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¡Vamos al cole! “Nunca olvidaré la cara de mi hija cuando fui a buscarla a la salida de su primer día de colegio. Llegué a la una en punto, pero la mayor parte de las madres de su clase lo habían hecho a menos diez. Chantal estaba sentada en un rincón, completamente aterrorizada”.

Cuanto más tarde, mejor Con el argumento de “los niños necesitan estar con niños”, hasta hace bien poco muchos maestros animaban a los adoptantes a llevar a sus hijos a la guardería o el colegio tan pronto como fuera posible. Hoy, sin embargo, existe un alto consenso en sentido contrario: cuanto más tiempo hayan tenido para vincularse con sus nuevos padres, mayores serán las probabilidades de éxito en su vida escolar. No siempre las circunstancias familiares lo permiten pero, independientemente de la edad, sería deseable retrasar la escolarización más allá de las doce semanas de la baja laboral. Algunos padres pueden preocuparse pensando que postergar la incorporación a las aulas aumentará el desfase 41

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inicial de conocimientos y habilidades. Sin embargo, como cualquier educador sabe, la capacidad de afrontar los retos escolares de forma positiva depende, sobre todo, de la seguridad emocional del alumno. Los niños que se saben queridos y se sienten seguros disfrutan aprendiendo. En cambio, quienes se sienten vulnerables e inseguros no pueden ver “lo nuevo” como algo interesante y les cuesta concentrarse en las tareas. La inquietud y el miedo son más fuertes que la curiosidad. La inmensa mayoría de los niños provenientes de la adopción internacional tienen menos de cinco años cuando ésta se produce, por lo que la familia no está obligada a escolarizarlos. (Recordemos que la escolarización obligatoria comienza a los seis años porque se considera que, antes de esa edad, los niños pueden aprender todo lo necesario con los suyos). Para los que llegan a una edad en la que ya deberían haber iniciado la primaria, la prioridad debería ser igualmente la vinculación con la familia.

Más fácil pasito a pasito Una vez decidida la fecha en que se producirá la incorporación al colegio, es conveniente establecer un período de acercamiento previo y de transición. Un enfoque flexible que tenga en cuenta sus necesidades emocionales será clave para ayudar y acompañar al niño en el inicio de su vida escolar. He aquí una lista de recomendaciones: 42

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- Preparar al niño, anticipándole lo que va a suceder y cómo van a ser sus rutinas a partir de ahora. Para grandes y pequeños, enfrentarnos a lo desconocido es más fácil cuando sabemos a priori lo que va a pasar. Comprobar que las situaciones se suceden conforme a lo que estaba previsto disminuye la sensación de estrés que produce todo cambio. Cuanto más consistentes y estructuradas sean sus rutinas, más fácil será para el niño asimilarlo. - Permitir a los niños conocer el colegio y las personas que los tendrán a su cargo en presencia de sus padres. Descubrir el entorno y entablar nuevas relaciones con la seguridad que proporciona tener a mamá o papá al lado suaviza y facilita enormemente la transición. Días antes de que empiece su vida escolar, conviene hacer varias visitas al colegio. En la primera es muy posible que el niño necesite sentir en todo momento la proximidad física de su padre o madre, y que al principio se agarre con fuerza a su mano o se resista a que lo pongan en el suelo. No es necesario forzarle. A medida que se vaya sintiendo seguro, podrá prescindir del contacto físico y aventurarse a explorar todas las atractivas novedades que se le presentan. - Programar una incorporación paulatina. Perder –¡una vez más!– todos sus referentes durante la mayor parte del día puede ser una prueba excesiva para un niño recientemente adoptado. Durante los primeros 43

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días, semanas o meses, puede asistir al colegio durante un espacio limitado de tiempo, y volver al entorno seguro del hogar antes de que se sienta sobrepasado por el estrés y la angustia de la separación. - No mentirles jamás. Esta máxima, que es válida para cualquier alumno, resulta crítica con los niños adoptados. Decidles que su mamá se va a dar la vuelta a la manzana pero que en seguida vuelve puede tener efectos devastadores, tanto sobre su sensación de seguridad como en ese vínculo de confianza que ya ha empezado a crear con sus padres. Por no hablar de cómo dificultará la vinculación con el profesor. - Priorizar su comfort psíquico. Para cualquier niño que se incorpora por primera vez a la escuela, la prioridad debe ser conseguir que se sienta feliz y seguro en ella. - Modelar, tanto por parte de los padres como de los educadores, expectativas realistas. Es improbable que un niño que hasta hace cuatro meses vivía en un orfanato y que se incorpora a la escuela primaria o al último curso de infantil en un nuevo idioma esté preparado para comportarse como lo hacen otros niños de su edad. Posiblemente sea incapaz al principio de completar una ficha simple sin levantarse de la silla o de seguir con atención el relato de un cuento corto. Olvidar algo tan obvio puede llevar a una espiral de frustración para todos. 44

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Algunos centros escolares miran con recelo la posibilidad de un plan personalizado de integración escolar que incluya una reducción de jornada o tolerar conductas que los demás niños tienen superadas.Temen que esta situación excepcional desbarajuste el buen funcionamiento del centro y marque una diferencia inaceptable entre el recién llegado y sus compañeros de clase. No deberíamos perder de vista que, durante mucho tiempo después de su llegada, el niño adoptado es un niño vulnerable, ya que los cimientos sobre los que se asienta su seguridad psíquica están todavía solidificando. Un niño sorprendido por un cambio que es incapaz de encajar o cuya inseguridad le hace mostrarse excesivamente inquieto y desobediente puede provocar continuas alteraciones en el día a día escolar, dificultando tanto su integración como el desarrollo normal de las actividades de la clase. Cuando se les permite asimilar las exigencias del entorno escolar de forma paulatina, todos –el niño, sus profesores y sus compañeros– salen beneficiados.

