Emiliano Scaricaciottoli/ Gusanos/ Fundidor

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Scaricaciottoli, Emiliano

Gusanos/ Emiliano Scaricaciottoli- 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Barnacle, 2023.

82 p.; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-8952-09-3

1. Literatura Argentina. 2. Narrativa Argentina. I. Título. CDD A863

Editor General: AlbertoCisnero

Diseño de tapa: AzúcarRamón y MerlinaH.Cisnero

Primera edición: Junio de 2023

(c) 2023, Emiliano Scaricaciottoli Buenos Aires- Argentina

ISBN 978-987-8952-09-3

BARNACLE

Libroshomogéneosycomerciales barnacle.cia @gmail.com www.barnacle.com.ar

Impreso en la Argentina

PrintedinArgentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11723

Nunca llegará a viejo. Ni la naturaleza se atrevería a considerarsusupervivencia.Peroahíestá.Rascándosey apretando con las fuerzas de sus manitosese pelito desgajado, rubio, platinado, rusito. Golpeándose, una y otra vez. Leí el informe: no, no es autista. No, no hay adecuación curricular. Sabe mucho sobre la Segunda Guerra.Ya leyó Maus, y alguna que otra historieta de Marvel. Sus abuelos lo obligaron a leer la historia del sionismo en nuestro país. Aunque él no la haya entendido. Es más: los odia, tanto como a mí.

Juan José odia a todos. Primero, a los judíos. Una vez dijo tímidamente, en los mozos años de la Primaria en el San Cipriano, en un grupo de whatsapp de su curso que a los judíos les gustaba que los nazis los violaran. Se había sacado una selfie haciendo el gestito del mete-saca como desde una tribuna, colgado al alambrado, a su peor adversario. ¡¿Pero sos judío, Juan?! ¡Vos sos judío, pelotudo!

Contentando a la hinchada, pintó en el baño del Regatas, mientras la profesora de Educación Física evitaba con la mirada las vergas de los socios y secaba los culitos de sus alumnitos: “En el San Cipriano, manda Adolfo”. Después lo grabó y lo subió a sus redes sociales. Los padres de Juan estaban en Amsterdam cerrando un acuerdo con un socio minoritario de Marlboro. Siempre que eran citados al colegio para tratar estos “temas” antisemitas de Juan, kilómetros de distancia los separaban. Los abuelos eran ciegos, los dos. Un caso complejo.

El día que le mordió el dedo a Bautista y le practicó la Tyson dijimos (en la sala de profesores) basta. El dedo de Bautista quedó pegado al suelo. Lo tuvieron que despegar cuidadosamente con vaselina. Juan José se limpió la sangre con la lengua y volvió a golpearse, a latigarse con la mazorca imaginaria. Hamacándose, en el edén de fuego. El mismo edénquelocondenaría,unosañosmástarde.Losdirectivos, como siempre, fiel al estilo de todo colegio privado con una gran guita del Estado para sobrevivir a los sueldos,

debatieron largas horas con las psicólogas. Las psicólogas. Otra raza que debió ser exterminada, diría Juan José. Ahí coincidíamos. El problema que tienen los psicólogos que estudian en la UCAes que siempre el determinismo místico deestos casos los lleva a pensar conel bolsillo,porun lado, y conlaincompetencia,porelotro.Frasescomo“losdocentes no lo contuvieron”; “Hay un temita con una página muy usada, parece, Xvideos...Los perturba”; “¿Nunca nadie vio quese amasaba el peneen clase?”.Ypor ahíel quecortaba el bacalao mandaba “Aver,Turca, ¿está becado? Porque si está becado podemos hacerle un ajuste”. El problema de fondo no era el dedo de Bautista. Ahora había que arreglar a esa familia. Bautista era un gordo deplorable. De la comunidad boliviana del colegio. Nunca agitarían. Ese disciplinamiento era tangencial. El problema era que Wolff nos dejara de romper las pelotas. O, al menos, que no representara un problema para los psicólogos del colegio, para el exhausto gabinete de Orientación del colegio. Dicen, “yo no sé”, pero dicen que Wolff estaba enamorado de Marianella, la licenciada que coordinaba el gabinete antes de la llegada de Juli (mucho antes, por cierto, que se hiciera Juli). Le había dedicado varias pajas. Una por cada reunión individual, otras tantas por cada vez que subían juntos por el ascensor. Marianella llevaba siempre sus bigotes pero con escotes pronunciados y ropa bien ajustada. Y usaba una muletilla que nos daba mucha gracia: “Buenas y santas...”. Así abría el día. Así Wolff se sentía más cerca de su pollera y de su olor a vagina sucia. Juan ya conocía ese olor porque lo había experimentado con su compañera de banco: Arana. Arana. Arana. Arana tenía dos años más y nadie la quería. No solo por repetidora sino por promiscua. Las compañeras eran muy harpías. Sabían que ya se había iniciado. Que no había más nada que romper. Los videos se habían divulgado prolijamente. Entonces, Arana se cansó y pensó que Wolff era una opción inofensiva. Un curioso, y encima exótico, intrigante. Arana lo miraba muy obsesivamente. Creía que detrás deesashamacasimaginarias,deesosataquesdefuria,

