102
Balcei 171 mayo 2017
Real Zaragoza, 1 – Real Mallorca, 0 Ángel de oro Gran noche. Flotaba en el ambiente una inquietante sensación de abismo contenido y en ese contexto afrontó el Real Zaragoza el partido frente al Real Mallorca. Y lo hizo desde su condición de equipo perfilado y definido, equipo que ahora mismo tiene un objetivo y está formado por un grupo de artesanos que hace lo que sabe hacer, no lo que cree que tiene que saber hacer. Y ayer el equipo aragonés, al igual que en los tres últimos partidos, se ajustó al guion que su comandante escribió: tener el balón, procurar gobernar las circulaciones y dejarse su frágil alma en el campo. Todo ello lo hizo y se abrazó a esos gramos de fortuna que tan necesarios son en la vida. El Zaragoza ayer tuvo ángel. Y tuvo a Ángel. El mejor, el más valioso, el que nos enseña cada domingo el valor del valor, el que consigue que la tarde sea un monumento a la pugna, al pundonor, a la inacabable voluntad de crecer. Su partido es la rúbrica a un texto repleto de páginas valerosas y por eso la Basílica coreó su nombre y se encendieron las luces de la renovación urgente. El partido fue una dura prueba para el zaragocismo. No se jugó un buen partido, hubo mucha igualdad y se notó esa electricidad que atenaza el músculo y el hueso del futbolista cuando hay un peligro tan cruel rondando la casa propia. Sin embargo, el equipo de Láinez permaneció fiel a su propuesta y eso es algo inestimable. Eso hace grandes a los grupos, a los jugadores y a los técnicos. Las cosas podrán salir bien o mal pero ahora el Zaragoza ya es un equipo reconocible. Jugar el balón, buscar la circulación interior, primar la combinación, abrir senderos por los que los laterales transiten y procurar que la línea de contención se sitúe lo más arriba posible. E impedir que el balón entre en nuestra portería, bien porque el contrario no llegue, bien porque nuestro portero lo impida. La primera parte fue un reflejo de lo expuesto desde que Láinez está con nosotros. Repitió una alineación anterior, rescatando a Lele, Isaac y Lanzarote, y les pidió a los chicos que se aplicasen a la tarea de jugar por dentro y propiciar las incursiones de Isaac y Cabrera. La tarea era complicada, pues el Mallorca dispuso una doble fila defensiva de 4 y 5 jugadores, lo que impidió que Edu Bedia y Ros tocasen el balón y Pombo y Lanzarote recibiesen en buenas condiciones. Aun así, la presión zaragocista consiguió rescatar varios balones que facilitaron la llegada ante Santamaría. No se acertó en la definición, pero el esquema continuaba siendo válido y se mantenía la
aire azul intensidad ofensiva. El gol llegaría a balón parado. Un corner botado por Lanza fue magistralmente rematado de cabeza por Ángel. Era la muestra de que el delantero canario está de dulce y es, como dijo Láinez, una mina de oro. La Basílica estalló de júbilo y se aprestó a degustar el gol con la esperanza de que la segunda parte el equipo no se cayese como es habitual. Con toda seguridad el míster dispuso todo lo necesario en el descanso para que eso no sucediese, pero como él mismo dijo después, la cabeza a veces no actúa como debe y le equipo se refugió en las proximidades de su área. El Mallorca, claro está, se echó al monte y acorraló al Zaragoza durante los primeros veinte minutos, aunque con muy poco peligro. Cani sustituyó a Edu Bedia con el fin de recuperar el control de la pelota y algo se consiguió. Poco a poco el equipo adelantó líneas y logró amortiguar el empuje inicial de los bermellones. Láinez le pidió poco después a Valentín que relevase a un fundido Ros, en un claro intento por sujetar el partido. A ello también contribuyó, y fue muy celebrado el hecho, Ratón, que realizó dos magníficas paradas. Sin duda fueron dos acciones de gran trascendencia por un doble motivo: porque la victoria se quedó en casa y porque el portero participó estelarmente en el triunfo final, lo que eleva su estatus en un equipo necesitado de autoestima. El triunfo, en fin, es un bálsamo que ayuda a afrontar el último tramo de esta mediocre temporada con algo más de aire fresco en los pulmones. No menos importante es la fortaleza de ánimo necesaria para viajar a Miranda y comenzar a cerrar todas las heridas que aún sangran en el cuerpo y el alma blanquiazules. Tarea de todos es empujar para llegar al final del camino lejos de la sima del descenso, cerca de un futuro esperanzador.
