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El 6 de febrero de 2018, un gigantesco falo espacial propulsado por dos reactores testiculares abandonó la órbita terrestre en busca de otros planetas que colonizar y fecundar. Medios de comunicación de todo el mundo se encargaron de difundir en directo lo que se convertiría en una de las escenografías más icónicas del siglo XXI: un Tesla Roadster descapotable color cereza-medianoche flotando en el espacio exterior. En un acto onanístico sin precedentes, el fálico cohete eyaculó a su conductor, “Starman”. El maniquí astronauta, hecho a imagen y semejanza de su creador, Elon Musk, deserta aquí de una Tierra convertida en el instagrámico telón de fondo de su huida tecno-futurista.
Esta escenografía estratosférica alegoriza un giro epistémico en curso: la ‘emprendedurización’ de la carrera espacial que comenzó tras la aprobación por parte del Congreso estadounidense, en mayo de 2015, de la “Spurring Private Aerospace Competitiveness and Entrepreneurship Act”, (más conocida como SPACE ACT, por sus siglas en inglés). Este nuevo marco legislativo permite explícitamente a ciudadanos e industrias estadounidenses “participar en la exploración y explotación comercial de los recursos espaciales”, incluidos el agua y los minerales, en contravención al internacional Tratado del Espacio Exterior de 1967, que impide que cualquier estado ejerza “la apropiación nacional por reclamo de soberanía, por medio del uso u ocupación, o por cualquier otro medio” de cuerpos extraterrestres.
Partiendo de una cuidadosa disección de las cualidades simbólicas, materiales, discursivas y arquitectónicas que esta fotografía alegórica esconde, GRANDEZA propone una deriva multiescalar a través de la geografías tentaculares que conectan el banal interior del automóvil deportivo con los paisajes del Triángulo de Litio, la superficie de Marte, y más allá.
A través de un ejercicio de teoría-ficción, el espacio expositivo será transformado en un diorama habitable y multimedia donde se confrontarán las evidencias de una investigación forénsica con dosis radicales de imaginación política. Si la imagen de partida reproduce, normaliza, naturaliza, perpetúa y expande la supuesta inevitabilidad de los regímenes extractivistas y coloniales, (conduciéndolos ahora hacia un nuevo paradigma de hiper-desregulación tecno-feudal) este proyecto propone poner en crisis estas mitologías escapistas combinando cosmogonías no occidentales con fantasía, historia alternativa, y realismo mágico. El diorama habitable se convierte así en la escenografía de una nueva enunciación post-extractivista que invita al público a imaginar: ¿Por qué querer ser un terrícola en Marte si se puede ser un marciano en la Tierra?