CULTURA
EL PRESENTE DE UNA REALIDAD MILENARIA
La mitología de los wixárikas es expresada en muchos casos mediante cuadros de estambre, en los que los artistas conforman escenas y motivos de índole ceremonial de vivo color presionando hilo de estambre sobre tablas cubiertas con cera y resinas, logrando composiciones de una meticulosa y profunda belleza. Con similar propósito utilizan pequeñas jícaras para adornarlas de chaquiras en tonos intensos –y cuyo orden observa un cuidado milimétrico–, en las que plasman ofrendas a las divinidades con diversos propósitos o bien las visiones obtenidas durante sus rituales con peyote. Esta práctica artística ha derivado de lo ritual a lo comercial convirtiéndose en uno de los principales medios de ingreso económico para esta comunidad oriunda de la sierra, y ahora es posible apreciar y adquirir muestras de esta exigente labor en la mayoría de las ciudades y centros turísticos de casi todo el país, donde la alta y baja sociedad busca hacerse de bellas piezas no escatimando en ocasiones correr con la suerte de un agudo regateo.
Uno de sus más atractivos y desconcertantes rasgos culturales –para una sociedad como la nuestra, donde la doble moral es moneda de cambio diaria– es el que se ocupa del consumo ritual de peyote. Mediante el cactus alucinógeno, integrantes iniciados de la etnia establecen un vínculo más allá de lo terrenal en una veneración de índole solar, en un rito que se realiza año con año y que, entre otros aspectos, involucra una peregrinación a través del desierto en Real de Catorce (San Luis Potosí) hasta llegar al Cerro Quemado, el lugar sagrado en el que se consuma la ceremonia religiosa. Parte del sentido de la misma es resolver mediante sacrificios simbólicos y visiones cómo habrá de ser la vida de la etnia a lo largo del año siguiente. A pesar de las condiciones de aislamiento y profunda carestía, los indígenas (muy herméticos hasta hace poco) de la comunidad de San Andrés Cohamiata, en el municipio de Mezquitic, resolvieron construir un centro ceremonial alterno con cabañas alrededor para hospedar a los visitantes y compartir con ellos su cultura.
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En el sitio, tienen cabida múltiples actividades para los curiosos paseantes; entre ellas, caminatas, recorridos a caballo o bicicleta, observación de la flora y la fauna, limpias –cuando la avidez por “compenetrar” esta cultura toca sus más álgidos límites–, presentación de rituales, ceremonias de grupos musicales wixárikas, así como exposición y venta de artesanía regional y presentación de relatos tradicionales, entre otros. El proyecto tuvo apoyo gubernamental y los emprendedores huicholes lo han hecho progresar sin duda: se trata del centro ecoturístico Tateikie. Sin lugar a dudas, cuando se habla de esta fascinante cultura de nuestro estado, siguen siendo más las dudas que se suscitan que las respuestas que se consiguen, por lo que huelga el compromiso de nosotros que gozamos del “civilizado” don de la informática y las herramientas tecnológicas, el conocerla a mayor profundidad, con el fin de apreciarla en toda su magnitud, para valorarla y respetarla en la justa dimensión que se merece y replicar de ella sus características más valiosas.