con el castellano y, no obstante, creo que sería casi imposible encontrar, por lo menos en Cataluña, alguna persona que no supiera expresarse en castellano. En cambio, me parece que pese, a ser una lengua cooficial, son muchos los catalanes de nacimiento o de adopción que no saben catalán o que, si lo saben, no lo usan. ¿Por qué? Porque no les hace ninguna falta. De eso podemos deducir que en territorio bilingüe los hablantes escogen la lengua -72-

Los románticos aseguraban que la lengua, y en consecuencia la literatura escrita en esa lengua, constituía el espejo de la nación además de una especie de almacén nacional. Hoy en día las concepciones románticas son residuales y las lenguas son consideradas instrumentos de comunicación o, si lo prefieren, instrumentos al servicio de la comunicación, del intercambio, del comercio entre personas. Pero para que eso ocurra, es necesario que los comunicantes compartan una misma lengua porque, de lo contrario, sucederá lo que le pasó en 1965 a una campesina de Formentera, una pequeña isla de las Baleares, a quien unos turistas le preguntaron por una dirección en inglés. La campesina admiradísima exclamó: “Dios mío ¿qué ocurre? Ellos me hablan, yo también les hablo y no nos entendemos”. -73-


Carme Riera

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La campesina descubrió de pronto que su lengua, el formenterino (esto es, el catalán de Formentera, variante dialectal del ibicenco), no era, como había creído hasta entonces, universal, única en el mundo. Si ahora unos turistas ingleses se dirigieran a la nieta de la campesina de Formentera, seguro que ésta les contestaría en inglés o se daría a entender usando los rudimentos de una lengua ajena a la suya. Una lengua, el inglés, que, tal y como aseguran las propagandas de tantas academias y escuelas, sirve para que a uno le aumenten el sueldo o para tener una mejor oportunidad de encontrar trabajo. Las campañas de propaganda de las escuelas de inglés coinciden con las teorías de quienes consideran el uso de la lengua como una inversión que permite mejorar las oportunidades económicas y de comunicación de los individuos y, en este sentido, están a favor de las lenguas mayoritarias, las que dominan el mundo y parece ser que a finales de este siglo se impondrán sobre las demás.

Recordaré sólo de pasada que entre 1939 y 1946 estaba prohibido publicar en lengua catalana y usar el catalán en la vida pública. Quienes desobedecían las imposiciones gubernamentales corrían el peligro de ser multados o destituidos de sus cargos si se trataba de funcionarios (orden de Wenceslao González Oliveros, gobernador civil de BCN, promulgada en 1942) o encarcelados en los casos más graves. Se intentaba con estas medidas conseguir, como decía Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia Española, “pensar como Franco, sentir como Franco y hablar como Franco, que, hablando naturalmente en el idioma nacional ha impuesto su victoria”.

¿A qué viene, entonces, empecinarse en seguir utilizando el catalán en Cataluña, Valencia, Mallorca y las demás islas Baleares si una, como es mi caso, tiene también competencia lingüística en castellano? ¿Y además emplear la lengua catalana como vehículo de la escritura? Mi agente literaria, Carmen Balcells, dice que cometo una gran estupidez, que desperdicio la oportunidad de llegar a cuatrocientos millones de hablantes, que me conformo con siete millones... por supuesto hipotéticos. Yo le contesto que escribo en catalán porque es la lengua en que mi abuela, cuyas historias no he hecho otra cosa que continuar en mis novelas, me hablaba, la lengua que me liga a mi tierra mallorquina, a mi infancia y que mi conocimiento del castellano me permite reescribir mis libros en esa otra lengua que tengo también por propia. Hay también en la elección del catalán, lengua que en mis tiempos no se enseñaba en las escuelas y que la dictadura de Franco había relegado en exclusiva al uso doméstico, un acto de rebeldía y una toma de postura política. Utilizar el catalán humillado y sojuzgado por la dictadura significaba oponerse a ésta. -74-

A pesar de que las cosas fueron cambiando y que en los años setenta, cuando comencé a escribir pensando en publicar, la situación había mejorado, los escritores de mi generación nos sentíamos ingenuamente partícipes de los versos de Espriu, que, inspirándose en Mallarmé (el poeta es el que devuelve las palabras a la tribu) escribió: Perquè hem viscut per salvar-vos els mots, per retornar-vos el nom de cada cosa perquè seguíssiu el recte camí d’accés al ple domini de la terra Quisiera terminar con una reflexión sobre la importancia de conservar las lenguas minoritarias: si preservamos los bosques, si intentamos contaminar menos el planeta, si maldecimos a los estados prepotentes e irresponsables que rechazan el Protocolo de Kyoto, si tratamos de proteger las especies animales en peligro de extinción, mucho más aún deberíamos conservar el tesoro maravilloso que suponen las lenguas. Respecto al catalán me gustaría recordar que la primera vez que la filosofía habló en una lengua europea fue en esta lengua y eso ocurrió en el siglo XIII, gracias a Ramon Llull. Este autor mallorquín escribió también en latín y en árabe, y visitó este país, Túnez, para tratar de establecer puentes de diálogo a través de la palabra.

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PERFIL SOCIOLINGÜÍSTICO DEL ALUMNO MAGREBÍ Mohamed Doggui INTRODUCCIÓN El presente trabajo pretende ser una modesta contribución a la didáctica del español como lengua extranjera en el sentido de que trata de ofrecer a los profesores de dicha lengua, arabohablantes magrebíes, en general, y tunecinos, en particular, una idea somera sobre el perfil sociolingüístico de sus alumnos. Pero dado el espacio limitado de que disponemos, vamos a analizar solamente dos de las características que definen dicho perfil, a saber, la realidad lingüística de la comunidad a la que pertenecen, por un lado, y, por otro, las principales actitudes subjetivas que suelen adoptar hacia la cultura del idioma que están aprendiendo. REALIDAD LINGÜÍSTICA DEL MAGREB Las lenguas presentan dos modalidades de uso opuestas, denominadas comúnmente registro culto y registro coloquial, y determinadas tanto por el nivel sociocultural del hablante como por la naturaleza de la situación comunicativa en la que se encuentre. Recurren a aquél únicamente los hablantes cultos para participar en comunicaciones consideradas “serias”, como las literarias, humanísticas, científicas y técnicas. En cambio, el segundo registro es empleado por todos los hablantes, tanto cultos como analfabetos, en sus comunicaciones ordinarias y cotidianas. Sin embargo, en el mundo árabe, esta realidad lingüística es peculiar: contrariamente a los miembros de otras comunidades hablantes -76-

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que utilizan dos registros diferentes del mismo código lingüístico, los arabohablantes recurren a dos códigos lingüísticos que, aunque emparentados, son diferentes : el árabe clásico, o “fusha”, . para las comunicaciones cultas, y el dialecto propio de cada país, para las coloquiales. Entre el árabe culto y el tunecino, el marroquí o el argelino, por ejemplo, media un abismo morfológico, sintáctico y léxico tan grande que no podemos considerar éstos como simples registros coloquiales de aquél. Por ejemplo, entre la oración árabe «‫( »سأذهب إلى السوق املركزية بالسيارة‬Iré al mercado central en coche) y su equivalente tunecina « ‫ »باش منشي للمرشي صنترال في الكرهبة‬no hay signos lingüísticos idénticos en absoluto. Se trata, pues, de verdaderos dialectos que han ido evolucionado en sus respectivas zonas geográficas y apartándose cada vez más del árabe clásico, pero que, debido a varios factores, no han conseguido madurar lo suficiente para dar el salto al estatuto de lenguas de cultura. Cabe subrayar aquí que usamos el término dialecto sin ningún juicio de valor ni intención discriminatoria: lo aplicamos objetivamente a modalidades lingüísticas que carecen todavía de ciertos requisitos fundamentales tales como la forma escrita, la tradición literaria y la nivelación fónica, morfosintáctica y léxica para servir de instrumento también en las comunicaciones cultas.

que, desde hace varias décadas, obliga a los nativos a resignarse y asumir la desventaja comunicativa de su dialecto materno respecto a la lengua de la que procede y el idioma extranjero dominante.

