re-views II
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El amor, el arte y otros hijos
Cool Hunting Of brutal Honesty /6
by Sergi Bellver Una primera mirada, basta y apresurada, puede calificarla como artefacto críptico para iniciados. Es verdad que hay códigos que pueden escapar a ciertas miradas, sin embargo, y del mismo modo que la obra de Rothko es mucho más implicada que abstracta, tanto más de entraña que de intelecto, La luz es más antigua que el amor compone un proverbial juego prismático en el que cada cara multiplica la mirada de los personajes, los pintores Adriano de Robertis, Vsévolod Semiasin y el propio Rothko, a través del hilo que el narrador Bocanegra anuda a cada acontecimiento relevante de su propia biografía. Pero en el corazón de vidrio de ese poliedro, en la raíz de los textos de esta novela, se encuentra una verdad ligera y asequible, una afirmación tan honda y sencilla como la que a todos los que el arte nos pone en jaque, y en especial el literario, nos declara antes hijos de la luz. “No en vano, ¿qué es pintar sino trasladar la ilusión de la tercera dimensión allí donde sólo existen dos?” (p. 51), escribe Salmón. ¿Y qué es la literatura, entonces, sino el verdadero oficio del aire y la luz, esa cualidad oral de la imaginación que nos traslada a un texto y nos arroja a una vida más intensa y verosímil que la propia vida, como si de un segundo paisaje del mundo se tratara?
Foto: Martín Frasso
En un tiempo en el que los hijos parecen desconocer ya a los padres que debieran matar para reclamar su herencia, en el que los escritores a veces renuncian a una estirpe prodigiosa y se inventan extrañas mutaciones (tal vez condenadas al olvido por la durísima selección natural del lector), se agradece que, de vez en cuando, surja un creador que tenga claro el linaje del que decide beber y, a su debido tiempo, separarse. Ricardo Menéndez Salmón es, sobre todo, un lector curtido y atento, que apuntala su narrativa sobre la solidez de sus influencias, merecidas y al tiempo cuestionadas por el propio autor, que es lo que todo artista debiera hacer con la literatura que le alumbra desde el pasado: no renunciar a la trascendencia por las imposiciones del Mercado ni cejar en su compromiso literario ante la corriente general. En su nueva novela, La luz es más antigua que el amor, Menéndez Salmón asume un complejo árbol genealógico literario: en ella se encuentran desde la textura estética de Pierre Michon a la densidad ética de Thomas Mann. El autor asturiano moja su pincel en el avasallador caudal creativo de Faulkner o en ese disimulado arroyo de Coetzee que socava la piedra de las apariencias para pintar un cuadro literario tan nutrido de vida y al mismo tiempo tan desconcertante para algunos como los del artista Mark Rothko, motivo lumínico y referente térmico en la luz de esta novela.
La luz es más antigua que el amor • Ricardo Menéndez Salmón • Seix Barral
Cuentos de la lechera ESCRIBIR LA LLAMA Carlo Padial
INÉS MENDOZA
Cuentas vitales que salen caras: a la juventud se le ha roto el cántaro y nadie tiene las suficientes pelotas para reclamar. Nadie, salvo algunos escritores que, por lo menos, ponen el dedo en la llaga. Las expectativas originales, confrontadas con la realidad que le ha tocado a varias generaciones, producen individuos insatisfechos y, cuando inteligentes, miradas cáusticas como la de Carlo Padial. Con las mismas malas pulgas que se gasta el homeless de uno de sus relatos, Dinero gratis es un manifiesto irreverente contra la gente demasiado feliz y la corrección política. Contra esta circunspecta Barcelona, a menudo “imbecilista”, como ya en la mítica revista Ajoblanco señalaba el escritor Quim Monzó. Ha llovido mucho desde entonces (1979) y, sin embargo, seguimos en el mismo charco absurdo. Padial proviene también, como Monzó, de la viñeta efervescente y la idea veloz para desembocar en la narrativa, no a la altura del mejor maestro de la escuela catalana del cuento, pero sí mereciendo su linaje. Es patética y agridulce esa cotidianidad a la que se asoma Padial con un particular sentido de la comedia, inteligente, cabaretero e inconformista, que muestra el extrañamiento del individuo ante la inercia colectiva. Y es que este libro, bajo la costra de nata del humor, esconde una mala leche que no es gratuita.