Cuando la edad cronológica y la edad mental no se corresponden Ocurre a veces que, como consecuencia de períodos prolongados de institucionalización o de otras circunstancias que han frenado la evolución del niño, existe un gran des45

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fase entre la edad que marca la partida de nacimiento y su desarrollo cognitivo, emocional y social. A la hora de escolarizar a niños con retrasos importantes, es aconsejable contemplar la posibilidad de hacerlo en un curso inferior al que les corresponde según su año de nacimiento. La experiencia de otros países con mayor tradición en la adopción internacional nos muestra cómo una escolarización acorde con su edad mental ofrece al niño mayores probabilidades de encarar con éxito su vida escolar. En algunos colegios privados norteamericanos con un alto nivel de exigencia académica, es práctica habitual retrasar un año la escolarización de los prescolares más inmaduros –aunque no sean adoptados–. Respetando su propio ritmo, se les permite así tener más tiempo para que su mente se ponga al día. Ese plus de madurez marca la diferencia entre una escolarización a trompicones con una alta probabilidad de fracaso y una vida académica salpicada de éxitos. Escolarizar a un niño atendiendo a su edad mental y no a la que marca su partida de nacimiento puede ser el mejor comienzo para una escolarización feliz. Con la ayuda de los orientadores y psicólogos, los padres y los educadores pueden decidir proporcionarle así un tiempo extra que le permita asentar los aprendizajes, hábitos y conocimientos, disminuyendo el riesgo de fracaso escolar en el futuro. Esperar a que el desfase sea tan insostenible que necesiten repetir curso no suele ser una opción acertada. Cuando intentar seguir el ritmo de la clase resulta un reto 46

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lejos de su alcance, el abismo que le separa de sus compañeros se hace cada vez mayor. Padres y educadores, pero sobre todo los niños, acumulan mucha frustración y pierden mucho tiempo y energía intentando sin éxito avanzar en aguas movedizas.Y, además, repetir tendrá muy probablemente un impacto negativo sobre su autoestima y sus relaciones sociales.

IDEAS CLAVE

- El colegio es un nuevo cambio en un niño que todavía está asimilando el giro radical que la adopción ha significado en su vida. - En la medida de lo posible, es aconsejable retrasar la incorporación al colegio más allá de la baja por adopción. - Es de esperar que el niño necesite tiempo y apoyo para entender las rutinas escolares y sentirse a gusto en el colegio.

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Bases de la colaboración entre familia y escuela La colaboración entre familia y escuela es positiva para todos los niños, pero quizás en el caso de los alumnos adoptados sea aún más importante por varias razones: - Como hemos visto, dado que sus primeras vivencias fueron muy diferentes a las de los demás niños, es lógico y natural que sus reacciones a veces también lo sean. Sin las claves correctas para interpretarlas, el profesor puede caer en errores tan básicos como confundir un problema de ansiedad con uno de disciplina. - No es inusual que niños que han vivido institucionalizados o en ambientes poco propicios para su desarrollo presenten retrasos o avancen de forma irregular en los estudios. Cuando padres y profesores lo saben, están mejor preparados para detectar las necesidades del niño, entender las posibles dificultades y ayudarle a superarlas. - Sean cuales sean las experiencias negativas del pasado de un niño, ¡él no es el responsable! En cambio, padres y profesores sí somos responsables de poner los medios para que se desarrolle plenamente. Para ello, es necesa49

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rio estar atento a las señales que el niño lanza y buscar ayuda cuando su conducta nos preocupa y no sabemos cómo afrontarla. - Cada niño es un mundo. Lo que funciona con uno puede no dar ningún resultado con otro. Compartir información sobre qué estrategias funcionan en casa o en el colegio, ayudará sin duda a encontrar el mejor modo de ayudar al alumno. La relación entre padres y profesores debería estar siempre marcada por el respeto mutuo y el trabajo en equipo. Una buena comunicación ayudará a unos y otros a modelar expectativas realistas y fijar objetivos comunes. Cuando padres y educadores comparten información y buscan juntos soluciones a las dificultades, es más fácil encontrar estrategias que funcionen. Una comunicación fluida permite que el niño sienta que el colegio y la familia trabajan unidos para ayudarle. Sin embargo, cuando las cosas se tuercen, conviene evitar que el niño sea testigo cada día del parte de quejas del profesor a la salida del cole. Una agenda o un cuaderno pueden servir para el intercambio de información y reflexiones entre turorías. Delante del niño, es mejor comentar los avances y progresos.

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Recomendaciones para padres Una pregunta común entre los padres de niños adoptados es si deberían hablar con el profesor al principio de curso sobre la adopción. Cuando sus hijos podrían pasar por hijos biológicos, se preguntan si es conveniente contar en el colegio que son adoptados. Muchos temen que compartir esa información con el tutor lleve a etiquetar al niño y a achacar a la adopción cualquier comportamiento difícil o diferente. Una buena comunicación con la escuela es la mejor manera de conseguir aunar fuerzas para acompañar de forma positiva al niño. Los educadores necesitan información para ser sensibles a sus necesidades –y entender que puede enfrentarse a retos adicionales que otros compañeros no presentan–. La adopción forma parte de la historia social del niño que los profesores necesitan conocer para poder comprenderle. La cuestión no sería si contar o no que es adoptado, sino cuándo y qué contar: - Cuándo. Pedir cita a principio de curso es una buena manera de iniciar una buena relación. En este primer contacto, no es necesario apabullar al profesor con un máster acelerado sobre la personalidad del niño. Sin embargo, puede ser un buen momento para anticipar al profesor algunas reacciones que los padres intuyan que pueden desconcertarle y empezar a establecer un 51

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canal fluido de comunicación que facilite la labor de ambas partes. - Qué. Los profesores no necesitan conocer ningún detalle que no les proporcione alguna clave para relacionarse con el niño. Saber que ha estado institucionalizado durante mucho tiempo puede ayudarles a interpretar correctamente su comportamiento; conocer quién y por qué lo llevó hasta el centro, no. No hay que olvidar que las experiencias que vivió antes de la adopción forman parte de su historia privada. Sólo a él corresponderá a lo largo de su vida decidir con quién y hasta dónde quiere compartirlas. Antes de revelar detalles a cualquier persona, los padres deberían plantearse si es bueno y útil para su hijo que lo hagan. Si tienen dudas a la hora de contestar una pregunta en concreto, lo mejor puede ser devolverla con un “¿Por qué lo pregunta?”. Una buena comunicación con la escuela puede evitar muchos disgustos y, sobre todo, facilitar que se atienda al niño como el individuo único que es. Cuando se comparten las claves para interpretar sus señales, es más fácil tanto para padres como para maestros comprender qué le pasa al niño cuando se siente inseguro o tiene dificultades. He aquí algunas recomendaciones para padres que pueden ayudar a crear un equipo de trabajo entre la escuela y la familia en beneficio del niño: 52

