Centenario de Cáritas en Argentina

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Por P Hector Luis Zordรกn msscc

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Del Card. Jorge Bergoglio

Arzobispo de Buenos Aires

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Del P. Antonio Palmiero.

Querido P. Héctor.

En nombre de todo el Instituto de los Misioneros de los Sagrados Corazones, envío con mucho gusto un saludo y un augurio muy cordial a la “familia” del Colegio Cayetano Errico de Capitán Bermúdez en ocasión de la celebración del Centenario Sacricordiano en la República Argentina. Todo el presente y el futuro está en un verbo: tu amarás. Éste es, en síntesis, el mensaje carismático-misionero de San Cayetano Errico. Tu amarás: un verbo en futuro porque amar es una acción jamás terminada, porque durará mientras dure el tiempo. Porque es un proyecto, más bien el único proyecto; no es una obligación, sino una necesidad para vivir. ¿Qué haré, Señor, para estar vivo? Tú amaras. ¿Qué haré mañana, el año que viene, y a lo largo de todo mi futuro? Tú amarás.

En el centro de la parábola de tu vida hay un hombre y un verbo: tú amarás. Y encontrarás la vida. Señor Jesús, por intercesión de San Cayetano Errico custodia nuestro amor, perfumado como el incienso, fuerte como el fuego, generoso como un vino de fiesta. Mantén en nosotros el amor, como una flor silenciosa, como futuro, desde el primero hasta el último día de nuestra existencia, que no puede vivir sin amor. Cordial y fraternamente en los Sagrados Corazones. P. Antonio Palmiero.

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Trabajo misionero en Buenos Aires

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Una presencia misionera que nació y fue consolidándose en las primeras décadas del ‘900. «Hacer conocer a todos los pueblos el ardentísimo amor de los Sagrados Corazones hacia nosotros y encender en el corazón de los hombres el santo amor divino». Esta la misión que recibió Cayetano Errico por inspiración divina, es el legado que, a su vez, recibieron los Misioneros de los Sagrados Corazones de su santo fundador. El santo fundador dejó dicho en las Constituciones del Instituto que “es propio del espíritu de esta Congregación enviar las Misiones para la pública enmienda del mundo corrupto, como así también predicar fuera de las mismas y siempre que las necesidades lo exijan”. A fin de cumplir con ese mandato de llevar el Evangelio a todos los pueblos, el mismo Cayetano Errico inició tratativas para el envío de misioneros más allá de las fronteras de su propia patria. Estas empresas se vieron frustradas por el movimiento nacionalista de corte anticlerical que expulsó las congregaciones religiosas del territorio italiano, y que terminó con la de unificación del país. Con todo, el ardiente deseo de enviar misiones a los pueblos no evangelizados quedó muy vivo primeramente en el fundador, y luego las primeras generaciones de congregados. También el instituto de los Misioneros de los Sagrados Corazones, que había sido suprimido en Italia por aquellos tiempos, tuvo el riesgo de extinguirse al no tener una presencia en el exterior. En el momento de su renacimiento, encuentra esa salida en la República Argentina por obra del P. Juan Terracciano y de sus hermanos de comunidad.

Adhesión de

Dr. GUSTAVO FERRO Cardiólogo

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Juan Carlos Sansoni y Familia


El P. Juan, era hijo de Stefano Terracciano y María Testa; había nacido en Pomigliano d’Arco –Nápoles– e1 4 de agosto de 1877. Después de ingresar en la Congregación, comenzó el noviciado el 21 de octubre de 1895, emitió la profesión religiosa el 21 de noviembre del año siguiente y fue ordenado sacerdote en Roma el 22 de diciembre de 1900. Habiéndose ofrecido “para sondear el terreno en Argentina”, partió del Puerto de Nápoles el 22 de setiembre de 1912 en el Crucero Kaiser Franz Joseph I, enviado por el Superior General, P. Francisco Grampone, con el mandato de “trasplantar la Congregación”. Llegó aquí, al desembarcadero en la Dársena Norte del Puerto de Buenos Aires el siguiente 12 de octubre. Aceptando la generosa hospitalidad de un familiar suyo emigrado poco tiempo antes, se aloja en su casa y entra en contacto con muchos secondiglianeses que le demuestran gran simpatía. La llegada coincidió con problemas de orden político y social que afectaban fuertemente al país: fue durante la presidencia del Dr. Roque Sáenz Peña (1910-1914), de corte netamente liberal; la masonería que hostigaba a la Iglesia, cuestionando de manera particular a las comunidades religiosas; la pretensión de imponer el proyecto demoliberal de corte secularizador, que hundía sus raíces en el proyecto político de la llamada “generación del 80”, negando explícitamente la dimensión institucional de la fe. Frente a este proyecto de vaciamiento cultural, la Iglesia respondía con un plan pastoral de afirmación de lo religioso cuyos valores estaban en la raíz de la cultura argentina. Poco tiempo antes se había iniciado una nueva etapa cuya característica más relevante es la acción conjunta inaugurada por la Pastoral Colectiva del Episcopado Argentino del año 1889, y cuyo elemento de mayor importancia es el aporte del laicado inspirado en la preocupación por lo social del papa León XIII. Hay una determinada opción pastoral global para hacer frente a los nuevos desafíos: la institucionalización de la fe, con sus tres objetivos: sacramentalizar, enseñar y ganar la calle.

Otro desafío serio que afrontaba la Iglesia en Argentina era la atención religiosa de los fieles, particularmente de la gran oleada inmigratoria, que suscitará la preocupación de aumentar los agentes de pastoral, trayendo sacerdotes e instalando congregaciones religiosas femeninas y masculinas de la misma nacionalidad de los inmigrantes. El P. Terracciano llegaba sin previo acuerdo con el arzobispo de Buenos Aires, Mons. Dr. Mariano Antonio Espinosa, cosa que dificultó la pronta radicación en estas tierras; si bien pudo relacionarse con el internuncio, Mons. Aquiles Locatelli, quien pretendía ayudarlo a instalarse en algún lugar del interior del país, por la dificultad que para ello encontraría en Buenos Aires. Pero como la intención del padre era establecerse en la ciudad capital, rechazó todo ofrecimiento. Recién el 18 de octubre obtuvo del arzobispo el permiso para permanecer en la ciudad por cinco meses visitando sus familiares y ejerciendo el ministerio sacerdotal (“con permiso para celebrar la Misa y para confesar”), además de “investigar la posibilidad de fundar”. Las nuevas dificultades de orden político que fueron suscitándose –particularmente la lucha de los socialistas contra la Iglesia, recrudecida en diciembre de 1912 cuando junto con los masones pidieron la separación Iglesia-Estado–, sumadas a una cierta desconfianza de los pastores respecto del clero proveniente del sur de Italia y la necesidad de tenerlo bajo observación para comprobar su buena conducta, fueron dificultando cada vez más la aceptación de la fundación. Pasaron varios meses hasta que el 24 de marzo de 1913 el P. Terracciano obtiene del obispo de La Plata, Mons. Juan Nepomuceno Terrero, la autorización para la “fundación de una casa de su congregación para dar misiones, ejercicios y catecismo”. Recibida la notificación de parte del Obispo, solicita al Superior General el envío de dos sacerdotes para que lo ayuden, y le pide que prepare a otros para que vengan cuando la primera comunidad “haya puesto buenas raíces”. Pero, a pesar de la autorización del obispo no se consiguieron medios económicos para la edificación de una casa

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que sea centro misionero; por tanto debió aceptar la atención de una pequeña iglesia en la localidad de Berazategui. Las condiciones en que debió vivir el primer tiempo fueron extremadamente difíciles; falta de las más mínimas comodidades para la habitación; y para contar con la alimentación elemental debió realizar grandes sacrificios: era el precio pagado en los primeros tiempos de estadía por todos los inmigrantes y por las comunidades religiosas que venían a establecerse en aquella época. En respuesta al pedido, 13 de julio de 1913 llegarían a Buenos Aires tres religiosos para integrar la primera comunidad sacricordiana en Argentina; eran los padres Nobile Di Silvestro y Rafael Dolciame, y el hermano Cosme Scippa; traían consigo la bendición papal de SS Pío X para la misión en Argentina. Los recién llegados fueron hospedados por la comunidad de los padres carmelitas descalzos. En ese mismo mes de julio el arzobispo de Buenos Aires permitió la permanencia en su diócesis y comprometió la autorización para la apertura de la comunidad poniendo como única condición la

previa apertura de una casa en el interior del país. En vista de eso los padres alquilaron una casa en la Ciudad de Buenos Aires, donde podían vivir juntos haciendo vida comunitaria, mientras se dedicaban al estudio del español. Su condición económica no es, ciertamente, confortante, pero tampoco desesperante. El sustento de la comunidad era provisto únicamente por el estipendio de las misas celebradas en diversos lugares y por la capellanía de una comunidad de religiosas. Ellos, aun viviendo sólo con lo proveniente de su ministerio, se consideraban afortunados pensando “que otros religiosos han comenzado peor y, por años, han estado dispersos”. Al poco tiempo se une a la primera comunidad sacricordiana el siervo de Dios P. Pascual Pirozzi, después de haber sido insistentemente pedido al Superior General por el P. Terracciano, porque su presencia sería de gran ayuda para la misión que estaban realizando. Partiendo del puerto de Nápoles el 7 de marzo de 1914, llega a Buenos Aires el 29 de ese mismo mes. El P. Pascual se transformó, con el paso de los años, en un puntal de la comuni-

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dad sacricordiana en Argentina, sea por su servicio apostólico y misionero, por su dedicación a la enseñanza de la fe y a la celebración de los sacramentos, como también por la santidad de su vida consagrada. La providencia de Dios va abriendo nuevos caminos a la comunidad sacricordiana de Buenos Aires. En aquellos días la “Obra de la conservación de la Fe”, una asociación de damas de la alta sociedad porteña que dirigía diversas obras asistenciales y varios institutos escolares, estaba por inaugurar el Colegio Benito Nazar y buscaba sacerdotes dispuestos a enseñar e1 catecismo en la nueva escuela. Los Misioneros de los Sagrados Corazones fueron aceptados para esa tarea, a la vez que se les permitió vivir en el mismo edificio y ejercer su ministerio sacerdotal en la pequeña capilla. El inicio de esta nueva actividad coincidió con la preocupación del episcopado argentino por la pastoral educativa a través de una más esmerada enseñanza religiosa, organizando la trasmisión de la doctrina cristiana y los planes de catequesis para las escuelas. Era el inicio del año escolar de 1914. Entre los miembros de aquella asociación está la señora María Luisa Cullen de Llobet, una mujer muy piadosa que se transformó en generosa bienhechora de la comunidad y en una persona significativa para la comunidad sacricordiana. Al conocer la dedicación de los padres y la necesidad de conseguir un terreno en la ciudad para construir la iglesia en honor de la Dolorosa, ofrece generosamente donar el suyo en la calle Gaona y Campichuelo, en el corazón geográfico de la ciudad capital. Poco tiempo después la misma Sra. Cullen de Llovet ofrece costear los gastos que demande la confección de la estatua de la Virgen Dolorosa, réplica de la que hizo esculpir el padre fundador, para ser expuesta en el nuevo templo. La nueva estatua llega a Buenos Aires en octubre de 1918 y es bendecida y expuesta para la veneración de los fieles el 11 de abril de 1919. Como se puede ver, a medida que pasaban esos primeros años iba madurado algo decisivo para la Congregación en la República Argentina.

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Mientras esperaban la construcción de una capilla provisoria y de algunas habitaciones adyacentes, los padres continúan desarrollando su ministerio en el colegio. En septiembre de 1922 debieron abandonar ese ministerio y trasladarse a una casa alquilada en la calle Pringles, entre Rocamora y Estado de Israel. Llevan también consigo la estatua de la Dolorosa. Desde aquel momento va creciendo el número de los devotos de la Virgen y de los benefactores de la comunidad. La nueva capilla –un salón muy sobrio ubicado en la esquina de Gaona y Campichuelo, contiguo a la habitación para la comunidad, que cuenta con un solo altar de mármol– fue construida en siete meses; y una vez finalizada la obra, fue inaugurada para el culto el 2 de junio de 1923 y bendecida por el Nuncio Apostólico en la Argentina, Mons. Giovanni Beda Cardinale, con la presencia del Superior General, P. Francesco Grampone. Al día siguiente, por la tarde, se traslada procesionalmente la estatua de la Dolorosa desde la casita de la calle Pringles y se la coloca en un trono provisorio en el interior de la misma capilla. Ese mismo día, 3 de junio, es erigida la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, que abarca un basto territorio circundante al Parque Centenario, y es designado el P. Juan Terracciano como primer párroco. Desde ese momento se abre un nuevo y amplio campo de trabajo: los padres se encuentran con una verdadera tierra de misión a cultivar con diligente cuidado y espíritu misionero. Comienzan, entonces, una obra misionera en la zona que les ha sido asignada, usando todos los medios pastorales hasta obtener un gradual despertar de la vida religiosa en la zona. Comienzan la predicación de la novena de la Dolorosa, precedida por los siete sábados, y la celebración del mes de María preparando la fiesta de la Inmaculada; intensifican la actividad catequística a todo nivel e instituyen gradualmente diversas asociaciones para los que se acercan a la parroquia y para las obras de caridad. La variedad de actividades motiva una mayor participación de los fieles en la capilla, que se vuel-

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ve insuficiente; por eso se siente la necesidad de una iglesia más grande y comienza el proyecto de la actual construcción. En 1933 se puso la piedra fundamental del nuevo edificio parroquial; en agosto de 1937 se inaugura la nueva casa religiosa; y en octubre de 1942 es bendecido y habilitado para el culto nuevo templo, que fue consagrado en 1973 por el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Juan Carlos Aramburu. Entre los años 1925 y 1940 llegaron al país sacerdotes, en su mayoría jóvenes, que formaron un nutrido grupo de misioneros y una comunidad muy pujante: Cayetano Ruggiero, Pascual Girolamo, Gabriel Gaglione, Pellegrino Girolamo, Roque Longo, José Calzone Tozzi, Miguel Marino, Mario Papavero, Carlos Lingueta, Salvador Guida, Vicente Napolano, Francisco Salerno, Jacinto Tuccillo. A partir de esa circunstancia, en el año 1938 la comunidad de Buenos Aires pasó a ser el centro desde donde comenzó la apertura de nuevas obras. Una mayor consolidación y una discreta expansión de la Congregación en Argentina se concretó con la fundación de nuevas obras en la localidad santafecina de Juan Ortiz, hoy Capitán Bermúdez, y en la ciudad de Montevideo, en la República del Uruguay; y más tarde, en 1953, y Estados Unidos de América. Este hito marca un nuevo rumbo en el camino de esta historia, determinando el comienzo de una nueva etapa en la presencia sacricordiana en los países del Plata.

