El Viaje de Ana: historias de inmigración contadas por jóvenes

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- Entonces deberíamos abrir las fro n t e ras y perm itir la entrada y salida l i b re de perso n as. . . E l profesor sonríe con cierto aire de nosta lgi a . . . - O jalá todo fuera tan sencillo... Ningún país puede perm itirse u na apert u ra com pleta de las fro n t e ras, aunque la aspiración de la humanidad es ser ciudadanos y ciudadanas del mundo... Hoy por hoy, esto es un sueño. Pe ro escucha... - el profesor inclina su cuerpo hacia delante y me mira fijamente -, y aunque hoy por hoy esto es u na utopía, no lo es la creación de leyes justas que regulen los flujos m igra torios y velen por la acogida y el resp e to a los dere c h os humanos de las personas que llegan a este país - se apoya nuevamente en el respaldo de su sillón y continúa -. Tenemos que dar grandes pasos para que la inm igración, por cauces legales, sea posible e intentar encontrar el equilibrio entre las ex p e cta t i vas de las personas que desean in migrar y el núm ero de perso n as que pueda aceptar cada país. Es necesario regular los flujos migra torios con leyes que vayan más allá de la vigilancia policial de las fro n t e ras. D ebemos ve l a r p o rque las personas que llegan a estos países tengan n uestros m ismos dere c h os, p a ra participar como ciudadanos y ciudadanas en la sociedad. Es de noche... las luces del cam pus se han encendido hace tiem po. El despacho está lleno de humo. El profesor se le va n ta con dificultad de su sillón. - Será m ejor que lo dejemos por hoy A na. Pásate por la biblioteca de la U n i ve rsidad y llévate algunos libros, tienes que leer A na. T ienes que leer... - M uy bien - contesto -, buenas noches. Despacio recojo la mochila, m iro de reojo la caja que dejé al llegar encima de la m esa y, sin tocarla, m e dirijo hacia la puerta. Sonriendo, atravieso el campus. Me gusta el viejo pro f eso r.

4. España país de emigración

Historias de mi fami lia... - Pe ro queríais quedaros. . . - Tu madre sí, desde el principio, para ella era u n cambio m uy im porta n t e. No sólo viajaba de una ciudad pequeña como Za m o ra al centro de la E u ropa próspera sino que, ade más, escapaba de las barre ras que le im ponía la sociedad. Piensa que estamos hablando de la España de los años sesenta en la que el destino de la mujer se lim itaba a ser buena esposa y madre. Sólo se concebía que una m ujer tra b a j a ra si era para ayudar a la familia. E m igrar le dio la posibilidad de estudiar y de trabajar en lo que quería. Yo quería lo que muchos españoles, ahorrar todo lo que pudiera y montar algún tipo de negocio al vo l ver a España. Antes de irnos, trabajaba en u na fábrica e n España. E ran tie mpos difíciles y hubo despidos masivos. Sin trabajo y sin futuro, la a ve n t u ra de qu edarse parecía mas peligrosa que el riesgo de irse. Las noticias llovían de Alemania. Las cartas de los amigos animaban a intentarlo. Tra b a j o seg u ro y el salario, al cambio, res u l taba ve n tajoso... y en cualquier caso sie mp re podías vol ver... Los primeros años fueron durísimos. H orarios im posibles de los que acababas baldado, y nada de salir, no nos podíamos permitir gastar nada, lo máxi mo era el encuentro con los paisanos... así conocí a tu madre. Luego lle-


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