La autoridad de la Palabra en la Iglesia, por Dionisio Byler

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LA AUTORIDAD DE LA PALABRA EN LA IGLESIA

5. TEXTOS «ABIERTOS» Y TEXTOS «CERRADOS» Hay formas de comunicación más «abiertas» que otras, que resultan por contraste más «cerradas». ¿Qué queremos decir con esto? Comparemos por ejemplo una guía telefónica y un horóscopo de revista de ocio. La guía telefónica resultaría fundamentalmente «cerrada»: tiene un único significado posible; el horóscopo resultaría fundamentalmente «abierto»: puede significar cualquier cosa hasta el límite de la credulidad y superstición de quien lo lea. Con el ejemplo de la guía telefónica en mente, diríamos que es posible escribir de tal manera que el lector se vea prácticamente obligado a «entender» lo que predetermina el autor. Ahora bien, los escritos cerrados adolecen de dos problemas importantes. En primer lugar, suelen resultar horriblemente aburridos. Esto es así precisamente porque prescinden de la imaginación del lector y por tanto de su participación activa en la creación de su significado. El lector no aporta nada al sentido del texto y por tanto pierde interés en cuanto ha hallado —en el ejemplo entre manos— el teléfono que buscaba. Bien es cierto que el interés puede mantenerse un rato más en caso de que el lector sí necesite aportar algo de su propio conocimiento para interpretar correctamente lo que lee: Si alguien busca el teléfono de J.M. Gómez se encuentra con que, como hay un buen número de J.M. Gómez, necesita saber su segundo apellido o su dirección; probablemente las dos cosas: conseguir la información deseada de repente se vuelve más complicado y a la vez más entretenido o interesante, precisamente por el elemento personal que en este caso ha de aportar el lector. El segundo problema de que adolecen los escritos cerrados, es que caducan muy rápidamente. Cuanto más cerrado, más rápidamente caduca. Una guía telefónica empieza a quedar desfasada desde el día que la mandan a la imprenta. Cuando llega a nuestras casas ya tiene números equivocados. Al cabo de dos años nos la renuevan por inservible. Un texto cerrado está inevitablemente destinado entonces a


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