El tunecino, por ejemplo, se ha alejado bastante del árabe clásico recibiendo a lo largo de los siglos la influencia del turco, el español, el italiano y, sobre todo, el francés. Sin embargo, al no haber alcanzado todavía un alto grado de homogeneidad lingüística, al no disponer de ninguna producción escrita, ni literaria ni científica y al no haber enriquecido su léxico con vocablos especializados, está condenado, al menos hasta la actualidad, a servir de instrumento únicamente para la forma oral y las situaciones comunicativas ordinarias o folclóricas, carentes de cualquier trascendencia temática. Para participar en un acto comunicativo sobre algún tema culto, relacionado con las humanidades, las ciencias, las técnicas, la economía, el derecho, etc., el hablante magrebí se ve obligado a valerse del árabe clásico o, sobre todo, del francés, que goza de un estatuto privilegiado en toda la región. Ello crea una situación de diglosia -78-

La traba principal que impide el desarrollo de dichos dialectos y su conversión en verdaderas lenguas de cultura radica en el conservadurismo y el purismo lingüísticos imperantes en el mundo árabe. Esta actitud reaccionaria ha hecho que el árabe clásico, o ““fusha”, . ocupara una situación intermedia entre el estatuto de una lengua adquirida y el de una lengua aprendida. Por un lado, la primera vez que un niño empieza a hablar en árabe clásico es en la escuela, a partir de los cinco o seis años de edad, o sea, en dicha lengua desempeña el papel activo de emisor con bastante retraso y en un espacio y unas situaciones comunicativas siempre artificiales. Pero, por otro lado, este mismo niño había empezado a tomar contacto con dicha lengua, aunque sólo como receptor pasivo, unos dos o tres años antes de ir al colegio. En efecto, a través de varios programas televisivos como los dibujos animados así como de las canciones infantiles y las suras coránicas memorizadas en el jardín de infancia, él ya había adquirido una familiarización pasiva con el árabe clásico. Por otro lado, el hablante árabe se siente unido al ““fusha” . mediante un vínculo afectivo muy estrecho siendo éste portador de su cultura nativa, a saber, la arabomusulmana. Por todo ello, el ““fusha”, . para los árabes, no es una lengua propiamente materna ni tampoco totalmente extranjera como afirman algunos : es una lengua que nos atreveríamos a calificar de “semi nativa”10. Otra traba para el desarrollo de estos dialectos la constituye el imperialismo cultural y lingüístico que el francés ejerció en toda la región durante casi un siglo. En efecto, una de las estrategias empleadas por Francia para salvaguardar sus intereses políticos y económicos en África del Norte fue un proceso de despersonalización cultural consistente en inculcar hábilmente en las mentes de los autóctonos Véase nuestro artículo « Principales discrepancias lingüísticas entre el árabe y el español” publicado en Carabela, nº 52, septiembre 2002, pp. 47 - 60 SGEL, Madrid.

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un prejuicio según el cual el modelo cultural occidental era civilizador y, por tanto, superior al modelo árabe, que significaba degradación, atraso, ignorancia y barbarie. Así, el colonizado magrebí fue inducido a tratar de identificarse con el colonizador francés imitando su comportamiento cultural ciegamente, sin discernimiento ni sentido crítico. Esta actitud era muy perceptible en el lenguaje, es decir, el elemento cultural por antonomasia, considerado por el escritor argelino Kateb Yacine como el segundo cordón umbilical del individuo. A pesar de ser el lenguaje el componente básico de la identidad cultural de un pueblo cualquiera, muchos magrebíes fueron inducidos a despreciar su lengua materna y se pusieron a hablar francés no sólo con los colonos sino también entre ellos. Ello causaba a dicha identidad unos traumas tan dolorosos que no han terminado de cicatrizarse del todo.

o Mademoiselle », pensará que estás buscando pelea. Una simple expresión de despedida como « ‫ » إلى اللقاء‬, emitida en un acto comunicativo oral de la vida cotidiana, suscitaría el asombro y la risa del interlocutor ya que fue desbancada totalmente y desde hace mucho tiempo por sus equivalentes francés “au revoir”, italiano “ciao”, o inglés “bye”.

Esta imitación lingüística por parte de los autóctonos magrebíes no consistía en adoptar términos del francés con objeto de remediar carencias léxicas en el dialecto materno, lo que sería enriquecedor y positivo para su desarrollo, sino simplemente en sustituir palabras existentes por galicismos, sin ninguna necesidad comunicativa, guiados únicamente por este imperialismo cultural. Por ejemplo, para describir una casa, en el tunecino actual se dice « ‫ فيها‬trois pièces, deux chambres à coucher, salon, salle à manger, « cougina », salle de bain, deux balcons, garage et un petit jardin ». Como puede averiguarse, excepto ‫( فيها‬tiene), todas las palabras de esta oración larga son francesas a pesar de contar la lengua árabe de equivalentes para cada una : - ‫ شرفة‬- ‫ غرفة استحمام‬- ‫ مطبخ‬- ‫ غرفة طعام‬- ‫ قاعة جلوس‬- ‫غرفة نوم‬- ‫غرف‬ ‫ حديقة صغرة‬- ‫ مأوى سيارة‬-. Muchos préstamos franceses han desbancado totalmente a sus equivalentes en la lengua nativa de tal manera que en ciertos contextos el empleo de la palabra o expresión árabe resulta chocante y hasta ridículo. Por ejemplo, si le preguntas a alguien por la farmacia diciéndole « ‫ “ صيدلية‬en vez de “pharmacie » creerá probablemente que te estás burlando de él. Si te diriges a alguien desconocido empleando las expresiones « ‫ ياسيدة‬, ‫ ياسيد‬o ‫ ياآنسة‬en vez de “Monsieur, Madame, -80-

Las secuelas de esta estrategia de inducir a los autóctonos magrebíes a subestimar y despreciar su lengua y su cultura maternas se prolongan hasta la actualidad. En efecto, aunque ha transcurrido medio siglo desde su independencia, muchos hablantes magrebíes siguen usando el francés en los lugares públicos como los bancos, los supermercados, los cafés, etc., por puro esnobismo, como signo de distinción social. Algunos hasta se vanaglorian de no saber leer ni escribir en su lengua materna. No lo consideran un hándicap sino más bien un signo de elevación cultural. Este comportamiento lingüístico, difundido entre las mujeres más que los hombres, hace que el cometer en público incorrecciones lingüísticas en francés sea motivo de vergüenza, lo que lleva a dichos hablantes a desarrollar una estrategia comunicativa peculiar, que podríamos denominar “la ley del menor riesgo”, susceptible de evitar estos errores socialmente degradantes: se trata de emplear el francés para las categorías nominales, ya que su uso no les plantea mucha dificultad (adjetivos, interjecciones y sobre todo sustantivos y modismos), y el dialecto materno para las categorías que suponen un riesgo de error (conjunciones y locuciones conjuntivas, preposiciones y locuciones prepositivas, y sobre todo verbos). En cuanto al verbo francés, su sistema morfológico, modal, temporal y aspectual es tan complicado que el común de los hablantes se atreve a emplearlo solamente en las formas regulares y los tiempos más usuales. A esta ley del menor riesgo se ha sumado la conocida ley del menor esfuerzo configurando ambas un tipo de estructura sintáctica peculiar. Por ejemplo, en Túnez se oyen con mucha naturalidad y -81-


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frecuencia oraciones del tipo « ‫ عمل‬accident, ‫ جات‬l’ambulance ‫هزتو لل‬ l’urgence »11 , en vez de «‫»عمل حادث جات سيارة اإلسعاف هزتو لإلستعجالي‬. En ella, se han combinado sustantivos franceses con verbos, una conjunción, un artículo y una preposición árabes. Dicha mezcolanza, que ya resulta muy natural a los hablantes magrebíes, choca inevitablemente a los extranjeros del mismo modo que la variedad lingüística, llamada “spanglish”, sorprende a los hispanohablantes. Hoy día, entre los inmigrantes hispanos de Estados Unidos se oyen enunciados como: « Cierra el windows que está reinando » en vez de « Cierra la ventana que está lloviendo ».

ACTITUDES SUBJETIVAS DEL ALUMNO MAGREBÍ ANTE LAS CULTURAS DE LOS IDIOMAS QUE APRENDE El alumno de una lengua extranjera cualquiera no puede mantenerse indiferente hacia la cultura que ésta conlleva sino que, inevitablemente y de un modo o consciente, o inconsciente, adopta hacia ella una actitud subjetiva que puede ser favorable o desfavorable. Dicha actitud está determinada por una serie de circunstancias personales, tales como su edad, su sexo, su visión del mundo y sus experiencias vitales, así como por factores sociales e históricos que caracterizan a la comunidad cultural a la que pertenece y son los que mayor interés e importancia revisten para nosotros.

