Copia de halloween en el guadalquivir sin foto

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HALLOWEEN EN LA BIBLIOTECA Eran las dos de la tarde. Los alumnos de 5º del colegio Guadalquivir caminaban por el patio hacia la puerta de salida. Aquel día se celebraría la noche de Hallowen, así que iban muy animados hablando sobre eso. —Yo esta tarde me disfrazo para salir por mi barrio con mi hermana y mis primos, ¿Y tú? —dijo Claudia. —¡Qué va, a mí no me gustan esas cosas! —contestó Nuria— Ya te lo dije cuando estábamos haciendo el Castillo del Horror para adornar la biblioteca. —Pues a mí todo lo contrario. Me he leído casi todos los libros de la biblioteca que tratan de momias, vampiros...¡me encanta pasar miedo!— contestó Claudia. —¡A mí no me asustan esas tonterías! Al que le gustan las cosas de miedo es a mi hermano, así que la careta que hemos hecho con la teatcher voy a regalar a él. ¡Me ha salido terrorífica! —dijo Nuria. —¡A ver, enséñamela! Nuria se puso a mirar en la maleta, hasta que dijo: —¡Anda, me la he dejado arriba en la clase! ¿Me acompañas? —Vale, pero vamos de prisa, que si no cierra Tete la cancela y tenemos que dar toda la vuelta. Las dos volvieron atrás y subieron la escalera. Arriba todo estaba solitario y en silencio. Entraron en la clase y Nuria cogió la careta. Al salir al pasillo dijo: —¡Qué oscuro se ha puesto todo de pronto! Bajaron de prisa, y al querer salir al patio se encontraron con la puerta cerrada con llave. —¡Qué raro, tú! Si hace un momento estaba abierta, y todavía quedaban clases por salir... —Vamos a salir por la dirección.


Llegaron al vestíbulo. No había nadie, ni maestros ni alumnos, y, lo que es peor, la puerta de salida estaba cerrada. Las dos se miraron muy preocupadas, pero todavía se preocuparon más cuando recorrieron el colegio entero. ¡Todas las puertas de salida estaban cerradas, y no había absolutamente nadie! Para colmo, el colegio se iba oscureciendo por momentos, ¡y la luz no funcionaba! Probaron a subir las persianas, pero nada, parecía que cada una pesaba mil kilos. —O...oye —dijo Nuria agarrándose al brazo de Claudia—, ¿co...cómo vamos a salir de aquí? —No te preocupes, mujer, en nuestras casa ya se estarán preguntando que por qué no hemos llegado ya hace más de media hora, así que ya pronto vendrán a buscarnos—intentó tranquilizarla Claudia. —Yo no...no lo creo. Ahora mismo he oído las campanadas del reloj de la iglesia, y...acaba de dar las dos en punto¡Y eso que hace ya más de media hora que acabaron las clases!—chilló Nuria,. Entonces contestó Claudia en el mismo tono: —¿Quieres decir que se ha parado el tiempo para todo el mundo, menos para nosotras, y que por eso nadie nos echará en falta en nuestras casas? —Pue...puede ser que el tiempo se haya detenido ahí afuera, pe...pero aquí corre muy deprisa. ¡Ya ca...casi es de noche! ¡No se ve apenas na...nada! En ese momento se oyó una voz que no se sabía de donde venía, susurrando: —¡Hasta las doce en punto de la noche! ¡Esperaré hasta las doce en punto!¡Auuuuuuuuuuuuu! Las dos amigas se volvieron hacia donde había salido la voz, pero sólo alcanzaron a ver el brillo de unos ojos amarillos envueltos en una sombra peluda que se alejaba. —Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh!—gritaron los dos al unísono.


