EVAL-92 DEFI:Maquetación 1
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sieron en la mesa un suculento y amplio puchero de legumbre, pero efervescente al máximo, empezó a comer sin control y se quemó boca, garganta y garganchón; y sin más cogió el puchero y lo arrojó por la ventana quemando con tal contenido al burro amarrado en la puerta. Pero otra versión más plausible es que este señor transportaba una carga de sarmientos y el burro, tozudo como el nombre de burro lo confirma, no avanzaba por lo que, enfadado el dueño, prendió fuego a la carga con las serias quemaduras para el pollino. Otros apodos provienen de las partes residuales de los ojos y así se hacía mención con el apodo de: los macas, palabra que al parecer hace referencia a las legañas. No sé si fueron legañosos aquel par (y de historia simpar en cuanto a las múltiples curiosidades) de hermanos; y con tal apodo se añadía el aumentativo de macalandrón. Hay apodos con referencia a los sentidos: olores, colores, sabores: churi, todobueno, veneno, rojillo, rojo andion, el tuerto, caramelo, el sordo (los hay que casi ven como dice el nombre de pila de Casimiro pero los hay que casi ni ven, casi oyen, etc). Otros hacen referencia a los aspectos físicos generales: el feo, peinado, ricios, calzorras, manchacubas, matute, cuca, pototo. Otros se refieren a aspectos del carácter, aspecto físico o estado de ánimo: serio, pochito, carasusto, el salvaje… Los hay con referencia a los muy diversos animales: rata, toro, torico, madrillo… y aves; de éstas hay muchos apodos por el entorno de los ya mencionados en otros escritos, solamente resaltar aquí el del: gorrión, pájaro al que los de Puente la Reina no parece tengan en gran aprecio pues los increpan con el dicho: “al aldeano y al gorrión con perdigón” (en Pamplona dicen más: al gorrión con perdigón y al aldeano con bomba de mano”). Es muy reiterada la alusión de que los de Puente la Reina han sido excesivamente dados en increpar a los vecinos del entorno con lo de aldeanos, pero como en toda expresión entre pueblos y vecinos colindantes no es cuestión de generalizar, a veces puede haber una mala cara en el decir pero según se vea lo puede ser en el recibir, que si se toma con sorna hasta pueda parecer un piropo; además por doquier corren paralelos dichos así los de Pamplona suelen decir: “ gorrión y aldeano que oye las campanas de la catedral pa gibarlos (lo dicen en referencia a los vecinos de la cuenca). Otros apodos hacen alusión a las riquezas, onasis, patrimonial. O derivados de un nombre: pascualico, alfarico, arlesico, balconicos, Joselito (varios pueblos), virgenica. Si a los fenómenos físicos nos atenemos tenemos los de: borrascas (se repite tal apodo en varios pueblos de la zona), humo, lanchurda. Con relación a esta palabra hay confusión a la hora de definir, los hay quienes se refieren a esos hielos colgados del alero del tejado en mañanas invernales y que cuelgan del tejado como
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amenazadores puñales contra el intrépido e indefenso viandante; y otros que suele aparecer también como “lanchurta” que es una clase de escarcha.Y si a los aspectos televisivos nos atenemos están los de: Bonanza, Sheriff, Popeye… Siguiendo con los fenómenos hay los que como en las tormentas saltan chispas y así con este nombre aparece en varios pueblos del contorno con el apodo de: el chispas, y de éste quiero hacer referencia especial para con aquel señor de Mendigorría cuyo nombre era el de Sinforoso. Este personaje vivió refugiado en una cabaña con el mismo nombre o sea “cabaña del chispas”, allí se escondía y allí tenía su guarida y se escondía del personal intruso mejor que los bandoleros de Sierra Morena. Por cierto, tal personaje era curioso por el tamaño de sus pies “más grandes que una espuerta” y manos que según llegaban hasta el tejado (según Rosa Fernández). Hay oficios que son más dables a endosar apodos y ello por ejemplo en el mundo en el que nos ha tocado