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actitud de devorar una gigantesca luna llena. La llama sagrada tenía una altura diez veces superior a la de un hombre. Brillaba con una fría luz azul que iluminaba el entorno. Estaba de pie delante de un sarcófago tallado de una sola pieza en el colmillo de un gigantesco monstruo marino ya extinguido; la famosa ballena dragón de Garm, de la que se decía murió de un solo golpe de la Lanza empuñada por Russ. El magnífico escultor había convertido el colmillo en una asombrosa obra de arte. Toda su superficie estaba tallada con un increíble nivel de detalle. Ragnar se acercó para mirar con mayor atención y vio una escena de batalla tras otra, en un conflicto en el que miles y miles de Lobos Espaciales equipados con la armadura de estilo antiguo habitual durante la Gran Cruzada luchaban contra hordas de monstruos, alienígenas y demonios. Ragnar sabía, por lo que había estudiado, que todos y cada uno de los guerreros que estaban vivos cuando Russ reconquistó aquel planeta para la humanidad estaban allí. Todas las armaduras presentaban las insignias individuales de su propietario. Cada uno de los rostros visibles era diferente, y si se miraba con atención, aparecían las personalidades y las emociones reflejadas en sus rostros minúsculos. Se podía ver a un Señor Lobo con la boca abierta lanzando un aullido de rabia mientras mataba a los mutantes adoradores del Caos. Un sargento abatía a los monstruosos tiránidos. El propio Russ, más grande que cualquier mortal, se enfrentaba a Magnus el Rojo, el malvado primarca ciclópeo de los Mil Hijos. El intrincado relieve dejaba claro lo poco que había cambiado la situación en los diez mil años que habían pasado. Vio Rhinos, los transportes blindados de personal, con el mismo aspecto que tenían los que se encontraban en el exterior del santuario. También cañoneras Thunderhawks iguales al aparato en el que había viajado hacía poco. Los productos de las grandes plantillas de construcción de los antiguos representaban el súmmum de la perfección mecánica, que nunca había sido superado, y que lo más probable era que jamás lo fuese. La tapa del sarcófago era una representación de Garm tal y como había sido en la vida real. Su imagen yacía como un gigante de marfil encima del ataúd que contenía sus huesos. Sus manos estaban abiertas a la altura del pecho, en una postura que hacía obvio que habían estado sosteniendo algo. Ragnar sabía sin que se lo hubieran dicho que sostenía la Lanza de Russ. Ragnar sintió la santidad del lugar en aquel punto concreto. Se decía que el propio Russ había tomado parte en la creación del sarcófago, que lo había imbuido con parte de su poder otorgando su bendición al maestro escultor Corianis. Una pequeña llama ardía en el aire por encima del sarcófago, iluminándolo de tal modo que las sombras proporcionaban a las figuras talladas una apariencia de vida. Pero desde luego, faltaba algo. Si algo podía hacer sentir su importancia por su ausencia, eso era la Lanza. Todo el santuario estaba destinado a ser el lugar donde debía estar, y al desaparecer la sagrada arma, parecía no tener sentido. No, eso no era cierto Simplemente no estaba completo. Hasta Ragnar, que no había estado allí jamás, podía darse cuenta de que algo faltaba, y lo Podría haber hecho incluso si no hubiera sabido de la importancia del lugar. Ragnar extendió el brazo y tocó el sarcófago. Creyó sentir un ligero estremecimiento a través de la punta de los dedos del guante. Era increíble pensar que estaba tocando algo que el propio Russ había tocado, que estaba en presencia de algo que el primarca había creado. Cerró los ojos y se sintió renovado. La energía fluyó del sarcófago hacia él. El dolor de sus heridas se mitigó. No tuvo ninguna duda de que se encontraba en


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