La mueca jade

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EN SOÑACIÓN

Entre viejos abetos con sudario de nieve, un nudo de nubes amordaza las últimas estrellas. El silencio del bosque espanta los centauros de colores que duermen sobre las zarzamoras. Las mariposas que se perdieron por dédalos misteriosos en la primavera pasada, esperan la llegada de las flores de orégano, adorno de las montañas. Los cuervos, portadores de almas condenadas, señalan el camino que lleva al otro lado del ocaso. Perfumes de abril miran por doquier bajo un fardo de dudas, a las cigarras que custodian el umbral del paraíso. En este momento, detenido en la pureza del paisaje, percibo el olor de tu piel como un perro olfatea el de su presa. Y recuerdo sobre tu vientre, trazos trenzados de un pentagrama imposible. Eran los últimos poemas de amor, que precipitaron de golpe mi tórrida pasión. Una recóndita música de pétalos y lluvia, para olvidar tus silencios que hozaron mi alma como jabalís hambrientos, surgió de aquellos versos. Jamás te mentí. Creí saberme adivinado. Pero, el engaño estaba a mi vera, y yo no lo veía. Se vuelve triste el valle. El pasado se pierde entre el rumor de los pinos. Siete cuervos se han posado en el dolmen. La sombra de los cuervos es alargada, negra y misteriosa, como la del dolmen que dibuja símbolos mágicos sobre la tierra. Jóvenes cogidas de las manos se acercan cantando. Blanca luna es su piel, cielo dormido sus ojos y mies, sus largos cabellos al viento; collares de flores rojas acarician pechos desnudos cuando la danza hechicera comienza alrededor del dolmen milenario. - 51 -


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