Gestos y Simbolos

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sentimientos religiosos: la alegría, la fiesta, el homenaje, los valores de un misterio... En la danza llegan a una unidad admirable el espíritu y el cuerpo. No quiero repetir lo que dije sobre la danza y su lugar en la liturgia en otra ocasión (Dossier CPL 12, Claves para la oración: ¿cabe la danza en la celebración cristiana?; 2a. edición, p p . 32-34). La suspicacia contra la danza en el marco de la liturgia cristiana es muy antigua, tal vez por las resonancias de cultos paganos. Si S. Basilio afirmaba que "la danza es la ocupación más noble de los ángeles en el cielo", S. Juan Crisostomo no dudaba en decir que "allí donde hay danza allí está el diablo". S. Gregorio Nacianceno distinguía: el "baile de David, sí", o sea, la danza en homenaje a Dios. Pero "el baile de Salomé, n o " : o sea, la danza con connotaciones de sensualidad. Hubo un proceso de cristianización, y se citan numerosos ejemplos de danzas rituales, sobre t o d o en el ambiente de la Navidad, de la Pascua y Pentecostés. Hasta nosotros han llegado algunas de ellas: baste recordar el baile de los "seises" en Sevilla, ante el Santísimo, o el de la procesión de S. Lorenzo, en Huesca, y otros varios en Valencia, Toledo, etc. En mi pueblo —Azkoitia, Gipuzkoa— el Viernes Santo, acabo de presenciar cómo el "arcángel Miguel" —un robusto casero— seguía durante toda la procesión detrás del Santo Cristo dando elegantes saltos con la espada elevada en la mano... Es difícil establecer fronteras entre lo meramente folklórico y lo religioso. Pero no por ello hay que descalificar sin más el lenguaje mismo, que puede muy bien en ciertos ambientes expresar sentimientos verdaderamente de fe. Así lo demuestran los muchos intentos que se están haciendo de enriquecer la oración cristiana con la expresión corporal y el ritmo. En los ambientes de liturgia oriental, y sobre t o d o en las comunidades de África o de Asia, que tienen mucha más sensibilidad en este campo, surgen con espontaneidad experiencias de una liturgia más movida que entre nosotros, que hemos heredado una carga de recelo hacia el ritmo y el movimiento en nuestra oración. Baste recordar las imágenes de los viajes del Papá a determinadas regiones de la Iglesia. La danza puede ser vehículo de nuestros sentimientos ante el Señor y de nuestra fraternidad festiva. "Bailar para D i o s " o ante la imagen de la Virgen, escenificar un Padre nuestro o una parábola, acompañar con palmas un canto rítmico —hay cantos que piden movimiento y ritmo—, puede ser, sobre t o d o en grupos juveniles, carismáticos o de niños, no una profanación, sino una expresión más rica de la fe. Desde la escena en que "David y toda la casa de Israel bailaba delante de Yahvé con todas sus fuerzas" (2 Sam 6,5) y la invitación del salmist a : "alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras" (Sal 149), podemos sentirnos invitados a no desdeñar este lenguaje total del cuerpo humano.

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"Glorificad a Dios en vuestro cuerpo" ¿Por qué somos tan remisos en incorporar nuestra corporeidad a la expresión de nuestra fe? Sí, la corporeidad es ambigua. Como lo son la palabra, el canto o el beso. Pero la liturgia les da un sentido de fe y los utiliza sin miedo. No se trata de buscar artificialmente expresiones de movimiento si no van a tener un clima de celebración cristiana o no se adaptan a la sensibilidad del grupo. Pero cuando en un ambiente nacen con relativa espontaneidad y sentido pastoral, ¿por qué fruncir el ceño? ¿por qué se tienen que realizar con complejo de culpa? Celebrar desde la totalidad de nuestro ser. Nuestro cuerpo no sólo oye o ve o hace gestos: también tiende a moverse y caminar, más o menos con ritmo, expresando la alegría y la comunión y la fiesta. Al menos quisiera invitar a que los momentos en que la liturgia nos invita a movernos, a caminar significativamente —hemos enumerado una larga lista de ocasiones— lo hagamos con expresividad, con elocuencia, caminando local y espiritualmente hacia las metas que nos propone la misma celebración. Deberíamos hacer nuestra la recomendación que el Directorio hace para las Misas con niños: "entre las acciones que se entienden como gestos, merecen especial mención las procesiones y otras acciones que llevan consigo la participación del cuerpo" (n. 34). O la más radical de Pablo: "glorificad a Dios en vuestro c u e r p o " (1 Co 6,20).

"(El domingo de Ramos) cuando ya empieza la hora undécima, se lee el texto del evangelio donde los niños, con ramos y palmas, salieron al encuentro del Señor, y al punto se levanta el obispo y todo el pueblo, y desde lo más alto del monte Olívete se va a pie todo el camino; todo el pueblo va delante de él cantando himnos y antífonas, respondiendo siempre: bendito el que viene en nombre del Señor... y así es llevado el obispo en la misma forma que entonces fue llevado el Señor" (Itinerario de la Virgen Egeria, n. 31). "¿Son muchos los que saben andar? No consiste en ir de prisa o en correr, sino en moverse con sosiego. Ni en marchar a paso lento y furtivo, sino en avanzar resueltamente. El bien andante se mueve con ágil pie, sin arrastrarse. Airosamente erguido, no encorvado. Sin vacilar, antes bien con equilibrio estable. Cuánta nobleza no encierra el buen andar. Soltura, pero de buena crianza. Ligereza y gravedad, derechura y solidez, sosiego y fuerza de avance. Y según sea andar de hombre o de mujer, en esa fuerza se trasluce un rasgo de valor o de gracia. Y qué bello el andar.por algún motivo piadoso. Puede convertirse en verdadero acto de culto" (R. Guardini. Los signos sagrados). 213


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