Por otro lado, cabe señalar que hay galicismos que han sido adoptados tal cual, como “fauteuil, gaz, blouson, clinique, stylo, gâteau, machina à laver”; y otros, en cambio, que han sido adaptados a los hábitos articulatorios de los nativos, como - ‫ بانديي‬- ‫ روبة‬- ‫ ترينو‬- ‫كوجينة‬ ‫ بيرو‬- ‫ فيستة‬- ‫“ برة‬, (cuisine, train, robe, bandit, port, veste, bureau). En estos últimos ejemplos, se advierte que los sonidos inexistentes en el sistema fónico del árabe como /p/, /v/ y /u/ han sido sustituidos por /b/f/e/i/ , respectivamente, por ser los más afines. Pero todos los préstamos, tanto los que han sido como los que no han sido sometidos a la adaptación fonética, se adaptan a la morfología del árabe admitiendo la variación de género ‫ بانديي → باندية‬y de número ‫ ترينو → ترينوات‬.

Actitud positiva : Hay alumnos, sobre todo entre los universitarios y los intelectuales, que siguen, desde el principio del aprendizaje o de un modo progresivo, una actitud inteligentemente abierta, consistente en retener y adoptar aquellos elementos culturales extranjeros susceptibles de enriquecer su cultura propia. Este comportamiento, basado en la convicción de que las lenguas y las culturas son estructuras vivas que evolucionan y se interfieren entre sí y que están sometidas permanentemente al fenómeno del mestizaje, se debe esencialmente a la situación geográfica privilegiada de la que goza el Magreb.

Dada la gran influencia que el o los códigos lingüísticos adquiridos y aprendidos con anterioridad ejercen inevitablemente en la interlengua de cualquier aprendiz de un idioma nuevo, y dada la afinidad lingüística existente entre el francés y el español (ambas lenguas son románicas), cabe afirmar que los dialectos marroquí, argelino y tunecino favorecen considerablemente el aprendizaje tanto de la pronunciación de la lengua española como su vocabulario relativo a la vida cotidiana. En efecto, los errores que suelen cometer los alumnos principiantes magrebíes son más frecuentes en el sistema morfosintáctico que en el fonético y léxico-semántico.

En efecto, esta ubicación favoreció en los países del Magreb el cruce entre modos de vida, tradiciones y costumbres heterogéneos permitiéndoles renovar regularmente su sangre y prevenir así una especie de endogamia cultural. La identidad cultural magrebí fue moldeada poco a poco, a lo largo de tres milenios, por los distintos pueblos que transitaron sucesivamente por África del Norte, a saber, los bereberes, los fenicios, los romanos, los vándalos, los bizantinos, los árabes, los moriscos, los turcos y los franceses. Por otro lado, los elementos judío, africano y mediterráneo constituyen otros hilos importantes para la confección de este tejido cultural multicolor.

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‫ لل‬es la contracción de ‫ إلى‬y el artículo ‫ال‬

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Esta situación geográfica privilegiada ha favorecido asimismo la actividad turística, sobre todo en Túnez y Marruecos, que, aparte de los beneficios económicos que aporta, fomenta el espíritu tolerante y el entendimiento intercultural en el sentido de que permite, en algunos casos, el contacto continuo y directo con el otro y, por consiguiente, su mejor conocimiento. Este acercamiento se manifiesta, entre otros aspectos de la vida cotidiana, en el número cada vez más elevado de los matrimonios mixtos, contraídos entre magrebíes y europeas.

j’ai été formé à l’école française. J’en connais autant qu’un français moyen. Mais qui suis-je, bon Dieu? Se peut-il que tant qu’il existe des étiquettes, je n’aie pas la mienne? Quelle est la mienne? Qu’on me dise ce que je suis!»12.

Actitudes negativas: a) Algunos alumnos, sobre todo los adolescentes, se deslumbran enseguida por la lengua y la civilización de otros países avanzados económica y militarmente considerándolas superiores a las nativas y adoptan, por tanto, su modo de vida y sus elementos culturales de un modo muy entusiasta e irreflexivo. Esta actitud, consistente en sobrevalorar la cultura del otro subestimando la suya propia, está determinada esencialmente por un complejo de inferioridad y un prejuicio muy arraigados en las mentes de muchos magrebíes desde la época colonial y fomentados por el imperialismo sociolingüístico que actualmente ejercen las superpotencias a través de los medios de comunicación de las masas como el cine, la televisión por satélite, internet, etc. b) Sin embargo, del mismo modo que algunos alumnos adoptan ciegamente la cultura extranjera, otros, al contrario, la rechazan sistemáticamente por considerarla amenazadora para la identidad cultural propia. Este comportamiento conservador, caracterizado por un ensimismamiento cultural, tiene su origen también en dicho colonialismo. En efecto, cuando a mediados del siglo XX Francia se marchó de África del Norte, dejó en herencia a no pocos desarraigados y renegados: su situación era muy triste ya que después de haberlos incitado a desvincularse de su identidad, el colonizador no se dignó a otorgarles la suya. El escritor argelino Mouloud Feraoun se preguntaba con amargura: «Quand je dis que je suis Français, je me donne une étiquette que tous les Français me refusent. Je m’exprime en français, -84-

Esta actitud reaccionaria ha sido fomentada y recrudecida posteriormente por los acontecimientos políticos internacionales de las últimas décadas, sobre todo los relativos a la inmigración, las dos Guerras del Golfo y el problema palestino. Primero, la inmigración magrebí masiva de los años sesenta y setenta hacia Europa, en general, y Francia, en particular, agravó la situación sumiendo la identidad cultural magrebí en una gran languidez. La separación de la patria y los problemas de integración en la sociedad europea producían en la personalidad de esos inmigrantes graves traumas que vinieron a sumarse a los anteriores. Después, ante el largo calvario del pueblo palestino en su lucha por el reconocimiento de su derecho legítimo a tener un Estado propio, la indiferencia o la incapacidad de algunos países europeos de resolver este espinoso problema así como la flagrante parcialidad pro-israelí de los Estados Unidos, suscitó en el pueblo árabe un sentimiento latente de rabia y frustración que empezó a traducirse, poco a poco, en una radicalización de la manera de enjuiciar y tratar a los occidentales. Por último, a este sentimiento de rabia y frustración vino a sumarse otro más grave, el de humillación, surgido a raíz de las dos invasiones de Irak, la de 1990 y la de 2002, lo que recrudeció considerablemente este sentimiento antioccidental. Muchos magrebíes, incluso los intelectuales y los moderados, empezaron a poner en entredicho las virtudes de la apertura cultural a Occidente. Empeza12 Feraoun Mouloud, Journal, Paris, Le Seuil, 1962, pp : 70-71. (Citado por Habib Salha, Cohésion et éclatement de la personnalité maghrébine, Tunis, Publications de la Faculté des Lettres de la Manouba, 1990, p: 25)

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ron a convencerse de que dicha apertura era engendradora de una enajenación cultural y que el proceso de aculturación era en realidad un proceso despersonalizante y traumático. Y con objeto de liberarse de dicha alienación, se pusieron a predicar la vuelta a las raíces y tradiciones y la ruptura radical con la cultura occidental. En este contexto, el proceso de arabización lingüística y cultural que se había emprendido en todo el Magreb a partir de la década de los ochenta, corría el riesgo de desviarse de su objetivo originario y convertirse en un instrumento de ensimismamiento cultural y de fanatismo. Y la opción adoptada por Túnez en esta materia ha sido, a nuestro modesto parecer, acertada: se ha basado en la firme convicción de que la reconstrucción coherente y sólida de nuestra identidad cultural ha de estribar en la conciliación entre nuestras raíces tradicionales y las exigencias de la modernización, o sea, la apertura hacia Occidente. Dicha conciliación ha sido la directriz primordial de las últimas reformas de todo nuestro sistema educativo. Por un lado, el árabe ha dejado de constituir una simple asignatura de erudición lingüística y literaria para consagrarse poco a poco como vehículo de las demás asignaturas relativas a los planes de estudios de la enseñanza básica, media y superior. Por otro lado, aparte del francés y luego el inglés, que el alumno tunecino empieza a aprender a partir de una edad temprana, los 7 y 11 años respectivamente, la apertura hacia las culturas extranjeras ha sido fomentada gracias, entre otras medidas, a la introducción del español, el alemán, el italiano, el ruso y el chino, como idiomas optativos en los dos últimos cursos del bachillerato. CONCLUSIÓN Por último, esperamos que este perfil sociolingüístico que acabamos de esbozar contribuya, aunque sólo sea modestamente, a que los profesores de español puedan definir la interlengua de sus alumnos magrebíes y comprender mejor sus actitudes subjetivas hacia la cultura española siendo ésta un componente de la cultura occidental como la francesa y la anglosajona.