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- Muéstrate colaborador desde el principio. Un enfrentamiento agrio con un profesor que crees que se equivoca con tu hijo no es la mejor manera de iniciar una buena relación. - Escucha atentamente. La información que te transmite el personal de la escuela puede darte claves valiosísimas para entender qué le pasa a tu hijo. - Sienta las bases. Deja claro desde el primer encuentro que estás abierto a tratar con naturalidad cualquier cosa que concierna a la educación de tu hijo, incluido el tema de la adopción.Y explica también con meridiana claridad que todo lo que hace referencia a su adopción es confidencial: lo compartes porque crees que es útil hacerlo, pero esperas que no salga de la conversación. La vida privada de tu hijo es privada, y no debería ser un tema de charla para la hora del café. - Pregunta qué temas se van a tratar en el aula próximamente, y en especial si alguno está relacionado con la familia o la genética. En el día a día de las clases, puede que el profesor no se haya parado a pensar cómo pueden afectar a los adoptados el modo en que se tratan determinadas cuestiones. - No asumas que si le das al profesor los datos relevantes comprenderá lo que significan. Puede que no haya tenido ocasión de informarse sobre los retos específicos de los niños adoptados ni sobre los efectos de la institucionalización, etc. Ofrécete a pro53

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porcionarles recursos y materiales informativos. En internet encontrarás artículos breves sobre temas concretos, desde los efectos de la institucionalización o el maltrato hasta cómo explicar la adopción a los noadoptados1. Puedes también pasarle este libro, señalándole algún capítulo que creas que puede serle especialmente útil. La mayoría de los educadores agradecen este tipo de ayuda porque les proporciona recursos para realizar mejor su labor. - Recuerda siempre que tu objetivo es que escuela y familia seáis un equipo trabajando en la misma dirección. Muérdete la lengua si hace falta – y, si los necesitas, tómate un par de días para enfriarte antes de comentar alguna cosa que te haya parecido insensible o poco adecuada–. Es importante que el niño sienta el colegio y el hogar como dos espacios conectados, en los que los adultos actúan de forma coherente. La familia puede y debe ayudarle a encontrar el modo de superar las dificultades escolares, pero no debería nunca convertirse en un amplificador de los problemas. Si en el colegio ha tenido un mal día, llegar a casa debe permitirle entrar en un ambiente sereno y alegre que le ayude a calmarse. 1

La biblioteca online de www.postadopcion.org contiene numerosos artículos breves que se pueden descargar, imprimir y compartir de forma gratuita. Otra excelente fuente de información son las webs de las asociaciones de familias (ver www.coraenlared.org). 54

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La familia debe ser ante todo un espacio de contención y apoyo. Unos padres malhumorados desde que llegan a casa hasta que el niño se acuesta no le ayudan en nada a encontrar la manera de superar sus problemas. Las conversaciones sobre lo que ocurre en el colegio no deberían convertirse nunca en una amarga discusión entre padres e hijos. Los niños necesitan sentir que entendemos sus dificultades, y que juntos encontraremos la manera de conseguir que las cosas vayan mejor en el colegio.

Recomendaciones para profesores En parte porque durante el proceso de adopción reciben formación sobre los retos de las familias adoptivas, y en parte porque la experiencia les ha enseñado que lo que funciona “con todos los niños” no siempre funciona con los suyos, los padres adoptivos suelen ser personas muy concienciadas y atentas a la evolución de sus hijos. Sin embargo, muchos de ellos son reticentes a explicar sus criterios o intercambiar información sobre cómo educan a sus hijos. Por un lado, algunos sienten que la adopción hace que se les cuestione con mayor profundidad y dureza que a otras familias. Por otro, han comprobado muchas veces que los consejos bienintencionados de supuestos expertos no son válidos para sus hijos. Vencer la resistencia puede ser el primer paso para establecer una relación de confianza: 55

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- Esfuérzate en utilizar un vocabulario apropiado2. - Comenta de pasada los esfuerzos que has hecho para informarte sobre la escolarización de los niños adoptados. - Explícales que has estado pensando en cómo trabajar temas sensibles (la familia, la genética, etc.) para que todos los alumnos se sientan incluidos. - Hazles saber que todo lo que compartan contigo sobre el pasado de su hijo es absolutamente confidencial. Uno de los mayores miedos de los padres es que los detalles de la historia de sus hijos se conviertan en algo de dominio público. Transmíteles que únicamente te interesa aquello que pueda ayudarte a entender las necesidades del niño. - Deja claro que estás seguro de que ellos son los que mejor conocen a sus hijos, aunque hayan llegado con cierta edad. - Ante un problema concreto, no asumas que la adopción es la causa. Además de no ser cierto, eso impediría que llegarais al quid de la cuestión y pudierais ponerle remedio. - No insinúes nunca que los padres o sus estrategias educativas son las responsables de un problema de comportamiento. Es muy posible que estén lidiando con conductas sobre cuyas causas no tuvieron ningún control. - No olvides nunca que los niños adoptados son, ante todo, niños. Entender la influencia de determinadas vivencias puede ayudarnos a interpretar mejor sus necesidades y sus reacciones. No obstante, como con todos los alumnos, las decisiones en torno a su educación y su futuro deben tomarse atendiendo a sus fortalezas y vulnerabilidades específicas.

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Ver capítulo 8.

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IDEAS CLAVE

- Los educadores necesitan información para entender las necesidades y retos únicos de cada niño. - Cuando la escuela y la familia comparten información, pueden trabajar juntos en la misma dirección.