lidiar, en el mundo de la enseñanza. Seguramente que muchos hemos tenido que ejercer con apodos de los que ni sé, ni apenas el mundo del profesorado se suele dar por enterado. Por algún rincón, pasillo, patio de recreo de vez en cuando se percibe, se percibía alguna mención, alguna referencia. Los habría indudablemente quienes la ejercerían con insana mofa, esa mofa que como boomerang se vuelve malsana para aquellos que se mantienen en la sola befa, en la grosería o el insulto por creerse más graciosos. La gracia puede estar bien si luego en el día a día se percibe y se vive el respeto, la atención, la consideración y llegado el caso la distancia que requiere en el papel que corresponde al alumno y en la pedagógica función de todo educador. Y como aquí hay historia y comentarios para todos dejamos y como en las películas rebobinemos y retrocedamos a aquellas fases de la vida y comentar no sólo los apodos sino los momentos de aquellos tiempos de infancia y así nos rejuvenecemos un poco. No pensemos que los apodos son propios de una época. Los ha habido en todo tiempo y lugar. La permanencia de los mismos en un
lugar es similar a la que corren las biografías y apellidos de nuestros antepasados; si retrocedemos dos tres siglos se nota la pérdida de cantidad de apellidos actuales y si se remonta en 4-6 siglos apenas reconocemos alguno similar a los actuales. Lo mismo con los apodos, y para muestra los que funcionaban en los años 1500 en Puente la Reina: belcha, caloch, pascoalico, chimich, mocha, chataurdin, ochovar, laguna, coselet, gaistoco, maltrapu, montain, mutico, vizarandi, mangain, zancos. En cuanto a la lista de los apodos actuales tan solo he ido nombrado una pequeña primicia de los más de 400 recogidos tan sólo en Puente la Reina y si recopilamos todos los de Valdizarbe pasarían del millar. Además de los ya nombrados, menciono a continuación una simple lista una selección reducida de los que presento, sea por la curiosidad de sus nombres, o sea por alguna curiosidad para comentario del personal; y además también por no hacer eterna la lista: afanchiqui-afantxiki, aricosco, armosio, arradi, boteto, briján, cachuli, cancan, caparrota, catalinchancho, chongue, chuperio, cococho, corrico, costrón cusín, famisié, farrabús, gelabert, gorchi, madigarro, mariñez, marusio, musupulí, nepote, panchalón, paravinas, pelusilla, petaca, pititus, porrón, quilombo, revenchín, sacapona, sarteni, siopapo, 13, tradi (por ser la casa de tradicionales), zaragata. Cada uno de estos y de los cientos que no van puestos hay detrás una serie de biografías, historias y curiosidades diversas. De la lista entresaco la de siopapo (así con i) porque lo de “sopapo” es general el significado de bofetada, pero por otro lado “sopapo” significa por aquí el comer gratis (cenar en la posada del sopapo es cenar por cara y de esto suele haber amplias colas de personal cuando el no meter la mano al bolsillo se trata). Este apodo en Puente la Reina tiene largo recorrido: una vez hubo una sonada apuesta entre el tal “siopapo” y otro tal “musitu” ganando el primero el partido y las apuestas por 22-13. Según en aquel momento hizo historia el partido pero lo que más historia hizo fue el apodo que ha seguido perdurando en generaciones. Y ello a veces deja estela y huella. Es esta huella, esta mención, este nuevo nombre el que deja poso, sustancia a la persona y en muchos casos a los descendientes. A niveles teológicos sea en tratados, comentarios y homilías cuando se habla del supremo hacedor se empieza diciendo que primero está la palabra, era la palabra, el nombre, el ser… del que todo emana y deriva. Pues bien bajando todos los peldaños que sean precisos digamos que en el apodo está el nombre, la mención a la persona de la que en muchos casos no queda sino el apodo junto con las historias y biografías a ellos referidas. Es con ese recuerdo con esa referencia, con esa particularidad a la persona con la que es preciso ver los apodos y las historias a ellos emparejadas.