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UN AMOR DE LIBRO Luis Junco Desde luego que estamos muy lejos de los más de seis millones de libros que hoy día se estima como fondo de la Biblioteca Nacional, y que tampoco podemos competir con el céntrico paseo de Recoletos donde se alza el magnífico edificio de corte neoclásico y en cuya principal sala caben con holgura más de trescientos lectores; no, la nuestra es una humilde biblioteca que se ubica en un viejo caserón medio apuntalado y lleno de goteras en un barrio obrero y de las afueras. Pero, qué quieren que les diga, le tenemos ese especial cariño que se profesa sin reservas a los lugares que han sido testigos de nuestra infancia y cuyas cuatro paredes han amparado y propiciado nuestras primeras lecturas. Y además, creo poder asegurar que es la única biblioteca del mundo que cada primavera da un amor de libro. ¿No me creen? Pues déjenme que les cuente el que está sucediendo en este momento; sí, en estos días en que ya las frondas tiernas y verdes de las dos acacias que se yerguen a la entrada acogen el alegre griterío con que los pájaros reciben esta época del año. Él llegó a primeros de marzo; un muchacho alto y desgarbado, nuevo en el barrio y estudiante de Físicas. Alejada de unos precios de alquiler abusivos, no mal comunicada y con la ventaja de un ambiente más tranquilo que el loco frenesí de obras y tráfico del centro de la ciudad, esta zona ya lleva un tiempo siendo reclamo de jóvenes como él. Sí, es más que probable que comparta piso con otros compañeros en iguales circunstancias a la suya. Se hizo socio de la biblioteca en esa fecha, y desde entonces acude con asiduidad, poco antes del mediodía. Su libro, Supercuerdas, dimensiones ocultas y una teoría de la totalidad. -87-


Luis Junco

UN AMOR DE LIBRO

Ella, sin embargo, es de aquí, de toda la vida. Las mismas calles la han visto crecer en gracia y estatura, en aplomo y esa rara serenidad con la que tan pocas jóvenes de su edad enfrontan un mundo tan extraño y cambiante como el que les ha tocado en suerte. Ya asomaba ese carácter en la mirada aún infantil con que nos mira desde una foto antigua de su actual carné de biblioteca. A ella viene desde su época de instituto, todos los días, a eso del atardecer. Su libro, El amor y su expresión poética en la lírica tradicional.

olvidado un trozo de poema en un capítulo de física cuántica? Aún sorprendido, se rascó la cabeza sin hallar una respuesta razonable. Vuelve a leer la nota y la deja sobre la mesa, a un lado del libro, en cuya lectura intenta enfrascarse. Pero no consigue concentrarse, y al cabo de unos momentos, vuelve a coger la nota. La mira, le da la vuelta y la relee un buen rato. Con disimulo mira a los otros lectores que tiene a su alrededor. No hay muchos a esa hora y todos parecen interesados en sus quehaceres. Entonces, cuidadosamente, vuelve a colocar aquel trozo de poema en el mismo lugar donde lo encontró.

Muones, quarks, neutrinos y busones pasan por los ojos de él mientras los rayos cenitales de un sol limpio le van comiendo poco a poco la manga izquierda de la camisa y parecen acercarse con cautela a la página abierta sobre la mesa. Teoría cuántica de campos, principio de incertidumbre, tiempos y longitudes de Planck le siguen desafiando desde las páginas cuando ya la luz solar se ha abismado en ellas con descaro. Entre jarchas mozárabes, cantigas de amigo, villancicos, coplas y romances se mueven los de ella cuando ya la tarde empieza a declinar. Rimas asonantes, polisemias y líricos simbolismos continúan acariciando sus oídos mientras el halo de luz cálida de la lámpara de mesa la envuelve en su crisálida y la transporta noche adentro. A veces, en la mirada enfebrecida del muchacho es posible sorprender ese gesto a la vez de asombro y triunfo de quien descubre otro misterio del universo. Entonces, casi siempre se olvida del hambre y de que es la hora de comer. La media sonrisa que en otras ocasiones se insinúa en los labios de ella es la señal inequívoca de quien saborea las delicias de otro amor antiguo que hay que llevarse a casa. Es cuando se levanta de la mesa, apaga la lamparita y sale de la biblioteca. Un día ocurrió algo fuera de lo normal. Cuando él abrió su libro por el capítulo de la física cuántica, halló la nota manuscrita de una mano anónima; con toda probabilidad, la anotación olvidada de otro lector desconocido. La leyó: En el campo nacen flores / y en el alma, amores. (De los significados de la copla castellana). ¿Cómo pudo alguien dejarse -88-

A ella le pasó aquella misma tarde. Cuando quiso reanudar su lectura por el capítulo sobre eufemismos y símbolos, se tropezó con el trozo de papel donde alguien había escrito: La búsqueda del significado físico del Universo representa una nostalgia de ese absoluto que hoy día nos falta. La teoría de cuerdas es otro eslabón de la cadena. ¿Qué hacía aquello en un libro sobre lírica tradicional? Desde luego, la anotación de alguien interesado en la física de cuerdas, pero ¿cómo había ido a parar allí? La lee despacio y para su sorpresa halla en aquel pensamiento algo poético. Después coloca la nota entre las páginas del libro y quiere empezar con la lectura de sus eufemismos. Pero no tarda en interrumpirla y volver a hojear el libro hasta dar de nuevo con la nota. De reojo mira a los otros lectores cercanos, pero todos parecen atentos a sus lecturas. Él vino al día siguiente con la idea preconcebida. En lugar de pedir su libro como solía, solicitó varios que tenían que ver con la lírica tradicional. Se pasó más de dos horas rebuscando en ellos, hasta que dio con el que tenía la frase del manuscrito. Se le iluminó la cara y se pasó el resto de su tiempo leyéndolo con fervor. Antes de dejarlo y marcharse, escribió una pequeña nota en su libreta de cuadros: Los pitagóricos ya sabían que el amor es música y armonía. Los ladrillos de nuestro universo son pequeñísimas cuerdas que vibran como las cuerdas de una lira. Y la metió dentro del libro. Cuando ella volvió aquella misma tarde, venía con una serena determinación. En vez de la lectura que habituaba, pidió todos los -89-


Luis Junco

libros que hubiera sobre la teoría de cuerdas. Por fortuna no eran muchos, y en poco más de hora y media de perseverante búsqueda, dio con el libro cuya frase tenía anotada en su cuadernito de notas. En otra hoja de ese cuadernito escribió: Porque duerme sola el agua / amanece helada. Y la metió entre las páginas del libro. La siguiente semana se intercambiaron notas, cálidas frases, poemas y pensamientos que como flores secas cada día renacían entre las páginas de uno y otro libro. Y se hizo su amor, pues no de otra cosa trataban sus mensajes, desde el primero.

ICARIA (fragmento) Juan Manuel Rodríguez Tobal Ninguna nube inútil, Ni la fuga de un pájaro, Estremece tu ardiente Resplandor azulado.

Encontrarse tampoco fue difícil. Del mensaje al libro, y del libro al lector. Ahora ya salen juntos de la biblioteca, de la mano y bajo el brazo unos cuantos libros cada uno. Dijo un filósofo que el amor requiere de un especial talento. Yo me precio de tener buen ojo para descubrirlos. ¿Que quién soy? El que inició este juego: el viejo bibliotecario de este lugar, nostálgico y próximo a su jubilación, que cada primavera se entretiene ayudando a nacer un inocente amor de libro.

El agua lábil del recado, lengua de malvas abatidas; el agua larga de los días mientras soñaba por tus ojos —ceniza cálida en las jaras— un grillo azul de insolaciones. Canción de lágrimas y de uñas el arrebol del corazón. Icaria innoble y sin belleza.