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En el año 1938 la comunidad sacricordiana de Buenos Aires, que contaba con un nutrido grupo de sacerdotes, algunos de ellos muy jóvenes y recién llegados de su Italia natal, pasó a ser el centro desde donde comenzó la apertura de nuevas obras y la expansión, aunque pequeña, se concretó en la fundación de nuevas comunidades en la localidad santafecina de Juan Ortiz, hoy Capitán Bermúdez, y en la ciudad de Montevideo, en la República del Uruguay. El primer paso dado fue el contacto del P. Bartolomé Maza, Superior General de visita en la República Argentina, y del P. Pascual Pirozzi, en ese momento Superior de la comunidad porteña, con el Obispo de Rosario Mons. Antonio Caggiano, con el fin de concretar la fundación en esa Diócesis. Se acordó con el Obispo que se confiaría a la comunidad sacricordiana la atención de los pequeños poblados de Villa Cassini, Juan Ortíz y Villa del Prado (hoy, barrios de Capitán Bermúdez). El objetivo de la Congregación era establecer una casa como “estación misionera”, en busca de la expansión y consolidación de la Congregación en estas tierras; el Obispo diocesano, Mons. Caggiano, aceptó la propuesta a cambio de la dedicación al trabajo apostólico en su Diócesis. Los primeros sacerdotes sacricordianos que llegaron a Juan Ortiz, el 13 de junio de 1938, fueron los padres Pascual Pirozzi, Vicente Napolano, José Calzone y, unos meses después, Francisco Salerno. Encontraron una capilla dedicada a San Roque, que había sido construida por el año 1930. El terreno,

de mil cuatrocientos metros cuadrados de superficie, había sido donado al Obispado de Rosario para ese fin por el Sr. Roque Luis Cassini, un exitoso comerciante de la ciudad de Rosario que se había dedicado a la urbanización de la población. En la capilla había sido entronizada la imagen de San Roque, que actualmente se venera en el templo parroquial, donada también por el Sr. Cassini; y allí se celebraba la misa en forma muy discontinua: solamente cuando llegaban los sacerdotes franciscanos de San Lorenzo. Al llegar a Juan Ortiz, los sacerdotes no tenían lugar donde alojarse junto a la capilla, debiendo habitar en una modesta vivienda cedida por el señor Inocencio Moldon, ubicada en la actual esquina de Av. San Lorenzo y calle 9 de Julio, dentro de una quinta situada entre las calles de Remedios de Escalada al norte y Tucumán al sur. Las donaciones que recibían eran tan escasas que debían acudir a Rosario, para celebrar la misa en la iglesia catedral o en algún otro templo, para poder obtener algunos recursos para cumplir con su apostolado. O bien, recurrían a la ayuda de familias tradicionales como los Cassini, o a empresas como Molinos Minetti. Era tan precaria su situación, que los superiores sugirieron que se abandonaran la misión y regresaran a Buenos Aires, pero los sacerdotes “llenos de espíritu de sacrificio, prefirieron quedarse y continuar con el intento de hacer algo en esta zona”. No obstante su extrema pobreza, todo lo que tenían lo compartían con los más necesitados. Pre-

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ferían, particularmente el P. Pirozzi, padecer privaciones, pero que “a sus pobres” no les falte el pan. Como los superiores de la Congregación persistían en la idea de cancelar el proyecto, el P. Francisco Salerno se presentó ante ellos y solicitó permiso para viajar a Juan Ortiz y unirse a los padres, dándoles su apoyo y colaboración. El P. Mazza, Superior General, acepta la propuesta, y la situación comienza a cambiar. El Ing. Silvio Gagliardi, Director Fundador de la Empresa Celulosa Argentina S.A., conociendo la dedicación y la pobreza de los padres, decide ayudarlos ofreciéndoles el dinero que necesitan para la construcción de la casa parroquial; y utiliza también un legado de veinticioncomil pesos instituido por una tía suya, para la realización de una obra parroquial. De tal manera, el 8 de diciembre de 1938 se puso la piedra fundamental de la obra, que fue bendecida por el Obispo de Rosario, Mons. Antonio Caggiano. Mientras tanto, lentamente nacía la parroquia San Roque. El 3 de abril de 1939 fue erigida canónicamente, desmembrada del territorio que ocupaba la parroquia de San Lorenzo, y que abarcaría las poblaciones de Villa Cassini, Juan Ortiz y Villa del Prado. El P. Pascual Pirozzi, que era el superior de la comunidad local, asume como su primer párroco, permaneciendo en ese ministerio hasta fines del año 1943.

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Por su parte, el 7 de mayo de 1939 fue inaugurada la casa parroquial recién construida. En aquel acto inaugural los religiosos hacen colocar una placa recordatoria, que aun hoy se conserva en el ingreso de la casa parroquial que dice: “Los RR.PP. Misioneros de los Sagrados Corazones de Villa Casssini gratos y reconocidos, graban este mármol de perenne recuerdo y homenaje a todos los espontáneos y generosos donantes, con cuya colaboración se levanto esta Casa Parroquial, bendecida por el Ilustrísimo Monseñor Doctor Antonio Caggiano, Obispo de Rosario, e inaugurada el 7 de Mayo de 1939”. El 9 de abril de 1939 tuvo lugar el primer bautismo, recibido por Oscar Manzi, y el celebrante fue el P. Francisco Salerno. El 15 de abril de 1939 contrajeron matrimonio Elipio Felipe Urbinatti y Maria Angélica Maestri y la celebración estuvo a cargo de P. Vicente Napolano. De ahí en adelante el crecimiento será ininterrumpido. A juzgar por la cantidad de misas que celebraban en los domingos y días festivos, ya que tenían permiso para dos misas cada uno de los cuatro sacerdotes, el apostolado que realizaban los padres era bastante amplio ya en el mes de julio de 1938. En 1939 atendían, además de los lugares ya mencionados, Puerto Borghi –hoy Fray Luis Beltrán– y Las Parejas, con residencia en esta localidad pero para ser vicario cooperador de Armstrong.


Poco más tarde P. Francisco Salerno, a quien el Superior General de aquel tiempo llamaba, por su dedicación apostólica, “Cura Brochero” –en referencia al sacerdote cordobés Vble. Gabriel Brochero–, se dedicó con gran espíritu misionero a la predicación en otros sitios de la provincia de Santa Fe y aún fuera de la misma, en lugares verdaderamente abandonados y sin ninguna atención religiosa. Pero toda la comunidad estuvo siempre dispuesta a responder a los constantes llamados de los párrocos vecinos y lejanos para colaborar en la preparación de la Pascua, para la predicación de novenarios y triduos, y para cualquier remplazo que fuera necesario. Según su propio testimonio, el P. Roque Longo se dedicaba a la predicación y atención de poblaciones vecinas en Semana Santa y Pascua, de tal modo que, aun siendo párroco de Capitán Bermúdez no pasó ninguna Pascua en su sede parroquial. También es de destacar la atención que él mismo dispensó a numerosas comunidades religiosas de la zona como confesor ordinario y extraordinario y como predicador. En un primer momento los padres se dedicaron igualmente al apostolado entre los obreros de Celulosa; en este campo las dificultades no fueron pocas, ya que entre los obreros comenzaba a infiltrarse alguna corriente contraria a la Iglesia y al clero. En los años subsiguientes el apostolado que desarrolló la comunidad religiosa se centró más bien en lo parroquial. Un hito de importancia en la historia de esta comunidad mirando al desarrollo de la Congregación, fue en el año 1943, la apertura de la Escuela Apostólica donde se prepararían los futuros religiosos para las comunidades de Sudamérica; los pioneros de esta obra fueron el P. Roque Longo, cuando fue nombrado superior de la comunidad, y el P. Leonardo Carrieri. Esta casa de formación funcionó hasta 1954, y de ella salieron varios sacerdotes religiosos: uno argentino y otros venidos de Italia para terminar sus estudios eclesiásticos y quedarse desarrollando su trabajo misionero. La Escuela Apostólica fue reabierta en 1975 por iniciativa del P. Armando Sacchetto.

El año 1961 marca otro momento importante en el desarrollo de la actividad de la comunidad y de la parroquia: la apertura del Colegio “Cayetano Errico”, por iniciativa de la comunidad parroquial y del entonces párroco y superior de la comunidad religiosa, P. Nicolás Palacios, en ocasión de cumplirse el primer centenario de la muerte del padre fundador Cayetano Errico. Esta obra se desarrolló admirablemente a lo largo de los últimos 50 años, llegando a contar con los niveles inicial, primario y secundario, y colaborando eficazmente en la educación cristiana de niños y adolescentes. A lo largo de los años, al P. Pirozzi, primer párroco, lo sucedieron los padres: Roque Longo, Salvador Guida, Miguel Marino, Nicolás Palacios, Jacinto Tuccillo, Armando Sacchetto, Adriano Bismarito, José Bato, Héctor L. Zordán, Juan Carlos Ramón Aguiar, Carmelo Morra y el actual Párroco John de Britto.

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En marzo de 1961 por iniciativa de la Comunidad Sacricordiana, encabezada por el Padre Nicolás Palacios y en conmemoración del centenario de la muerte de Cayetano Errico, fundador de la Congregación, se crea el colegio en la ciudad de Capitán Bermúdez y en su honor se le coloca su nombre. Siempre se trató de que la escuela tuviera el espíritu y el estilo misionero del Padre fundador, haciendo conocer el amor ardiente de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y encendiendo así el Amor Divino en el corazón de todos. Desde el primer día de clases, más precisamente el 6 de marzo de 1961, el colegio contó con cincuenta alumnos varones distribuidos en diferentes grados. La intención fundacional, era ofrecer la educación católica a los hijos de las familias de la comunidad parroquial, de la localidad y localidades vecinas. A partir de 1964, se abrió la inscripción para alumnas mujeres, debido a la gran demanda de la zona. Hoy la institución con más de novecientos alumnos, cuenta con tres niveles de escolaridad: inicial, primaria y desde 2008 el anhelado secundario. Nuestro colegio, que celebró en 2011 sus Bodas de Oro, es en resumen el legado que nos dejaron aquellos pioneros: sacerdotes, docentes, familias,… que pusieron sus esfuerzos al servicio de la formación espiritual, humana y académica de tantos niños.

