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tiempos modernos
Balcei 141
mayo 2012
Aún queda la alegría de los valles estandarte
Escribir cada día es como beber el rayo de la tormenta, siempre que la melancolía no acuda a la casa que compartimos con el caos ordenado de tu vida. Y en los párrafos huérfanos de azar es fácil encontrar la mano tentación a la que regalarle los pasos que nunca olvidaremos. En estas páginas veremos que la dicha de vivir es un regalo distraído con el que cumplimentamos las flores garabateadas y en tanto el fuego humedece tu sonrisa no consigo evitar el sobresalto que me produce la sombra de aquella tarde. Blanca, Elisabeth, Astrid, Johnny y Diane son mis cómplices. Blanca Suárez Blanca Suárez nació al mundo de la interpretación en «El internado», ese fenómeno televisivo que hace unos años iluminó el horizonte narrativo nacional. Su mirada eléctrica fue como un latigazo de belleza torrencial que produjo relámpagos de emoción atormentada y que aún nos produce escalofríos en la sien. Capaz de extender su capacidad dramática por las llanuras de las narraciones de largo recorrido, la mirada divina de almodóvar se posó sobre sus ojos para exigirle que le diera todo lo que tenía en «La piel que habito», película por la que sintió el vértigo de ser nominada a los Goya en la categoría de mejor actriz revelación y
que le propuso sentirse diosa por unas horas. Trabajar junto a Banderas fue un premio, y ser dirigida por Almodóvar un sueño pronto y profundo del que no le gustaría despertar. «The Pelayos» y «Miel de naranjas» son las dos películas que ahora nacen a la vida de las salas en las que su luz, limpia como una ola lenta, nos acariciará, mientras anuncia en cada palabra regalada, que hay un camino de océanos que está dispuesta a conocer. Elisabeth Olsen
Elisabeth Olsen es la menor de tres hermanas, todas actrices. Sin embargo, de todas es la única que tiene una carrera que vive ahora el dulce momento del éxito. Después de haber compartido con ese Zeus de la interpretación que es Robert de Niro protagonismo en «Red lights», de Rodrigo Cortés, ha abierto los muros de la razón en la laberíntica «Martha Marcy May Marlene» y le ha mostrado al mundo un escatológico perfil que estremece las pupilas de cualquier corazón dispuesto a recorrer los senderos ocultos de la mente. Tiene Elisabeth una de esas miradas que te atrapan entre el deseo y la ternura y su sonrisa es como un valle en el que depositar los sueños, plácido y agreste a un tiempo, cálido y gélido a la vez. Mereció el aplauso prolongado en el último Sundance y entre sus paredes se quedó la convicción de que su nombre recibirá el baño del éxito, letra a letra, suspiro a suspiro.
agua que fluye para matar tanta sed de monotonía. Participar en «Piratas del Caribe: En mareas misteriosas», recibir la llamada de Jean Jacques Annaud o representar «Equus» en el Teatro Marigny de la mano de Peter Schaeffer son muescas en un revólver que anuncia futuros trabajos en los que su piel se quede tras entregar el alma y parte de la vida. Como ha hecho en la comedia «El sexo de los ángeles», un relato en el que el amor y el deseo contribuyen a romperle la cara a un mundo en el que a duras penas cabe un beso sincero y en el que sobran tantas palabras huecas. Johnny Depp
Astrid Bergès-Frisbey Astrid Bergès-Frisbey es capaz de mostrarnos un pasaporte en el que las nacionalidades combinan con natural desequilibrio. Su padre es catalán, su madre franco-estadounidense y sus ojos un río oriental que te atraviesa de adentro a afuera con una osadía que aunque quema te complace. Su carrera artística tiene un sello francés que ni puede ni quiere ocultar y esos sus labios anuncian territorios tantas veces escondidos para quien compra el pan en la tienda de la esquina que no podemos por menos que abrir el grifo de los sueños y acercar nuestra boca al
A veces un gesto es un mundo. A veces un universo cabe en una palabra. A veces una vida es poco para recoger tantas vidas. Johnny Depp es como la espuma que se duerme en las orillas de las playas más recónditas, como la arena que recibe la caricia de la tormenta. Caótico y dulce, tormentoso y plácido, osado y cobarde. Su trabajo es la planta que adormece al viento que azota la roca imposible del acantilado y en sus hojas tiembla, aterido y miedoso, el misterio de sus personajes. Depp tiene a bien ser leal. En este caso a su amigo Tim Robbins, con el que