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Balcei 177 mayo 2018

¡NO LO SABÍA! No sabía que un cordero endoblado es el que mama por los bragueros de dos ovejas; que una hembra que deja de dar leche es una escosa; que una caballería enrobinada no se levanta, al haberse quedado panza arriba; que una ardilla saltando por Aragón es un esquirol; que un gajo de nuez es un escuezno; que un sapo es un escorzón; que cuando se esculla se escudilla; que uno espabila el candil quitando el pabilo con espabiladeras a una consumida torcida; que el oficio de espantanublados ya no pinta con tantos claros; que con una españoleta aún se cierran ventanas y se abren algunas puertas; que la esparteña venida del espartal es una alpargata; que una tabla con ganchos es una espetera; que un hurgón para atizar la lumbre, si termina en punta, es un espetón, y si este último lo utilizamos para tapar un orificio, se transforma en un espiche, por lo que cuando se pincha algo, como pueda ser un tonel, o la vida, se espicha; que el espíritu de la golosina ha huido de los niños con sobrepeso; que el que mucho se aburre cae en el melancólico esplín: estado bilioso como el del humor de la mielsa; que con el espulgo sangran las malas pulgas; que una procesión de fantasmas, aunque se mezcle con penitentes, instrumentos y pasos, es una estantigua; que las carnes que no se consumen, al igual que los gobiernos que no se renuevan, se vuelven estadizos; que los escoriales acaban llenos de escorias; que ciertas prácticas eróticas, incluidas en la parafilias del grupo BDSM —como las que obedecen a la práctica del «bondage», de la disciplina, de la dominación, de la sumisión, del sadismo, del masoquismo— escorchan la piel; que un escuchimizado es todo un esmirriado; que hay estatutarios estatutos tan inamovibles como las estatuarias estatuas; que si se provoca el estornudo de los demás con alergénicas pesquisas, se acaba convertido en un estornutatorio; que la estrada no es un camino de sensaciones carnales entre aquellos aprovechados que, sintiéndose más primitivos, han convertido cada fase de su existencia en un continuo estro; que por los evacuatorios, siendo escusados generales, todos los excrementos públicos desbordados por la tormenta deberían expulsarse con la misma riada; que hay comidas excrementosas por ser poco nutritivas y muy voluminosas; que el evo comprende lo que duran las cosas eternas, cumpliendo en su seno siglos las almas eviternas: las que tienen principio, pero nunca van a tener fin; que a la donación que un marido hace a su mujer se le llama excrex; que una salida, aunque no sea exitosa, es una exida; que la maldad humana posicionada «en escorzo», no te viene de cara; que unos actos que ezquerdean, no tienen por qué ser siniestros porque se tuerzan a la izquierda, como ocurre con los contenidos en las parábolas del Mesías. ¡No sabía, no sabía, no sabía…! Que un echador es el que sirve el café en las tazas, ya colocadas por otro; que el que padece ecolalia repite las palabras de los que le rodean, como si fueran manidos tópicos; que un edículo de lo más sagrado es el que aloja a la tumba de Jesucristo; que una efélide es una peca pasajera; que cuando Mahoma se marchó de La Meca a Medina comenzó una nueva era: la hégira; que un ejido es un terreno común contiguo al pueblo, para las eras y para el ganado; que quien se embaluma carga con demasiado peso, pudiendo acabar harto si los fardos van llenos de dudas y culpas; que todo aquello que embarace, sea cosa o pensamiento, dificulta el movimiento para un pleno desenvolvimiento; que embazarse es empacharse por el lado izquierdo, por donde cae el bazo; que el que coge un buen berrinche se emberrenchina; que cuando se gasta una broma se embroma; que la mezcla de paja mojada y salvado es una empajada;

