Revista Nueva Tierra Nº 71

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La gente pobre captó que con Monseñor Romero pasó un Dios de consuelo, un Dios de verdad y un Dios que les da algo que nadie más les da. necía callado. “¿Qué es eso de la misa única? Eso no se pude hacer. Yo sé que ustedes lo han enfocado bien, en el aspecto espiritual, pastoral y teológico, pero lo más importante es el aspecto canónico”. Y Romero callado... “Porque el Arzobispo no tiene autoridad, según el derecho canónico, para decir que sólo va a haber una misa”. Lo que me impresionó fue la tristeza de que un secretario de una nunciatura en un país donde están matando gente le hable así al arzobispo. Al final Romero le dijo: “Yo he venido a decirle y le vuelvo a repetir que le diga al señor nuncio que va a haber una misa única”. Entonces se hizo la misa única y un motón de cosas. Yo me dediqué, como siempre, a escribir. Poco después, Monseñor Romero fue a Roma a hablar con Pablo VI a explicarle la situación y llevó un dossier donde se explicaba esto, la entrevista con el secretario y cómo fue la misa única, que fue una belleza. “Estamos en un país donde han matado a un sacerdote”, cosa que no había ocurrido antes. Que maten a campesinos era espantoso, pero que maten a un padre es que está pasando algo muy distinto: el grado de la represión está dando nuevos pasos. A la vuelta él vino muy contento de haber estado con el Papa por la comprensión y el cariño recibido. En esos días se me acercó y sólo me dijo: “Padre, le agradezco su aporte al texto que pudimos llevarle al Santo Padre”. Al decirme eso yo sentí que esa pequeña cosita que había ahí ya no existía y desde entonces fuimos buenos amigos. Le dije: “Le voy a seguir ayudando en lo que pueda”.Y así lo hice: le ayudé en la carta pastoral, en el discurso de Lovaina en febrero del 80, en todo lo que pude. Pero cuando le veía nunca se me venía a la cabeza que yo estaba ayudando a Romero, sino que este Romero es el que nos empujaba a seguir adelante.

EL PASO DE DIOS POR EL SALVADOR Luego de su muerte, en la Universidad Católica se celebró una misa por Monseñor Romero en una de las aulas magnas. Ellacuría predicó y en un momento dijo: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”. Yo le he conocido bien a Ellacuría y no era un retórico. Podía hacer buena retórica, podía hablar elocuentemente, pero jamás decía algo que para él no fuese una convicción profunda. Para Ellacuría, Romero era el hombre de fe hondamente en Dios. Quizás a mucha gente eso no le interese tanto, pero él pensaba en Romero como alguien que iba delante suyo y delante de nosotros. Se necesita alguien tan genial como Ellacuría para decir eso. Formularlo así, quizás no lo hace la gente, pero si me preguntan: ¿la gente capta eso? Seguro que sí, sinceramente. Para poder hablar de Dios hace falta un sentido de

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la fe, un “sensus fidei” que se dice. Y creo yo en el “sensus fidei” del pueblo de Dios, y dentro de él, de los pobres del Pueblo de Dios. Ellos son los que captan que Dios pasa por la historia. No sólo esto, sino: ¡Y qué Dios es el que pasa por la historia! A veces, la gente puede tener una religiosidad más infantilizada: ¿Qué Dios pasa? El Dios de los milagros. La gente pobre captó que con Monseñor Romero pasó un Dios de consuelo, un Dios de verdad y un Dios que les da algo que nadie más les da. Ellacuría dijo que con Romero Dios pasó por El Salvador, lo que no quiere decir que sólo con él pasó ni que Romero ya no va a pasar por El Salvador. Lo que dijo es: “Allá donde vean verdad como la de Monseñor Romero, no cualquier verdad, no una propaganda”. Dios pasa cuando hay verdad, allá donde hay compasión, como la de Monseñor Romero.


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