Hoja Informativa sobre Empoderamiento y Autonomía Económica de las Mujeres

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EMPODERAMIENTO Y AUTONOMÍA ECONÓMICA DE LAS MUJERES La autonomía económica de las mujeres es la capacidad que ellas tienen para acceder y/o generar ingresos y recursos propios, poder de decisión respecto de los mismos y capacidad de disponer de su tiempo en todo ámbito, sea laboral, productivo o en casa. Asimismo, la autonomía económica considera la contribución de las mujeres a la economía en su conjunto (MIMP, 2017).

¿Por qué es importante?

Principales limitaciones:

Es parte del ejercicio de la integralidad de derechos.

Normas sociales adversas; leyes discriminatorias y brechas en la protección jurídica, falla en reconocer, reducir y redistribuir el trabajo no remunerado; y la brecha estructural en el acceso a activos digitales, financieros y de propiedad (NNUU, 2016).

Está directamente relacionada con desarrollo sostenible de los pueblos.

el

Aumenta su acceso a recursos y oportunidades como empleos, servicios financieros, educación y desarrollo de habilidades, propiedad y otros. Trasciende a sus familias y comunidades inmediatas.

La dependencia de la sociedad del trabajo no remunerado de las mujeres constituye un obstáculo para el logro de su autonomía económica. Esto está sostenido en los roles de género socialmente asignados.

¿Cuál es la relación entre violencia y autonomía económica de las mujeres?

La Violencia contra las mujeres basadas en género tiene un impacto directo en el empoderamiento económico. Cuando se empodera a las mujeres, las familias se vuelven más saludables, más niños y niñas van al colegio, la productividad agrícola mejora y los ingresos aumentan, y se hace evidente la reducción de casos de violencia de género. La violencia puede ser reducida cuando las intervenciones de empoderamiento económico se combinan con intervenciones que mejorar la relación de poder al interior de los hogares (Willman, 2013). El hostigamiento sexual en el trabajo, además de ser una seria vulneración de los derechos de las mujeres, afecta su capacidad de ser productivas en el ámbito laboral, ya que afecta su salud (física y mental), su disposición de trabajo en equipo y sus oportunidades de desarrollo profesional.


¿Cuáles son las brechas económicas de las mujeres? Mujeres sin ingresos propios: 3 de cada 10 mujeres en el Perú, no tienen ingresos propios (ENAHO, 2017), es decir, dependen de otros para su subsistencia, lo que las hace vulnerables y dependientes de los perceptores de ingresos, que por lo general son los hombres. En la selva (33.7%) y en la sierra (36.6%) el porcentaje de mujeres en esta condición sobrepasa la cifra nacional. En zonas rurales este porcentaje se eleva a 42,0% (ENAHO, 2017).

Trabajo doméstico y de cuidados no remunerados: Las mujeres peruanas dedican semanalmente 39 horas y 28 minutos a actividades no remuneradas en el hogar. 24 horas más que los hombres (ENUT, 2010). Entre las principales actividades se identifica la provisión de: alojamiento, comidas y refrigerios; vestimenta y cuidado de prendas; gestión y administración del hogar; cuidados de niños/as y personas adultas y trabajo voluntario.

Mujeres en el sector de la economía informal: El 76,1% de las mujeres peruanas que trabajan, lo hacen en el sector informal (ENAHO, 2018). Sólo el 27,9% de las mujeres que trabajan están afiliadas a algún sistema de protección social. En el caso de los hombres, es 40,2% (ENAHO, 2018). La calidad del empleo de las mujeres al interior del sector informal se agudiza.

Brecha salarial:

Las mujeres ganan en promedio 29,3% menos que sus pares masculinos. Es decir, las mujeres ganan S/ 70.30 por cada 100 soles que ganan los hombres en el Perú. Esta brecha se incrementa en el ámbito rural, llegando a 42.4%. Esto explica porque muchas de ellas trabajan menos horas por dedicarse al cuidado; debido al menor margen a la hora de negociar sus sueldos; así como los años dedicados a la crianza de los niños que hacen que las mujeres tengan menos experiencia laboral acumulada.

