OBSERVACIONES DE CAMPO No encontramos menciones en la literatura acerca de la duración del período de incubación. Esta demandó 17–18 días (nido 2), un período similar al del Atajacaminos Chico (Setopagis parvulus) (Salvador & Bodrati 2013), el Atajacaminos Tijera (Hydropsalis torquata) (Pautasso & Casenave 2002) y el Atajacaminos Oscuro (Wilkinson 2011, AB obs. pers). En el nido 3 es probable que el pichón naciera y se haya desplazado por estímulos vocales de la hembra como suele suceder en esta especie (nido 2) y en otros caprimúlgidos (Cleere & Nurney 1998). La hembra realizó la incubación, y cuidado de los pichones, a lo largo de todo el día en coincidencia con observaciones previas (Anderson 2000, Flores 2007, Kirwan 2009). El macho llegó casi sin luz natural al nido para efectuar acciones distractivas y aparentemente intimidatorias. Observamos un relevo del macho con la hembra durante la noche, para incubar los huevos, cuando la hembra fue a alimentarse. No observamos al macho alimentar a los pichones; sin embargo no podemos afirmar que no participe de la alimentación por la dificultad que representó identificar a los adultos durante la noche. Nuestras descripciones de los pichones serían las primeras para la especie. Vimos que el plumón natal comienza a ralear a partir de 3–4 día de edad y aparecen los primeros vainas debajo de la piel en coincidencia con otras especies de la familia como Atajacaminos Oscuro (Wilkinson 2011) o el Atajacaminos Tijera (Pautasso & Casenave 2002). Los pichones parecen desplazarse con relativa facilidad luego de las 48 h de nacidos y se moverían principalmente por estímulo vocal de la madre. Los pichones se desplazan desde el primer día de nacidos aunque lo harían con regularidad a partir del tercer o cuarto día de edad, cuando comienzan a mudarse de sitio a diario. Pueden transladarse varios metros de un día al siguiente; sin embargo sólo observamos este comportamiento espontáneamente cuando la hembra comenzó su actividad nocturna y los pichones tenían 8-9 días de edad. Como observamos en el Atajacaminos Ocelado, los pichones de Curiango pueden desplazarse del sitio donde nacieron incluso el mismo día de la eclosión (Cleere & Nurney 1998, Alvarenga 1999, Bodrati 2004). Según observaciones de Wilkinson (2011), los pichones de Atajacaminos Ocelado ingieren detritos o pequeñas piedras para facilitar la digestión. Este comportamiento también ocurre en juveniles del Guabairo (Caprimulgus noctitherus, Vilella 1995), y en adultos del Chotacabras Cuerporruín o Atajacaminos Mexicano (Caprimulgus vociferus, Jones 1933) pero no lo observamos en el Atajacaminos Ocelado. El nido hallado en Paraguay y asignado al Atajacaminos Ocelado contenía un huevo blanco con pintas violáceas (Madroño Nieto & Esquivel 1997), y la descripción del adulto en los datos originales de campo concuerda más con un macho de Atajacaminos Colorado (Fig. 3). Hemos incluido los apuntes de campo de la libreta de Alberto Madroño para que los interesados puedan elaborar sus
propias conclusiones, sin embargo en coincidencia con Madroño consideramos que este nido debería atribuirse al Atajacaminos Colorado.
Figura 3. Libreta de apuntes de Alberto Madroño Nieto del nido descripto en Reserva Mbaracayú, Paraguay, y asignado al Atajacaminos Ocelado (Nyctiphrynus ocellatus), pero que correspondería al Atajacaminos Colorado (Antrostomus rufus). Detectabilidad y abundancia Consideramos que el Atajacaminos Ocelado es escaso o poco común en Misiones. En esta provincia han sido citadas 13 especies de atajacaminos de las cuales dos son propias o de presencia regular sólo en el sur de la provincia (Atajacaminos Pantanero Eleothreptus anomalus y Añapero Chico Chordeiles pusillus, Krauczuk 2000, Mazar Barnett & Pearman 2001, Bodrati 2005, Bodrati et al. 2010, Bodrati & Areta 2010, Krauczuk 2013). Entre las 11 especies restantes, el Atajacaminos Ocelado sería la especie más escasa y difícil de encontrar con la excepción del Atajacaminos Colorado, que es la más rara de las que habitan ambientes forestales en Misiones (AB obs. pers.) y el Atajacaminos Ceja Blanca (Caprimulgus maculicaudus), recientemente citado y de estatus incierto (Bodrati & Areta 2010). Un indicio de su escasez y hábitos crípticos es el total desconocimiento de la especie por parte de los pobladores rurales de Misiones (Bodrati & Cockle 2012), quienes sin embargo conocen y dan nombre a especies que hasta hace poco eran casi desconocidas por los especialistas, como el Atajacaminos Coludo (Macropsalis forcipata). Nuestros registros cubren todas las estaciones del año (Tabla 1) y parecen confirmar el carácter no migratorio del Atajacaminos Ocelado en la Argentina, como se ha sugerido para el resto de su distribución en Sudamérica (Cleere & Nurney 1998). Como fue indicado por Kirwan (2009), la actividad vocal de Atajacaminos Ocelado en la selva Atlántica se hace notable en la tercera parte del año. En Misiones la actividad vocal de esta especie se vuelve conspicua principalmente desde la primera quincena de septiembre y durante octubre, decreciendo a partir de noviembre. Esta actividad está marcadamente acentuada al 82