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arquitectura

Texto de Leonardo Ignacio González Ferreras. Fotografía de Pedro Pegenaute

LEKUONA FABRIKA.

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“HORNEANDO” ARTE Y CULTURA.

De vuelta a la reseña sobre un edificio de interés como es el cometido de esta sección, en este caso centro la atención en una intervención sobre una construcción preexistente y no sobre una obra nueva. Esto ya de por si supone un reto, ya que la edificación anterior, o mejor la parte de ella que permanece, lo hace por algún tipo de circunstancia, bien sea por su calidad arquitectónica, su impronta en el paisaje urbano o simplemente por el hecho de haber calado en la sociedad formando parte de la memoria histórico-social de la localidad en la que se ubica.

Este el caso de la antigua panificadora Lekuona en Errenteria. Se cumple en este caso que la transformación urbana en la cual el río ha sido el eje vertebrador de la industria que iba instalándose en la localidad, pasa a ser el corazón palpitante de la actividad social, en clara correspondencia a una sociedad más avanzada en la que se cumple el precepto bíblico de que “no solo de pan vive el hombre”.

Al respecto del proyecto se pueden enumerar una serie de aciertos claros a mi modo de ver. Primero aumentar la escala en altura de la parte nueva ejecutada para destacar sobre la volumetría del resto de edificio que se conserva. El segundo (era de esperar), destacar respecto de lo preexistente en cuanto a todos los aspectos posibles materiales, composición, etc.. O, lo que es lo mismo, se realiza un tratamiento neutro de la parte que se conserva a base de enfoscados y pintura, manteniendo el color de la carpintería como único elemento a compartir con la nueva edificación. Tercero, rematar el fondo del Parque Gernika de forma eficaz. Y un cuarto, quizás involuntario, respetar la preexistencia hacia el río para que quede resuelto el aspecto de la parte que permanece. Se evita una imagen nueva en favor de la imagen urbana más consolidada.

Ya desde el mítico Centro Pompidou en Les Halles de París de Renzo Piano y Richard Rogers, en los años 70, la escalera exterior se convirtió en algo más que un recurso para liberar recorridos en la planta del edificio, pasando a ser un elemento compositivo y escultórico de primera magnitud. En este caso, la escalera se formaliza como el único hueco en su fachada destacando sobre el cerramiento de fondo de chapa que conforma toda la piel del edificio. Recorre en su diagonal toda la fachada e incluso “dobla” la esquina (la más representativa de todas) para rematar la fachada principal hacia el río.

La escalera se convierte, además en un elemento primordial en el funcionamiento del edificio, estableciendo esa relación exterior interior de varias maneras y responde a la vez a un elemento de rápida evacuación en caso de incendio con salida directa al exterior, así como lugar de pequeño remanso o estancia breve de conexión entre las