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Ganarse su confianza, un reto que requiere tesón “En su segundo año en el colegio, Kenson se ha adaptado mucho mejor. Su tutora es una mujer dulce, siempre atenta y cariñosa, que ha puesto mucho de su parte para ayudarle a integrarse en la clase. Kenson siente verdadera adoración por ella. Por eso nos ha sorprendido tanto que abriera su bolso sin permiso, cogiera sus gafas y las pisoteara.” La mayoría de los adoptados acaba creando fuertes vínculos con sus padres y consiguen crear relaciones enriquecedoras con otras personas, pero necesitan tiempo para aprender a confiar. Como en todos los seres humanos, sus expectativas están modeladas por sus experiencias. Puesto que todos los que fueron importantes en su pasado les defraudaron y desaparecieron sin que pudieran entender los motivos, les cuesta aceptar que ahora será diferente. Durante el proceso de vinculación con el profesorado, las tácticas de acercamiento-alejamiento de algunos niños

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pueden resultar sumamente desconcertantes. Aquellos a quienes faltaron cuidados consistentes en su día, crecen creyendo que sólo se tienen a sí mismos. Establecer lazos de confianza y entender que las personas que los tienen a su cargo velarán por su integridad en todo momento no es para ellos tarea fácil. Necesitan comprobar una y otra vez que nuestro compromiso con su bienestar es sincero, y es de esperar que en el proceso lo pongan a prueba una y otra vez.

¡Qué encanto de chiquillo! En casi todos los casos, durante un período más o menos prolongado, los niños adoptados se muestran al principio autónomos y complacientes, y se esfuerzan en hacer lo que de ellos se espera. Prácticamente desde el primer día parecen haber encajado con rapidez en su nueva clase. Si les preguntamos a sus profesores, nos dirán que se han integrado con facilidad y que son niños dulces y tranquilos. Sin embargo, el que se muestren desde un primer momento encantadores y cariñosos con los profesores y el personal de la escuela no siempre es síntoma de una buena relación. De alguna manera, repiten comportamientos que les han sido útiles en otras circunstancias, donde aprendieron cómo actuar para obtener una pequeña dosis de atención o un gesto afectuoso. Tras un período que tal vez dure semanas 60

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o meses, su comportamiento empeora. El niño hasta entonces dócil y afable se rebela y estalla en ataques de rabia cada vez más frecuentes. A veces, se muestra abiertamente hostil y desafiante. ¿Qué está fallando?

Y ahora, ¿qué pasa? Por sorprendente que pueda parecer, el deterioro de su comportamiento es en realidad un gran avance. Durante un tiempo se ha mantenido a la expectativa. Su aparente docilidad y afectividad eran en realidad una máscara superficial que el niño adoptaba mientras sondeaba el entorno y trataba de comprobar si estaba o no en un lugar seguro. A medida que comprueba que no tiene nada que temer, se atreve a mostrarse abiertamente. Puede al fin expresar sus sentimientos y sus miedos para que podamos ayudarle a resolverlos. Pero, al mismo tiempo, todavía alberga el temor de que no seamos dignos de su confianza. Su comportamiento puede resultar descorazonador. Reclaman constantemente señales de aprobación y piden de forma encantadora que se ocupen de ellos. Cuando el profesor lo hace, reaccionan a veces alejándose, transgrediendo los límites o boicoteando la relación. Los niños que desde su nacimiento contaron con un entorno afectuoso y estable aprenden a confiar en los adultos. En cambio, cuando un niño es separado de sus padres 61

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o cuidadores sin poder aún entender los motivos, siente que le han fallado y aprende a desconfiar o a reclamar constantemente de forma exagerada. Así ocurre con los adoptados o con aquellos que perdieron a corta edad a uno de sus progenitores.También en aquellos que vivieron largas separaciones, por ejemplo porque su madre enfermó y tuvo que ser hospitalizada durante meses. Cuando parece que están probando los límites o tratando de enfadar a sus profesores, ¡en realidad lo que prueban es las bases de su relación! Necesitan desesperadamente sentir que su vida es segura y que pueden confiar en los adultos, pero a veces les aterroriza depender de ellos porque les hace sentir vulnerables. Ganarse la confianza y el respeto de un niño al que la vida ha enseñado que no se puede confiar en nadie requiere una equilibrada mezcla de firmeza y calidez. En una situación como la que encabeza este capítulo, podemos explicar al niño que debe respetar las posesiones ajenas –cosa que probablemente ya sabe– pero sobre todo entender el mensaje y actuar en consecuencia. Si el profesor reacciona retirándole su confianza o castigándole, el niño verá confirmado su miedo al rechazo y retrocederá gran parte del camino andado. En cambio, si es capaz de transmitirle que nada de lo que haga hará que se olvide de él, y que está seguro de que juntos lograrán que se sienta cada día un poco mejor, se habrá dado un paso importante en la dirección adecuada. 62

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Evitar las batallas por el control “En la hora de plástica de segundo de infantil (P-4), les pedí a los niños que no utilizaran el negro para colorear los adornos del árbol de Navidad. A Carlos le faltó tiempo para coger la pintura negra y emborronarlo todo. Le pedí que lo repitiera, recordándole que necesitábamos colores vivos para los adornos, y de nuevo utilizó solo el negro. Le di una tercera oportunidad, advirtiéndole que, si no lo hacía bien, no podría salir al patio. Me miró desafiante y me dijo: ‘Bueno, como yo no quiero ir al patio…’” Un niño inseguro que no confía en los adultos puede resistirse con todas sus fuerzas a ceder el control.Algunos muestran un empecinamiento digno de mejor causa en sacar de quicio a sus profesores. Cada vez que lo consiguen, refuerzan este comportamiento porque se sienten poderosos y reconfortados por su capacidad de dominio. Es esencial evitar que la relación alumno-profesor se convierta en una batalla continua por el control. Las siguientes indicaciones pueden ser útiles para conseguirlo: - Dar una explicación breve y sencilla. Los niños se resisten menos a aceptar las indicaciones o los límites 63

