“El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual… Siempre produce estragos”.
Y Lacan nos dirá: “…el papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultar indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca del cocodrilo, eso es la madre. No se sabe que mosca puede llegar a picarle de repente, y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre. Hay algo tranquilizador. Hay un palo, de piedra por supuesto que está ahí en potencia, en la boca y eso lo contiene, lo traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te protege si eso se cierra. El deseo de la madre es insaciable, el niño toma el camino de hacerse él mismo objeto falaz, engañador… esta madre insaciable, insatisfecha a cuyo alrededor se constituye el narcisismo del niño es alguien real, ella está ahí y como todos los seres insaciables, busca devorar.” Marie Magdalaine Chatel, psicoanalista y autora del libro “El malestar en la procreación: las mujeres y la medicina del parto”, define este estrago, esta devastación, como “una incortoneable disarmonía”, que se sitúa en el corazón de la relación madrehija. Vuelvo a mis preguntas, que a estas alturas se cuentan a miles… ¿habría probado ya Caperucita el bocado de la madre/abuela y sus ansias de devorarla? ¿Se marcha al bosque aprovechando este viaje como camino de búsqueda del padre? Del padre, incluso más allá del lobo, del padre o de su función, o de los límites que esta función padre habría de haber construido dentro de ella, esa misma que parece no estar, no estar lo suficiente o no estar adecuadamente. Muchas voracidades juntas: la del lobo, la de la niña, la de la abuela/madre. Mucho salvajismo y poca contención, poco límite. ¿Cómo encontrar el lugar de lo sano? Demasiados apetitos y muy pocos cubiertos para comer, diré, civilizadamente. Dice Calcagnini: “…tomamos como garantías de la función materna que el nombre del padre haya grabado su surco en ella y el amor es testimonio de esta operación, y así se instaura en ella en transmisora del nombre del padre.” Es decir, la madre es la única que puede dar el testigo al padre y