GAME17(76).e$S:Freney
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Tacul años 80 La década de los ochenta fue un momento clave para el alpinismo español, y el Mont Blanc du Tacul no permaneció ajeno en el proceso de descubrimiento y posterior popularización de las grandes goulottes de altitud. Antonio José Herrera, Félix de Pablos, Manolo Martínez, José Carlos Tamayo, Javier Alonso y Paco Aguado constituyeron la punta de lanza que forzaba los límites hispanos no sólo en el “satélite” del Mont Blanc. Pasos de gigantes que pondrían el listón muy alto para las generaciones posteriores. Con el relato que sigue a continuación, Aguado nos ayuda a mantener vivas aquellas aventuras. Cuando rememoro mis experiencias en el Mont Blanc du Tacul, en esos intensos años ochenta que me tocó vivir, me viene siempre a la mente con esa luz propia que le caracteriza, sus líneas blancas de hielo destellando entre espinas de roca.
netas y preparar algo de comida o bebida caliente en el hornillo. En ocasiones con agua que salía de las cisternas de los retretes, sin advertir que se trataba de agua reciclada. No daba para escalar, pero experimentabas interesantes diarreas. Jesús Gálvez se congelaba los dedos en su primera salida a la alta montaña, y el Musgaño le laceraba implacablemente llamándole Findus. Georges Bettembourg corría por el Valle Blanco con un ramo de Flores en la mano para la guardesa de los Cósmicos, el día antes de abrir una vía con Félix de Pablos. ¡Llámala Calvetembourg! le gritábamos socarronamente a Félix, quien era notoriamente calvo.
Fueron años en los que los alpinistas españoles afianzamos nuestro hueco en el macizo del Mont Blanc, encarando sin complejos actividades a la altura de las que realizaban alpinistas de otros países. Fueron años de gente joven y descarada, salida de barrios y familias obreras, que suplían la falta de recursos económicos con una enorme dosis de ingenio, vestidos con un equipamiento y material que dejaba mucho que desear, lleno de parches y apaños. Éramos los pordioseros del deporte. La primera dificultad a salvar era el coste del teleférico de l’Aiguille de Midi. ¡Guide de la España! insistíamos a las taquilleras exhibiéndoles la tarjeta de la Paco Aguado sobre el hielo de Noruega Foto: JQP Federación. A veces colaba. Dinero para refugio no había, así que nos tocaba esperar pacientemente por los corredores de la estación del teleférico hasta la hora propicia para escalar, ya de madrugada. Cualquier rincón era bueno para sentarnos sobre nuestras colcho-
Javo y Tamayo se curraban el Supercouloir. El Musgaño, Antonio Herrera y yo le dábamos el primer mordisco español a la Goulotte Chèré y la Gabarrou Albinoni. El Capucin era historia, los “pilares” también. Oír a una cordada en cualquiera de las rutas del Tacul gritando ¡asegura! o ¡recupera! dejó de ser un hecho excepcional para convertirse en algo habitual. Y en todos nosotros, en la bajada de vuelta al teleférico, por esa media ladera asomada al valle de Chamonix, esa sensación de haber realizado magia. Paco Aguado
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