Hemos sido afortunados por la calidad humana y empuje que han tenido los miembros que la constituyeron. Ha sido y es invalorable el trabajo de muchos docentes que han dejado su sello por el esmero y la dedicación que pusieron en la tarea de educar. Los que estamos hoy, tenemos la enorme responsabilidad de mantener el espíritu y estilo misionero del padre fundador tratando de ser fieles a sus ideales. El desafío más grande que nos anima, es la enorme tarea que significa cultivar las capacidades de cada uno de nuestros alumnos, respetando su crecimiento, formando ciudadanos críticos y creativos, guiándolos por el camino de la fe y dándoles los elementos que les permitan desarrollar su vocación. Por eso, ponemos en las manos de los Sagrados Corazones todo nuestro pasado, nuestro presente y les pedimos que nos sigan fortaleciendo en nuestra tarea de cada día. EQUIPO DIRECTIVO Alicia Trombini Directora de la Escuela primaria Analía Danelón y Marisa Pomili, Vicedirectoras de la Escuela primaria Juan Carlos Sansoni Director de la Escuela secundaria

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En el archivo de la Congregación se conserva esta carta, dirigida al Superior General y firmada por el P. Pascual Pirozzi, recién ordenado sacerdote, y otros dos jóvenes compañeros: “Ilustrísimo y Reverendísimo Padre, con la dulce esperanza de poder hacer algo grato a los Corazones Amabilísimos de Jesús y de María... nos postramos suplicantes ante Su Paternidad, a fin de que se digne conceder libre campo al apostolado, permitiéndonos llevar ayuda a nuestros hermanos en Jesucristo de América, cuya fe está expuesta a grandes riesgos. No tema por nosotros, Reverendísimo Padre, porque estamos dispuestos a todo por amor a Jesús. El amor ardentísimo de los Sagrados Corazones nos protegerá en todas las batallas y nuestro Venerable Padre, también él desde el Cielo, con sus oraciones, no cesará de implorar para nosotros las gracias que sean necesarias. No tema por nosotros, repetimos, porque a las gracias del Señor, nosotros sumaremos toda nuestra cooperación, a fin de que en todo se consiga la mayor gloria de los Sagrados Corazones y el bien de las almas. De Su Paternidad, devotísimos en los Sagrados Corazones.” “Al principio de febrero haga partir al P. Pirozzi y deseo que sea él.” “El P. Pirozzi aquí, en este momento, en nuestra compañía valdría un Perú.” Así escribían los padres desde Buenos Aires al Superior General pidiéndole insistentemente que enviara al P. Pascual para unirse a la primera comunidad sacricordiana rioplatense. Cuando, en enero de 1914 y después de tanta insistencia, el Superior General destina el P. Pirozzi a la comunidad argentina, sus hermanos de la co-

munidad de Afragola y algunos amigos de la casa no podían resignarse a perderlo y piden “con todo el corazón que destine cualquier otro padre para la Argentina, siendo que esta Casa recién comenzó a acomodarse”. La respuesta del P. Pascual es siempre la misma, expresando su total disponibilidad y una fe inquebrantable: “¡Estoy listo para la obediencia!”. “Para la gloria de Dios y el bien de la Congregación, es necesario afrontar cualquier sacrificio”. “Reverendísimo Padre, hace unos días el P. Rector me comunicó la noticia de que debo partir para América; aquí estoy, haga de mí lo que quiera; estoy dispuesto a hacer la voluntad de Dios a cualquier costo”. “Reverendísimo Padre, me parece que el P. Rector está buscando cualquier excusa para no dejarme partir para América. Le pido que no lo tenga en cuenta”. Después de una breve estadía en Roma para pedir la bendición del Padre General, y de hacer una oración ante las reliquias de san Alfonso en Pagani, la tarde del sábado 7 de marzo de 1914 se embarca en la nave “Alice” hacia Buenos Aires, llegando a destino el día 29 de ese mismo mes. Al llegar encuentra a los padres Juan Terracciano, Nobile Di Silvestro y Raffaele Dolciame y el hermano Cosimo Scippa, que acababan de asumir la responsabilidad de enseñar e1 catecismo en el recién inaugurado Colegio Benito Nazar, de la “Obra de la conservación de la Fe”, con la autorización para vivir en el mismo edificio y ejercer el ministerio sacerdotal en la pequeña capilla de la escuela. Desde aquel momento y con el paso de los años el P. Pascual se transformó en un puntal de la obra

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sacricordiana en Argentina, sea por su servicio apostólico y misionero, por su dedicación a la enseñanza de la fe y a la celebración de los sacramentos, como también por la santidad de su vida consagrada. Pascual Pirozzi había nacido el 12 de abril de 1886 en Pomigliano d’Arco, población cercana a Nápoles, de la que era originario también el P. Juan Terracciano. Único hijo varón de los cuatro que tuvieron Felice Pirozzi y Rosa, su esposa. Después de haber sido admitido entre los Misioneros de los Sagrados Corazones y de haber realizado el noviciado bajo la guía del el P. Francisco Grampone, emite la primera profesión religiosa el 1º de mayo de 1903. Gradualmente fue admitido para realizar la profesión perpetua y recibir las sagradas órdenes; y finalmente recibe la ordenación presbiteral el 5 de julio de 1909, en la iglesia la Virgen de los Dolores en Secondigliano. Inmediatamente fue designado para colaborar en la formación de los estudiantes profesos en la comunidad de Secondigliano, y después para integrar la comunidad de Afragola. En esa casa lo encontró la destinación a la nueva fundación de la República Argentina. Al sumarse a la comunidad sacricordiana porteña se dedica particularmente a la catequesis de los niños en el Colegio Benito Nazar. A los pocos meses, en el año 1915, cuando Italia se involucró en la primera guerra mundial, debió regresar a su Patria habiendo sido convocado para el servicio militar; pero apenas obtuvo la baja, en el año 1919, retornó a Buenos Aires para no volver más a su tierra natal. Más tarde, cuando se construye la capilla provisoria y los padres se trasladan al predio de calle Gaona y Campichuelo, y más todavía cuando se erige la parroquia Nuestra Señora de los Dolores y comienza a desarrollarse el trabajo de pastoreo parroquial, el P. Pascual se sumó decididamente a la labor misionera de la comunidad sacricordiana en la zona del Parque Centenario. Es así que, exceptuando unos pocos años transcurridos en otros lugares, es en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores donde el padre desarrolló la mayor parte de su intensa y fecunda actividad apostólica, por cerca de veinte años. En este tiempo, durante el curso de unos ejerci-

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cios espirituales realizados en febrero de 1927 en la casa de los padres redentoristas de Bella Vista, provincia de Buenos Aires, sucede un acontecimiento que marca decididamente un rumbo claro para su vida, en el cual se propone no sólo ser bueno, sino santo; no sólo ser buen sacerdote, sino sacerdote santo. Allí se formula una serie de propósitos que deberán ayudarlo a mejorar su vida de religioso y de sacerdote. Ese escrito, “Frutos a conseguir por los Santos Ejercicios Espirituales”, que conservamos como legado suyo, es expresión de su riquísima y muy viva y profunda vida espiritual. En junio de 1938, al iniciarse la obra sacricordiana en Juan Ortiz –hoy Capitán Bermúdez–, el P. Pascual, que era rector de la pujante comunidad de Buenos Aires, es designado rector de la nueva comunidad y párroco de la nueva parroquia San Roque, cargo que asume el 7 de mayo de 1939. En sus poco más de cuatro años de permanencia en ese lugar desarrolló una intensísima labor pastoral y misionera, junto a los otros sacerdotes de la comunidad, los padres Vicente Napolano, José Calzone y Francisco Salerno. Desde enero de 1944 permaneció por un año y medio en la comunidad de Montevideo –República del Uruguay– atendiendo particularmente la capilla Santa Teresita perteneciente a la parroquia Sagrados Corazones que conducían los padres. Y a partir del mes de junio de 1945 y hasta su muerte estuvo en la comunidad de Buenos Aires, dedicándose nuevamente a la tarea pastoral en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores del Parque Centenario. De acuerdo con el testimonio de quienes lo han conocido de cerca, tanto en la comunidad religiosa como fuera de ella, era un sacerdote que sobresalía por las virtudes y lo demostraba en las acciones. Se destacó por la vivencia profunda de la fe, que dio sentido a toda su vida; por la práctica de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, que asumió como voto en su vida religiosa; por la generosidad sin límites y la humildad heroica. Era un hombre de intensa y prolongada oración. Es para destacar su profunda piedad eucarística, puesta de manifiesto tanto en la celebración de la misa, como en la adoración eucarística frecuente y en la preocupación porque los enfermos de la parro-


quia pudieran recibir frecuentemente la comunión. También es notable su piedad mariana, teniendo una devoción particular por la Santísima Virgen bajo el título de Nuestra Señora de los Dolores. Es reconocido su celo pastoral y sacerdotal: los que lo conocían quedaban admirados al verlo trabajar tanto y siempre, ya sea en la administración de los sacramentos, especialmente la reconciliación, como en la instrucción de los niños, adolescentes y adultos en el catecismo, en la atención a los enfermos en los hospitales o en la visita a los pobres en sus domicilios, o escuchando a cuantos llegaban a él para pedirle dirección espiritual, consejos o ayuda material. Mons. Tomás Solari, arzobispo de La Plata, visitando la parroquia Nuestra Señora de los Dolores se refirió al P. Pascual diciendo: “Ustedes no saben qué tesoro poseen en esta comunidad”. Desde comienzos del año 1950 su salud se va debilitando, agravándose aún más a finales de febrero, y muere el viernes 3 de marzo de ese año. Sus restos fueron colocados primeramente en el Cementerio de la Chacarita, en la Ciudad de Buenos Aires; posteriormente fueron trasladados al cementerio de Capitán Bermúdez y puestos en el panteón de los Misioneros de los Sagrados Corazones; y el 19 de marzo de 1985 fueron colocados en el templo parroquial de San Roque. A su muerte, fue unánime la voz de la gente que recordaba sus virtudes: “Era un sacerdote santo”. “Un alma virtuosa que el Señor ha llamado a sí para premiar una vida consagrada a la conquista de las almas para el cielo”. “Con la muerte de semejante santo se extingue una vida ejemplar, completamente consagrada a la eminente misión que Dios le ha asignado para cumplir en la tierra”. “Es incalculable el bien que ha hecho y todavía está haciendo a las almas con el recuerdo de sus virtudes verdaderamente extraordinarias”. “Tengo la firme convicción, como los otros sacerdotes que han estado con él, que el desarrollo rápido de las obras parroquiales, tanto material como moral, se debe en gran parte a la oración, a los sacrificios y al trabajo apostólico del P. Pirozzi”. “Era el hombre de Dios en el que no existía mal-

dad. Era la guía de cuantos acudían a él por consejo, y sobre todo el director espiritual en la complicada selva de los problemas del alma. Era el sacerdote dedicado por completo al cumplimiento de su misión de hacer el bien, de secar las lágrimas, de extinguir los odios y traer la paz”. El 27 de agosto de 2001, a pedido de los hermanos de su familia religiosa y de numerosos fieles, se abrió la fase diocesana del proceso de canonización en la arquidiócesis de Buenos Aires.

ORACIÓN PARA PEDIR GRACIAS POR INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS P. PASCUAL PIROZZI M.SS.CC. Padre santo, te damos gracias por habernos dado a tu Siervo Pascual Pirozzi, religioso ejemplar de los Misioneros de los Sagrados Corazones; enamorado de la Eucaristía y dedicado a anunciar, con sus palabras y sus gestos, el amor que arde en los Corazones de Jesús y de María; sacerdote totalmente entregado al servicio de sus hermanos, particularmente los pobres y los enfermos. Te pedimos poder verlo brillar entre tus santos y elegidos e imploramos por su intercesión la gracia que deseamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío. Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

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“Yo conocí al P. Pascual…” Por gracias de Dios conocí al Reverendo Padre Pascual Pirozzi el día 24 de diciembre del año 1940. Era el día de Nochebuena y había concurrido a la iglesia San Roque de Juan Ortiz (hoy Capitán Bermúdez) para asistir a la Santa Misa y fue entonces que conocí al Padre Pirozzi. Desde entonces y siempre que concurría a la iglesia veía al Padre muy activo y trabajando muchísimo para el bien de las almas, ayudaba a cuantos se le acercaban, en especial a los más pobres y necesitados, y principalmente a los niños ya que les enseñaba el catecismo en el edificio de la comisaría vieja (Av. San Lorenzo y 9 de Julio), y les regalaba golosinas, para prepararlos para hacer la Primera Comunión. También lo solía ver cuando íbamos a ensayar los cantos en el coro y él tocaba el armonio y cantaba. Mucho sentimos cuando a fines del año 1943, y ya habían pasado las fiestas patronales de San Roque, nos enteramos que trasladaban al Padre a la ciudad de Montevideo para luego enviarlo a la ciudad de Buenos Aires, a su querida Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, a la que

tanto veneraba y amaba. Que sean estas pequeñas y sencillas líneas en agradecimiento a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, ya que es “de corazón bien nacido el ser agradecido”, y sea extensivo a todos los Misioneros de los Sagrados Corazones que tanto bien han hecho y hacen para nuestras almas y todos cuantos los rodean. Lina Bottazzi, ciudad de Capitán Bermúdez. Nota publicada en BOLETIN INFORMATIVO - Causa de canonización del Siervo de Dios Pascual Pirozzi - Año 3 – Nº 3, Agosto/ Setiembre de 2004. Los Misioneros de los Sagrados Corazones desean homenajear y agradecer, en la persona de la Srta. Lina Bottazzi, a tantos laicos que, como ella, compartieron la vida de comunidad y trabajaron junto a nuestros sacerdotes durante estos 100 años en sus diversas obras pastorales y misioneras. Ellos, que “nos han precedido con el signo de la fe, duermen ya el sueño de la paz” y pueden interceder por

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nosotros junto a Dios. Lina nació el 20 de agosto de 1920 en la ciudad de Las Rosas, provincia de Santa Fe; llegó con su familia al entonces Juan Ortiz a principios de los años ‘40; y enseguida se integró a la joven comunidad parroquial de San Roque. Por mucho tiempo fue miembro de la Asociación Hijas de María de la parroquia, y por largos años se desempeñó como presidenta; y, después fue gran difusora de la advocación mariana de la Medalla Milagrosa y de la práctica de los miércoles dedicados a la Virgen. Lina es muy recordada en la comunidad de Capitán Bermúdez por su servicio en la función pública; tanto que muchos comentan: “Lina es una institución en la ciudad”. Allí fue designada “ciudadana ilustre”. Desde 1948 se desempeñó como secretaria del Juzgado de Paz y 2º Jefe del Registro Civil; después, entre 1962 y 1986, como titular del mismo, con el cargo de Jefe del Registro Civil y Jueza de Paz. ¡Cuánta gente fue anotada por ella en su nacimiento o enrolada con su firma! ¡Cuántos matrimonios ha autorizado y a cuántos a anotado en el momento de su defunción! Hay un aspecto destacable en su vida: desde el lugar que fuere, como funcionaria pública, como vecina, como miembro de su familia o la sociedad civil, fue testigo de su condición de mujer creyente, de su compromiso de fe cristiana y de su profunda devoción mariana; es signo de vivencia de la fe cristiana en la condición laical, inserta en los diversos ambientes y, particularmente en la función pública. Lina nos dejó para volver a la Casa del Padre el 8 de mayo de 2012. Nos dejó para irse a la Casa del Padre el 8 de mayo de 2012, fiesta de la Virgen de Luján, la Madre a quien ella tanto ha amado y cuya devoción ha difundido.