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CERNUDA


ICARIA (fragmento)

Juan Manuel Rodríguez Tobal

Pero la noche nos amaba

Redonda es siempre la inocencia

con sus salivas luminosas.

cuando despierto entre tus labios:

Noche en las flores del acaso,

allí no está la herida escrita.

fulgor añil de la presencia contra las pieles del olvido.

Y desconozco las palabras que fueron templo en el oído.

¿Cómo olvidar, si aún nos abrasa, la sal indócil de los cuerpos,

¿Habrá llegado tu alegría

las aguas negras del pecado,

para quemar esas canciones,

la desnudez tras los metales?

para borrar con la luz sola numeraciones y campanas?

¿Cómo olvidar, si el sol es malva en Maratón, que hemos vencido?

Ah, cómo muerdo con tus dientes tanta blancura por venir.

Oh sí, la noche nos amaba. La leche, el pan, sobre la mesa.

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ICARIA (fragmento)

Juan Manuel Rodríguez Tobal

Hay un color que no es el agua.

Es el espacio que dejamos.

Hay un olor que no es el agua. Hay un sabor que no es el agua.

Ahora que tanto pesa el cobre

Hay tu cintura: el horizonte.

en el aliento del que nombra, es el espacio que dejamos.

Y sé que bebo el otro mundo. Lo que no existe, aquí es espera: esas abejas de tu cuerpo que ya caminan por mi boca sin que me duela el corazón. ¿Estás naciendo todavía? A lo mejor es que te amo. Pero no quiero hablar de pájaros.

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ICARIA (fragmento)

Juan Manuel Rodríguez Tobal

Así de súbito el verano

Tu carne no es ciudadanía.

que se abre azul desde tu sexo.

Tu voz no se hace entre las cosas. No hay oro blanco en las cigarras.

Así de clara nuestra muerte.

ni oscuridad en los cuidados. ¿Vendrá la noche cuando nazcas?

Y no, no quiero hablar de pájaros.

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ICARIA (fragmento)

Juan Manuel Rodríguez Tobal

Como raíz ya desasida

Nada sabía la ciudad

de la sustancia de la tierra,

de los lagartos que granaban

tus ojos son hijos de un viento

como un racimo en la garganta.

que fue del tiempo separado.

Eran la voz azul del río.

¿Será el amor abrir el tiempo abandonándome a tus ojos,

Nunca haya casa ni perdón

azules, negros, verdes, dulces,

esta catástrofe de otoños,

con que desgarras el paisaje?

esta quietud milulcerada de plomo verde y malas aves.

Amar, amar: besar tus ojos para probar que no existimos.

Nunca la sane tu saliva. Ah de la tierra de tu vientre. Ah de unicornios y de espejos. Ah de la piel y del temblor. No. Nunca sepa la blandura.

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Juan Manuel Rodríguez Tobal

Los animales. Qué sencilla esa presencia sigilosa tan parecida a tu presencia. Y qué sencilla te incorporas

NUEVA TABARCA : ORIGEN, CONSTRUCCIÓN Y SUEÑO DE UNA UTOPÍA

cada mañana a la aventura del solo estar. Los animales. Algunos árboles acaso.

José Manuel Pérez Burgos

Y la amapola de tus senos tan parecida a la bondad.

La historia de la pequeña isla mediterránea situada cerca de la bahía de Alicante y conocida como Nueva Tabarca, la antigua Planesia, está repleta de ambiciones, proyectos y sueños: es la historia de una utopía.

Tus animales. Los conozco. Respiración blanca que basta.

Nueva Tabarca está situada frente a las costas de la localidad marinera de Santa Pola, a escasas 10 millas náuticas hacia el SO de la ciudad de Alicante, a cuyo término municipal pertenece administrativamente desde inicios del siglo XIX. Aunque se la considera tradicionalmente como isla, en realidad se trata de un minúsculo archipiélago conformado por una isla principal, la Isla Plana, varios islotes (La Cantera, La Nao y La Galera) y un buen número de escollos.

[…]

Desde época romana la Isla se conocía con el nombre de Planaria, haciendo alusión a su superficie plana; por eso, el apelativo Isla Plana ha sido el más utilizado a lo largo de la historia, hasta que Nueva Tabarca se convirtió, en el último cuarto del siglo XVIII, en su nombre oficial. Se trata de un espacio insular de muy reducidas dimensiones ; de hecho, es la isla mediterránea habitada de manera permanente más pequeña. La superficie habitable tiene 30 hectáreas escasas. Es un terreno absolutamente llano y con escasa vegetación, está sometido a una fuerte insolación y al azote de los vientos, y tiene poco más de una decena de metros en su punto más elevado sobre el nivel del mar. Carece de agua dulce. -100-

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José Manuel Pérez Burgos

NUEVA TABARCA : ORIGEN, CONSTRUCCIÓN Y SUEÑO DE UNA UTOPÍA

El análisis de los textos que han llegado a nuestros días escritos por viajeros, geógrafos, hombres de ciencia y letras, e incluso ingenieros militares, nos lleva a plantearnos la causa por la que se eligió un enclave marino como éste, con un medio físico y unas condiciones de hábitat notablemente adversas para realizar un proyecto de la ambición que entrañaba el de Nueva Tabarca.

El mantenimiento de un enclave como Tabarka, donde incluso se había mandado construir una fortaleza-presidio artillada, habría resultado muy gravoso para España, por lo que se concedió un permiso de pesca del coral a una familia de comerciantes genoveses de gran raigambre, los Lomellini. Las condiciones fueron claras : en la isla debía ondear bandera española; se debía pagar un tributo cuantificado en una quinta parte del valor de la pesca y, a cambio, España aportaría anualmente una suma para ayudar al mantenimiento de la fortaleza e infraestructuras de la isla.

Debemos tener muy presentes los graves problemas que ocasionaban los ataques por parte de piratas y flotas navales enemigas a las costas del Levante español, y en concreto a las de Alicante. Esta situación venía de antiguo, como se puede constatar en textos que han llegado hasta nosotros. El célebre cartógrafo, viajero, geógrafo y tratadista árabe Abu Abd Allah Muhammad al-Idrisi (1100-1165), escribía en su magna obra Geografía: La isla que lleva el nombre de Plana está de la costa a una milla de distancia y en este excelente puerto es donde se ocultan los navíos enemigos. No será hasta el primer tercio del siglo XVI cuando el Concejo de la Villa de Elche tome la importante decisión de fundar una población en el Cap de l’Aljub (Cabo de Santa Pola) ante el considerable aumento de tráfico marítimo que el puerto empezaba a tener. Esto provocó la estabilización de la población santapolera, aunque su desarrollo urbano no se consolidaría hasta que mucho tiempo después se produjo la colonización de esa cercana Isla Plana y, con ello, la paulatina desaparición de la tan temida piratería. Avanzado ya el siglo XVIII se inician los primeros movimientos encaminados a la colonización definitiva, lo que propició el crecimiento y estabilización de la vecina población de Santa Pola. Todo empezó en las costas de Túnez, en lo que fue en su día una pequeña isla de no más de 16 hectáreas llamada Tabarka, integrada en la antigua colonia romana Lulia Thabarcenorum. Hacia 1541, en el marco de las campañas del norte de África del emperador Carlos V, la Corona española tomó la isla. A partir de entonces, bajo soberanía española y aprovechando su posición estratégica en el contexto mediterráneo, se convirtió en un punto defensivo entre Argel y Túnez. -102-

De esta forma, Agustín, Francisco y Nicolás Lomellini, señores de Pegli, decidieron explotar el rico banco coralígeno que poseía Tabarka, que ya un siglo antes se había comercializado por los catalanes en el marco de un acuerdo entre el rey Alfonso V de Aragón y el Bey de Túnez. En el Archivo Histórico de Simancas se conserva un legajo en el que se describe Tabarka hacia 1582 : Hay fortaleza principal, con bastiones de cal y piedra cocida (…). Tabarka es casi península porque una punta casi toca tierra firme y un canal que hay en medio muchas veces está lleno de piedras, arena y tierra traída por el mar y se puede pasar a pie en cierto tiempo (…). En la fortaleza suelen estar unos 70 soldados, aunque caben hasta 300. Hay muchas barracas donde residen marineros, oficiales y mujeres, que fluctúan según se envían barcos a pescar. Tabarka se convirtió en un gran proyecto comercial para los genoveses basado en las pesquerías de coral, un producto de gran demanda y sin apenas competencia en el concierto europeo, que explotaron con gran acierto renovando periódicamente el acuerdo alcanzado entre la familia Lomellini y la Corona hispana. Pero pronto se despertó la codicia de los mandatarios de Túnez y Argel. Desde finales del siglo XVI y a lo largo del XVII se tienen noticias de ataques, principalmente argelinos, a pescadores de la isla. Incluso Francia pensó aliarse con Túnez para ejercer presión sobre la isla y llegó a pescar en aguas de jurisdicción tabarkina. La bonanza comercial decayó progresivamente a lo largo del siglo XVII debido a la saturación del mercado y la creciente competencia desleal impulsada por Fran-103-


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cia junto con los países vecinos. Al mismo tiempo el despacho de los asuntos de Tabarka por parte de la Secretaría de Estado española se hacía más lento, lo que indicaba su falta de interés, y provocó la máxima inquietud en los mandatarios genoveses.

una carta al Rey Carlos III para informarle de la lamentable situación que vivían los cautivos genoveses.

