Besame mucho

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En cuanto a Rheingold y Keene, observaron sistemáticamente a más de quinientos niños en calles y parques, y descubrieron que, de aquellos niños que iban en brazos o en cochecito, el 89 por ciento tenía menos de tres años (repartidos por partes iguales entre menores de un año, de un año a dos y de dos años a tres). Sin embargo, sólo el 8 por ciento de los niños que no caminaban tenía de tres a cuatro años, y sólo el 2 por ciento tenía entre cuatro y cinco. Al contrario, la mayoría de los niños de tres a cinco años iba de la mano o agarrado a la ropa de sus padres o a un cochecito, y sólo los mayores de siete años solían caminar sueltos. La conclusión: se trata de un proceso de maduración ligado a la edad. Los niños menores de tres años no pueden caminar con la madre, ni siquiera de la mano, a no ser durante breves periodos y muy despacio. Los mayores de tres años, en cambio, sí que pueden. Aunque estas investigaciones que cita Bowlby tienen más de treinta años de antigüedad, parece que muchos expertos no se han enterado o no han comprendido sus implicaciones. El «negarse a caminar» se sigue citando como una de las más grandes muestras de indisciplina y negativismo. Langis2 lo menciona como primer ejemplo de la primera de las «trece condiciones para la esclavitud de los padres de hoy en día»: El niño llora siempre para que lo llevemos en brazos, aunque es perfectamente capaz de andar él solo sin cansarse durante un buen rato. Se trata de un capricho.

Más adelante, el mismo autor lo considera un ejemplo típico de una curiosa actividad exclusiva de la infancia, «probar los límites» y atacar por cualquier resquicio que ofrezca la debilidad de los padres:

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