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EL SANTO FUNDADOR Por P. Luigi Toscano msscc

PRIMEROS AÑOS, INFANCIA Y FORMACIÓN Cayetano Errico nace en Secondigliano, barrio al norte de Nápoles, 19 de octubre de 1971, de Pascual y María Marseglia, y es bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de los Santos Cosme y Damián. A los 17 años, después de varios intentos frustrados de ingresar con los padres capuchinos y redentoristas, y como la familia no puede pagar la pensión, es admitido para asistir como alumno externo al seminario diocesano. De ese modo, cada día recorre a pie los casi 8 km que separan Nápoles de Secondigliano. El 23 de setiembre de 1815 el Cardenal Ruffo Scilla lo ordena sacerdote y lo designa como colaborador en la parroquia de Secondigliano, donde se dedica con entusiasmo y sin descanso a la predicación de la Palabra, a la catequesis, al sacramento de la confesión y a la asistencia de los pobres y enfermos. En el año 1818 su vida realiza un giro brusco. Cada año, desde su ordenación sacerdotal, va a Pagani (Salerno), a la casa de los padres redentoristas, para los ejercicios espirituales. Aquel año, relata él mismo en el escrito hecho por orden de su dirección espiritual, mientras reza en el coro, se le aparece San Alfonso, que le ordena de parte de Dios fundar una Congregación religiosa en la zona de Secondigliano, como él ha hecho para la zona de Pagani, y como signo de la voluntad de Dios, le indica incluso que debe construir una iglesia en honor de la Virgen Dolorosa. Desde ese momento, don Cayetano, entre mil dificultades, oposiciones y calumnias, trabaja para la concreción de aquello que el Santo le ha manifestado. En 1830, construida la iglesia, pone manos a la obra en la fundación de un nuevo instituto religioso. Al comienzo es sólo un “Retiro” para sacerdotes deseosos de dedicarse a las misiones populares. Ya en octubre de 1836 comienza la verdadera fundación con la apertura del primer novi-

ciado en Secondigliano. La dedicación del nuevo instituto a los Sagrados Corazones le surge en la oración: “En los años siguientes –escribe en el mismo relato–, mientras rezaba delante del Santísimo Sacramento en el mismo coro, el Señor me manifestó que esta Congregación debía ser instituida en honor de los santísimos y amantísimos Corazones de Jesús y de María”. De hecho, los miembros del nuevo Instituto están llamados a “trabajar con la pérdida de todo, sin excluir la vida, para hacer conocer a todos los pueblos el ardentísimo amor de los Sagrados Corazones y para encender en el corazón de los hombres el santo amor divino”. El Instituto es aprobado el 7 de agosto de 1846 por el beato Pío IX.

EL CARISMA

La vida de san Cayetano Errico se distingue por su compromiso heroico en el amor a Dios y en el servicio a los hermanos, especialmente los más abandonados y necesitados de amor. En la contemplación del Corazón desgarrado de Cristo en la Cruz y del de la Madre Dolorosa, traspasado por la espada del dolor al pie de la Cruz, él se deja quemar por su amor y por el deseo de encenderlo en el corazón de todos los hombres. El amor de los Sagrados Corazones es el motor de su vida y de su incansable compromiso apostólico. Hacer conocer la ternura y la misericordia de Dios Padre es el fin de su vida. E, intuyendo que el anuncio de la Palabra, el ministerio de la confesión y el servicio de caridad son los medios más eficaces para ese fin, se dedica totalmente a ellos. Dotado de una palabra simple, no se cansa de predicar y de hacer catequesis. No espera que la gente lo pida; va a buscarla para hablarle de Dios y llevarla a la iglesia. Cuando habla, le urge solamente que la palabra llegue al corazón, por eso evita todo adorno superfluo. En sus palabras se siente el latido del corazón, y la gente conmovida exclama: “Ahora Don

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Gaetano entra en éxtasis”. Alguno, molesto por su excesiva claridad para hablar, trata de hacerlo callar atándolo a un árbol, o castigándolo, o amenazándolo de muerte, pero él, para nada atemorizado, dice: “¿Ustedes quieren difundir el error en medio de esta gente y los ministros de Dios deben callar? ¡Jamás! Dejaré de hablar solamente cuando los vea renunciar a vuestra secta y, arrepentidos, regresar a Dios”. Juan Pablo II, en el documento “Novo Millennio Ineunte” dice: “Hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: «¡ay de mí si no predicara el Evangelio!»” (nro. 40). Impulso, ardor, sentimiento apremiante están presente en la vida de san Cayetano. A la palabra, el Santo le agrega los hechos. De hecho, se sienta en el confesionario para atender a los hermanos pecadores, administrarles el sacramento de la misericordia, infundir coraje, dar confianza y esperanza. A toda hora está disponible, y los testigos informan que toda la población va a confesarse con él y que llegan también de las poblaciones vecinas. Cuando él confiesa es bondadoso y no desanima a ninguno; acoge a todos con caridad y trata como un padre. Es austero consigo mismo, pero caritativo y bondadoso con los penitentes. Está lleno de caridad al dirigir las almas. Tiene buenos modales para hacer decir los pecados e infunde tales sentimientos que con pocas palabras consuela y restablece la paz en la conciencia. Es imitador exactísimo de san Alfonso, del cual sigue los principios, las máximas y la caridad. Por el tiempo que pasa en el confesionario lo llaman “hombre de mármol”. Prácticamente la calle y el confesionario son los dos lugares privilegiados de la acción pastoral de Cayetano Errico. La calle le permite encontrar al hombre, al cual dirige su habitual invitación: “Jesús te ama. ¿Cuándo nos veremos?”; y el confesionario es la via providencial de reconciliación del pecador con el Padre. Toda mirada, toda atención a la persona tenía una única finalidad: llevar al pecador a la fuente del Corazón de Cristo. Cayetano Errico está convencido de que la historia del hombre se juega en el corazón y que no puede haber un lugar más apropiado que el confesionario donde el hombre, sintiéndose seguro, está dispuesto a mostrar las heridas del alma y aprender la ciencia del perdón divino. El empeño por el sacramento de la penitencia es la obra que Juan Pablo II pide a todos los sacerdotes, después de la experiencia del Jubileo del 2000: “Es necesario –escribe– que los Pastores tengan mayor confianza, crea-

tividad y perseverancia en presentarlo y valorizarlo. ¡No debemos rendirnos, queridos hermanos sacerdotes, ante las crisis contemporáneas! Los dones del Señor –y los Sacramentos son de los más preciosos– vienen de Aquél que conoce bien el corazón del hombre y es el Señor de la historia.” (NMI 37). Y en la homilía de la beatificación muestra en Cayetano Errico un “verdadero mártir del confesionario”: “En una época marcada por profundos cambios políticos y sociales, frente al rigorismo espiritual de los jansenistas, Cayetano Errico anuncia la grandeza de la misericordia de Dios, que siempre invita a la conversión a los que viven bajo el dominio del mal y del pecado. El nuevo beato, verdadero mártir del confesonario, pasaba en él jornadas enteras, gastando lo mejor de sus energías en la acogida y la escucha de los penitentes. Con su ejemplo nos estimula a redescubrir el valor y la importancia del sacramento de la penitencia, donde Dios derrama generosamente su perdón y muestra su ternura de Padre hacia sus hijos más débiles” Al compromiso en la administración del sacramento de la penitencia agrega la insistencia por la comunión sacramental frecuente, considerando perdida la jornada sin comunión. De hecho recomienda no descuidarla porque ella ayuda a vencer la indiferencia, da fuerza para combatir las tentaciones, hace puro y santo, cura todo mal y es garantía de vida eterna. A la caridad de la Palabra san Cayetano agrega la de las obras con una fantasía que es propia de los santos, que nunca puede pasar delante del hermano pobre y dejar de darle una mano. No hay enfermo en el pueblo que no sea asistido por él. Las familias necesitadas pueden abastecerse en el almacén porque después pasa don Cayetano a pagar. Facilita los instrumentos de trabajo para los pobres desocupados. Se ocupa de las jóvenes expuestas al peligro por algún patrón malintencionado, procurándole un trabajo honesto o poniéndolas en algún hogar. Asiste a los apestados en las diversas epidemias de cólera, visita a los encarcelados, se inscribe para asistir a los condenados a muerte, abre su casa a quien busca un plato caliente. Y la lista continúa, porque no le falta imaginación y ha aprendido a ver a Cristo en el pobre. Cayetano Errico, que en su vida se hace todo para todos, transforma el territorio de Secondigliano en una nueva Betania, donde cada uno se siente acogido y amado. Y todo lo hace con la máxima discreción y sin hacer sonar la trompeta. Recién a su muerte todos se dan cuenta, notando la multitud de pobres que llora a su benefactor en el patio del convento.

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EL FUNDADOR

La obra de Cayetano Errico continúa por medio de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, fundados por él en el año 1836, por voluntad divina. Se lo había pedido san Alfonso y él obedece primero con la apertura de un “Retiro” para sacerdotes deseosos de “misionar en las diócesis e ir donde Dios los llame, especialmente donde ni los párrocos, ni los síndicos piensan en una misión para salvar las almas”, y después con la fundación de un verdadero Instituto religioso al cual asigna, como fin primario, “establecer misiones y enviar misioneros para la enmienda del mundo corrupto”. Cayetano Errico concibe a sus misioneros como grandes caminadores, como quienes van, no como quienes esperan. Y los envía a los “lugares más necesitados de asistencia espiritual para infundir en los fieles la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María”; allá donde el trabajo es más difícil y donde reinan graves desórdenes. El espíritu con el cual los misioneros deberán encontrarse con las personas menos favorecidas y más débiles es el de la misericordia, que fue el de los Corazones de Jesús y de María. Cayetano Errico, que caracteriza su espíritu misionero sembrando generosamente la experiencia de la misericordia divina e indicando en los Sagrados Corazones la llama con la cual ser encendidos, quiere que sus misioneros, “militando bajo el glorioso estandarte de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, consagren trabajos, estudios, dificultades y la vida misma para hacer conocer a todos los pueblos el ardentísimo amor de esos Sagrados Corazones hacia ellos y encender en sus corazones el fuego del amor divino, al cual deben orientar todas las obras del ministerio apostólico”. El discurso de la misericordia divina es siempre actual porque, lamentablemente, la experiencia del pecado pertenece a cada hombre, como también el temor. Por eso, ayudarlo a redescubrir a un Padre dispuesto al perdón, es allanarle el camino del regreso a sus brazos amorosos. Esto es lo que Juan Pablo dice a los Misioneros de los Sagrados Corazones en ocasión de la beatificación de su Fundador: “¡Cuánta necesidad tiene nuestra épo-

ca de personas que anuncien la ternura y el perdón de Dios a los pecadores, en particular mediante el sacramento de la penitencia! A los jansenistas, que insistían demasiado en la justicia de Dios, infundiendo en las almas miedo y desaliento, Cayetano Errico contraponía el anuncio de la misericordia divina. No se cansaba de exhortar a los sacerdotes: «Si vienen almas llenas de culpas graves, animadlas a levantarse, impulsadlas a la confianza, decidles que el Señor las perdonará a todas, si se arrepienten de corazón». ¡Cuánto habla aún hoy al corazón del hombre el amor misericordioso de Dios, que estimula a vencer el mal, el sufrimiento, la injusticia y el pecado!”. “¡Cuántas heridas del alma sanó de esta forma!, –dice el Papa Benedicto XVI en la homilía de la canonización el 12 de octubre de 2008, en la Plaza de San Pedro– ¡A cuántas personas llevó a reconciliarse con Dios mediante el sacramento del perdón! De este modo, san Cayetano Errico se transformó en un especialista de la «ciencia» del perdón, y se preocupó de enseñarla a sus misioneros, a quienes aconsejaba: «Dios, que no quiere la muerte del pecador, siempre es más misericordioso que sus ministros; por eso, sed lo más misericordiosos que podáis, porque encontraréis misericordia en Dios»”. Recorriendo la vida de san Cayetano Errico se tiene la sensación de leer la vida de un contemporáneo. El Santo, aun siendo austero en su vida de penitencia, es buscado por la gente porque habla el lenguaje del corazón. Corazón que para él es comprensión, perdón, misericordia, ternura, solidaridad, cercanía. Un lenguaje que él aprende cada día en la escuela de los Sagrados Corazones, por los cuales su corazón arde hasta el punto de desear consumirse por Dios y por los hermanos. Sin embargo advierte a sus congregados que: “para encender el amor divino en el corazón de los otros es necesario que ardamos primero nosotros de este Amor”. Por lo cual su primer compromiso debe ser: “aspirar al eminente conocimiento de Jesucristo, nuestro Señor, y de su amor hacia nosotros; y, luego, estimularnos a amar a aquel Corazón divino que es su sede, y cultivar una ferviente devoción por el Corazón de María, que es la Madre del santo Amor”.

