Despertar

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L. J. Smith

Despertar

en él que le hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso. Justo entonces, Dick y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso. Imbéciles de talla mundial, se dijo Elena. Echando chispas, los miró iracunda por encima del hombro de Stefan. Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras fingían estar totalmente ciegos a la presencia de Stefan allí de pie. —Excusad. Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado, distante. Dick y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces fantasmales. —¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi? ¿Jacuzzi? Los dos rieron. Elena vio cómo los músculos se tensaban bajo la camiseta que tenía delante. Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que Stefan y las espaldas de Tyler eran casi el doble de anchas. —¿Sucede algo? Elena se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a su espalda. Dio media vuelta y se encontró con Matt. Sus ojos azules tenían una mirada dura. Elena se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Dick se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Matt, se dijo. Pero ahora el bueno de Matt entraba en el aula acompañando a Stefan, y ella se tenía que resignar con seguirlos, observando la parte posterior de dos camisetas. Cuando se sentaron, se deslizó en el pupitre situado detrás de Stefan, desde donde podía observarle sin que la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase. Matt hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería decir algo. —Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes... Stefan rió. Fue un sonido amargo. —¿Quién soy yo para juzgar?

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