CD Mirandés, 0 – Real Zaragoza, 1 Queda limpio el camino El terreno de juego de Anduva es más grande que el de la Romareda y Miranda es un pueblo enamorado de su club de fútbol. Son dos detalles que, seguro, César Láinez tuvo en cuenta a la hora de preparar el partido. Además, había transmitido a quien quisiera escucharle, que a día de hoy somos miles, que había que acudir a las orillas jóvenes del Ebro con el cuchillo entre los dientes. ¿Cabe menos ambigüedad? Para completar el mensaje, en la grada del coliseo burgalés se asentaron más de mil zaragocistas ciegos de fe y abrazados al amor a unos colores. Este hecho mueve a la admiración, teniendo en cuenta el miserable presente que nos abruma. Mil hombres y mujeres capaces de emocionarse con un equipo que se ajusta a unos valores que Láinez ha rescatado del pozo de la vergüenza, ese al que unos cuantos advenedizos e incapaces los habían arrojado. Y recibieron una justa recompensa en forma de victoria luchada hasta la gangrena del alma. Salió el Zaragoza a un campo en el que
se encontró con un equipo, el Mirandés, muerto antes de morir. Un equipo que presentó una cruenta batalla desde el minuto 0 porque ayer era quizás su última oportunidad de seguir en la pugna por la salvación. Fueron diez minutos de presión durísima, de combate a ciegas en el que los chicos de Pablo Alfaro plantearon un choque a vida o vida. Pasados esos primeros minutos, el Zaragoza activó su plan. El mismo que lleva implementando desde que llegó Láinez: posesión, circulación interior, incorporación de los laterales, firmeza defensiva y juego entre líneas para aprovechar los desmarques en ruptura de Ángel. Es su idea, su propuesta. Es lo que saben hacer y a ello se aplican los muchachos con un interés plausible y un nivel de ejecución correcto. Con esos argumentos el relato se nos antojaba previsible. Tenía que llegar el gol si los de César eran capaces de ajustar alguna acción de ataque. Eso ocurrió en el minuto 15, cuando Cabrera, en una de sus heterodoxas galopadas por la banda, puso un balón en el área pequeña al que llegó, avispado como siempre, Ángel. El choque con el portero del Mirandés dio como resultado que el balón se alojase en la red local, firmando el canario su gol número 19. El partido, una semana más, se ponía donde quería el Zaragoza y a partir de ahí se trataba de manejar los tiempos, los gestos y los espacios. Y lo hizo bien. El Mirandés entró en parada futbolística y el centro del campo del Zaragoza hizo un buen trabajo manejando el balón y propiciando incursiones de calidad. Lanzarote, Bedia, Ros y Pombo se hicieron los dueños de ese espacio y transitaron con fluidez, al mismo tiempo que facilitaban la defensa del gol logrado. El equipo se ubicó muy bien y pudo desactivar todos y cada uno de los intentos castellanos, a pesar del cambio que Alfaro realizó en el minuto 30 obligado por las urgencias. La segunda parte comenzó exactamente igual que la primera. El Mirandés echó todo el carbón a la caldera, provocando que casi explotara, pero todas las jugadas locales morían con disparos lejanos o aproximaciones muy bajas en calorías y talento. Ratón tuvo que intervenir en tres ocasiones, una de ellas ciertamente comprometida, pero las solventó bien, mostrando que poco a poco va creciendo razonablemente en sus prestaciones. Láinez hizo los dos cambios habituales, es decir, Cani por Bedia y Valentín por Ros, con el fin de reforzar su idea. Era el momento, por un lado, de recuperar el balón, tarea encargada al aragonés. Por otro lado, había que sostener el centro del campo, algo resquebrajado por el desgaste de Ros, con la aportación del canario. El objetivo se cumplió sobradamente, incluso ampliado cuando Samaras entró al terreno de juego sustituyendo a Lanzarote. Su trote amortiguado y sus movimientos analógicos, lejos de los gestos centelleantes de jugadores como Ángel, no le impidieron dar dos pases de calidad al canario que hablaron bien de sus posibilidades. Fueron gestos que podían haber venido muy bien para cerrar un partido que acabó en victoria después de haber trabajado mucho y derrochar esfuerzo y generoso compromiso con la causa. Todo ello muy necesario para firmar una jornada que invita a pensar que el objetivo asumido por la afición blanquilla, la permanencia, prácticamente se ha conseguido. A partir de aquí, como dijo Láinez, se trata de que crezcan todos y cada uno de los actores de esta obra mediocre y muy mal escrita que se llama «Temporada 20162017». www.realzaragozaaireazul.wordpress.com