The Maze Runner 0.5 "El virus Letal" James dashner

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James Dashner

Virus Letal

—¡Por acá! —gritó Alec. Luchando contra las aguas sucias y caudalosas, el soldado había logrado abrirse paso hacia la izquierda. Se veía un corto tramo de peldaños con barandas de hierro a ambos lados, que conducía a un descanso y a una puerta—. ¡Tenemos que trepar hasta allá arriba! Mark se dirigió hacia el sitio señalado afirmándose con solidez en cada paso que daba. Trina hacía lo mismo y Lana ya se encontraba en el lugar. Baxter, Misty, Darnell y el Sapo también se encontraban detrás, intentando vadear el río. No podrían aguantar mucho tiempo más en la corriente. El rugido del agua era ensordecedor, y sobre él solo se escuchaban las palabras de Alec y los gritos provenientes de la estación, que resonaban en las paredes del túnel. Esos ruidos habían disminuido drásticamente y Mark sabía por qué: la mayoría de la gente había muerto. Como si ese pensamiento tuviera que materializarse, un cuerpo chocó con la rodilla de Mark y luego continuó su recorrido río abajo: era una mujer. Enmarcado por una mata de pelo flotante, el rostro azul de la muerte giró lentamente y se perdió en la oscuridad del túnel. Después vinieron más. Algunos con vida; la mayoría, inmóviles. Probablemente muertos, pensó Mark. Los vivos agitaban los brazos y las piernas tratando de nadar o afirmarse en el suelo. Se le ocurrió la fugaz idea de que deberían intentar ayudarlos, tomarles las manos. Pero era demasiado tarde: ellos deberían considerarse afortunados si lograban salir con vida. Alec había llegado a la escalera y, aferrándose al barandal de hierro, subió un par de peldaños. Con el agua ya por la cintura quemándole la piel, Mark dio otro fatigoso paso hacia adelante. Alec se agachó y ayudó a Lana a subir. Después apareció Trina, que aferró su mano y saltó a los escalones. Luego le tocó a Mark. Dio el último paso trémulo y de pronto se encontró sujetando el brazo del viejo que se empeñaba en salvarle la vida una y otra vez. Su cuerpo se sacudió hacia adelante y casi cayó de cara contra la escalera. Trina lo contuvo y lo abrazó. A continuación llegaron el Sapo, Darnell y Misty. Excepto Alec, ya todos habían subido y esperaban en el descanso frente a la puerta. Baxter, el más joven de todos, todavía continuaba en la lucha. Mark sintió vergüenza al descubrir que el chico seguía abajo, a dos metros de Alec, con el agua salpicándole la cara asustada. A pesar del grito de advertencia de Trina, descendió raudamente los escalones. Se colocó junto a Alec y se preguntó qué debían hacer. Los cuerpos pasaban veloces junto a Baxter; un pie a la deriva le golpeó el hombro. Una cabeza emergió del río escupiendo agua y luego volvió a hundirse bajo la corriente. —¡Da un paso! —le gritó Alec a Baxter. El chico hizo lo que le indicó y luego dio otro paso más. Ya estaba muy cerca, pero el agua seguía azotando su espalda y parecía increíble que el caudaloso río no lo hubiera arrastrado ya con él. —¡Solo dos más! —lo alentó Mark. Baxter se movió hacia adelante y, de repente, resbaló y quedó con la cara hacia abajo. Alec corrió hasta él y le sujetó el brazo al tiempo que la corriente los atrapaba a ambos, dispuesta a impulsarlos hacia la oscuridad. Todo pasaba deprisa ante los ojos de Mark, que reaccionó sin detenerse a pensar. Con la mano izquierda sujetó el barandal de hierro, se abalanzó con ímpetu y con la mano derecha aferró la manga de la camisa de Alec antes de que este quedara fuera de su

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