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LA MUERTE

Cayetano Errico sufre de asma bronquial. A mediados de octubre una fiebre visceral le causa una congestión pulmonar que lo obliga a guardar cama. Los médicos hacen todo intento para evitar lo peor. Sus cohermanos se preocupan mucho, pero don Cayetano los tranquiliza: “No importa, ya es inútil”. Sufre mucho, pero es paciente y está sereno. No se queja; reza: “Madre mía, ayúdame. Jesús, José y María, ayúdenme”. Cuando el dolor se hace intenso, ofrece todo para la gloria de los Sagrados Corazones: “¡Jesús mío, te amo! ¡Madre mía, te amo!”. Un día fija intensamente su mirada en la imagen de la Inmaculada que está en frente de su cama, mientras un profundo sufrimiento se dibuja en su rostro. Susurra. Alguno se le acerca y él lo tranquiliza: “Estoy rezando a la Virgen para que no me haga ver la Iglesia tan desolada. ¡Qué veo! ¡Qué ruido, que fracaso! ¡Pobre Iglesia! ¡Pobre Religión! ¡Pobres sacerdotes! ¡Qué cosas feas! Los sacerdotes serán perseguidos. Feliz quien tiene fe, porque dará su sangre y su vida por Jesucristo.” A sus congregados que rodean la cama les confía su testamento espiritual: “Hijos míos, ámense uno al otro y sean observantísimos de las Reglas”. El 28 de octubre recibe la Extremaunción. El 29 de octubre de 1860, a las 10 de la mañana, fija los ojos sobre la Virgen. Parece estar en éxtasis. Murió. El Cardenal Sixto Riario Sforza, al recibir la noticia de su muerte, exclama: “He perdido una de las columnas de mi diócesis”. En el Año de la Fe, recordando el centenario de la llegada de los Misioneros de los Sagrados Corazones a Argentina, no queda más que augurarnos que es espíritu de san Cayetano Errico sea el de sus hijos y discípulos para que puedan continuar testimoniando que el amor, la misericordia y el perdón son el camino sobre el cual cada hombre puede todavía hacer la experiencia del samaritano. El P. Luigi Toscano fue Superior General de los Misioneros de los Sagrados Corazones entre los años 1998 y 2004. Actualmente es Postulador General de la Congregación, rector de la comunidad pastoral de Secondigliano y párroco de las Parroquias Sacri Cuori y Santos Cosme y Damián

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Por P. Antonio Palmiero msscc

Cayetano Errico (1791-1860) nace y muere en Secondigliano, un barrio de la ciudad de Nápoles. Es hijo de modestos artesanos: el papá trabaja en una pequeña fábrica de pastas y la mamá es tejedora de felpa, un tejido de algodón. A los dieciséis años entra en el seminario que frecuenta como alumno externo, porque la familia no tiene la posibilidad de pagar la pensión. Es ordenado sacerdote en setiembre de 1815. Después de la ordenación sacerdotal, durante casi veinte años es maestro comunal y colaborador del párroco en la iglesia de los santos Cosme y Damián de Secondigliano. Tiene solamente veintisiete años cuando Dios le manifiesta su voluntad: quiere que él funde una Congregación religiosa misionera bajo el título de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Al “pedido” del cielo, él responde con un proyecto carismático-misionero que encuentra origen y alimento en la imitación histórica de Jesús, misionero-itinerante del Padre. El suyo es es un proyecto de misionariedad “samaritana”, porque la parábola del Buen Samaritano es lo que marcará sus pasos. La imagen que mejor traduce su proyecto de vida misionera samaritana es la del “camino”. Una realidad en movimiento, en dirección a la gente, allá donde ella se encuentra. La gente encontrada en su situación concreta de necesidad, de sufrimiento, en su problemática. Por eso, él: “VE”... un mundo en el cual tantos, demasiados hombres sufren el hambre, la marginación, ... porque otros hombres no quieren compartir la comidad; porque otros hombres quieren el poder y el provecho, y tienen, por eso mismo, necesidad de servidores y de esclavos; un mundo en el cual tantos, demasiados no ven más que signos negros y mudos sobre las páginas de

un libro, porque otros hombres prefieren conservar el saber sólo para sí mismos; un mundo en el cual la tierra es propiedad y beneficio de algunos, mientras que es sólo generadora de sufrimiento y de pena para todos los otros, porque otros hombres han olvidado que la tierra es de todos y no del más fuerte; un mundo en el cual tantos, demasiados hombres se pudren en las prisiones o aullan bajo la tortura, porque otros hombres se hacen propietarios de la verdad y matan lentamente los cuerpos para que muera el pensamiento; un mundo en el que parece ausente incluso el rostro auténtico de Dios, el revelado por Jesús: el Dios Amor, Misericordia, Perdón, Ternura, Amante del hombre, porque otros hombres prefieren presentar máscaras, inventadas por el hombre, del rostro de Dios: Dios, el juez que condena; el Dios ausente que permanece irremediablemente lejano, en el cielo, impartiendo disposiciones y controlando quién las observa y quién las viola; un Dios separado de la realidad humana... un mundo... Él “ve”, pero no pasa de largo, ... “SE DETIENE”. El sufrimiento del mundo lo impresiona como un reproche ardiente, y no llega a soportarlo. No va buscando los culpables: la siciedad, la política, los otos, ... todos aquellos que deberían o podrían hacer y no hacen. No permite que crezca peligrosamente en él la voz: ¿qué puedo hacer, yo tan pequeño en esta inmensidad de males? Y, ¿de qué serviría realizar cualquier gesto si los otros no hacen nada? Y, en definitiva, ¿quién piensa en mí si yo pienso en los otros? No adormece la conciencia. No teme el silencio. Y escucha: Y vos, ¿qué hacés? Sé tú mismo. Precisamente de ti tienen necesidad los otros.

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No representes tu vida. Incluso si logras representar bien tu “personaje”, el mundo tiene necesidad de tu vida, no de tu comedia. La voz, las voces son el eco de la palabra del Maestro: “Si quieres...”. El Maestro le había dicho aquella palabra, y continuaba repitiéndosela, poniendo su mirada sobre él; una mirada que da paz, pero que invita incluso a huir del propio caparazón; una mirada que parece decirle “te amo”; lo deja libre, y sin embargo lo obliga... Y la Palabra se tranforma en Persona. De esa manera se perfila, nítida delante de sus ojos, la imagen de Cristo, que, en aquel gran día de la historia, el viernes santo, clavado sobre la inmensa cruz de un mundo dividido y sufriente, ha inaugurado la re-creación de un mundo nuevo. Ahora bien, aquella Voz y aquel Rostro esperan una respuesta de su parte. Él “ve”, “se detiene” y ... “SIENTE COMPASIÓN”. “Siente compasión”: o sea, decide dedicar su vida al servicio “del hombre caido en manos de unos bandidos”. Decide vivir, a tiempo completo, al servicio –él lo escribe así– “de los pobres de corazón”; esto es de los doblemente pobres: pobres de fe y pobres de derechos humanos. Su empeño se puede sintetizar en dos palabras: la estola y el delantal. La estola, símbolo del sacerdocio y del servicio ministerial: predicación, catequesis, administración de los Sacramentos. Su dedicación a la administración del sacramento de la Reconciliación es tal que la Iglesia lo ha reconocido con el título de “mártir del confesionario” (Juan Pablo II). El delantal, símbolo del servicio samaritano: enfermos, encarcelados, analfabetos, desocupados,... siempre encuentran en él una respuesta concreta, amorosa y discreta. Y todo esto, siguiendo el ejemplo del Maestro que, en la Última Cena, ha usado el delantal para enseñar a vivir y no sólo a celebrar la Eucaristía.

La apertura de su carisma a todos se funda sobre el actualizado concepto de Iglesia, de su misón y de sus protagonistas. La Iglesia es un pueblo de invitados. Los carismas son dones para volver más eficaz y dinámica la identidad de la Iglesia. Los protagonistas son todos los bautizados. También vos, que lees estas notas, si querés, podés compartir con los Misioneros de los Sagrados Corazones el carisma misionero de Cayetano Errico. Si estás interesado podés dirigirte a las obras sacricordianas de Argentina (parroquia San Roque, parroquia Nuestra Señora de los Dolores, Colegio Cayetano Errico). * El P. Antonio Palmiero es Vicario General de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y, por lo mismo, miembro del Consejo General del Instituto. Fue Superior General entre los años 1986 y 1998. Actualmente reside en la Casa Madre de la Congregación, en Secondigliano, Nápoles, Italia.

La vida misionera samaritana ha sido la pasión de Cayetano Errico, y también su testamento. La ha propuesto a sus religiosos misioneros de los Sagrados Corazones, y hoy lo propone a quien, siendo religioso, sacerdote o laico, quiera dar un rostro misionero al propio bautismo.

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En Secondigliano, barrio periférico al norte de Nápoles, hay un santuario dedicado a la Virgen de los Dolores construido por san Cayetano Errico. En él se encuentra la estatua de madera que representa a la Dolorosa con los ángeles, encargada por el padre Cayetano hacia fines del año 1834 a uno de los más destacados escultores napolitanos de la época, Francesco Verzella, que trabajaba en un taller junto a la iglesia de san Nicola del Pozzo. El mismo Cayetano Errico, en un relato del año 1846, cuenta de esta forma su propia experiencia, ocurrida en el Colegio San Miguel de los padres redentoristas en Pagani: «Una noche, después de la meditación de los padres, habiéndome quedado en el coro, se me apareció el Beato Alfonso de Ligorio diciéndome que debía fundar una Congregación similar a la suya... Al año siguiente, habiendo regresado a dicho Colegio, se me apareció de nuevo el Beato Alfonso teniendo en frente la imagen de María Santísima, y me ordenó construir una iglesia de la Santísima Virgen Dolorosa en Secondigliano, como señal de la futura fundación.» Verzella, realizó su trabajo: esculpió la estatua durante los primeros meses de 1835 siguiendo hasta en el más mínimo detalle el proyecto que le expuso Cayetano Errico. La imagen tiene dimensiones naturales, y muestra a la Madre dolorosa sentada sobre una piedra, al pie de la cruz donde había estado crucificado su Hijo. Su rostro tiene una belleza indescripti-

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ble; se le nota un dolor incomparable, combinado con una calma que sobrecoge. Tiene los ojos fijos en sus manos colocadas ahora sobre las rodillas; las mismas que previamente habían recibido y abrazado al Hijo muerto antes de su sepultura. Se cuenta que, si bien las facciones logradas por el escultor eran perfectas y bellísima la expresión, no era la Virgen que don Cayetano quería; quizás la que él había visto en la aparición del coro de Pagani. Principalmente el rostro no reproducía su pensamiento, y el escultor debió rehacerlo, esculpirlo nuevamente y retocarlo varias veces; pacientemente volvía a intentarlo. Después de muchas pruebas e intentos, apenas Errico la vio, exclamó ruborizado: “¡Ésta es...!”. A su izquierda está el ángel consolador y a su derecha dos angelitos simbólicos. A sus pies están depositados los instrumentos de la pasión: los clavos, el martillo, la corona de espinas, las tenazas; y la lanza está puesta detrás de la cruz. En medio de su profunda angustia están presente la humilde docilidad de la anunciación y la sublime intuición esperanzada de la resurrección, de tal modo que el dolor cristiano no podría tener una representación plástica mejor lograda. La imagen de la Dolorosa hizo su ingreso en Secondigliano en mayo o setiembre de aquel año, 1835, y la gente del lugar, que acudió masivamente para llevarla en procesión hasta su iglesia, apenas la vio quedó estupefacta. San Cayetano la presentó como “la Madre de Secondigliano” e invitó a todos a dirigirse a ella con una confianza ilimitada. Desde aquel día, la Dolorosa fue llamada “la Virgen de don Cayetano”, fórmula escogida y privilegiada de la piedad popular de aquella gente. Quien necesitaba gracias y consuelo, se arrodillaba a sus pies, recibiendo los favores celestiales pedidos; tanto es así que durante las epidemias de cólera de los años 1836-1837, 1854 y 1884, durante las erupciones del volcán Vesubio en los años 1854-55 y 1906, y durante las dos guerras mundiales, la gente dirigió su súplica confiada a la Virgen, y de muchas maneras pudo comprobar su maternal protección.

