Gestos y Simbolos

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35. ELOGIO DE LA ESTÉTICA arece que no apreciamos mucho el sentido de la belleza en la liturgia actual. Buscamos la participación de la comunidad, la eficacia de unas estructuras, la autenticidad de la fe y de la oración; nuestras celebraciones se han vuelto más lógicas y transparentes en su dinámica y ciertamente son más provechosas para la fe de la comunidad cristiana. Pero es una queja repetida —sobre todo por parte de personas más sensibles del m u n d o del arte y de la cultura— que descuidamos el valor estético, tanto de la música y del canto, como del conjunto visual de nuestros ritos y ambientes celebrativos. ¿Es la belleza un aspecto superfluo y periférico a nuestra vida o a nuestra liturgia? ¿se puede decir que la estética ayuda en verdad a celebrar mejor, o todo depende de la acción de la gracia y de nuestra fe? De los valores estéticos se puede hablar desde muchas perspectivas. La revista Phase ha dedicado uno de sus últimos números al tema "Liturgia y belleza" (n. 143,1984), que empieza con un editorial de su director, P. Tena, titulado "el derecho a la belleza". No quisiera aquí hacer ningún discurso sobre la filosofía del arte o la teología de la belleza, en la linea de los siete volúmenes que Von Balthasar ha dedicado a la "Gloria" divina y su reflejo en la belleza estética, o de Evdokimov con su "Teología de la Belleza". Ya sé que la belleza no nace de lo externo —unos objetos estéticamente colocados o unos vestidos de calidad o unos gestos armónicos— sino de dentro: de la verdad, de la proporción, de la bondad y calidad que tiene una acción o una persona o una cosa. Pero, suponiendo todas estas altas teologías, voy a descender al terreno más práctico de una celebración litúrgica en la que por desgracia a veces descuidamos los principios más elementales de la estética, con lo que no favorecemos precisamente la intención de la liturgia misma ni una mejor participación.

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Vuelta al arte Un deseo de "vuelta al a r t e " parece notarse en diversas manifestaciones de nuestra cultura actual. En una sensibilidad que parece dar la primacía a la búsqueda del bienestar, la justicia y la paz, se nota de nuevo un aprecio de lo bello y artístico. ¿Será una utopía o una profecía lo que dijo Dostoiewski de que "la belleza salvará al m u n d o " ? Un hombre tan comprometido con las tareas socio-políticas de nuestra generación como fue Marcuse, hizo una urgente invitación antes de morir, en 1979, a los jóvenes, a que recuperaran la dimensión estética de la vida. La vuelta universal a los valores ecológicos, como búsqueda y defensa de la belleza de la naturaleza, es otro de los síntomas de esta nueva valoración de la estética. La Iglesia, que siempre había sido promotora del arte verdadero, parece reconocer últimamente que ha existido un cierto divorcio, y quiere remediarlo. En una famosa audiencia de Pablo VI a los artistas, en mayo de 1964, les dijo palabras sentidas de reconciliación, pidiéndoles perdón por este alejamiento e invitándoles a un renovado encuentro. Lo mismo hizo el Concilio en su mensaje final a los artistas: " n o permitáis que se rompa una alianza fecunda entre t o d o s " . Pablo VI, hablando a los mariólogos, preocupados de la nueva dirección de la teología y espiritualidad marianas, les recomendó que no descuidaran "el camino de la belleza". También el Papa actual, Juan Pablo II, ha expresado repetidamente su invitación a una vuelta al arte en el marco de la fe, y ha hablado de una "nostalgia de la belleza" en el hombre de hoy. En 1982 hizo un gesto realmente simbólico: beatificó a un gran pintor, un dominico italiano del siglo XV, Juan de Fiésole, más conocido como Fray Angélico, que supo unir un arte inefable, admirado mundialmente, y una vida verdaderamente evangélica y santa. Como dijo entonces el Papa, Fray Angélico vivió en perfecta armonía su vida de fe y su genio artístico, "la perfecta integridad de vida y la belleza casi divina de las imágenes que pintó, sobre todo las de la Virgen María". Esta beatificación —el primer artista de nivel mundial que ha sido elevado a los altares— tendría que hacernos reflexionar sobre la estrecha relación que existe entre la belleza artística y la expresión de nuestra fe. Mientras sus hermanos dominicos predicaban con la palabra, Fray Angélico anunciaba —y sigue anunciando ahora— la Buena Noticia de Cristo por medio de sus geniales pinturas. ¿Están desligadas nuestra celebración de fe y la estética?

Lo bello viene de Dios y nos lleva a Dios La belleza es una dimensión compleja: es armonía, proporción, orden. Sto. Tomás dijo que lo bello es lo que visto agrada ("pulchra di233


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