Revista de la Academia. Número 15

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Marcos Aguirre

de espíritu, no hurtaré nada pleno de valor. Pero los trapos, la basura: a ellos no los quiero describir, sino mostrarlos” (Benjamin, 1991b: 1030).24 Más atrás mencionábamos el rechazo que la ausencia de mediación teórica provocó en la crítica de T. W. Adorno al Baudelaire de Benjamin. Pues bien, este es precisamente el punto en el que la crítica se inserta: el principio del montaje. Recordemos los puntos centrales de esa crítica. Ella se desarrolla a propósito de la recepción del esperado texto sobre Baudelaire –todo el Institut für Sozialforschung lo esperaba con impaciencia, luego de que el largo tira y afloja sobre si Benjamin debía dedicarse a una crítica en profundidad del concepto de imagen arcaica de Jung o al proyecto del Baudelaire se decidiera finalmente en favor de este último25–. En la carta26, Adorno le critica a Benjamin que el Baudelaire proceda de un modo demasiado inmediato. En el texto se impondría una tendencia a relacionar “los contenidos pragmáticos de Baudelaire inmediatamente con rasgos emparentados a la historia social de su tiempo y, por cierto, en lo posible con aquellos de tipo económico”. Benjamin, según Adorno, instala metáforas allí donde habría sido preciso aplicarse a las afirmaciones teóricas. Y esto sobre todo se aplicaría “al passus sobre la transformación de la ciudad en interior para el flaneur”, donde “una de las más potentes concepciones de su trabajo es presentada como un mero Como si”. En el fondo, Adorno le critica a Benjamin poner en obra una concepción materialista vulgar: “considero metodológicamente desafortunado darle un giro “materialista” a algunos rasgos manifiestos de la supraestructura poniéndolos en relación, de manera no mediada e incluso simplemente “causal” con rasgos correspondientes de la infraestructura”. Por el contrario, “La determinación materialista de caracteres culturales sólo es posible”, puntualiza enseguida, “mediada por el proceso total”. Algo más adelante especifica lo que entiende por mediación: “La “mediación” que echo de menos, (...) no es otra cosa que... la teoría que su trabajo deja afuera. Dejar fuera la teoría influye en la empiria. Le confiere, por una parte, un carácter engañosamente épico y, por otra, priva a los fenómenos, como si fueran experimentados de modo puramente subjetivo, de su peso auténticamente histórico-filosófico.” Adorno apunta a una dificultad teórica de la teología desde la perspectiva de la teoría crítica: “También se puede expresar así: el motivo teológico de llamar a las cosas por su nombre, se transforma tendencialmente en la representación sorprendente de la mera facticidad.” (Benjamin, 1978c: 1096). Dicho drásticamente, prosigue Adorno, “el trabajo se sitúa en el cruce de magia y positivismo. Este lugar está embrujado. Sólo la teoría podría romper la fascinación: la suya propia, implacable, buena teoría especulativa”.

24

Sería interesante comparar esta dialéctica entre decir y mostrar en la obra benjaminiana con el tratamiento que de ella hace Wittgenstein, tanto en el Tractatus logico-philosophicus como en las Investigaciones Filosóficas. Para Wittgenstein esta diferencia es crucial en su filosofía. Representa, es más, uno de los más importantes elementos de continuidad entre el “primer” y el “segundo” Wittgenstein.

25

Sobre las relaciones de Benjamin con el Institut en este período es útil leer las cartas intercambiadas entre 1937 y 1938. Cf. W. Benjamin, 1991b: 1147 ss.

26

La carta está reproducida en Benjamin, 1978c: 1093 ss.


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