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avanzan Ya era jefe de escuadra, así que no debería estar arriesgándose aquel modo. Debería haber enviado a uno de los suyos, aunque ya era demasiado tarde para preocuparse por eso. En vez de ello, alejó aquellos pensamientos de su mente y se concentró en mantenerse en silencio y vivo. Los hombres despiertos estaban alrededor de algo. Su olfato le indicó que era un pequeño hornillo calentado por un aceite que no producía humo. El extraño olor acre le repugnó. Estaban cocinando algún tipo de carne. A medida que se acercaba notó más detalles. Todos llevaban puestos unos gruesos uniformes aislantes y se protegían del frío con unos grandes abrigos ribeteados con piel. Su aliento se condensaba en el frío aire de la noche. Desde que el cuerpo de Ragnar se había adaptado al frío, no le había dado mayor importancia, pero vio que aquellos individuos estaban abrigados como los hombres de su tribu en invierno. Algunos de ellos llevaban puestos incluso dos abrigos y llevaban las manos cubiertas por grandes guantes de piel. Todos ellos estaban equipados con máscaras para protegerse del aire completamente contaminado. Uno de ellos era un oficial. Llevaba un sombrero de piel alto con orejeras que casi le cubrían por completo el rostro. Las charreteras de su rango brillaban en una de las hombreras de su desastrado abrigo. El otro hombro estaba tapado por una capa de piel gruesa. Ragnar supuso que se trataba de otro signo de rango, ya que lo más útil hubiera sido que le envolviera todo el cuerpo. Ragnar estaba ya tan cerca de ellos que casi podía tocar al oficial con sólo alargar el brazo, y aun así todavía no se habían dado cuenta de su presencia. Pensó que aquellos hombres merecían morir aunque sólo fuera por descuidados. También era cierto que pocos poseían los sentidos y los reflejos sobrehumanos de los Marines Espaciales, y ninguno de ellos había aprendido a cazar las bestias salvajes de Fenris. —¡Hace mucho frío esta noche! —dijo uno de ellos. El acento, de tan fuerte y gutural, era casi incomprensible, pero el lenguaje era reconocible como gótico imperial. —¡Lo bastante como para helarle las pelotas a un perro de las nieves! Ragnar se quedó inmóvil, preguntándose si uno de ellos podría verlo. No parecía probable: la mayoría estaba alrededor del hornillo, mirando su pequeña llama púrpura. Su visión nocturna no sería nada buena. —No deberíamos habernos marchado de la Fortaleza del Colmillo de Hierro —dijo otro. —No teníamos mucha elección —dijo el oficial. Su voz era más aguda y su acento más claro que el de los soldados rasos que habían hablado. Ragnar había estudiado suficiente etnografía del Imperio para saber que lo más probable era que perteneciese a la clase dominante de aquel planeta. Al menos, seguro que pertenecía a una clase social más elevada que los otros dos. —No al menos con los perros de Sergius dominando la situación —siguió diciendo. —Disculpe, señor, pero deberíamos habernos quedado a luchar. —Quedarnos para que nos mataran, quieres decir —le respondió el oficial—. Como Lord Koruna y el resto del clan. Su tono de voz indicaba que no estaba dispuesto a discutir, lo mismo que su mano, que jugueteaba con la solapa de la funda de su pistola. Sin embargo, era evidente que sus hombres estaban cansados y atemorizados, y muy lejos de su hogar. La disciplina se resentía rápidamente.


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