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Al celebrarse el primer centenario de la llegada de la bendita imagen a Secondigliano, la misma recibió la coronación pontificia de manos del Cardenal Alejo Ascalesi, Arzobispo de Nápoles. La Dolorosa en la República Argentina, patrona del barrio del Parque Centenario. Desde el año 1915, los padres Misioneros de los Sagrados Corazones, que habían llegado a la ciudad de Buenos Aires hacía escasos tres años, celebran la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores en la capilla del Colegio “Benito Nazar”, donde vivían y ejercían su ministerio sacerdotal. Entre los participantes en la fiesta, desde aquel primer año, estaba la señora María Luisa Cullen de Llobet, perteneciente a la Asociación de la “Conservación de la Fe”, quien ofrece generosamente su terreno de la calle Gaona –hoy Av. Díaz Vélez entre Otamendi y Campichuelo–, en el corazón geográfico de la ciudad capital, para construir una iglesia en honor de la Virgen Dolorosa; y, conociendo el deseo de los padres de exponer en la nueva iglesia una réplica de la estatua de “la Virgen de don Cayetano”, los autoriza a hacerla confeccionar a su cargo. La estatua, encargada al escultor napolitano Gennaro Cerrone, llegó a Buenos Aires en octubre de 1918, y fue bendecida por Mons. Francisco Alberti, Obispo Auxiliar de Buenos Aires, y expuesta para la veneración de los fieles en la capilla del Colegio “Benito Nazar”, el 11 de abril de 1919. Algunos meses más tarde los padres se alejan de la dirección espiritual del Colegio y, esperando que finalice la construcción de la capilla y de la casa para la comunidad en la esquina de Gaona y Campichuelo, se trasladan a una casa alquilada de la calle Pringles 1118, llevándose también la estatua de la Dolorosa que acomodan en un cuarto transformado en capilla. Desde aquel momento crece el número de los devotos de la Dolorosa y algunas damas de la alta sociedad bonaerense comienzan a recolectar fondos para ayudar en la construcción del nuevo templo.

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El 2 de junio de 1923 la nueva capilla es bendecida por el Nuncio Apostólico Mons. Giovanni Beda Cardinale; y al día siguiente por la tarde, con una solemne procesión, es trasladada hasta ese lugar la imagen de la Virgen Dolorosa. El 30 de octubre de 1932 Mons. Santiago L. Copello, Arzobispo de Buenos Aires, bendice y se coloca la primera piedra de la construcción del nuevo templo, el actual, que está dedicado a la Madre Dolorosa. El mismo, habilitado para el culto y bendecido después de casi diez años de trabajo, en octubre de 1942, tiene una admirable belleza, contando con veinte vitrales de líneas elegantes y de colores permanentes que representan los dolores de la Virgen, episodios de la infancia de Jesús e ilustraciones de los mandamientos; y una notable inmensidad, con sus tres naves, el amplio crucero y el bello presbiterio. En su interior se destaca claramente el camarín de la Dolorosa, en el que se venera su imagen, réplica de “la Virgen de don Cayetano”, y al que se accede por dos escaleras de mármol de color crema, para que la Madre reciba la visita de sus hijos y acoja la oración de súplica o acción de gracias que ellos le ofrecen.

Al dispensar su amor divino en el corazón de los hombres, el Padre eterno escogió con predilección, de entre todas las creaturas, a los Corazones Santísimos de Jesús y de María; ahora bien, sirviéndose para tal obra de cooperadores de los divinos misterios, en estos últimos tiempos los Sagrados Corazones se han complacido en llamarnos a nosotros para comunicar el Santo Amor a los pobres de corazón. Por consiguiente, el fin principal de nuestro Instituto es precisamente trabajar con la pérdida de todo, sin excluir la vida cuando fuera necesario, para hacer conocer a todos los pueblos el ardentísimo amor de los Sagrados Corazones hacia nosotros y para encender en el corazón de los hombres el santo amor divino. Cayetano Errico, Reglas de la Naciente Congregación (1838)

En agradecimiento a la Virgen de Lourdes

Marisel y Daniel Kretz 40


Emanuel Caballero

Me uno con mucha alegría a la gran acción de gracias a Dios por los el primer centenario de la congregación en Argentina, puntualmente en la parroquia San Roque de Capitán Bermúdez, mi pueblo natal. En este pueblo me crie en un hogar cristiano. Recuerdo a tantas personas que marcaron mi vida cristiana. Especialmente mi mamá y mi papá que siempre me mostraron el Amor de Dios y me acercaron a Él y a la Santísima Virgen. Y a la Escuela Cayetano Errico. Desde preescolar (5 años) hasta ingresar al seminario menor san Carlos Borromeo a los 13 años, compartí la vida en la escuela. Allí me formaron y recibí la hermosa devoción a los sagrados Corazones de Jesús y de María. Cada mañana al llegar a la escuela antes de ingresar al aula la señorita directora comenzaba la oración y la terminaba diciendo: “Sagrado Corazón de Jesús… en Vos confío. Inmaculado Corazón de María… sed la salvación del alma mía. San Roque nuestro patrono, ruega por nosotros.” Casi naturalmente cada día de mi vida continué rezando estas oraciones. Durante toda la vida de seminario hasta el día de mi ordenación sacerdotal. Aquí quisiera detenerme para compartir otra gracia de Dios.

Cuando el señor arzobispo nos reúne para dar la fecha de la ordenación sacerdotal nos dice: “Los ordenaré el primer viernes del mes de junio (2005), día del Sagrado Corazón de Jesús en la Parroquia Santísimo Sacramento”. En ese momento me vinieron a la mente tantas personas y recuerdos. Especialmente esas oraciones que rezaba desde niño. En ese momento…, la misma oración… Jesús, en Vos confío. Me ordenaron sacerdote ese hermoso e inolvidable día del Sagrado Corazón de Jesús. Al otro día celebré mi primera Misa…, día del Inmaculado Corazón de María. En esa misma celebración agradecí a los sacerdotes de la congregación por todo lo que me brindaron. Recuerdo estaba presente padre Héctor y padre Reynaldo. Hoy a siete años de mi ordenación sacerdotal, doy gracias a Dios por todo lo recibido y por todo lo que recibí desde la escuela. Hoy en cada Misa tengo en mis manos al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús… y repito la misma oración que aprendí en la Escuela: Jesús, en Vos Confío. Emanuel Caballero, sacerdote de la Arquidiócesis de Rosario, egresado del Colegio Cayetano Errico en el año 19__; actualmente es párroco de la parroquia San José de la localidad de Serodino, provincia de Santa Fe.

Dr. CP Raiano, Martín Nicolás CPN Raiano, Abel Nicolás CONTADORES PÚBLICOS

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Verónica Wagner

“La catequesis es la piedra fundamental de nuestro instituto” San Cayetano Errico

Para un día del catequista de hace unos años nos apropiamos de esta frase de nuestro querido P. Cayetano haciéndole un pequeño cambio “La catequesis es la piedra fundamental de nuestra comunidad sacricordiana”. Para llegar a esto hay que ir un poco atrás en el tiempo. Historia personal. En el año 1999, más exactamente el Domingo de Pascua, con Ricardo empezamos a ir a misa a la Pquia. Nuestra Señora de los Dolores. Se podría decir que fuimos por casualidad, debido a que encontramos cerrada la iglesia que nos quedaba más cerca. Hoy afirmo con absoluta certeza que Papá Dios nos llevó allí porque tenía algo muy grande preparado para nosotros. Empezamos a ir todos los domingos según acomodábamos los horarios con los compromisos familiares. En febrero de 2000, a la salida de la misa de 11.30, el P. Reynaldo nos pregunta si queremos ser catequistas, específicamente en Catequesis Familiar. Dijimos que sí sin entender muy bien de qué se trataba todo eso y el fin de semana siguiente ya estábamos en contacto con el matrimonio coordinador, Lita y Hugo Bronte, del grupo que ese año comenzaba 1er año. A partir de allí comenzó nuestro reencuentro con Jesús. Conocimos una comunidad que nos

abrió los brazos como si fuéramos conocidos de toda la vida. También conocimos a un tal Cayetano Errico, que por entonces era Venerable. Nos enteramos que era el fundador de la congregación “de los curas de la parroquia”, que estaba en proceso de beatificación… Para nosotros era como chino básico. Hasta que en 2002 llegó la Beatificación y empezamos a leer un poco de la vida de Cayetano y a rezar pidiendo su intercesión. Por ese entonces todavía no teníamos muy en claro qué era esto de los Misioneros de los Sagrados Corazones. Pero sí íbamos entendiendo algo de lo que es una comunidad. Una comunidad que se une en la oración, en los festejos patronales, en la celebración de los Sacramentos, en la misa dominical. Experimentamos y tenemos la certeza de que la oración comunitaria es escuchada. En 2003 nacieron María y Tomás, gracias a la oración de todos y al ya Beato Cayetano Errico. Seguimos en la Catequesis Familiar pero con un plus, con algo extra que anunciar y allí empezamos a comprender de qué se trata ser Misionero Sacricordiano: dar a conocer el inmenso amor de Dios expresado en los Corazones de Jesús y de María. Lo habíamos vivido en carne propia al recibir a nuestros tan ansiados hijos. Ellos son el testimonio vivo de ese Amor. Por eso estuvieron siempre con nosotros en los encuentros de catequesis y en las misas, participaron “desde siempre” en las convocatorias diocesanas. Y como nos parecía que dos niños era poco, en 2005 el Señor nos mandó a Pablo. Ese mismo año el P. Reynaldo me pide que le ayude en la coordinación de la catequesis, tarea algo complicada en una parroquia que ofrece, para los niños, Catequesis Tradicional para Primera Comunión y Confirmación y Catequesis Familiar, por ese entonces sólo para Primera Comunión (en 2007 comienza la Catequesis Familiar para Confirmación).

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En 2008 se hace realidad la canonización de Cayetano Errico y la posibilidad de vivir en la Plaza San Pedro tan grande acontecimiento. Tarea pastoral. Al emprender la coordinación junto al P. Reynaldo tuve que acercarme a todos los grupos de catequesis, conocer a sus catequistas, el modo en que desarrollan su tarea. Tenemos una gracia muy especial en nuestra parroquia: la mayoría de los catequistas hemos pasado por algún seminario de catequesis o lo están haciendo actualmente. Nos parece fundamental, además de la experiencia de Dios para poder transmitir a los demás, formarse como catequistas. No tenemos que perder de vista que uno ES catequista, no que HACE de catequista un rato y nada más. De esa manera pueden acercarse más preparados a los niños y a las familias, sobre todo en la actualidad en que muchos vienen sobrecargados de información y ruidos, pero carentes de afecto, de cariño, de alegría, de DIOS, con hambre y sed de una Buena Noticia, a la búsqueda de la Verdad. La alegría que nos da el saber que tenemos un Papá Dios que nos ama incondicionalmente y una Madre, Ntra. Sra. de los Dolores, que nos protege siempre, tiene que estar presente a la hora de encarar la catequesis: podemos mostrar un montón de conocimientos, hacer aprender oraciones de memoria pero si no reconocemos la presencia de Dios en nuestras vidas, su paso y su actuar en ella, si no comunicamos a los otros que tenemos una Madre que nos cuida siempre, esa catequesis está incompleta. Y esto que experimentamos tenemos que darlo a conocer junto con el acercamiento diario a la Palabra de Dios y la oración. Más allá de todos los recursos que podamos utilizar en la catequesis como libros, películas, videos, Internet, de los “temas” que haya que tratar en cada etapa, el Amor de los Sagrados Corazones de Jesús y de María atraviesa toda la catequesis, es más atraviesa la vida de toda la comunidad sin tener en cuenta grupos, asociaciones, instituciones, etc.

Tenemos como ayuda los Objetivos de la Pastoral de Niños de la Arquidiócesis de Buenos Aires: I. Que crezcan en la Oración. II. Que descubran su pertenencia a la Iglesia y la experimenten de una manera viva. III. Que despierten a una conciencia misionera. IV. Que vivan su compromiso cristiano desde una actitud solidaria. V. Que los chicos se identifiquen cada día más plenamente con Jesucristo. (Card. Bergoglio; Asamblea 30/11/02) wa los cuales nosotros le agregamos: VI. Siendo discípulos y misioneros al estilo de San Cayetano Errico. De esta manera nos unimos a lo diocesano con el carisma propio de los Misioneros de los Sagrados Corazones, siendo creíbles misioneros del Amor misericordioso de nuestro Padre Dios. Agradecimientos. Todo esto no se da de un día para el otro, es un camino que se abre y se va construyendo con el SÍ que uno da cada día. El profundizar en la espiritualidad sacricordiana con la ayuda del P. Reynaldo y, en los últimos años también con el P. Mariano, orar juntos y preparar algunos encuentros para los catequistas de modo de ser catequista de catequistas, preocuparme y ocuparme de cada uno (aunque a veces no salga tan bien debido a mis propias fragilidades) hacen que viva cada día con alegría, con confianza en ese Amor que se manifiesta a cada instante durante las 24 hs de mil maneras. No me olvido del P. Sacchetto que con su alegría, su rosario en la mano, sus estampitas y medallitas que sacaba de los bolsillos, su “oración y obras buenas” y el modo en que se fue al Encuentro del Padre del Cielo, nos demuestran cabalmente esa confianza en el Amor de Dios. Tenemos una gracias extra: María y Tomás van a recibir por primera vez a Jesús Sacramentado en el Año del Centenario. A todas las comunidades sacricordianas llegue mi afecto y mi abrazo en los Corazones de Jesús y de María. Vero.