tos, mocos, odio antisemita, había un secreto. El secretum. No podía serquenadiesediera cuenta dequeWolffteníaun pene circuncidado. Y ese detalle, ese maldito detalle, para Arana, era digno de ser tenido en cuenta. Se sentó junto a él solo por fervor naturalista. Observaba sus movimientos. No le hablaba. Lo miraba como una cobra a uno de estos encantadores. Y se estudiaban de reojo, con movimientos fríamente calculados.Wolff sabía que en una sociedad justa, él podría violarla y usarla como prostituta para la revolución suspendida. Wolff era un Astrónomo cualquiera sacado de un cuento de Arlt. Había leído de más cosas que no entendía. Sabía de nuestros planes, sin embargo.

LapanzadeWolfferalomásimpresionante.De1°a2°añose pusounobjetivo:comeralfajoresyvomitarlasensaladasque sus abuelos le disponían en los almuerzos. Vómito y alfajor. Nunca supimos esto, lo hubiéramos apoyado. A ver si nos entendemos: no nos caía mal. Los nazis serios como Wolff, con cierta emergencia de la Orden Negra, son necesarios en elcolegio.Hayque darlestiempo,formarlos, queseformen, joderlos, perderlos y recuperarlos. No nos molestan. Por el contrario, necesitábamos una derecha nacionalista antisionista ysumamentepoderosa,indestructible.Elproblema deWolff era que no reclutaba.Yesa panza ... En la elección al consejo de estudiantes —una pantomima armada por el rectorparasimularpoderenelclaustroestudiantil—jamása nadie se le hubiera ocurrido pensar enWolff. Los consejeros eran elegidos casi a dedo por el Rector y la Directora de Estudios después de uno de esos polvos breves que se echaban en el sótano de maestranza. El gordo-cerdo, como le llamábamos cariñosamente, subía metiéndose la camisa dentro del pantalón y sacudiéndose los pelos. Detrás venía laTurca, Liliana, oliéndose los dedos.Yasí entraban al aula, sin pedir permiso, para el “acto electoral”. Acto erectoral. Hasta que un día dijimos, insisto, basta. Era el momento de proveerle al caos una ayudita, y Wolff podía servirnos para activar el plan.

B & T eran siglas inofensivas. Se las veía por la calle Espora, en los apartados murales de una ex fábrica de plástico. No eran tiempos de rock, de las bandas que rajan del cielo. No. Tampoco de movilizaciones en el plano político. ¿Juventud politizada? El kirchnerismo era, al menos en el San Cipriano, un fantasma que no podía recorrer ni un metro. No había más que radicalizadas reacciones feministas pro aborto. ¿Juventud politizada? Un incipiente y necesario cruce entre visibilización de las frustraciones y machitos de bajo perfil, muyignorantes.Enrealidad,pensándolobien,entrelasScissor Sisters —como a ellas les gustaban autodenominarse— y los duraznitos había un conector elemental: eran sumamente ignorantes. Por eso, cuando la muchachada se juntaba a fumar un porrito en Tandil, o iban al kiosko a planificar una tarde de Estación de Poder, miraban con desconcierto las pintadas delassiglas.“Suena a marca deropa”,decía Quimey. “Marca o cadena de ropa para heteronormales”, ampliaba el conceptoYael, una iniciada en las Scissor.