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cuando van acompañados de una razón que cuando se presentan como algo arbitrario. - Ofrecer alternativas. “¿Quieres sentarte en esta silla o en aquélla?” funcionará sin duda mejor que un simple “Siéntate”. Aunque puede ser incapaz de elegir entre un número demasiado alto de posibilidades, hacerlo entre dos opciones simples le proporciona la satisfacción de sentir que tiene cierto control sobre la situación. - Ampliar el rango de comportamientos aceptables. Obviamente no se puede permitir que amenacen la integridad física de terceros, que se autolastimen, etc. pero habría que tener siempre presente que requieren tiempo y paciencia para poder comportarse como lo hacen sus compañeros de clase. Hacerse el despistado con las pequeñas infracciones al manual del alumno perfecto evitará un clima de enfrentamiento continuo. - Sortear los conflictos antes de que aparezcan. Es más fácil evitar los enfrentamientos que se ven venir que conseguir reconvertirlos en una ocasión de aprendizaje. Distraer su atención hacia algo agradable permite a un niño a punto de enfurruñarse cambiar su estado hacia otro más positivo. - Intentar que su vida en el colegio sea tan previsible como sea posible. Los pequeños rituales de acciones enlazadas repetidas en el mismo orden (lavarse las manos, formar la fila, ir al comedor, etc.) aumen64

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tan su sensación subjetiva de control. Por el contrario, las sorpresas o los cambios inesperados pueden causar una gran inseguridad.

IDEAS CLAVE

- Los niños que han vivido separaciones y rupturas sin entender sus causas tienen más dificultades para confiar en nuevas relaciones. - Cuando han sentido que las personas responsables de su cuidado les fallaron, se resisten a ceder el control a los adultos. - Necesitan comprobar repetidamente que nuestro compromiso con su bienestar es sincero.

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¿Niños problemáticos? El elefante en la cacharrería “Al principio Diego iba feliz al colegio, pero de un tiempo a esta parte todo son problemas. Su maestra dice que tenemos que ser firmes con él, que está acostumbrado a hacer lo que le da la gana. Cuando voy a buscarle al salir de clase, sé que me espera una larga letanía de quejas”. Para muchos niños adoptados, el colegio implica una avalancha de retos para los que les falta preparación. Cuando no se tiene en cuenta su punto de partida, se obliga al niño a afrontar en solitario el desgaste que ello supone. Su estrés y su creciente frustración se manifiestan en comportamientos cada vez más inaceptables. Los padres no entienden por qué un niño, que en casa escucha y se porta tan bien como cualquier otro, se empeña en “fastidiar continuamente” en el colegio. Los profesores interpretan su falta de interés y su hostilidad como un problema de aceptación de los límites, que achacan a la sobreprotección o incompetencia de los padres. La familia cree que el maestro es un inepto; la 67

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escuela que el niño está excesivamente consentido y que los padres deben ser más firmes con él.Y mientras los adultos se echan las culpas unos a otros, el pequeño sigue sufriendo en soledad. Cuando la vida escolar implica enfrentarse continuamente a retos para los que no están preparados, ¡se sienten como un elefante en una cacharrería! No han aprendido a acercarse con respeto y empatía a sus compañeros de juegos, y lo hacen a empujones o por las bravas (con el comprensible enfado por parte de los otros). Pierden el hilo de las explicaciones del maestro, y se levantan de la silla o se ponen gritar. Sobrepasados por mil y un incidentes que no saben manejar, su malestar toma a veces cuerpo en forma de rabia y agresividad.

No es un problema de límites Si olvidamos que detrás de esos comportamientos que parecen desafiantes se encuentra un pequeño que carece de los recursos apropiados para entender y afrontar lo que pasa a su alrededor, es fácil caer en el error de pensar que estamos ante un problema de disciplina. Cuando los educadores desconocen el pasado del niño –o no han tenido acceso a información sobre la influencia de determinadas circunstancias en su desarrollo evolutivo–, se inicia entonces una cadena de errores de interpretación que sólo agrava las 68

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cosas. El alumno en cuestión destaca por ser protagonista de la mayoría de disputas y peleas del recreo, por no guardar nunca su turno, por interrumpir constantemente el transcurso de las actividades, por salirse todos los días de la fila, por arrebatar las cosas a manotazos o empellones… Se piensa entonces que es un problema de aceptación de límites al que hay que poner coto cuanto antes.“Tenéis que ser más estrictos, está acostumbrado a que le consintáis todo” es el tipo de pauta que reciben los padres. Tanto en casa como en el colegio, se rigidizan las normas y no se le deja pasar ni una. El niño no responde bien al endurecimiento de los límites, al contrario se muestra cada vez más ansioso y desafiante. Pronto se gana una etiqueta de la que le será muy difícil librarse: la de niño problemático. A la hora del patio, por ejemplo, no sabe cómo acercarse al grupo para integrarse en el juego. Se siente excluido, frustrado y rechazado. Se siente realmente mal, pero no sabe qué hacer con la rabia que siente, así que la emprende a patadas o empujones. Atrapado en un callejón del que no sabe salir, un día sí y otro también, lo habitual es que le regañen o castiguen, sin que nadie le ayude a descubrir nuevas estrategias para relacionarse con sus compañeros de un modo positivo. Por sí solo, nunca aprenderá a hacerlo, y los otros niños no pueden asumir esa responsabilidad, bastante tienen con tratar de salir indemnes de los enfrentamientos.

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Piden a gritos lo que necesitan: nuestra ayuda Si observamos con detenimiento las situaciones en las que el niño se muestra rebelde, veremos que lo que aparenta una desobediencia obstinada es en realidad una reacción de lo más apropiada. Cuando el niño explota, está lanzando una petición inequívoca de atención adulta. No sabe encauzar su ira de un modo productivo, y tampoco es esperable –de él ni de ningún niño sobrepasado por sus emociones– que se acerque al profesor y le diga: “estoy bloqueado, ¿qué me pasa?, ¿qué hago?”. Demanda atención y lo hace del modo en que ha aprendido a hacerlo cuando los demás no se dan cuenta de que la necesita. Reconozcámosle al menos que su conducta es apropiada, en el sentido de que utiliza una estrategia que sabe ganadora para conseguir salir de una situación que no quiere prolongar: nos lanza una llamada desesperada a la que sabe que acudiremos. Su estrategia falla cuando los adultos no logramos decodificar adecuadamente el mensaje. No necesita que le recordemos con firmeza lo que es y lo que no es aceptable. Necesita que le ayudemos a desarrollar los recursos que le faltan para manejar las situaciones que se le van de las manos. Por sí mismo, nunca dará con las claves.

