El adentro, el afuera

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HECTOR RIO / ROSARIO

El adentro, el afuera Héctor Rio / Rosario


“Y desde allí ver pasar todas las cosas Sin entrar ni salir” Roberto Juarroz VELADO, REVELADO, REBELADO Ante todo es un problema del acento. Ninguna pequeñez, toda una elección el título de este catálogo, muestra, trabajos de amor y de mirada: EL ADENTRO, EL AFUERA. Con solo poner él adentro, él afuera dejarían de ser ámbitos, lugares, metáforas de lo humano, para retratar al mismo fotógrafo en su transitar. ¿Pero adentro y afuera de qué? De la cárcel del hombre, como cazador oculto, de la cámara que revela, se rebela y vela todo signo de énfasis para que la dignidad humana encuentre su sombra, su pedazo de luz, su cuerpo en el colchón, su percha sin ropa ni ropero, inútil, en una pared también inútil? Presentado el fotógrafo busco al entrañable Héctor Rio y su camino reiterado hacia la cárcel, sus personajes, que se repiten en historias interrumpidas por la sombra, la quietud, el movimiento de la foto para que lo dramático sea más dramático por ser liviano, por enturbiar la mirada y proteger al que se expone del dolor, y sobre todo, de cualquier piedad en oferta y cualquier identificación desgarradora. Y esto sucede todo el tiempo, porque el “mirador” busca en la cárcel otra cosa. Ni prontuarios, ni juicios, ni siquiera vínculos con los demás, con los que no están, estando. Dice otra cosa que lo que dice, algo más amplio que atraviesa lo social, se hunde en el detalle, la parte por el todo, para que el poema visual hiera su luz en la grieta de lo humano, se amplifique, creando ambigüedad. Y por supuesto, la fotografía lo ayuda, pero él lleva en su historia el suceso del reportero gráfico, la insistente terquedad de hacer memoria de la ausencia, tan luego con las formas, con la luz, con los cuerpos presentes. Tan luego en el país donde chorrea el agujero de la espera, del tango que no vuelve, las flores sin destino. ¿Entonces qué es el encierro, qué es el afuera y el adentro? Hay que trabajar mucho para encontrar esa sutileza, una cárcel casi sin rejas, telas que no son banderas, dividen noches, intimidades, telones del que hace marchar su juventud con la libertad en la gorrita. Blanco y negro, foto cortada, ventanas, puertas sacadas de lugar, puertas abiertas, ventanas sin vidrios ni marcos, como pozos del mirar o pasos del ocurrir, hombres que dialogan con su sombra, marcas que son tatuajes de una piel gastada, corroída, árboles secos, puro invierno en camiseta, bellos rostros humanos, seres que parecen proteger al mate, la comida, a los demás; personas que hicieron una casa en donde están e inventan comunidades donde pueden. Piel cetrina, ojos intensos, sensualidades masculinas en flor que no logran tapar la veladura, ni el recorte, ni el respeto de no ser. Hay una manera en que el fotógrafo enfrenta a las personas que se parece al retrato del recato, al roce de


la ternura de una verdad tan feroz como poética. Y también está todo lo no dicho que es también, adentro y afuera y el silencio, la inmovilidad que tienen las cosas sin los cuerpos. Las fotos, la mochila colgada del que viaja en la celda, el ladrillo visto mal pintado de cal, tránsito que se duerme, se aquieta, se sutura el tiempo, se para el reloj y la vida misma, porque la foto nació para ignorar la muerte, al menos la otra muerte, la de los cuerpos desvanecidos . Rara profesión, apasionante, mirar por una cámara, callar, esperar darnos paz al que se muestra y lo mostrado; correr y palpitar por dentro porque apareció el momento, porque lo mostrado es más de lo que se muestra, o la otra cosa también, la foto, de la foto, de la foto, de la foto en la pared de alguien tan amado, como para atravesar cámara, tras cámara y terminar descolorido junto al dentífrico, vivo, palpitante, en un afuera idealizado como los senos de un almanaque de gomería. Piletas en secuencia que pueden ser de manicomios, baños de monjas represoras, orfanatos del siglo XIX, cárceles de hoy que dicen ropa, platos, y podríamos seguir: dicen trato, paso, copa, popa, harto, llanto, canto; y en secuencia, desordenada secuencia, las camas y las mesas y Canal Luz para que la fe los acompañe. Qué palabra la luz para el afuera, el adentro, el aún, el todavía, la muerte en vida, la vida en vías de ser vida, la foto del fotógrafo, el ritmo del tiempo, emerger de la sombra como humano, mostrar hombre dormido, manta olvidada, pájaro perdido, paisaje que no está, tiempo muerto, pausa, inercia, cortina, siempre cortina, que no alcanza a separar el desamparo del abrigo, de la pasión, de la aventura. El fotógrafo expone, que no es lo mismo que mostrar. Usa toda su experiencia con la ausencia para que el colchón abandonado sea cuerpo y la pileta mar siniestro. Deja un pedazo de lo que llaman realidad y entra en la paradoja de mostrarla y diluirla; desplazarla para que venga el poeta que hay en él y le diga que la foto es la foto, que de inmediato tiende a descartar su fuente para ser libre, lírica, más humana. Revisando encontré unas pocas rejas y mucho encierro. Muchos hombres enfrentados a la tiniebla y la pobreza, movimiento que no se detiene aunque se atrape el minuto, y un talento sutil para estar tan adentro, quedándose afuera del prejuicio, adentro del lenguaje, haciendo estallar el periodismo para que nazca la metáfora. Actos de amor que son miradas, saberes de la ideología y compromiso que no necesitan proclamarse; se quedan en los rostros y las telas, historias detenidas y espacios atiborrados de cosas cotidianas, escondida la víctima y el victimario. Nada de neutro, sin embargo. Afuera los ojos del fotógrafo, río de mundo que se mueve; adentro paciencia y corazón acelerado hasta que la cámara comprende el secreto de las cosas, los signos en los cuerpos, la lenta y dolorosa soledad de los espacios. Con amor y respeto, Chiqui González Septiembre de 2014


El adentro, el afuera


Nació en Casilda, Santa Fe, en 1974. Vive y trabaja en la ciudad de Rosario. Desde 1999 se desempeña como reportero gráfico para diferentes medios. Realizó talleres con Adriana Lestido y Julian Germain, entre otros. En 2004 recibió una beca del Fondo Nacional de las Artes para la publicación del libro “El otro fútbol”. En 2010 fue seleccionado por el AECID para el proyecto colectivo “TuttiFrutti”. En 2013 la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano lo escogió para participar de un taller de fotografía documental con Stephen Ferry. Paralelamente a su trabajo profesional y atento a sus inquietudes, desarrolla proyectos documentales, sin premura, en calma. Es papá de Julia. Héctor Rio / Rosario


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http:// www.hectorrio.com


Consulta y envíos de trabajos: bexbariloche@gmail.com - http://www.bexmagazine.com BARILOCHE / PATAGONIA / ARGENTINA Abriendo espacios a la fotografía latinoamericana


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