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Unas monjas diferentes, las agustinas descalzas

Definamos el escenario de las fundaciones de las agustinas descalzas; los claustros donde vivieron estas mujeres, clausuras reforzadas por el Concilio de Trento, espacios donde también destacaron en la propuesta de modelos y en algunas maneras de comunicación como era la escritura cuando ellas no podían predicar. En este caso, fue un camino específico de reforma dentro de la Iglesia, así contemplado por una figura tan relevante como el arzobispo de Valencia Juan de Ribera. El patriarca, como se le conocía, no pudo dejar de verse fascinado por la figura y trayectoria de la madre Teresa de Jesús. Quiso que Valencia pudiese ser lugar de establecimiento de uno de sus primeros “palomarcicos” pero no lo consiguió con la acción directa de la propia monja abulense. Con todo, él se empeñó en continuar la reforma de los monasterios como un camino particular para la global de la Iglesia. Con el apoyo de Roma, en las agustinas canonesas de Valencia –el convento de San Cristóbal– se va a encontrar con mujeres sensibles a estos horizontes. Su vía se va a iniciar en una de las localidades más importantes de su diócesis, en Alcoy, y con una historia previa de robo, ocultación, recuperación y anhelo de la Eucaristía, con la presencia del Santísimo Sacramento. Ese impulso devocional ya se encontraba recorrido en el que va a ser desde 1597 convento del Santo Sepulcro –en esa vinculación del entierro y ocultación de la Eucaristía con el propio sepulcro de Jesús–. Para ello, va a disponer del afán de un grupo de mujeres fundadoras procedentes del mencionado convento valenciano de San Cristóbal y el magisterio de las carmelitas descalzas de San José, hijas de la madre Teresa en Valencia. Esa huida de las comodidades del siglo se simboliza en los nuevos nombres de las monjas agustinas descalzas –con referencias a los misterios de la vida de Cristo, su sagrada familia o los santos de particular devoción–, en sus hábitos –que son recuerdo de los propios del Carmelo descalzo aunque conservando el negro agustiniano– y en los documentos que

Convento de Nuestra Señora de Loreto (Denia)

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Convento del Santo Sepulcro (Alcoy)

Convento de Santa Úrsula (Valencia)

Convento del Corpus Christi (Almansa)

Convento San José y Santa Ana (Ollería)

Convento Beata Inés (Benigánim) retratan su modo de comportarse como carisma. Otorgados por el arzobispo Juan de Ribera, son la mencionada Regla de San Agustín, las Constituciones de la madre Teresa y la carta que dirigió a la mencionada Dorotea de la Cruz, cabeza fundadora de la orden, aunque por entonces cada convento resultaba autónomo.

Monjas que despiertan atracción aunque lo realmente importante era el modo de vivir en la recolección o descalcez. Eso es lo que le importaba a Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma, valido de Felipe III, cuando le solicitó al arzobispo Ribera un convento descalzo para sus estados valencianos: el patriarca elige y lo hace dentro de su camino particular de reforma femenina. Así nace el convento de Nuestra Señora de Loreto (1604) de agustinas descalzas en Denia con monjas de Alcoy encabezadas por la mencionada Dorotea de la Cruz. Con la multiplicación de vocaciones, procedentes de los lugares de fundación, no podía tardarse mucho en disponer de una propia junto a la sede del patriarca, en Valencia. Habría de culminar, con los efectos de un claustro anterior que fue extinguido, la fundación del convento de Santa Úrsula (1605) con hermanas de la casa primera de Alcoy. De esta manera, lo que hacía el arzobispo Ribera, lo imitaba la viuda Ana Galiano con sus recursos en Almansa , ya en la diócesis de Cartagena. El convento del Corpus Christi (1609) comenzó con monjas de Denia, surgiendo problemas para mantenerlas económicamente cuando se multiplicaron las vocaciones. Y hablando de reforma, catecismo y de Juan de Ribera, no podían dejar de aparecer los moriscos. Para todo ello los hermanos Tudela, en Benigánim , disponían de una estrategia de catequización con la meta de la conversión. La expulsión decretada por Felipe III condujo a que, lo que tenían pensado para esta última localidad valenciana, se convirtiese en un convento bajo la advocación de la Inmaculada Concepción y San José (1611) con monjas procedentes de Santa Úrsula de Valencia y en el momento en que fallecía el patriarca. Entre los hermanos Tudela había un baile o bayle, cargo foral de la Corona de Aragón que se encargaba de administrar los bienes del rey, en este caso en esa localidad. El que tenía esa misma responsabilidad en La Ollería imitó el modelo ese mismo año de 1611 , en la fundación de un nuevo convento de agustinas descalzas bajo la advocación de San José y Santa Ana . En muchos de ellos existía un sentido familiar en las nuevas vocaciones que lo poblaban, pues entre las primeras monjas se documentaba la profesión de sobrinas de los fundadores. Habrían de entrar en juego los obispos que rodeaban a Juan de Ribera. El de Segorbe, Pedro Ginés de Casanova prosiguió la reformación conventual femenina y con monjas de La Ollería, Denia y Valencia y comenzaba en 1613 el convento de San Martín de su ciudad episcopal. De nuevo, cuatro de sus sobrinas fueron símbolo de la relación familiar y muy comprometida con su dotación y construcción, hasta el punto que el convento se convirtió en su heredero y morada de sus restos. El pastor de Cartagena, Francisco Martínez, contempló lo logrado en Almansa y quiso hacer otro Corpus Christi en Murcia (1616), con la oferta de dos hijas del marqués de los Vélez. En el camino existieron muchos impedimentos, incluso episcopales de sus sucesores, para con lo que había deseado este obispo de Cartagena. La mujer esencial fue, de nuevo, Mariana de San Simeón, priora y madre de uno y de otro, en Almansa y Murcia. Impulsó rentas para sobrevivir, en esta ocasión con el trabajo de la seda –antes lo había realizado con la lana–. Este fue el núcleo de las fundaciones en menos de veinte años. Habrá que esperar cuarenta y siete más, en 1663, para llegar al noveno y último convento de San Felipe Neri y Santa Mónica de Jávea. La iniciativa, en este caso, la tuvo la madre María de Jesús Gallard, procedente del de Denia donde había conocido bien a la fundadora de los primeros días como era la madre Dorotea de la Cruz, como maestra de novicias.

Convento del Corpus Christi (Murcia)

Convento de San Martín (Segorbe)

Convento de Sant Felip Neri y Santa Mónica (Jávea)

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