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¿Cómo ayudarles? Cuando no han podido desarrollar aprendizajes tan elementales como el autoconocimiento de sí mismos o cómo relacionarse con sus iguales, son como bebés altos a los que el ambiente escolar les exige comportarse como si tuvieran más edad. Como se hizo en su día con sus compañeros, será necesario que una persona significativa y empática les ayude a entender cómo funciona el mundo. ¿Qué hacer entonces ante un niño que constantemente transgrede las normas más elementales?: - Observarle tratando de detectar qué situaciones desencadenan este tipo de comportamientos. Si tiende a estallar en actividades grupales como el juego u otras tareas cooperativas, muy posiblemente sea porque no sabe qué hacer para ser aceptado. Si cada vez que la maestra lee un cuento tiende a interrumpir o a molestar a quien tenga más cerca, tal vez sea porque no consigue permanecer atento tanto tiempo y se siente frustrado y aburrido. - Mantenernos cerca y ofrecerle la atención que necesita. Recordemos que, en muchos aspectos, es un bebé grande que “se porta mal” porque no puede ni sabe portarse bien. Pensar en cómo explicaríamos a un niño más pequeño la misma situación, ayuda a encontrar la manera de ayudarle. Necesita instrucciones muy concretas para entender lo que se espera de él en cada 71

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momento. “Tienes que portarte bien” es para él una frase carente de significado. - No aumentar su desconcierto y soledad castigándole o aislándole del grupo. Incluso cuando sus acciones son violentas o agresivas, necesita que nos mostremos empáticos y le ayudemos a calmarse. El “tiempo de pensar” no funciona cuando te sientes totalmente perdido. - Explicarle lo que le pasa y lo que siente. Necesita de nuestra ayuda para comprender lo que sucede y cómo le afecta. Al transmitirle que le entendemos, el niño verá además que estamos de su parte y que podemos ayudarle. Dejará de vernos como parte del problema y podremos empezar a ser parte de la solución. Si por el contrario reaccionamos castigándole y apartándole en un rincón, en lugar de avanzar en la buena dirección, sólo aumentaremos su desconcierto y su soledad.

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IDEAS CLAVE

- Los cachorros humanos necesitan de los adultos para aprender a descifrar y manejar los sentimientos y las situaciones. - Quienes no tuvieron ocasión de adquirir estos aprendizajes básicos en su momento se “portan mal” porque ni pueden ni saben “portarse bien”. - ¡Llaman nuestra atención porque la necesitan!

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Entender al niño adoptado Cualquier padre de familia numerosa sabe que no hay dos niños iguales. Lo que somos, lo que sentimos y el modo en que reaccionamos a las diferentes situaciones responden a una combinación única de nuestra genética y nuestras experiencias. Puesto que las de los niños que fueron adoptados fueron en el pasado muy diferentes a las de otros niños de su entorno, es natural que también lo sean algunas de sus reacciones y comportamientos. Los rasgos que a continuación se exponen ni son exclusivos ni aparecen en todos los niños adoptados. Son características que entre este colectivo se dan con mayor frecuencia e intensidad, sobre todo hasta que alcanzan la pubertad, aunque algunas perviven a lo largo de muchos años e incluso de toda la vida.

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Hacen lo que aprendieron “Jana tiene la manía de guardar las sobras del bocadillo en el cajón del pupitre. Cada vez que el mal olor la delata, le hacemos limpiar la mesa con un estropajo a la hora del patio, pero no parece importarle”.

La adopción implica para el niño un giro de ciento ochenta grados en su vida. Mucho de lo que había aprendido en el pasado ya no le es útil en su nuevo entorno. Adaptarse implica desandar parte de lo andado y aprender nuevas formas de relacionarse y de funcionar en la vida cotidiana. Cuando un niño presenta comportamientos extraños, provocadores e incomprensibles, es muy posible que esté reproduciendo una costumbre o una táctica que le ha ayudado en su vida anterior. Si un niño trata de llamar la atención golpeando con fuerza el pupitre, es muy posible que en el pasado aprendiera que sólo podía obtenerla “fastidiando” a los adultos. Si esconde restos de comida, seguramente sea porque le faltó en algún momento y no está aún seguro de tenerla mañana. En lugar de ver estos comportamientos no-deseados como un signo de indisciplina o un incordio, debemos observarlos como una prueba de su creatividad y su instinto de adaptación. Para ayudarle a eliminarlos, deberíamos 76

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concentrarnos en entender y atajar sus causas, tranquilizando su angustia y explicándole cómo funcionan las cosas ahora. Eliminar la razón oculta que le impulsa a estos comportamientos requerirá oír muchas veces que ya no tiene nada que temer, que las cosas ahora son diferentes, pero también comprobarlo en la práctica en repetidas ocasiones.

¿Un fuerte carácter? Los estados de desconexión “Abril Juhn es una niña tranquila y feliz, ¡pero tiene un carácter! A veces se pone insoportable. Seguro que será una mujer con mucha personalidad. En casa bromeamos y decimos que es ‘el terrible genio de Guangdong’”. Muchos niños adoptados se muestran felices y relajados la mayor parte del tiempo, pero pierden la compostura ante una pequeña contrariedad. Cuando no consiguen salirse con la suya, se ofuscan y muestran su disgusto con una vehemencia desproporcionada. Les cuesta sobremanera aprender a tolerar las pequeñas frustraciones cotidianas y cualquier incidente puede desencadenar una espiral de agresividad y hasta violencia. El niño feliz y tranquilo 77