A comienzos del siglo XVIII los acontecimientos se precipitan : la situación en la pequeña Tabarka, que acogía una población cercana a las 2.000 personas entre genoveses, sardos y otros italianos, se hace insostenible. Uno de los Lomellini, Jacome, envió una carta al Gobierno español informando sobre la proposición del Rey de Cerdeña, Carlos Manuel III, para la admisión de un contingente cercano a las 300 familias tabarquinas a fin de colonizar la Isla de San Pietro, muy cercana a las costas sardas, hecho que se consumaría en 1736 mediante la negociación del intendente de la propia Tabarka. Para el contingente que quedó en Tabarka la fecha clave es el 18 de junio de 1741, cuando el Bey de Túnez con sus escuadras toma la isla, que estaba ya por entonces mínimamente defendida, y esclaviza a más de 800 súbditos, la mayoría genoveses, entre hombres, mujeres y niños. Los desarmó y alistó por su nombre, trasladándolos a Túnez. La iglesia fue saqueada; la fortaleza tabarkina, desmantelada. Los tabarkinos pasaron años de cautiverio en tierras tunecinas, y argelinas a partir de 1756. Sabemos a través de escritos de oficiales de marina españoles a su llegada a Argel para proceder a las negociaciones de rescate, de los trabajos que llegaron a desempeñar los tabarquinos en su cautiverio argelino: guardia de los almacenes generales de marina, encargados de caravanas, labores de maestranza de multitud de oficios, o también pajes del gabinete del Dey, a lo que se dedicaban algunos jóvenes. Todo ello demuestra la confianza y consideración que se les tenía en cuanto a la capacitación para oficios. Desde el primer momento, tanto la República de Génova, de la que eran súbditos, como el reino de Cerdeña buscaron mediadores para proceder al rescate. Incluso sabemos que el párroco de los propios tabarquinos, el agustino Juan Bautista Riverola, intentó con poco éxito recaudar fondos para el pago del rescate. En 1750 Fray Bernardo de Almanaya, religioso de las órdenes redentoras, dirige -104-

Estas gestiones coinciden con dos circunstancias de la máxima relevancia para nuestra historia: el proyecto de ocupar la Isla Plana, y los planes de repoblación impulsados por Carlos III de España. Efectivamente, Campomanes, en 1761, escribe al monarca sobre la conveniencia de establecer una guarnición militar en la Isla Plana para evitar las incursiones corsarias en los territorios costeros. La colonización de las tierras del reino que permanecían deshabitadas (sobre todo en Sierra Morena) sería protagonizada por el Ministro Aranda dentro de las políticas reformistas ilustradas de la segunda mitad del siglo XVIII. Estas coincidencias posibilitaron la puesta en marcha del aparato administrativo español (al que ayudó mucho la mediación de Marruecos aprovechando las buenas relaciones diplomáticas que tenía con el gobierno de Carlos III) para encargar a las órdenes redentoras la gestión e intermediación del rescate, tras cerca de 30 años de cautiverio, de aquellos, casi ya olvidados, confinados tabarquinos. Se acordaron las bases del que conocemos como “Tratado del ajuste de canje y redención entre cautivos argelinos y españoles”, para el que se dispusieron hasta dos expediciones marinas financiadas por la Corona española, aunque el rescate, de un montante superior a los 800.000 reales de vellón, corría a cargo de las aportaciones de las órdenes religiosas redentoras (Trinitarios Calzados, Trinitarios Descalzos y Mercedarios Calzados). Sería principalmente en el curso de la segunda expedición, entre los meses de febrero y marzo de 1769, compuesta por dos buques y capitaneada por D. José Díaz Veañez, en la que se embarcó el grueso del contingente tabarquino: más de 300 cautivos que, tras las gestiones de los religiosos encabezados por Fray Juan de la Virgen, arribaban por fin a Alicante a principios de marzo de 1769. Los tabarquinos eran por fin súbditos de la Corona en territorio español, por lo que el ministro Aranda dio las oportunas indicaciones al gobernador de Alicante, don Guillermo de Baillencourt, para que se hiciera el censo del contingente, la conocida como “Matrícula de los Tabarquinos”. En este documento, conservado en el Archivo Mu-105-


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nicipal de Alicante, se detallan los nombres, apellidos y parentescos de todas estas personas. Lo firmó el gobernador en Alicante con fecha de 7 de diciembre de 1769, cuando llevaban ya varios meses viviendo en la ciudad de forma provisional, en concreto en el edificio que fue en su día colegio de la Compañía de Jesús y que, tras la expulsión de los jesuitas ocurrida pocos años antes, había quedado deshabitado (actualmente está ocupado por las monjas canónigas de San Agustín).

En total fueron 296 personas las que arribaron, entre los que figuraba el que fuera gobernador en la antigua Tabarka, Juan Leoni, y su familia, así como el antiguo subgobernador, José Sales, acompañado por los suyos. Del contingente total, 137 habían nacido en la antigua Tabarka y 128 durante el cautiverio en tierras tunecinas y argelinas.

En la Matrícula se observan los apellidos de origen genovés que tenían: Luchoro, Manzanaro, Chacopino, Russo, Parodi, Pitaluga, Pomata, etc., que aún en nuestros días se conservan en Nueva Tabarca y otras localidades costeras alicantinas. Debemos tener en cuenta que, aunque desde finales del siglo XVII fue decayendo la actividad corsaria norteafricana, los habitantes de las costas levantinas españolas aún sufrieron el largo proceso de extinción de estas actividades piráticas todo a lo largo del siglo XVIII. El proceso culminó con la firma de la Paz de Argel en 1786. La defensa “estática” (o “pasiva”, según la terminología de la época) descansaba sobre un multiforme conjunto de fortificaciones, como fue el caso de Nueva Tabarca. Con muchas de las casas que debían ocupar los colonos construidas y el proyecto de defensa militar iniciado, el 8 de diciembre de 1769 es autorizado por parte del Rey el traslado a la Isla Plana de los tabarquinos alojados de forma provisional en Alicante para la repoblación definitiva de la ínsula. El proyecto estaba en marcha, y la complicada construcción de una completa, ideal y, a todas luces, utópica ciudadela amurallada ex novo, donde se combinaban los fines militares y civiles, era una realidad. Eran los inicios de la que a partir de este momento pasaría a llamarse oficialmente Nueva Tabarca. Tal como nos indica el profesor Vilar, Nueva Tabarca debía recordar a sus nuevos habitantes la lejana patria perdida: la isla también era de pequeño tamaño, con un clima y entorno natural muy similar, y con la pesca como principal actividad económica en las ricas aguas que la circundaban. -106-

