Sin Censura 2

Page 49

presentaba una feroz contienda, nosotros, las cuatro carabelas restantes, mejor equipadas, sumadas a la superioridad de nuestras fuerzas, sometimos al enemigo al caer la tarde, a las dieciocho horas aproximadamente. La nave, aunque con otras insignias, logré constatar que pertenecía a nuestra Armada, y temí inicialmente que hubiese sido incautada por los ingleses, pero comprobamos que era la misma carabela que meses antes había zarpado de la muy hidalga cuidad de Cartagena de Indias. Encontramos al mando de la nave al antes capitán de nuestra inexpugnable Armada, don Dionisio de Ochoa. Éste fue hecho prisionero con parte de la tripulación con la que había zarpado un año antes. Lo que aconteció en el puerto, a la llegada de

los prisioneros, fue conocido de primera mano por sus habitantes, y cada uno lo narró a su manera, como son los hechos cuando pasan a ser leyendas de amor. Estos han llegado hasta nuestros días en el siguiente relato: Cuando en levante se vieron aparecer las naves, toda la ciudad salió a su encuentro, conocedora de la noticia. Bajaron de una de las carabelas los prisioneros, diez en total, destacándose el capitán Dionisio de Ochoa. Entre los curiosos se encontraban las dos hermanas mirando al derrotado, que con las manos atadas a la espalda, contemplaba a doña Leonor con vergüenza, resignación y un pertinaz amor. En medio de sus lágrimas las vio avanzar. Las mujeres se acercaban. Él, inmóvil, las esperó. Toda la ciudad fue testigo de cómo doña Leonor se soltó del brazo de doña Clemencia, corrió hasta el prisionero, lo abrazó, de su corpiño sacó una daga, y mientras la hundía en el pecho del prisionero, una y otra vez, repetía: amor, amor, ya nunca te irás, amor. Le besó en los labios y lo abrazó contra su pecho mientras moría. 49


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.