Después se agarraron una a la otra e intentaron echar a correr, pero como no se veía nada, a cada momento tropezaban una con otra y se caían, se levantaban, y se volvían a caer. Al poco rato lograron tranquilizarse y Claudia dijo: —Agárrate a mí, Nuria, he podido ponerme de pie agarrándome a esta especie de sábana que cuelga de... ´—¡Uuuuuuhhhhhhh!—se oyó entre chirriar de cadenas— ¡A las doce lamentaréis haberme hecho este roto en mi vestidura! —¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!—gritaron A y B, sin darse cuenta de que ya habían dicho lo mismo hacía un momento. Y otra vez trataron de huir, tropezándose, cayendo y levantándose, hasta que esta vez fue Claudia la que dijo: —Así no iremos a ninguna parte. Mantengamos la calma. Sabemos que los monstruos en realidad no existen, así que todo esto sólo puede ser producto de nuestra imaginación. —¡Je, je, je!¿Estás segura de eso, muchacha?—chilló una voz murcielagosa desde arriba—¡A las doce en punto comprobaréis si somos reales o no! Como estaba tan oscuro, no podían ver con claridad, pero los dos oyeron el batir de unas alas membranosas y creyeron entrever una mancha aún más negra que la oscuridad allá arriba. —¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!— volvieron a gritar, sin hacer caso de lo que siempre les decían los maestros en Lengua, que no se debe repetir las mismas palabras cuando se compone un texto. —¿Qué es esto, Nuria?—preguntó Claudia, casi llorando. —No lo sé, lo único que sé es que... !tenemos que salir de aquí antes de que den las doce de las noche! —Ya, pero...¿por dónde? ¡No se ve nada! Pero de pronto Claudia dijo: —¡Allí hay una luz, vamos!—Y echó a correr hacia ella sin esperar a Nuria.


Esta salió corriendo unos pasos detrás de ella, perseguida por una docena de criaturas maléficas, como esqueletos que brillaban en la oscuridad, calabazas con patas, arañas y otros monstruos por el estilo. Resultó que la luz salía de la biblioteca, que estaba abierta, pero a pesar de todo el miedo que traía Claudia no se atrevió a entrar, porque la puerta se había convertido en una boca gigantesca de la que salían dos enormes colmillos chorreantes de algo rojo que amenazaban con clavársele si se le ocurría entrar.

Entonces llegó corriendo Nuria, que había logrado escapar de los malignos personajes, y sin dar tiempo a nada, empujó a Claudia, y las dos cayeron dentro de la biblioteca, al tiempo que detrás de ellos los colmillos se cerraban en un mordisco al aire.


—¡Uff!—dijo Claudia mientras echaba el pestillo a la puerta—¡de buena nos hemos librado! —Yo...yo no estaría tan...tan segura, Claudia. Mi..mira, a...ahí hay una lámpara encendida, con pi...piernas y brazos, o...ojos y boca, que pa...parece que quiere decirnos algo! —¿Qué?¡Pero si es la mascota de la biblioteca! ¿Qué tal, Alumbrina? ¿Puedes ayudarnos a salir de aquí?—imploró Claudia. —¡Hola, chicas! —contestó la iluminada mascota— Así que erais vosotras las que andabais corriendo y gimiendo por ahí! Al oíros, pensé que algún alumno se había quedado encerrado en colegio, por eso encendí mi luz y abrí la puerta, para atraeros hasta aquí. ¡Y ahora veo que sois precisamente las autoras del precioso y terrorífico castillo que ha merecido el premio por ser el primer trabajo presentado!

Pero, decidme, ¿porqué estáis tan asustadas? ¿qué está pasando ahí afuera?


Las chicas le contaron a Alumbrina todo lo que había ocurrido, cómo se habían encontrado encerradas, cómo el colegio se había quedado desierto de pronto, con las puertas y persianas bloqueadas y una oscuridad creciente, y cómo habían tenido que salir huyendo de todo tipo de personajes terroríficos que ellas habían creído hasta entonces que sólo existían en los libros. —¿Personajes de los libros?—dijo Alumbrina extrañada—No puede ser, aunque se hubiera escapado alguno mientras estuvo la luz de la biblioteca apagada, todos hubieran vuelto a sus libros en cuanto encendí mi luz, igual que hacen todas las noches. —¿Cómooo?—dijeron las dos a la vez—¿quieres decir que los personajes...? —Claro, hijas, hasta los niños de infantil lo saben! De noche, los personajes de los cuentos y novelas cobran vida y salen de los libros para hablar unos con otros y tener sus propias aventuras, pero eso sólo puede ocurrir cuando la oscuridad es completa. Cuando quiero que regresen a sus libros, me enciendo y enseguida están otra vez entre sus páginas.— contestó la lámpara sonriendo— ¡Si supierais que buenos ratos pasamos! Aún recuerdo la noche en que el Gato con Botas se subió al tejado del vestíbulo y tuvieron que ir los bomberos de un cuento de infantil a rescatarlo. ¿Y la vez que Kika superbruja se peleó con las Witch porque a todas les gustaba Percy Jakson? ¿Y cuando... —Todo eso está muy bien, Alumbrina, pero si no logramos salir de aquí antes de que den las doce, esos monstruos de los libros no sé que nos harán... —Os he dicho que no pueden ser los protagonistas de los libros los que os han atacado, ya que mi luz lleva encendida desde que os oí subir las escaleras, y, por lo que me habéis contado, os atacaron después— repuso Alumbrina. —Pues si los monstruos no son reales y no son los personajes de los libros, ¿qué otras cosas pueden ser? — dijo Claudia —¡Lo tengo! ¡Son los personajes de los dibujos que hemos hecho para ambientar la biblioteca!