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Víctor Grignaffini

Ante la invitación que me hiciera el P. Héctor Zordán para que relatara mis impresiones sobre los hechos vividos durante el extenso periodo en que estuve vinculado a la parroquia San Roque, trataré de sintetizarlas en algunos temas. Adhiriéndome a la alegría de los festejos de la congregación de los Padres Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María que cumple 100 años de su estado en nuestro país, aportare mis recuerdos. Ingresé a la Acción Católica Argentina en 1954, siendo integrante de las ramas de los jóvenes, más delante de la rama de hombres y en algunos periodos de la Junta Parroquial, junta que estaba conformada por las diversas agrupaciones que actuaban en la Parroquia. Como miembro A.C.A., nuestra misión primordial, según definición de su fundador Pio XI, era ser el brazo largo de la Iglesia en nuestros ambientes. En esta ocasión me referiré solamente a las actividades relacionadas al ámbito parroquial y, en algunos casos explícitos, a misiones encomendadas especialmente. Atendíamos a los jóvenes aspirantes de Acción Católica con charlas formativas y, al finalizar las reuniones y con la participación de delegados y niños nos encontrábamos en un campito detrás del templo corriendo tras una pelota. ¡Qué lindos momentos aquellos! Recuerdo también que siendo todavía integrante del grupo de jóvenes de A.C.A. se realizó en nuestra Parroquia una de las jornadas de la Asamblea Diocesana de Rosario, ocasión en la que recibimos a los jóvenes de Acción Católica de nuestra diócesis. Nuestra colaboración enriqueció nuestro compromiso juvenil. Una de nuestras colaboraciones anuales era el participar en la comisión de Festejos Patronales, como así también en la conmemoración del Día del Párroco y en agasajo al personal docente del colegio en su día. Hago destacar que el grupo de jóvenes de A.C. tuvo una participación importante en la creación del colegio C. Errico y en su ulterior consolidación, ahora iniciada con fervor y entusiasmo por el P. Nicolás Palacio, atento a las necesidades educativas y religiosas de los niños de nuestra ciudad. En una ocasión se realizo para los hombres, lo que se llamaba entonces “Noches de Espiritualidad”, hoy “jornadas”. Duraban cinco días y eran predicadas por los sacerdotes Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, de la Casa de Ejercicios Espirituales N.S. de Fátima de Fisherton (Rosario). Por las tardes reunían a las mujeres de la comunidad parroquial. Fue todo un éxito. Solíamos realizar re-

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tiros abiertos que se desarrollaban en días domingo y que eran predicados por los sacerdotes de la casa y eventualmente por sacerdotes profesores del seminario diocesano o por los padres franciscanos de San Lorenzo. Integré también la comisión del Ateneo Cayetano Errico que funcionaba con fines deportivos y de distintas competencias lúdicas encontrándose al frente del mismo el Padre José D´Onofrio. Una de las actividades de la rama de jóvenes de A.C.A. fue la de realizar encuentros de pruebas de atletismo para los jóvenes en los que participaban delegaciones de la Parroquia Sagrado Corazón de Alberdi y San Lorenzo Mártir. Otra actividad en las que participábamos durante los distintos festejos del año fue la representación de distintas obras como “El Gólgota”, en los años 1956 – 1957 y para una navidad recuerdo, “La noche Luminosa” e incluso una vida de San Roque; además de varios festivales de grupos corales de Rosario. Estas actividades eran respaldadas por el entonces Párroco P. Miguel Marino y se contaba con edificio que en esos momentos aún estaba en sus comienzos al que llamábamos “Anfiteatro”, construcción que, desde su proyección hasta el tener que realizar obras de albañilería, con ropa adecuada y cuchara en manos, lo hiciera el P. Leonardo Carrieri. Dejo constancia que ese edificio a medio construir y que contaba con un amplio escenario fue aprovechado años después en la ampliación del colegio. Agrego esas actividades mi participación en la catequesis de niños en los que era en esa entonces Capilla San José, en la agrupación de niños San Luis Gonzaba que funcionaba en la Capilla N.S. de los Milagros tarea que realice junto al Padre Jacinto Tuccillo quien los llamaba “Los Luises” en la primera comisión pro templo de la Parroquia Santa Catalina como secretario y a la que fuera invitado por el entonces Párroco Armando Saccheto. Obras que destaco constancia de las distintas actividades evangelizadoras los Misioneros de los Sagrados Corazones han realizado para beneficio de la comunidad católica de C. Bermúdez. Escribir sobre todos los sacerdotes, a partir del P. Vicente Napolano, quien me dio la primera comunión el 8 de Diciembre de 1945 ya sea por vivencias personales o de otros fieles de esta ciudad, querer narrar distintas anécdotas ejemplificadoras algunas, simpáticas y risueñas otras llenaría mucha hojas. De hecho he dejado entre mis escritos personales lo que decidí atesorar para mis memorias. Manifiesto mi reconocimiento y gratitud por haberme recibido y formado en las filas de la A.C.A., por haberme permitido compartir su misión apostólica, por asistirme espiritual y sacramentalmente y, a su vez, conocer a muchas personas de bien, con quienes mantengo una amistad que perdura a través de los años. Mis sinceras congratulaciones y votos, que comparto junto a mi esposa y mis familiares, para que esa Congregación prosiga brindando a la comunidad parroquial su fecundo apostolado. Víctor J. Grignaffini


“100 años anunciando el

evangelio de la misericordia” QUERIDOS HERMANOS: Un año más hemos celebrado nuestra fiesta patronal, y con los niños de toda la diócesis le hemos dicho a María “creemos que sos nuestra MAMÁ”, que confiamos en su intercesión, que nos cuida, que nos acompaña, que nos enseña a decir “SÍ” a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo, al Espíritu Santo. Sí, porque María Virgen, es la mujer trinitaria por excelencia, es la que escucha la voz del Padre y hace su voluntad, deja que el Espíritu Santo la fecunde y anime y gesta al Verbo y lo entrega al mundo. María es la mujer más feliz del mundo “feliz de ti María…, dichosa tú…”, porque lo mejor que le pudo pasar en la vida es confiar en el Padre, gestar a Jesús y darlo a conocer. El llevar adelante la voluntad de Dios, “escuchar la Palabra y ponerla en práctica” le da felicidad. Una felicidad que no es centrarse en sí misma, si no en estar abierta a la sorpresa de Dios, ser su servidora fiel, estar disponible a la efusión del Espíritu. Con un corazón confiado, tengámosla a Ella, como modelo de vida. Toda persona busca la felicidad. María es un modelo acabado. En ella encontramos el camino a recorrer, la verdad que sostiene, la vida que anima, la luz que ilumina. Porque al recibir la Palabra, al engendrarla, al darla, como ella, estamos haciendo presente a Jesús Camino, Verdad, Vida, Luz En el bautizado habita la Santísima Trinidad, “nos ha elegido en Cristo con toda clase de bienes espirituales” (Ef 1, 3-14) con lo cual el cristiano “está llamado a ser hijos de Dios… y lo somos realmente,…somos semejantes a Él” (cf 1 Jn 3,2) capacitado por Dios, a ser su presencia en el tiempo. Este es un misterio maravillosamente grande, que deberíamos meditar más, reflexionar más, disfrutar más, agradecer más… Vivir plenamente nuestro bautismo nos da la posibilidad de tender a la felicidad y de concretarla, a ser dichosos, bienaventurados, santos.

Jesucristo, en la celebración Eucarística, --en la liturgia que es “cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10)-- y en la Adoración, va haciendo el camino, el alimento y la fuerza (“levántate y camina”) en el bautizado para hacer realidad la felicidad cristiana que es realizar plenamente la voluntad de Dios como María. También como Ella, experimentamos el amor misericordioso de nuestro Padre Dios de tal modo de proclamar las grandezas del Señor, y que se alegre nuestro espíritu en Dios Salvador, hacer experiencia de que “su misericordia llega a sus fieles de generación en generación” (cf. Lc 1, 44). De allí, el lema que en estas fiestas hemos querido vivir “Con María, anunciamos el evangelio de la misericordia”. Porque tenemos experiencia de la Buena Noticia, de la Misericordia de los Corazones de Jesús y de María (al estilo de San Cayetano Errico), nos animamos a presentarlo, a proponerlo, a anunciarlo. Nuestros Obispos en la Asamblea de Aparecida (2007) nos dicen “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros (discípulos misioneros) es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29). Al recordar los 100 años en que llegaron los Misioneros de los Sagrados Corazones a Argentina, también estamos celebrando los 89 de la creación de nuestra Parroquia y los 70 años (13 de octubre de 1942) del nuevo templo, por ello, queremos honrar con memoria agradecida a todos aquellos que (como mediadores de Dios) hicieron posible todas las bendiciones recibidas y, a la vez, asumir el compromiso de seguir abriendo el corazón de los hombres a un futuro con esperanza, mientras transitamos en nuestro presente haciendo realidad el Reino de Dios, anunciándolo con pasión desde la Misericordia Divina. Con afecto, y con el deseo que se haga realidad el sueño de Dios en cada unos de nosotros, reciban nuestros saludos unidos en los Corazones de Jesús y de María. P. José Reynaldo Capuana msscc. y Comunidad Parroquial.

Parroquia Nuestra Señora de los Dolores – Av. Díaz Vélez 4860, Ciudad de Buenos Aires – Tel. 011 49820492 Parroquia San Roque – Rotonda Cayetano Errico 44, Capitán Bermúdez, Provincia de Santa Fe – Tel. 0341 4912333 Colegio “Cayetano Errico” – Simón Bolívar 342, Capitán Bermúdez, Provincia de Santa Fe – Tel. 0341 4912233 Centro Vocacional – La Pampa 442, Capitán Bermúdez, Provincia de Santa Fe – Tel. 0341 4916000 mmsscc.delegacionargentina@gmail.com

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Preparación para el Jubileo Cualquiera podría pensar que preparar una fiesta involucrando a dos grupos de gente (cada uno formado por laicos y sacerdotes) separados por 300 y pico de kilómetros es una empresa imposible. Se trata de las comunidades de la parroquia San Roque, sus capillas y el Colegio Cayetano Errico de Capitán Bermúdez, y la parroquia Nuestra Señora de los Dolores de la Ciudad de Buenos Aires. Pero hay varias cosas que nos unen y que hacen que lo imposible se torne posible: la fe, el carisma de San Cayetano Errico y los Misioneros de los Sagrados Corazones; las ganas de celebrar los 100 años de la llegada del primer misionero a la Argentina, vivir una fiesta como gran familia de nuestro Padre Dios. Era todo un desafío, pero se trataba de hacer memoria agradecida por estos 100 años y proyectarnos hacia el futuro con esperanza. Fueron encuentros, tanto los realizados en Capitán Bermúdez como en la Ciudad de Buenos Aires, de intenso trabajo y profunda reflexión para acordar criterios, programar acciones, organizar cada detalle de la celebración; fue casi un año de preocupación para que todo lo que se preparaba saliera bien: comunicaciones telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos que iban y venían, encuentros por Skype. Así, paulatinamente se iba gestando la fraternidad, la comunión, el trabajo conjunto y compartido. También funcionaron equipos subordinados para actividades particulares: uno preparó el jubileo de los jóvenes, integrado por jóvenes y animadores juveniles de los dos lugares; el otro se dedicó a la constitución del Fondo

del Centenario, formado por gente de Capitán Bermúdez. En ningún encuentro podía faltar la oración, el compartir las comidas del día, las vivencias, teniendo en cuenta que el ambiente en que se encuentra cada uno de estos grupos es radicalmente diferente al otro, soñar cómo iban a ser los festejos, ya fueran los del Jubileo Regional en Buenos Aires, como también los jubileos particulares que se fueran sucediendo en cada comunidad. ¡Todo esto como una gran familia! Y como gran familia sacricordiana nos preparamos a vivir el Jubileo Regional con música, con encuentros, con gestos, con misa, con alegría y por supuesto con un almuerzo fraterno.

Jubileo en el Colegio “Cayetano Errico”

Se dearrollaron distintas actividades a lo largo del ciclo lectivo: alumnos de 5to año realizaron un escrito sobre ¿qué significa “Año Jubilar”? y también un afiche explicativo que durante la oración de la mañana presentaron al resto del alumnado. También, el logo del Jubileo tuvo un lugar importante, ya que se trabajó sobre su significado. Los alumnos de 4to año realizaron en cartulina 15 x 15 el logo, a través de distintas técnicas y los ubicamos en lugares estratégicos (en cada salón de clases, Preceptoría, Secretaría, Sala de Docentes, entre otros). Los alumnos del primario realizaron maquetas alusivas, charlas, oraciones para ésta ocasión especial.

