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—¿Pabellón? —preguntó Chester. —Sí, es estrecho. —Supongo que quiere decir «cornisa» —le sugirió Will a Chester en un susurro. Salieron a una cornisa de hongo, de apenas algo más de un metro de ancho, tras la cual Will podía presentir un enorme espacio vacío. —¿El Poro? —se preguntó en un susurro. Pero parecía distinto al Poro: el aire resultaba increíblemente húmedo, y en vez de las cascadas de lluvia que había visto antes, se alzaban por el aire nubes de vapor. Y al mirar hacia el otro lado, lo vio todo saturado de un intenso brillo rojo. Entonces sintió calor en el rostro, y comprendió que no podía tratarse del Poro. Chester decidió hablar en aquel momento, interrumpiendo los pensamientos de Will: —¿Es el lugar del que venimos? — preguntó—. No es el Poro, ¿o sí? Martha se rió. —No, no es el Poro: es otra de la Siete Hermanas. A ésta la llamamos María la Resopladora. —Volvió a un lado la cabeza, y los chicos la oyeron farfullar—: ¿No es así, Nat? Entonces Chester le lanzó una rápida mirada a Will, que entendió con exactitud lo que estaba pensando su amigo. No había duda de que estaban en manos de una vieja que confundía las cosas, y que ni siquiera parecía capaz de recordar sus nombres. Pegados a la pared, avanzaban con sumo cuidado por la cornisa, resbalosa por la humedad. La escasa iluminación que 134

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