— Es verdad! El primer monstruo que nos atacó se parecía al licántropo que dibujó Sergio ! — Sí—dijo Nuria—¡Y ojalá no lo hubiera dibujado tan terrorífico y real! — ¡Y el fantasma puede haber sido uno de los que hicieron Sergio, Nora, Andrea, Alejandra, Julia o Adrián!—dijo Claudia — ¡Y los colmillos de la puerta son los que han hecho los de 5ºB! Entonces vieron clarísimo que todos los seres que les habían atacado eran los mismos que ellos y sus compañeros habían dibujado o fabricado: los carteles de Blanca,Trini, Rocío, Azahara, Dani, Ayelén, María Paula, Alba, Javier. Alizón, Mario,Lucia, Nerea, Eva... —¿Y hemos pasado tanto miedo por unos simples dibujos y manualidades? ¡Vamos, anda, ahora mismo salimos y se van a enterar esos papelotes! —Sí, ahora que sabemos que son seres imaginarios, seguramente ya no se aparecerán ante nosotros. Nos tenemos que ir ya, Alumbrina, porque pronto darán las doce aquí adentro, ¡y nunca se sabe!. ¡Por cierto, que está muy bonita la biblioteca con el castillo que ha hecho Carlos en cartón, y el de Jaime en goma Eva. Se fueron muy valientes a la puerta, pero al abrirla se encontraron que los colmillos gigantes no paraban de abrirse y cerrarse, y en el pasillo estaban todos los monstruos imaginables: calabazas malignas, vampiros, fantasmas, murciélagos, esqueletos...en fin, todos los personajes que habían creado , todos aullando y gimiendo, chirriando los dientes y amenazando con susmanos, sus patas, o lo que tuviera cada uno. Cuando Claudia y Nuria vieron esto, cerraron corriendo la puerta, muertas de miedo otra vez. Pero Alumbrina les dijo que no se preocuparan, que ella les acompañaría todo el camino, y con su luz todos los monstruos se espantarían, lo único que hacía falta es que supieran ellas cómo encender su luz, ya que fuera de la biblioteca su magia no funcionaba. Claudia dijo que ella sabía lo que tenía que hacer. Así que las dos le dieron la mano a Alumbrina, y al salir por la puerta, la luz de la mascota se apagó, pero en seguida Claudia dijo:


“Si quieres leer un cuento o una rima enciende la luz de Alumbrina” E inmediatamente su luz se encendió, todos los monstruos desaparecieron, volvió la luz natural y todas las puertas del colegio, por fin, se abrieron. Claudia corrió hasta la cancela, donde estaban todos los compañeros esperándolas, y se puso a contarles todo lo que les había pasado, pero ellos no se lo creyeron, porque en realidad sólo habían pasado dos minutos desde que habían salido del colegio. ¿Y Nuria? Pues Nuria se había retrasado un poco hablando con Alumbrina, seguramente de libros, pero al fin se despidieron, y lo último que se le oyó decir fue: —Muchas gracias, Alumbrina. Y, por cierto, ¡estás muy guapa con el sombrero de bruja que ha hecho Andrea!


...Y naranja, negro y morado este terrorĂ­fico cuento se ha acabado.

Dedicado a todos los alumnos de5Âş que han colaborado en la ambientaciĂłn dela biblioteca.



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