B & T funcionaba en los dos turnos. Dos equipos de cuatro docentes más colaboradores. Nosotros les llamábamos “satélites”. No militaban en nuestra secta pero sabían que operábamos ... En la oscuridad de lo oscuro. En la penumbra de los acantilados. Ahí, donde todos podían vernos. B & T se había fundado en un asado violento. Un asado de profesores que terminó mal. La discusión arribó gracias a la década ganada que aseguraba la gobernabilidad y, en plena primaverita del segundo semestre, un sector sindicalizado que peleó la toma de la escuela reincorporando a sus trabajadores (la banda del Martillo) hizo un pacto.Yse repartieron cuchillazos profesores de todas las áreas. Todos tipitos y tipitas, como decía Samoilovich: “Acá, el problema es que hay muchos tipitos y tipitas”. Carbones a viva llama, cuchillos tramontinas, escupitajos de limones en los ojos, de todo. La consolidación de la banda del Martillo, ese 24 de noviembre de 2016, enla terraza del gordo Mario —quien en ese momento era profesor de música y luego de la trifulca se dedicaría al negocio de las autopartes en Warnes—

Índice

Capítulo1

JuanJoséWolff/

Capítulo2

Quimey“Ru y”André/

Capítulo3

VicenteViloni/

Capítulo4

MaiteBecker/

Capítulo5

JuandeDiosInmaculado/

Capítulo6

Jaefferson“Granizo”Molinas

Capítulo7

SheylaLyArana/

GUSANOS de Emiliano Scaricaciottoli fue impreso en la nobilísima ciudad de Buenos Aires, año veintitrés del siglo.

TOLLE, LEGE.

Scaricaciottoli, Emiliano

Fundidor/ Emiliano Scaricaciottoli - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Barnacle, 2020.

110 p.; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-4044-54-9

1. Novela. 2. Narrativa Argentina Contemporánea. I. Título. CDD A863

Editora General: VerónicaVega

Diseño de tapa: AzúcarRamón y MerlinaH.Cisnero

Primera edición: Octubre de 2020

(c) 2020, Emiliano Scaricaciottoli Buenos Aires- Argentina

ISBN 978-987-4044-54-9

BARNACLE

Libroshomogéneosycomerciales barnacle.cia @gmail.com www.barnacle.com.ar

Impreso en la Argentina

PrintedinArgentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11723

I.Cabezadecobra(enelsubtedelhipopótamo)

Salvia Divinorum. Qué difícil que se está haciendo ahora que un puñado de sanguijuelas trabaja allí abajo. Mordiendo como si no. Mordiendo como si no escuches. Mordiendo como si seguí durmiendo. Qué difícil que se me hace no escuchar toda esa guerra. Todo lo que ocurre y me mira. Lo que pasa está documentado y archivado para ser usado cuando el volcán se active.Yasí, mil millones de estrellas en esta galaxia se desconocen, y pasan por el mismo fragmento mágico de “cosa oscura”. La “cosa oscura” tenía nombres muy diversos, hasta que él me agarró de la mano y apagó las luces para llamarla, como se invoca a una presencia que lastima. Nunca me dejé llevar por las invocaciones o las presencias buscadas: ir hacia la “cosa oscura”. “Dos pasos hacia adelante”, me recordaba mi padre la máxima de Lenin. Sin dudar. Llegamos a la cocina y ahí pronunció la proposición: “Acá están, ganales o sabrán de vos”. “Vencer”, Horcas. Esa canción vino después, aunque el sentimiento sea el mismo: vencerlos en su territorio, en sus hoyos vietnamitas. En aquel entonces éramos dos tipos (un adulto y esa ameba insoportable en que nos convertimos cuando tomamos forma, en la niñez) en calzoncillos, en la cocina de Larrea 857, esperando que alguien sangrara y prevaleciera desde la oscuridad plena. Más bien, él me observaba en ese proceso de ir amigándome con los malos.

Ahora, en este 147 miserable, en el rincón, en la guarida, escuchando esa mierda fabricada para un momento Kodak de cumpleaños de 15 (tipo Enia, más bien para reikistas o salas de espera odontológicas), dolorido (por arriba y por detrás), calculo cuánto hay entre la “cosa oscura” y el bidet. Ni ganas de

mover un pie. Ni ganas de trasladarme. Además, ellos siguen allí, como lo había señalado mi viejo hace más de 30 años —en calzoncillos, claro— y no van a darme más tregua.Ya conocen mis amagues. Todavía hay algo de luz afuera, dañina. Habrá que esperar. Paciencia: acción espiralada de mi historia clínica. Hace 3 días que duermo en el auto. Algo de lo que hace Burdu por las noches me está perturbando y no puedo quedarme quieto en mi habitación. Ella tampoco.

