Apocalipsis y lealtad. Culto, política y devoción en el libro de Apocalipsis, por J. Nelson Kraybill

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El culto es política

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haremos bien en empezar con la caricatura bestial del imperio en Apocalipsis 13, para servirnos de lo que aprendemos ahí para la comprensión del resto del libro. Hay traducciones de la Biblia que empiezan cada visión en particular del libro de Apocalipsis con algo así como «Entonces vi…» 12 Esa forma de traducir el griego no es del todo apropiada si se considera que las visiones de Juan empiezan con la palabra «y» (kai): «Y vi…» o «Y miré…» Juan presenta sus visiones individuales sin indicar necesariamente que hubiera una relación estrictamente secuencial entre ellas. Cuando estamos intentando entender el contexto histórico y político del Apocalipsis, podemos abordar las diferentes partes del libro en cualquier orden que nos resulte útil para su comprensión dos mil años después. Hay, sin embargo, una trayectoria teológica que sigue el Apocalipsis, para culminar con la nueva Jerusalén, un símbolo de salvación para el mundo. El libro empieza con una visión de Jesús, sigue un camino largo a través de bestias y plagas, y culmina con un atisbo de la creación restaurada. Debemos tener siempre en mente ese final —la nueva Jerusalén— cuando crucemos los valles tenebrosos de sufrimiento y de caos.

El Apocalipsis es arte y es poesía Al principio de nuestra Biblia, Génesis describe el aurora de la creación. Al finalizar el canon, el Apocalipsis se fija en el final de los tiempos —y la aurora de un nuevo día—. Con símbolo y poesía, el principio y al final de la Biblia declaran la confesión de que Dios es soberano. Estos libros nos cuentan más acerca de quién es el Señor, que acerca de cómo es que el cosmos empieza o termina. Guían a sus lectores a una forma de vivir fielmente en el presente, hablando verdades en un lenguaje que tiene más de metáfora que de ciencia. Cuando el Apocalipsis describe una bestia voraz que surge de la mar, o la nueva Jerusalén que desciende del cielo, esas imágenes evocadoras deben abrir nuestros ojos para ver la realidad del mal estructural en el mundo, junto con la certeza de que Dios restaurará a su creación caída. Lo que dice Juan es cierto, pero no literalmente. No corresponde pedir que un astrónomo escudriñe los cielos para descubrir una ciudad que se precipita hacia la tierra, ni que un biólogo determine el género y la especie de la bestia. Podríamos concebir el Apocalipsis como una galería de arte, llena de cuadros a todo color, numerados y expuestos en el orden que el artista haya querido 12

En puntos como Ap 5,1; 6,1; 10,1.


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