Productoras Agropecuarias: Las mujeres conforman el 30.8% de las personas que participan en actividades de producción agropecuaria en el Perú. Poseen, en promedio 40% menos hectáreas de tierras agrícolas en comparación con los hombres (CENAGRO, 2014). Las mujeres productoras agrícolas solicitan menos créditos que los hombres; sin embargo, el porcentaje de ellas que no los obtienen es mayor. Además, solo 9,5% de ellas, recibien capacitación técnica. (CENAGRO, 2014).

Trabajadoras del Hogar: Existen más de 395 mil trabajadores y trabajadoras del hogar en el Perú. El 95% de las personas que se dedican a esta actividad son mujeres (ENAHO, 2018). En el 2018, la SUNAT solo tenía registradas/os a 126 231 trabajadoras y trabajadores del hogar, de las cuales el 84% son mujeres (106 049) mientras que el 16% (20 182) son hombres.

Mujeres en el sector privado:

Del total de conductores/as de empresas, sólo 3 de cada 10 (28.2%) son mujeres (ENE, 2015). Su participación varía de acuerdo al tamaño de las empresas: 29.6% para microempresas, 27.4% para pequeñas empresas, y tan solo 19.9% para empresas medianas y grandes (ENE, 2015). El 85% de las conductoras de una MYPE se constituyeron por el sueño del negocio propio. Mientras que la motivación derivada de oportunidades comerciales concretas, tienen mayor incidencia masculina en todos los estratos empresariales.


¿Cómo aportan las mujeres a la sostenibilidad económica? El trabajo de cuidado no remunerado realizado principalmente por mujeres, que incluye cocinar, limpiar y cuidar a los/as niños/as, y otros miembros de la familia, sustenta todas las sociedades en el mundo y contribuye al bienestar, el desarrollo social y el sostenimiento económico. La Cuenta Satélite de Trabajo Doméstico No Remunerado, estima que, si asignamos un valor monetario al trabajo de cuidado no remunerado, éste constituiría entre el 17% y el 24.4% del PIB en el Perú (INEI, 2016). Sin embargo, generalmente no se refleja en el sistema de cuentas nacionales y esta valiosa contribución no es reconocida por los/as responsables de gestionar las políticas públicas. La función a la que se le atribuye mayor aporte al bienestar económico es la provisión de comidas y refrigerios, seguida de la provisión de cuidados de niños/as y personas adultas (ambas actividades, altamente feminizadas).

¿Cómo empoderar económicamente a las mujeres? Reconocer, valorar y redistribuir los cuidados y trabajo doméstico no remunerado a través de la implementación de un Sistema Integral de Cuidados con enfoque de género, principalmente en sectores estratégicos, como salud, educación, cuidado infantil, de personas mayores y personas en situación de dependencia física. Avanzar un sistema integral de licencias remuneradas de maternidad, paternidad y parentales para todos las/os trabajadoras/es, que promuevan la corresponsabilidad del cuidado al interior de los hogares. Fomentar la titularidad conjunta de la tierra, los servicios de extensión, las subvenciones para la adquisición de insumos y la adaptación de medidas encaminadas a aumentar el acceso a los mercados por parte de las pequeñas productoras/agricultoras. Promover la educación, incluida la alfabetización básica de las mujeres adultas, la formación en el empleo y la orientación para que las mujeres puedan avanzar en la escala ocupacional. Combatir el acoso y la violencia sexual que sufren las mujeres en el ámbito laboral. Promover su participación en el campo de las ciencias, la tecnología e innovación. Diseñar políticas públicas sensibles al género, para catalizar la construcción de una sociedad más igualitaria y sin discriminación.


Este material ha sido producido en el marco del proyecto “Mujeres con Talento: Organizaciones de artesanas y confeccionistas empoderadas dinamizan su economía local”.

Contenidos: Susana Osorio.

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Ilustración: Omar Zevallos. |

Diseño y Diagramación: Solange Crousillat.


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