Sobre un diseño de clara tradición utópica renacentista de ciudad cerrada, de malla rectangular, rodeada de murallas, de economía autosuficiente y muy jerarquizada socialmente, se desarrollan los ideales ilustrados del reformismo impulsado por el Ministro Aranda y ejecutado por don Fernando Méndez de Ras, ingeniero militar y teniente coronel de infantería retirado, que plasmó su proyecto en diversos planos realizados desde 1771 a 1775. Méndez, a quien no se le podría reprochar lo más mínimo en cuanto a la dotación de infraestructuras y el planeamiento del proyecto, no estuvo a la altura al calibrar determinados condicionantes esenciales para su habitabilidad, como eran las adversas condiciones del lugar, incluida la falta de suelo fértil y, sobre todo, de agua dulce. A pesar del diseño y construcción de multitud de aljibes en la isla, ante la falta de lluvia no había más remedio que trasportarla a base de barcos cisterna. Como señala el profesor de arquitectura Joan Calduch, con un diseño que respondía a los planteamientos urbanísticos, militares, ideológicos y estéticos del tardobarroco, en la construcción de Nueva Tabarca confluyeron dos objetivos principales: por una parte, alojar a aquella pequeña comunidad de tabarquinos, y por otra, fortificar y poblar esa pequeña isla, utilizada como base de las incursiones piratas en las comarcas alicantinas costeras cercanas, a la vez que reorganizar y reforzar las defensas de la ciudad de Alicante, que habían quedado obsoletas, motivo por el que, incluso antes de tomar la decisión sobre su colonización definitiva, ya se habían iniciado las primeras obras. Se asumen tanto los planteamientos ideales de ciudad procedentes de la tradición utópica renacentista basada en los autores Tomás Moro y Tomasso Campanella, como las ideas barrocas de organización -107-


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urbana con la jerarquización de espacios y la percepción visual unitaria del conjunto.

influyentes del movimiento ilustrado, como el científico, geógrafo y marino alicantino Jorge Juan, criticaron el proyecto de Nueva Tabarca por desmesurado e irreal. Se hablaba de la inexistencia de una programación específica de las obras, se llegaba a cuestionar, sin duda de manera injusta, la preparación teórica del ingeniero Méndez, el cual, en opinión de sus críticos, diseñó un desproporcionado dispositivo militar para este lugar con excesivo gasto económico, sin tener en cuenta el contingente de población civil que iba a habitar la isla, y que, en la opinión de dichos críticos, no tenía las necesidades básicas suficientemente cubiertas para convertir Nueva Tabarca, dentro de los cánones reformistas, en una ciudad autosuficiente.

También es importante constatar el reflejo en Nueva Tabarca de los modelos de construcciones militares que, a partir de las teorías del ingeniero Vauban, habían alcanzado un alto grado de perfeccionamiento en las defensas militares frente a los ataques de la artillería y los bombardeos de los barcos de guerra. La composición de la ciudad en sus distintos elementos complementarios es muy semejante a la de las ciudades militares del Renacimiento, integrada por pozos y cisternas para el autoabastecimiento de agua potable, graneros, molinos, hornos, etc. La plaza debía ocupar el centro de la población y se obedece estrictamente la Real Ordenanza de 1718 relativa a los levantamientos planimétricos de las ciudades españolas, en las que se debían dibujar todos los elementos conformadores: plazas, calles y edificios, señalando sus funciones y capacidad, tales como la iglesia, edificios oficiales, hospital, etc. También se debían indicar los caminos, sendas, tierras labradas, molinos, fábricas, etc., así como, en referencia a las defensas marítimas, aumentar los muelles y resguardos, y construir almacenes para artillería. Sin embargo, el ingeniero Méndez introdujo una novedosa ambivalencia en el esquema urbano de Nueva Tabarca, potenciando el eje transversal y colocando en los extremos dos referencias importantes: el Castillo y la Iglesia. El no introducir en la Plaza principal los elementos más representativos de la ciudad acentuaba su carácter militar, con la idea de convertirla en una verdadera plaza de armas, aunque realmente después sería centro de la vida civil de la ciudadela. De cualquier forma, y a pesar del empeño de Méndez, los problemas no tardarían en aparecer, y con ellos el ideal utópico en que se había convertido este proyecto se empezó a tambalear. Por un lado, el gran crecimiento militar del cercano Arsenal de Cartagena, a la vez que se firmaba la Paz de Argel, hizo que la función de avanzadilla militar que se le asignaba a la Isla perdiera su justificación. Pronto empezaron a levantarse voces que apostaban por convertir Nueva Tabarca en una simple comunidad de pescadores. Por otro lado, personalidades -108-

Estas circunstancias obligaron al Ministro Aranda a dar la orden de paralización provisional de las obras hacia el verano de 1771, justo antes de comenzar una de las construcciones que debían haber sido más emblemáticas: el Castillo de San Carlos, una pieza fundamental en la concepción de ciudadela militar que Méndez diseñó. Fernando Méndez no se amilanó, y con su fuerte carácter y su admirable vocación, siguió porfiando con su proyecto a pesar de las dificultades. Méndez de Ras debió ser un personaje del todo peculiar, de fortísimo carácter, una gran valía profesional. Nueva Tabarca debió de representar la gran oportunidad de su carrera profesional, el proyecto más ambicioso que pudo dirigir al final de su vida… Entre 1774 y 1775 presentó nuevos planos acompañados de un memorial en el que intentó dar una visión subjetiva rayana en el triunfalismo en cuanto a los logros obtenidos con el proyecto. Sí aceptó cambios sustanciales en algunos planteamientos que en su día le parecieron básicos. Es el caso del abandono definitivo de la vertiente casi exclusivamente militar, en la que el ingeniero insistía desde el principio, aceptando ahora la idea de mantener de forma coherente a una población civil estable. A través de las llamadas “escuelas taller” se quiso facilitar los medios necesarios para dar ocupación a los tabarquinos. Así se planeó una fábrica de tejidos, de lonas para las velas de las embarcaciones y lienzos groseros. También se crearon la de esparteros o paleros y la de -109-


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toneleros, destinando alrededor de 30.000 reales para cada una, cifras de las que era responsable el contador de la Isla. Se fundó también el gremio de pescadores, formado en principio por dieciocho tabarquinos, a los que se les dotó de seis barcos perfectamente acondicionados. Para asegurar el éxito de estas escuelas taller, el Rey concedió prebendas y exenciones. A pesar de estas previsiones, al cabo de escasos años las escuelas taller habían fracasado.

En menos de quince años Nueva Tabarca había pasado de ser uno de los más emblemáticos proyectos españoles en cuanto a la aplicación de experiencias repobladoras y militares, a convertirse en un quebradero de cabeza para la administración estatal y la corte.

El más contundente en la oposición entonces era el Ministro Floridablanca, que instó taxativamente a Méndez a terminar las obras de Nueva Tabarca por medio de una Real Orden fechada en 1778, cuando éste ideaba nuevos planes para la isla, en contra incluso del Consejo de Estado. Después de viajar personalmente a Madrid haciendo oídos sordos a las protestas que llegaban de todos los estamentos estatales, consiguió, ante el estupor del gobernador de Alicante Baillencourt, reanudar algunas obras en el otoño de 1779, aunque ya con grandes limitaciones presupuestarias. En ese mismo año, el Estado encargó al ingeniero militar Baltasar Ricaud la realización de un completo informe sobre el estado de las obras y de la Isla en general, para dictaminar si era de conveniencia conservar la plaza fuerte. Es el conocido como Discurso sobre la Plaza de San Pablo en la Isla de Nueva Tabarca, donde se pone de manifiesto de manera equilibrada la situación que encontró este ingeniero en la Isla a través de cuatro artículos que describen geográficamente el lugar, analizan su situación, el estado y subsistencia de los edificios y fortificaciones, y por último, la conveniencia y utilidad del propio establecimiento, manifestando su opinión a favor de su utilidad. La obsesión por un proyecto utópico como Nueva Tabarca acompañó a Méndez hasta el fin de sus días, incluso presentando nuevas y ambiciosas propuestas en 1781, caso de la construcción de un hospital militar o un fuerte con reforzamiento de la muralla. Evidentemente se le denegaron los fondos. En nuestra opinión, y siguiendo su trayectoria, sólo su fallecimiento en 1782 impidió que continuara su asombrosa obcecación por un proyecto en el que ya sólo él creía. -110-