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puede de pronto mostrar una rabia inusitada, totalmente desproporcionada respecto a la causa que aparentemente la provoca. No es que tenga una gran personalidad, ni que “sus prontos” sean algo heredado genéticamente. Como hemos visto, los cimientos de su estabilidad emocional arrastran fisuras invisibles pero reales. Incluso cuando su adaptación ha sido altamente satisfactoria, son muchos los que experimentan pequeñas crisis ante situaciones como las siguientes: - Cuando varían las personas que normalmente les atienden: cambios en el profesorado, en la persona que viene a buscarlos al colegio, etc. - Las separaciones y las pérdidas: mudanzas, cambios de clase o de colegio, un amigo especial que se va a vivir a otra ciudad, etc. - Niveles de ruido desacostumbradamente altos o sonidos extraños: un portazo, el bullicio del gimnasio o de una fiesta, etc. - Nuevos retos que, aunque puedan ser habituales a su edad, no se saben capaces de conseguir. Algunos niños reaccionan desconectando del ambiente, y mostrándose ausentes e incapaces de continuar o emprender cualquier actividad. Otros expresan su malestar con actitudes agresivas o desafiantes. Si un niño de siete o nueve años pierde el control ante situaciones que parecen banales y reacciona con una rabieta como si tuviera tres, lo más posible es que ésta sea su manera de expresar una 78

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angustia o un temor que le atenaza. Normalmente los individuos utilizamos el hemisferio izquierdo del cerebro –la parte verbal– para procesar situaciones neutras. Cuando el nivel de estrés e inseguridad se dispara, el niño reacciona utilizando el hemisferio derecho, donde están almacenados los recuerdos y emociones de situaciones dolorosas o traumáticas que quedaron sin elaborar. Así explican también los psiquiatras las reacciones desorbitadas de los veteranos de guerra ante determinadas circunstancias. O por qué una tragedia que sale en las noticias nos afecta de manera brutal cuando sus circunstancias conectan con algún episodio doloroso de nuestra biografía. Cuando el hemisferio derecho toma el control, su capacidad de lógica se desconecta. Aparecen entonces comportamientos propios de etapas evolutivas ya superadas. Un niño de ocho años puede gritar y patalear como lo haría uno de tres en plena rabieta. De nada sirve tratar de razonar con él, pero es esencial que el educador mantenga la calma y le ofrezca signos de tranquilidad y seguridad hasta que recupere su control emocional.

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La ansiedad ante las separaciones y los cambios “Mi hija va feliz al colegio y en general es una niña alegre y sociable. Algunas veces, al recogerla me cuentan que se le ha ido la pinza, y que se ha puesto agresiva o desafiante. Yo lo tengo comprobadísimo: siempre que pierde los estribos en el cole coincide con que han cambiado un profesor o un monitor de los que vigilan el patio y el comedor”. Los niños adoptados son muy sensibles a las separaciones y los cambios. Esta característica que es común en otros niños al inicio de la escolarización, suele ser en ellos más acusada y una cuestión latente a lo largo de los años. Un alumno que parecía perfectamente adaptado puede sentir tambalearse el suelo bajo sus pies cuando su madre está en un viaje de trabajo o por la baja o sustitución de un profesor. Un cambio de colegio o una variación en sus rutinas puede bastar para que se desaten sus alarmas. Cuando se sienten amenazados o inseguros, pueden mostrarse súbitamente agresivos y desafiantes o desplegar un repertorio de conductas evitativas. Recordemos que el niño no ha elegido su malestar y no sabe cómo manejar su ansiedad y su angustia. 80

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Corresponde por tanto a los adultos lograr reconducir cualquier incidente hacia un ambiente relajado. Un niño que reacciona ante las pequeñas frustraciones con agresividad o con ira porque no sabe hacerlo de otro modo, necesita que le ayudemos a verbalizar lo que siente y a expresar de un modo aceptable sus necesidades. Si el profesor levanta la voz y le corrige con vehemencia, lejos de calmar su ansiedad, estará contribuyendo a aumentarla.

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El miedo exagerado al rechazo y al abandono “Como el año pasado faltó a clase todo el último trimestre, contábamos con que el principio del nuevo curso sería duro para Ana. Su profesora dice que se ha adaptado muy bien, que es muy perfeccionista y que se esfuerza mucho para seguir el ritmo de la clase. Nosotros en casa la notábamos intranquila, nerviosa e irascible, pero no sabíamos por qué. Hoy a la hora de la cena ha preguntado: Si no lo hago bien en el cole, ¿váis a querer seguir siendo mi mamá y mi papá?”. No es difícil entender que, dado que en el pasado perdieron todo lo que conocían, les cueste comprender que las relaciones son duraderas. Puesto que no entendieron los motivos que les separaron de las personas que fueron importantes en su vida antes de la adopción, temen que de algún modo el afecto y la atención que reciben pueda desvanecerse si no lo saben mantener. Esta idea –que es más una sensación difusa que un pensamiento elaborado– les condiciona a veces en su relación con otros niños o con los adultos. 82

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A ningún niño le gusta sentirse rechazado por el grupo o desdeñado por quien considera su amigo. Muchos niños adoptados viven estas situaciones con especial hipersensibilidad. El rechazo les hiere en lo más íntimo, les destroza, pero no es habitual que lo manifiesten abiertamente. A veces, necesitan elaborar su dolor en silencio durante varios días antes de poder expresarlo verbalmente –si es que consiguen ponerlo en palabras–. Y no tienen por costumbre hacerlo cuando se les pregunta “¿qué tal en el cole?” sino en momentos de intimidad en los que se atreven a mostrarse vulnerables. En muchos casos, ocultan su sufrimiento –o al menos la causa del mismo– tanto a sus padres como a sus profesores, aunque su comportamiento nos haga intuir que algo no anda bien. Cuando se les regaña o simplemente se les hace notar un error, pueden vivirlo como un rechazo o, incluso, como una advertencia de abandono. Necesitan con frecuencia que se les recuerde que son apreciados tal y como son, y que seguiremos a su lado pase lo que pase. Los refuerzos positivos y las dosis generosas de aprobación fortalecen su seguridad y su autoestima. Conviene tener cuidado con los halagos excesivos del tipo “eres un niño maravilloso”, que pueden ser un bumerán para su autoconfianza: ante cualquier pequeño tropiezo el niño podría preguntarse “¿me seguirás queriendo si descubres que no soy tan maravilloso?”.

