Los Deseos Ridículos, Adaptación de Charles Perraut - Enfasis de Diseño de Libros

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Este libro ilustrado fue realizado en la asignatura Diseño de Libros del énfasis editorial de la carrera de Diseño de Comunicación Visual de la Potificia Universidad Javeriana Cali. En el segundo semestre del 2021 Diseño de cubierta Juan Diego Balanta Textos Charles Perreaut Ilustraciones y Diseño Juan Diego Balanta Edición 1 Profesora Alioka Itaré Quintero Cali, Valle del Cauca 2021 Todos los derechos reservados


Los Deseos Ridículos adaptación de

Charles Perreaut Ilustraciones de Juan Diego Balanta


Había una vez un leñador muy pobre que no disfrutaba su vida. Estaba desanimado porque sólo trabajaba. Sin lujos, viajes o diversiones... Un día, paseando por el bosque, comenzó a lamentarse en voz alta, pensando que nadie le escuchaba. – No sé lo que es una buena comida, ni dormir en sábanas de seda, ni tener un día libre para descansar ¡La vida me odia!

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En ese instante, apareció el gran dios Zeus. El leñador, asustado, se echó para atrás y, tapándose los ojos, empezó a gritar: – ¡Por favor, no me haga nada! – Dijo el leñador. Zeus le tranquilizó. – No temas, no voy a hacerte daño. Quiero que reconozcas las cosas que realmente merecen la pena. – No comprendo lo que quiere decir, señor...

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– ¡Escúchame bien! Te daré una oportunidad que deberás aprovechar muy bien. Si pides tres deseos, te los concederé. Pero cuidado, porque sólo son tres y no hay marcha atrás. En cuanto dijo estas palabras, el dios desapareció. El leñador, entusiasmado, echó a correr hacia su casa para contarle todo a su mujer.

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Su esposa se puso contenta al escucharlo ¡Por fin la suerte llegó a sus vidas! Empezaron a hablar del futuro, de lo que querían tener y a donde querían viajar. – ¡Vivir en una casa grande rodeada de un enorme jardín! ¿Te gusta, querida mía?

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– ¡Sí! Y visitar París ¡Dicen que es precioso! – ¡Pues a mí me gustaría llegar a las Américas cruzando el Atlántico!... ¡Que dicha! Su imaginación voló y se sintieron muy afortunados. La esposa luego puso un poco de orden en todo el asunto. – Querido, no nos apresuremos. Estamos muy emocionados. Vamos a decidir bien los tres deseos antes de decirlos, para no equivocarnos.

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– Tienes razón. Voy a servir un poco de vino y lo tomaremos junto a la chimenea mientras charlamos ¿Te parece? – ¡Buena idea! dijo su esposa. El leñador sirvió dos vasos y se sentaron juntos al calor del fuego. Estaban felices y algo más tranquilos. Mientras bebían, el hombre exclamó: – Que rico vino ¡Si tuviéramos una salchicha para acompañarlo sería perfecto! 11


El pobre leñador no se dio cuenta había pedido su primer deseo, hasta que una enorme salchicha apareció frente a él. Su esposa gritó y, muy enfadada, comenzó a regañarle. – ¡Tonto...! ¿Cómo malgastas un deseo en algo tan absurdo como una salchicha? ¡Cuida lo que dices! – Tienes razón... Tendré más cuidado la próxima vez.

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Pero la mujer había perdido los nervios y seguía gritando sin parar. – ¡Eso te pasa por no pensar las cosas! ¡Deberías ser más sensato!... El hombre, cansado de recibir regaños, contestó con rabia a su mujer: – ¡Vale, cállate ya! ¡Deja de hablar de la salchicha! ¡Ojalá la tuvieras por nariz!

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La salchicha salió volando y se pegó en la nariz de su linda mujer como una enorme verruga colgante. ¡La pobre casi se desmaya! Ahora tenía una salchicha en la cara. Intentó quitársela a tirones, pero fue imposible: la salchicha era parte de ella de por vida. Con lágrimas en los ojos e intentando controlar la ira, se giró hacia su marido con los brazos abiertos.

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–¿Y ahora qué hacemos? Sólo queda un deseo y las cosas se han enredado bastante. La decisión era complicada. Se sentaron a hablar sobre que desear. Tenían dos opciones: pedir que la salchicha desaparezca, o aprovechar para pedir riquezas que les permitirían vivir como reyes el resto de su vida. Lo que estaba clarísimo es que no podían tener ambos.

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La mujer no quería una salchicha en su bello rostro, y el leñador, que la amaba, sabía qué hacer. El hombre, levantándose, exclamó: – ¡Que la salchicha desaparezca de la nariz de mi mujer! Un segundo después, la salchicha se había esfumado. La muchacha recobró su belleza y él se sintió feliz de que volviera a ser la misma de siempre.

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La posibilidad de ser ricos se fue, pero en lugar de frustración, se abrazaron con mucho amor. El leñador comprendió, tal y como Zeus le había advertido, que la auténtica felicidad no está en lo material, sino en ser felices con las personas que queremos.

FIN

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