GAME 16 - Galayos

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En Lynyrd Skynyrd.

En libre desde los ochenta

Autor: José Isidro Gordito.

En la década siguiente, la de los ochenta, verdaderamente revolucionaria en lo que toca a la escalada, el alpinismo y el himalayismo, conviven dos corrientes en los predios guisanderos. De un lado, se liberan los grandes itinerarios que exigían estribos. De otro, siguen abriéndose rutas, más duras y con un estilo diferente, a veces más limpio y en otras ocasiones haciendo su aparición el espit. No sólo cambia el material sustancialmente en estos años, sino que simultáneamente se modifica la ética, la posición ante la pared. Se abandona la bota dura, bávaros, maza y clavos por pies de gato, pantalones de pintor y fisureros. Los primeros friends aparecidos en España se llaman y no de modo gratuito Amigos del Galayar: de vástago rígido, los fabricaba la firma Calma. Con estos materiales, se intenta que el seguro pase a ser “seguro”, y no punto de progresión. Por la conformación de su roca, Galayos es un laboratorio ideal para estas nuevas reglas de juego. Los principales protagonistas, a veces juntos y en otras ocasiones por separado, son Manuel Martínez Musgaño y Francisco Aguado. Por su lado, Juan Lupión reconoce haber realizado “la mayor parte de los itinerarios reflejados” en su guía, lo que índica loable entrega y constancia. El medio de transporte más común para la gente de Madrid, aparte del utilitario los más afortunados lleno a reventar, era el autobús de Goyo, así llamado por su chófer, que salía de las proximidades de la Estación del Norte: momentos inolvidables... Así que, de un lado, continúa la exploración de los itinerarios que restan vírgenes, principalmente por Santiago Hernández, Aguado y, tomándole el relevo, Gabriel Martín. De otro, Musgaño libera o fuerza la mayoría de las pitonadas clásicas; en alguna deja algún punto de apoyo, pero pocas se le escapan. Es la época en que más de uno escala en solitario la Malagón para destrepar la Oeste a continuación, por ejemplo. Los encadenamientos de rutas y los empalmes de cresterías se suceden a tutiplén. Al mismo tiempo, los ojos ávidos de nuevos itinerarios se fijan en las Berroqueras, convirtiéndose en piedra de toque la espectacular aunque corta Peña del Águila.

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Al mismo tiempo, se despitonan y se quitan los tacos podridos de numerosos itinerarios; nadie vaya a creer que, al abrirlas, muchas de las clásicas se dejaban tan limpias como están ahora. El friend es en buena parte responsable. No hay más que consultar las reseñas originales, y comprobar que acaso se dejaban una docena de clavos donde ahora no queda nada y se escalaba muchísimo IV+/A0, nada de 6b o cosa parecida. Ésos eran el equipamiento y el estilo originales; venga esta puntilla para avivar más la eterna polémica sobre el equipamiento. Con Macario cincuentón, el refugio sufre cierto abandono hasta que Santiago Hernández recoge la guardería, aunque sólo durante 1981. A su marcha, el Victory no pasa su mejor momento y entonces tomarán las riendas Carlos Arroyo Coli y, prácticamente en solitario este último periodo, José María Alonso El Majara. De entre todos los protagonistas que han aportado sus esfuerzos e ilusiones en estas paredes, puede señalarse asimismo a Gabi Martín como introductor de una mentalidad –seguros en reuniones y espits o parabolts en placas– que, salvo en los últimos años, se ha restringido prácticamente a la Punta Mónica y torres vecinas como Punta del Pilar o Torre Gregoria, es decir, al “barrio de abajo”. Por su parte, Tino Núñez comparte el calificativo de “sacrílego” –como lo llaman sus amigos Pablo Aguado y David Gómez– por similar motivo; el exponente fundamental es Movimientos en mi nevera, en la María Luisa. Para terminar, un brindis a los amantes de los datos: los aperturistas más activos son Gabriel Martín y Paco Aguado, con casi cuarenta itinerarios cada uno (Gabi sigue activo), seguidos de Juan Lupión, Salvador Rivas, Tino Núñez, Pedro Acuña, Javier Mayayo, Antonio Flores y Antonio Pérez Ayuso, según recuento de Arroyo y el propio Tino. Tras estas líneas sólo resta salir a escalar algunas de las maravillas que encierra el valle del río Pelayos. Una admonición final, no nos pase lo que canta la coplilla recogida por Juan Andrés Feliú: “El turista don Fernando / a la sierra subió un día. / ¡Por Guisando! / Que mirando por aquí, / que mirando por allá... / ¡bajó con la pata ‘torcía’!”


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