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Las regresiones “Desde la primavera pasada el control de la orina parecía un tema superado, pero al volver al colegio nuestro hijo ha vuelto a tener problemas. Yo creo que lo hace por llamar la atención, pero el caso es que casi todos los días, cuando estamos a punto de salir de casa, moja los pantalones”. Las regresiones son defensas psicológicas típicas en los niños que se ven sobrepasados por sus emociones. En los alumnos adoptados, se observa una tendencia superior a la media a presentarlas. El inicio del curso, la sustitución de un profesor, una mudanza, cualquier cambio o nuevo reto pueden hacer que un niño vuelva a tener problemas para retener la orina, actúe como un bebé, se muestre incapaz de vestirse o de ponerse la bata solo, o muestre su inseguridad con comportamientos que no se corresponden con su edad. No está fingiendo ni tratando de manipularnos, ¡se siente bloqueado! Recuperar su seguridad y las habilidades perdidas puede llevar días o semanas, pero casi siempre tras superar la regresión experimentan un avance notable en varias facetas. Es como si se hubieran detenido para tomar impulso antes del salto. Los psicólogos especialistas en postadopción insisten en que las regresiones tras una primera época de comporta84

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miento “modélico” deben considerarse no como un retroceso sino como un signo de mejora. El niño se siente ya lo suficientemente seguro como para comportarse como niño, expresando sus necesidades de contención, sus demandas y sus angustias. Además, puede comenzar a traer al presente sus conflictos sin resolver o tratar de recuperar etapas que se perdió en su momento. La regresión sería entonces un mecanismo de reparación, no un comportamiento insidioso que hay que evitar a toda costa. En lugar de centrarnos en atajar el comportamiento en sí, deberíamos encararlos como una nueva oportunidad de reafirmar al niño en que ahora cuenta con nosotros para superar lo que le inquieta.

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La necesidad de entender y asimilar sus orígenes “Cuando pienso en mi madre biológica, me siento triste y me deprimo. Nadie puede entenderlo, ni mis amigos, ni los profesores, ¡ni siquiera mis padres!”. Para cualquier adoptado, conocer e incorporar su historia personal es un reto natural e ineludible. Se trata de un proceso largo, con numerosas etapas: a medida que aumenta su capacidad de comprensión surgen nuevos interrogantes y sentimientos difíciles de encajar. Cuando dedican buena parte de su tiempo y energía a plantearse cuestiones sobre su familia biológica o las circunstancias que propiciaron su adopción, su rendimiento escolar y su motivación para el aprendizaje pueden resentirse. Incluso cuando en casa no se haya hablado nunca de ello, los niños sentirán curiosidad e inquietud por lo que ocurrió antes de la adopción mucho antes de alcanzar la pubertad. Desde el mismo momento en que entienden que se necesita un hombre y una mujer para “hacer un bebé”, se les hace evidente que, para ser adoptado, antes tuvo que haber unos primeros padres. “¿Por qué no se quedaron conmigo?”,“¿No les parecí lo bastante bueno?” son entonces preguntas habituales, aunque no siempre se atrevan a formularlas en voz alta. 86

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Lógicamente, la responsabilidad principal de explicar a un niño su historia corresponde a sus padres. Sin embargo, no hay que olvidar que el niño absorbe información también fuera de casa, sobre todo en el colegio. El modo en que reaccionan otros niños y los profesores ante los temas relacionados con la adopción influye poderosamente en lo que piensan de sí mismos y en su autoestima. En los capítulos siguientes, trataremos de explicar cómo pueden los profesores contribuir a que el niño se sienta seguro en su familia y en el colegio, y qué tipo de cuestiones sobre el tema plantean –tanto los adoptados como los no-adoptados– a distintas edades. IDEAS CLAVE

- Lo vivido en los primeros años de vida deja su huella en la seguridad y la personalidad de cualquier niño. - Durante muchos años después de la adopción, algunas situaciones pueden hacer que su seguridad y su autoestima se tambaleen. - Lo que parece un problema de actitud o disciplina puede ser en realidad la expresión de una angustia que no saben ni explicarse ellos mismos. - Entender y encajar su historia personal es un reto natural e ineludible para cualquier persona adoptada.

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TABLA DE CONTENIDOS DEL LIBRO

I. Adaptación y escolarización 1. Una infancia diferente 2. La familia es lo primero 3. ¡Vamos al cole! 4. Bases de la colaboración entre familia y escuela 5. Ganarse su confianza, un reto que requiere tesón 6. ¿Niños problemáticos? 7. Entender al niño adoptado

II. La adopción en el aula 8. La adopción en el aula Principios básicos para hablar de la adopción • Aprender el vocabulario de la adopción.

9. La revisión de los clásicos Algunos trabajos escolares necesitan ser revisados.

10. La adopción en la escuela infantil Saben más de lo que entienden • Ideas clave sobre la familia • Las diferencias llaman la atención • Padres y maestros trabajando juntos por la normalización • Diferentes por fuera, iguales por dentro.

11. La escuela primaria I (6 a 9 años). Yo me comparo contigo, tú te comparas conmigo • ¿Qué pasó? • Los no-adoptados necesitan saber.

12. La escuela primaria II (9 a 12 años) De dónde sacan la información • Una etapa crucial para la comprensión de la adopción.

13. La escuela secundaria I (12 a 14 años) Profundizando en la cuestión • El papel del educador.

14. La escuela secundaria II (12 a 16 años) Adopción y adolescencia • Una etapa complicada.


Anexo 1: Un ambiente acogedor e inclusivo Anexo 2: Algunos apuntes sobre el racismo y la xenofobia

III.¿Problemas en el cole? 15.Aprender una nueva lengua Mucho más que comunicarse • Lo que no se ve • Cómo se forma el lenguaje • Perder una lengua para aprender otra • El efecto de la institucionalización • Qué esperar y cuando preocuparse • Niños que llegan entre los cuatro y los ocho años • Los problemas de procesamiento auditivo • Cómo acompañarles en el aprendizaje de la lengua.

16. Cuando la madurez no es sólo cuestión de tiempo Recuperar etapas perdidas • Más atención y más acompañamiento • Las mieles del éxito.

17. Otros riesgos asociados a la adopción Riesgos de salud asociados a la adopción • Los problemas de integración sensorial • Los problemas de atención • Los trastornos de vinculación • Lo que nos dice la investigación.

Biblografía

ADOPCIÓN Y ESCUELA GUÍA PARA EDUCADORES Y FAMILIAS

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