Respondí un mail antes de salir a las escuelas. Le escribí a Mariana, la de la juguetería que tocaba “Escalera al cielo” en una criolla, Antigua Casa Núñez. Puse esto: “Te pienso. Leerás? Si respondés, gracias y si no…”Ysi no pegate un tiro, forra. Mentira. El hecho supurante es que Mariana dejó de responderme. Mi relación con Eli, las fabulaciones de que mi tía Libertad estuvo dos meses en coma inducido, de que me echaron de la Media 6, de que me cortaron el gas y demás estupideces que la convencieron, me llevaron a otra “cosa oscura”: el tajo. Me cortó el chorro de esa podredumbre trastornada, obsesiva y compulsiva de querer que me quieran, aún cuando no hay a quién querer porque me borro, no me interesa, o logro que me tengan ahí en la mesita de luz, contenido en un marco (mejor sería en un conteiner como en el disco de Riff… ahí sí querría salir, liberarme y liberarlos). Liberarlos.Yo, el supremo.

Mariana me responde que me soñó en un bondi, de pelo cortito, un maletín, yo bajaba. ¿Por qué no me gritaste? No hacía falta.Ya logré eso: saber. Saber que me tenés en cuenta. ¿Cómo sería eso? Sería algo así como una (otra) espera. Esperar a que yo pregunte, y a que ella responda. Una vez que logro su signo vital me retuerzo en mi interior como si se me estuvieran prendiendo fuego los riñones, pero me río. No, no me río, gozo, me meo encima, me meto el dedo en la nariz y me saco todos los mocos secos, frenético, uno por uno.

Respondí un mail antes de salir de casa. Le respondí. Mariana me leerá. Tengo que comprar esa libretita. Shanis (apostaría

a que sus padres son bolivianos, solo ello justifica el sacrilegio gráfico de su nombre) me pide que escriba. Arrancaría así. Querida libreta de terapia cognitiva: Soñé con mi mamá, con mi mamá durmiendo. Luego, quien suscribe: me levanto, aún en duermevela, y me confundo. Tengo ganas de desnudarme y de meterle la pija a alguien que está en el living. Me voy desnudando cuando en la tracción cobro conciencia y velozmente logro vestirme.Todo sucede en mi habitación. ¿Está mal? No. Pero deberíamos arrancar con un patrón, una serie, la del hipopótamo, por ejemplo.Algo que me ayude a reconstruir.

Nunca comprendí cómo alguien tan convencional, tan domesticado como yo, pueda sentir ganas de presenciar la desfiguración de un ser querido (no, siniestro es comprar un microondas porque uno llega tarde del trabajo y no quiere prender el horno; no lo que viene). Menos aún, nunca entendí por qué me llevaba virtualmente un impulso de ser yo el ejecutante. Jamás dije “muerte”, no hablo de muerte, hablo de desfiguraciones. Un vaso de Rigolleau, de esos gruesos de 5 milímetros, estallando contra la frente de mi padre, y él mirándome como se mira a Dios después de que el agua haya arrasado con todo. Sorprendido es sutil. Desfigurado, no por su frente digo, por el tajo gravitatorio en su frente; no por la sangre decorando su pecho, por los soldaditos del cristal penetrando su retina, no. Sino por una reacción inesperada.No. Inesperada es sutil. Una reacción de un enfermo mental. No. Sí. Pero no es un enfermo mental, es el profesor de música, el referente sindical, el buen padrino, el amoroso, el mimoso, el atento, el compañero. Un trotsko fundido sacando un cuchillo y quitándole un riñón a su madre mientras esta prepara la lasaña, un domingo antes de que Quilmes pierda, con los sobrinos, los primos, los abuelos, etc. La faz, knockeada. Arrancada, y sus gritos identificándola. Aquello que emerge de repente desde la “cosa oscura”; punción, nada de pulsión, punción. ¿Es la “cosa oscura” o soy yo?Amalgama (y desde ahora, sin comillas).Algo de esto sentía cuando Eli me metía los encordados prolijamente en el buche de las fundas de las guitarras, o cuando se reía con mis

de Emiliano Scaricaciottoli fue impreso en la nobilísima ciudad de Buenos Aires, año veinte del siglo. TOLLE, LEGE.

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