A través de un peculiar triángulo amoroso, donde el rival es al mismo tiempo objeto de deseo, y con una escritura que recoge un castellano cotidiano y carente de ripios, Javier Montes plantea en su novela una suerte de parábola contemporánea sobre el tiempo y el deseo. Para ello, y en una historia que arranca despacio pero se clarifica conforme avanza y en la que el cine es un personaje más, Montes acopla a la cámara del narrador un objetivo capaz de retirarse hasta el gran angular para una panorámica de las luces y sombras del paisaje, y al mismo tiempo de acercarse al sujeto y retratar con detalle sus emociones, desgarros y vanidades. La concepción del amor como indicio de lo que ya creíamos desaparecido, como rastro que regresa para volver a armar el pasado. Las huellas en la carne y en la memoria, que nos alivian o nos torturan, pero que sirven, en todo caso, para decirnos a nosotros mismos quiénes fuimos y contarle al otro, con la verdad de las mentiras, lo que pretendemos ser. Literatura, en otras palabras, o cómo evocar la realidad en una versión más soportable, en una segunda parte que nos devuelva un poco de aquel spleen de las cosas cuando la vida de veras nos sucedía.
Dinero gratis • Carlo Padial • Libros del Silencio
Segunda parte • Javier Montes • Pre-Textos
¿DÓNDE ESTÁ LA PA$TA? by Iñigo Mielgo Salcedo & Martín Frasso (photo) La burbuja inmobiliaria era una burbuja hinchada de pasta, de oportunidades de negocio, de crecimiento económico y de búsqueda de riqueza inmediata. La lógica de “coge el dinero y corre” y llenarse de pasta cuan tan dudosa es la mañana remataba la sociedad de la desconfianza. La burbuja ha sido la gran protagonista, global, de la actualidad, a través de una crisis a gran escala que ha unido a las personas a esa cosa olvidada llamada sistema. En esta columna solemos hablar de las tendencias sociales o de los efectos que dichos movimientos a escala macro social provocan en lo micro, en nuestra vida cotidiana. Algún escritor ha dicho que, como en la rima de Bécquer –Volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar–, en la actualidad en lugar de las románticas aves el balcón ha sido ocupado por carteles de compra o alquiler de inmuebles. La ausencia de un ajuste entre la enorme oferta y el mermado grupo de posibles compradores nos revela la diferencia entre el mercado del trabajo y el mercado de las inversiones. Además, a su vez, anuncian como falso el sueño de aquellos que creían poseer alguna riqueza. Por añadidura, el
problema del desempleo aumenta la desconfianza ante los impagos y hace todavía más difícil acceder a un lugar donde vivir. Así, alquilar un piso se torna una odisea de avales, fianzas, depósitos, garantías y contratos que confirmen que el inquilino podrá pagar la mensualidad. Esta falta de confianza hace imposible encontrar a alguien que cumpla con los requisitos de alquiler. Para evitarlo, las diferentes esferas de gobiernos (locales, regionales, comunitarios o nacionales) se prestan a ser los garantes de los alquileres a través de la implementación de diferentes programas. Al final pretenden que el flujo económico mantenga los canales que favorecen a aquellos que efectivamente promovieron y fueron cómplices de la propia crisis. Las ideas dominantes, el pensamiento único, la mainstream del momento o lo que opinan en la frutería se aliaron para crear un mundo mágico en el que los ladrillos nunca perdían valor. Craso error, representado por los carteles que ahora nos exhortan acerca de dónde está la pasta que se amasó durante dos décadas.