De cuento en cuento Magnolia Hoyos

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con el muerto, y, en el revoltijo de la salida del féretro a su destino final, echar con disimulo un cabo de cirio al bolso. —Es con lo único que se blinda la ouija, nos lo dice y nos lo repite el gran ocultista Henoc en sus conferencias de los jueves —explica la aventajada alumna. Contra la suposición de los que conocieron las desavenencias con Iván, el esposo muerto hace dos años, más tres que agonizaron juntos en la trasnochada rivalidad de los sexos, éste fue el primer invitado que Dalita llamó a su ouija. Es lógico que al seguir, punto por punto, las disciplinas del ocultista, el debut tuviera el éxito que tuvo; aunque cuando el esposo la saludó con el añorado “Hola” casi se va a acompañarlo al sepulcro, y un grito que le salió desde los pies, despertó el amanecer y el vecindario. La tozudez de llamarlo a todas horas como lo hizo en vida afinó su predisposición esotérica y hoy, entre sus muchos contertulios, está el esposo a todas horas en primera fila. Rompió la primera entrevista conyugal haciéndole la pregunta cliché: —¿Cómo estás? –Muy triste sin ti. Te extraño mucho, mi amor —respondió él. Dalita estupefacta ante palabras que se extinguieron con la luna de miel, verificó si el que hablaba era Iván, el esposo, o algún metomentodo infiltrado, pero Iván corroboró su presencia al recordarle los buenos momentos del principio, lo mucho que reían juntos, las 53


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