Los grandes damnificados fueron los propios habitantes civiles de la ciudadela, los tabarquinos. Tras un primer momento de euforia ante las posibilidades que se les abrían a la hora de colonizar un nuevo hogar, pasaron a padecer las penurias provocadas por problemas de competencias, adversidades, descontrol administrativo y diferencias inducidas por el choque de fuertes “egos” personales. Todo esto provocó que en el último decenio del siglo XVIII muchas voces se alzaran no sólo en contra del mantenimiento de esta ciudadela, sino incluso demandando el derribo del poblado amurallado para sustituirlo por una sola edificación exenta de carácter militar donde mantener una pequeña guarnición para defender este pequeño territorio insular, recolocando a la población civil en las cercanas localidades costeras, idea que finalmente no se llevaría a cabo. Ingenieros militares como Antonio Ladrón de Guevara o el propio Baltasar Ricaud, abogaron y diseñaron proyectos en ese sentido. Éste sería el germen de la última construcción histórica del siglo XVIII, el Torreón de San José, que se elevó en el centro geográfico de la Isla Plana con diseño del ingeniero Antonio Gilve Federichi, en 1791, quedando la ciudadela a partir de estos momentos para uso civil. La crisis de Nueva Tabarca en los albores del nuevo siglo decimonónico era una triste realidad, y atrás quedaban para siempre los florecientes años en época de Carlos III. El viajero valenciano Francisco Pérez Bayer, dentro de su manuscrito Diario del viaje desde Valencia a Andalucía y Portugal, se refiere a su visita a Nueva Tabarca y nos relata la penosa situación en la que se encontraban los tabarquinos hacia finales del siglo XVIII. Dice así : Corrimos muy en breve aquella nueva población y toda la isla, reducida hoy a sólo veinte familias tabarquinas de más de ochenta que fueron las de -111-


José Manuel Pérez Burgos

sus primeros pobladores o colonos. Nos causó gran compasión el estado de aquellas miserables gentes, faltas enteramente de agua, leña y de todo lo necesario para la vida humana. Sin pan, sin vino, y sin medios para adquirirlo, y aun teniéndolo, sin arbitrio para comprarlo, si no viene el barco de Alicante que diariamente los provee, y en ocasiones suele faltar o retardarse por los vientos contrarios, lo que si sucede se ven en grandes apuros, porque no hay repuestos... Nueva Tabarca encierra un notabilísimo patrimonio histórico, arqueológico, natural y etnográfico. Por eso recibe a miles de visitantes y está expuesto a los avatares que conlleva el crecimiento económico de los nuevos tiempos. Tenemos que velar por su conservación y divulgación, de forma paralela a los procesos de investigación multidisciplinar que se están llevando a cabo huyendo de utopías que solamente deben formar parte de su pasado. De esta forma podemos rendir un merecido homenaje a aquellas sacrificadas gentes, los tabarquinos, que arribaron a Nueva Tabarca aquel lejano invierno de 1770, y colaborar al mantenimiento de una joya patrimonial que las futuras generaciones merecen conocer y disfrutar.

NIÑO Diego Valverde Villena

Mt 18, 3 Has hecho de mí un niño con tus ojos. Un niño curioso que lo quiere saber todo de ti. Y así recorro tus ojos, tu boca, tus lunares, tu caminar de bailarina, tu cabello,

Isla de Nueva Tabarca Primavera de 2008

tu cuello y tu nariz y luego vuelvo, cansado del juego, transpirando, a abrevar de tus ojos y saciar en ellos mi sed de potrillo. Un niño atrevido, que se sube a toda silla para tocarlo todo; que ávido se lanza a lo que quiere desdeñando compostura y experiencia. Que no sabe cómo hacerse perdonar las travesuras, los ojos bajos en el suelo por vergüenza, con tristeza de haberte hecho enojar.

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Un niño inquieto, que gatea

autores

siguiendo el rastro a tu mirada, que juega con su pizarrín de letras pendiente de tu voz. Por tus ojos de niña ya soy otro: un niño indefenso, que alza el rostro esperando que lo tomes de la mano para cruzar por fin la calle extraña. Que te mira fijamente, como sólo mira un niño, imantado por tu luz; que sólo quiere tenderse en tu seno, acurrucado, amoldado a tu vientre, y seguir tu respiración, sincronizar los latidos hasta quedarnos dormidos, a la vez, juntos en un solo aliento.

Daniel Innerarity Profesor titular de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Autor, entre otros libros, de Ética de la hospitalidad (2001), La transformación de la política (2002), con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, La sociedad invisible (2004) y El nuevo espacio público (2006). José María Álvarez Poeta, novelista y traductor. Buena parte de su poesía se recoge en Museo de cera, libro que, desde 1970, ha ido aumentando en sucesivas ediciones. Con La lágrima de Ahab obtuvo el premio Loewe en 1998. Luis García Jambrina Profesor de Literatura en la Universidad de Salamanca, crítico y narrador. Ha publicado numerosos estudios sobre la Generación de 50 y, en particular, sobre Claudio Rodríguez. Sus relatos se encuentran reunidos en Oposiciones a la morgue y otros ajustes de cuentas (1995) y Muertos S.A. (2005). Santiago Fernández Mosquera Profesor titular de Literatura en la Universidad de Santiago de Compostela. Entre sus numerosas publicaciones dedicadas al Siglo de Oro, figuran La poesía amorosa de Quevedo (1999) y Quevedo: reescritura e intertextualidad (2005). Eloy Sánchez Rosillo Poeta, traductor y ensayista. Profesor de literatura española en la Universidad de Murcia. En 1978, obtuvo el premio Adonáis por su libro Maneras de estar solo. Entre sus títulos más recientes, figuran La vida (1996) y La certeza (2005). Paloma Pedrero Autora teatral. Premio Tirso de Molina 1987. Desde La llamada de Lauren (1984), ha llevado a los escenarios españoles e internacionales numerosas obras, entre las que destacan Invierno de luna alegre (1985), El color de agosto (1987), Noches de amor efímero (1989), Cachorros de negro mirar (1998), Magia café (2004) y Beso a beso (2005). Enrique Andrés Ruiz Poeta, ensayista y crítico de arte. Como poeta ha publicado Más valer (1994), El reino (1997), Estrella de la tarde (2000) y Con los vencejos (2004). Entre sus ensayos, destacan Vida de la pintura (2001) y Santa Lucía y los bueyes (2008). Santiago Miralles Novelista. Ha publicado La tierra ligera (2000), La fuente de Orfeo (2000), La ONG (2003), Dos mil Madrid cincuenta y cuatro (2004), La lengua de Dios (2005) y El círculo Leibniz (2006).

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Julio Martínez Mesanza Poeta. Ha publicado Europa (1983, 1986, 1998, 1990), Las trincheras (1996), Entre el muro y el foso (2007) y la antología Soy en mayo (2007). Juan Carlos Mestre Poeta, grabador y ensayista. Ha publicado los libros Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (premio Adonais 1985), La poesía ha caído en desgracia (premio Jaime Gil de Biedma 1992) y La tumba de Keats (Premio Jaén 1999). Carme Riera Escritora. Profesora de literatura en la Universidad de Barcelona. Premio Anagrama de ensayo por su libro La escuela de Barcelona (1988). Con Dins el darrer blau (1994) obtuvo el premio Joan Crexells y, con La meitat de l’ànima (2003), el Sant Jordi. En 2006, publicó L’estiu de l’anglès. Mohamed Doggui Catedrático de Lengua Española en la Facultad de Letras de la Universidad de La Manouba (Túnez). Ha publicado El verbo árabe y su equivalencia en español (1989), Chateaubriand y España (1992) y el poemario en español Entre Levante y Poniente (2006). Luis Junco Novelista. Ha publicado las novelas En algún lugar del océano sigue escondida América (1983), Barranco viejo (1986) y Una carta de santa Teresa (2005), y el libro de relatos El asesino de Adelfas y otros crímenes de provincias (1995). Juan Manuel Rodríguez Tobal Poeta y traductor. Autor de los poemarios Dentro del aire (1999), Ni sí ni no (2002) y Grillos (2003). Ha traducido a Safo, Teognis, Anacreonte, Cátulo y Ovidio. En El ala y la cigarra (2005), reúne sus traducciones de los poetas arcaicos griegos no épicos. José Manuel Pérez Burgos Historiador. Dirige el Museo de Nueva Tabarca de Alicante. Es autor de la monografía De Tabarka a Nueva Tabarca: una singular historia en un mar de comerciantes, piratas y soñadores (2007). Diego Valverde Villena Poeta y traductor. Ha publicado los poemarios El difícil ejercicio del olvido (1997), No olvides mi rostro (2001) y El espejo que lleva mi nombre escrito (2006), y traducido obras de Donne, Kipling. Éluard y Celan.

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