que un pañal es un empapador para las partes de abajo, mientras que un mocadero lo es para las narinas de arriba; que cuando cría pelo la bestia humana se empela; que empellar es empujar; que se empereza el que se deja dominar por la procrastinación, haciendo honor a la primera Ley de Parkinson: la que sentencia que el trabajo en una oficina se expande, hasta llegar a ocupar todo el tiempo de que se dispone para su realización; que el que se emperifolla se emperejila, pues tiene perejiles la belleza; que antiguamente, para hacer vecinos, no había que empadronar sino empersonar; que se empiola a un animal cazado atándole las patas para colgarlo; que si España padece de empleomanía es porque se está muy interesado en los empleos públicos; que la empotría, más conocida como alectoria, es una piedra cristalina y cenicienta, alojada en la molleja de los gallos; que el que pide prestado sin intención de devolverlo es un emprestillador, o un petardista, que aún suena mejor; que el que encalabrina hace perder los nervios a los demás; ¡Tampoco sabía…! Que se encapan las plantas cuando no pueden reventar la costra dura de la tierra; que lo que está encerrado está encapullado, como les ocurre a las palabras alojadas en la necedad, y como le ocurre al sedoso bálano, cual si fuera un gusano; que las caballerías cebadas a la bebida se encebadan cuando beben mucha agua si antes han ingerido demasiado grano; que una gallina joven se encloca cuando incuba, cuando encoba, cuando empolla, colocándose sobre los que habrán de ser cascados: de ahí que a la varonil «miembra» —la que se apoya únicamente en dos cojonudos huevos— se le llame «polla»; que cuando a uno lo encornudan se le ha sido infiel; que endeñado es infectado; que el que se enfraila se hace fraile, tal y como le pasó al diablo cuando se sintió harto de carne; que el engaitador no es ningún mamporrero, sino el que engaña con falsas promesas; que en la cocina hay que saber cómo cocer la harina, para que el engrudo formado pueda pegar los desajustes de un enguatado amor, que había empezado a engrumecerse; que el que sepa cómo cumplir los años al revés no hará sino enjordanar; que una gallina enodrida lo es porque ya no pone, quizás porque a sus años ningún encrestado le «pone»; que si enlardas las buenas y las malas ideas, pueden acabar derretidas por la quemazón interior. ¡Y menos…! Que un árbol que no desarrolla ennudece; que algo que se enroña forma orín, al recubrirse con óxido de hierro; que sin escapularios ni esclavinas, actualizadas inquisiciones siguen ensambenitando; que algo que se entarquina se enloda con agua, con barro, con materia orgánica, tal y como ocurre con los escaños de aquellos diputados a quienes les sobran entendederas para corromperse, entre tanta descomposición; que si se pavimentan las instituciones con tarugos hechos de madera, se entarugan; que si enterramos trapos viejos para abonar las cepas, las entrapamos; que el espacio entre dos filas de una plantación de árboles es un entreliño; que las luces de las mortecinas velas y de las estrellas reventadas, mientras andan extinguiéndose, entremueren; que cuando se oye a medias, aunque sea aparando una sola oreja, se entreoye; que son entrepanes los terrenos sin cultivar, al acabar rodeados de los que se han sembrado; que si alguien mete las piernas entre las del otro, aunque no comprometa, entrepierna; que al recubrir el peritoneo a los intestinos forma el mesenterio, el redaño, el entresijo, que todo es lo mismo, y al envolverse más por otras vísceras, se nombra como epiplón y omento; que un animal muerto se presenta

tan entripado como un disgusto bien guardado; que un epicicloide parece haber fecundado a un abombado círculo vicioso; que por tierras castellanas, cuando los árboles se van llenando de fruto, se entuñan; que para atontar a los peces se enverbascan las aguas con gordolobo: planta que antaño fuera usada para teñirse de rubio el pelo; que si untamos con liga sentimientos enfrentados, se enviscan para siempre; que el que padece eritrofobia no soporta ruborizarse; que el erraj es un carbón vegetal obtenido de un cisco de huesos de aceituna; que un escardillo es un escabuche de dos puntas, para escardar exactamente lo mismo que con un «ajuelo»; que el que aviva el fuego lo escaliba; que en Alcorisa el baile del escarramán se concreta en una val; que el que se escomea, gota a gota padece la estranguria; que lo que ha de ser una hez redonda fuera, si se presenta endurecida por el colon, es todo un escíbalo; que en el ámbito político todos pintan, todos proyectan sombras a otros elementos, por lo que son unos esbatimentantes. Por no saber, no sé ni qué es un grupo abeliano de abejas, ni un anillo de polinomios, ni un ángulo diedro sublimado, ni cómo se calcula la media de mi pasado, ni la alocada desviación típica de mi presente. Ya ni recuerdo el teorema de un tal Thales, ni sé cómo reducir al absurdo los conceptos de la fe, ni cómo perderme por los alrededores de la letra e, ni cómo enfocar la vida, apuntando a la vejez con mira microscópica para matarla bien. Lo cierto es que ya no sé casi nada de lo que sabía. Todo aquello que supe en su día, todo lo que he ido olvidando, está más muerto que lo que fuera enterrado a fuego en vida, por toda un alma caída. No solo he perdido saber, he perdido también sabiduría. Sus componentes se han derramado, y arrastrados en agua dulce, se han diluido en un abrasivo mar salado, perdiendo ese caldo toda la textura. He acabado reteniendo con los años cuatro imágenes, transformando mi experiencia en inexperiencia, en una travesía a la simpleza. Cada día van siendo difuminados los conocimientos por la falta de brillo de unas neuronas, cuyas chispas están hartas de navegar, de discurrir por circuitos despolarizados: células que menosprecian el paso del tiempo, inconscientes de los voraces agujeros que van abriendo. Quedan ocho cosas pues, una a una, camino de una estupidez, que también ha de empezar a decaer, hasta la desmemoria total, y todo ello antes del todo mortal. Aun así intento retener lo primero que habré de olvidar. Me hubiera gustado conocer todo aquello que fuera nombrado en cualquier idioma, en cualquier tiempo, para haber preparado con las quinientas vidas que me pudieran haber quedado un inventario universal de palabras, algunas desterradas por eruditos a la violeta, quizás con ciertos conocimientos químicos, físicos, matemáticos y biológicos. ¡Y basta ya de extemporáneas explicaderas! Pedro Juan Nuez García


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