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Se trabajó con los alumnos de la secundaria, las distintas “Fichas de Preparación”, para conocer más a Jesús, su misión, la experiencia del llamado a la fe y la de ser sus discípulos, pudiendo nosotros a participar de su misión. Su objetivo fue también, prepararnos para el Jubileo de los Jóvenes. Así mismo, se realizaron líneas históricas señalando los momentos más importantes de la Congregación en nuestro país; en la oración de la mañana los alumnos explicaban dicho recorrido histórico. Presentaron también un escrito sobre la historia de los MMSSCC y lo comentaron a los demás compañeros. Un grupo de alumnos realizó una monografía sobre P. Pirozzi y lo comunicaron a los demás en la oración de la ma-

ñana y en los encuentros donde se trabajaron las Fichas Preparatorias. Otro grupo investigó y nos brindó información sobre la labor de los Misioneros de los Sagrados Corazones hoy. El día de la celebración compartimos como comunidad educativa una emotiva misa concelebrada por los padres J. Britto, Héctor Zordán, Mariano Zordán y Carmelo Morra. Posteriormente participamos de una obra de teatro: “Cayetano, un modelo a imitar” a cargo de docentes de la institución donde se lucieron alumnos del nivel primario y secundario. ¡Una gran fiesta! El patio del colegio, los pasillos, las oraciones, las celebraciones y carteleras siempre recuerdan que el 2012 es un año jubilar y que lo vivimos como tal.

Manifiesto de los Jóvenes Sacricordianos en el Jubileo NOSOTROS, COMO JÓVENES MISIONEROS SACRICORDIANOS, QUEREMOS MANIFESTAR QUE CREEMOS EN EL DIOS DE LA VIDA, SEÑOR DE LA HISTORIA, DE NUESTRA HISTORIA Y DE LA DE TODOS LOS JÓVENES. DIOS QUE NOS QUIERE, NOS AMA MISERICORDIOSAMENTE, Y QUIERE NUESTRA VIDA, NUESTRA FELICIDAD.

QUEREMOS MANIFESTARNOS EN CONTRA DE TODO TIPO DE ESCLAVITUD DE NUESTROS JÓVENES. Decimos NO a las DROGAS, a la TRATA DE PERSONAS a la PROSTITUCIÓN y a TODO TIPO DE VIOLENCIA POR ESO RECHAZAMOS TODO AQUELLO QUE ATENTA Y DESTRUYE LA VIDA DE TANTOS JÓVENES. MANIFESTAMOS, PROCLAMAMOS Y NOS COMPROMETEMOS, EN EL FESTEJO POR LOS 100 AÑOS, A SEGUIR ANUNCIANDO EL AMOR MISERICORDIOSO DE NUESTRO DIOS.

CREEMOS EN CRISTO SOMOS FELICES EN CRISTO NOS COMPROMETEMOS CON ÉL.

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Jubileo de los Jóvenes

RESONANCIAS Hola!!!!!!!! Soy una alumna del colegio Cayetano Errico y la verdad es que me encantó el jubileo, desde que empezó hasta que termino. No le cambiaría nada. Lo único, es que me gustaría que hubiera más de estos encuentros en el año porque están buenísimos y la pasamos muy pero muy bien. Nos vemos en octubre!!!! Saludos Mariana Gorini – C.B.

Fue una experiencia excelente se tendría que repetir más veces porque unió grupos y conocí gente nueva. Me gustó mucho. Gracias por todo lo que hicieron. Las charlas fueron muy buenas para reflexionar y la música de 10. Unos genios de verdad ustedes, graciaaas Renzo Cavallero – C.B

. Qué genial todo! se podrían decir mil cosas. Pero en resumen, cuando se reúne un grupo de personas con un mismo sentir y aparte que quieren sumergirse en el gozo de una fecha tan importante como esta. Es maravillosa la manera en que Dios puede llegar a manifestarse a través de todos los que te rodean. Luis Miguel Zamora – Bs. As.

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La verdad, el jubileo me pareció una manera de apresar sentimientos y conocer un poco mas de Dios. Me encantó mucho compartir esa alegría con lo demás fue una jornada donde todos expresamos amor, alegría, miedo, tristeza ect. Me cansé a pesar de todo pero estuvo bueno saber que los jóvenes existen y que todos por más bueno o malos que seamos amamos y queremos a Dios y el nunca nos abandonará. Bueno, no tengo más nada que decir simplemente gracias por dejarme compartir mis sentimientos y alegrías con ustedes Anabella Trinidad – C.B.

Cuando me entere que había un festejo tan grande en mi colegio, no pude evitar sentir esas ganas de participar en él. Conozco desde chica la historia de nuestros ideales, fueron personas humildes que dejaron absolutamente todo por seguir un mismo camino en comunión con Dios y comprometidos con su misión. En el Jubileo de Jóvenes pudimos COMPARTIR momentos que en otros lugares no se encuentran, intercambiando pensamientos, charlando sobre la sociedad y de cómo vivimos nosotros esa ‘’locura’’ de dar testimonio de la vida de Jesús.


En esta jornada pude encontrar a chicos de mi edad con los que hablábamos un mismo idioma. Todos éramos diferentes obviamente pero íbamos en un mismo sentido, coincidíamos en que estábamos ahí por algo y para algo, nos había llamado a cada uno de nosotros a conocernos, y a vivir con alegría estos 100 años de misión que de una forma u otra habían continuado a través del tiempo hasta llegar a nosotros. Fue una experiencia única el querer seguir manteniendo viva esa llama que nos une como iglesia, personalmente me encanto conocer a otras personas que me contaron sus propias experiencias y a las cuales les conté las mías, vi lo que realmente es misionar, encontrar personas que necesitan de una palabra de aliento para poder seguir, como también esa gente que tiene una fe inamovible… Gracias por hacernos sentir esa felicidad de compartir todos juntos las ganas de ser Jóvenes Misioneros y proclamar el amor de Dios que verdaderamente ‘’Hace nuevas todas las Cosas”. Daiana Franco – C.B.

El jubileo de jóvenes festejando los 100 años de nuestra amada congregación significo para mí un cambio de ideales, lo más hermoso lo viví fue misionando en uno de los barrios más humildes de Capitán Bermúdez, donde las personas que tuvimos el agrado de visitar me enseñaron que no hacen falta grandes acciones para amar y dar todo por Él que murió por nosotros, esas personas nos abrieron las puertas y escuchamos de ellas una gran sabiduría que a veces los católicos nos olvidamos, aceptar llevar la cruz que nos toca, porque aún en la tristeza eligen amar a Dios sobre todas las cosas.

Me di cuenta gracias a este inicio que cada paso que damos tiene un sentido, y ese sentido para mi, en esa pequeña pero fuerte misión fue que se puede aprender, tanto cuando te cierran la puerta en la cara como cuando te emocionas a causa de poder aprehender, es decir prender al alma a esas personas, que con su luz te animan a seguir, aceptando a cada uno como hijo de Dios. La Virgencita nos anima con su dulzura a seguir adelante! Gracias por los momentos vividos! Eugenia Feludero – C.B.

Desde que llegué la mañana del sábado, con muchas expectativas y ganas de compartir el Jubileo me sentí feliz. A muchos ya los conocía: los chicos del colegio, del grupo de jóvenes y algunos de las otras comunidades de la zona por haber compartido jornadas juveniles, las peregrinaciones, jornadas de monaguillos en el seminario. Lo que me daba mucha curiosidad era ver como nos relacionaríamos con los chicos de Bs. As., pero como siempre cuando la luz des Espíritu Santo ilumina a la juventud suceden cosas maravillosas!!!! Alegría, comunicación, compartir, dialogo, unión y descubrir que cuando 2 o mas (éramos muchos!) nos reunimos en su nombre, Jesús esta presente y es uno mas de nosotros. El sentimiento que me genero esta experiencias única e inolvidable es de alegría, gratitud y el deseo de que esto se repita! Noa Mocellini – C.B.

En lo personal me agrado mucho encontrarme con tanta gente copada y compartir esta reunión todos felices y contentos. Me esperaba más tiempo de reflexión y momentos serios, cosa que lo hizo más “llevadero y distendido”. Espero que en Buenos Aires sea así y, por que no, mejor. Gracias por venir Franco Manzotti – C.B.

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La historia de la comunidad parroquial de los Dolores hunde sus raíces en aquellos primeros años de la presencia de los Misioneros de los Sagrados Corazones a la República Argentina. Cuando los padres, a poco de haber llegado al país, se instalaron en el Colegio “Benito Nazar” para enseñar el catecismo a los alumnos y ejercer el ministerio sacerdotal en la capilla del mismo, comenzaron a celebrar la fiesta de la Madre Dolorosa cada 15 de septiembre. Entre los participantes de la primera celebración, en el año 1915, estaba la señora María Luisa Cullen Nicolorich de Llobet, una dama de la “Obra de la conservación de la Fe”, que comienza a conocer más de cerca a los padres y a admirar su celo y dedicación al trabajo pastoral. Al saber que ellos desean conseguir un terreno para construir una iglesia en honor de la Virgen, ofrece generosamente el suyo en la calle Gaona esquina Campichuelo, en el corazón geográfico de la ciudad capital. Los padres aceptaron la donación, y notificado el Arzobispo no sólo se complace por la buena noticia, sino que promete que una vez que esté construida la iglesia, la erigirá en parroquia. La señora María Luisa Cullen, además de donar el terreno para la construcción del templo, vendió con amplias facilidades de pago el resto del predio donde se construiría la residencia de los padres y las dependencias parroquiales, y ofreció costear la confección de la estatua de la Dolorosa, réplica de la Virgen del padre Cayetano, para que sea expuesta a la veneración en la nueva iglesia. La imagen fue bendecida por Mons. Francisco Alberti en la capilla del Colegio “Benito Nazar” el 11 de abril de 1919, donde fue colocada apenas llegada. Paulatinamente se va concretando el proyecto de los padres, y el 2 de octubre de 1922 comienza la construcción del edificio parroquial. Bastaron pocos meses para que la obra esté terminada, la casa a punto de ser habitada y la capilla en condiciones de ser habilitada; de esta forma, el sábado 2 de junio de 1923, el Nuncio Apostólico en la República Argentina, Mons. Juan Beda Cardinale, bendi-

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ce el templo provisorio y las campanas; y el domingo 3 se erige canónicamente la parroquia. En la celebración están presente el Superior General de los Misioneros de los Sagrados Corazones, P. Francesco Grampone, y autoridades del arzobispado porteño. En ese momento asume el primer párroco, P. Juan Terracciano. Ese mismo domingo por la tarde, se traslada procesionalmente la imagen de la Virgen de los Dolores desde el oratorio de la calle Pringles y Estado de Israel. Hasta hace poco tiempo había personas de la comunidad parroquial que recordaban haber participado de aquella procesión. Los años posteriores se va consolidando la comunidad parroquial con el trabajo pastoral y la dedicación misionera de los sacerdotes, y con la institución de diversas asociaciones parroquiales. El 20 de diciembre de 1931 se hace cargo de la parroquia como Cura Párroco, el P. Cayetano Ruggiero; y el 30 de octubre siguiente comienza a concretarse el proyecto de la construcción de una majestuosa iglesia para la Virgen Dolorosa; ese día se coloca la piedra fundamental de nuestro templo parroquial. A los pocos años, en 1937, el P. Ruggiero fue llamado a desempeñarse como Vicario General de la Congregación, por lo que debió trasladarse a Italia, y en su remplazo fue designado Cura Párroco el P. Pellegrino Girolamo, que asumió el 27 de enero. En el mes de junio de 1937 tuvo lugar la primera misión realizada por los padres Misioneros de los Sagrados Corazones en América, tal como lo recuerda la mayólica conservada en el atrio parroquial con la imagen de la Virgen de los Dolores. El 25 de julio siguiente se bendice e inaugura la primera etapa de la obra de construcción: la nueva casa parroquial. Para que la misma esté totalmente finalizada faltarían todavía algunos años, mucha dedicación y un gran esfuerzo de parte de los padres y de la comunidad toda. En ese tiempo, el 18 de diciembre de 1937, recibió la or-


denación sacerdotal el P. Gabriel Gaglione, primer misionero de los Sagrados Corazones ordenado en Argentina, que había llegado como siendo estudiante unos años ante. Al día siguiente el nuevo sacerdote celebró su primera misa en el templo parroquial acompañado por la comunidad y algunos amigos. El 13 de octubre de 1942 marca un hito importante en nuestro relato: se inaugura el actual templo parroquial, ofreciendo un marco espectacular para las celebraciones de la comunidad y realizando el sueño acariciado desde el comienzo por los sacerdotes sacricodianos. En el año 1948, el día 7 de abril, falleció imprevistamente el párroco P. Pellegrino, dejando conmocionada a la comunidad parroquial. Para cubrir ese lugar fue designado interinamente el P. Salvador Guida, y después, el 23 de enero 1949, el P. Gabriel Gaglione. En junio de aquel año 1948 se celebraron solemnemente las bodas de plata de la parroquia, y como parte de los festejos se realizó una misión parroquial durante el mes de agosto. El 3 de marzo siguiente llega desde Italia el órgano que es instalado en el coro del nuevo templo. En el año 1956, a mediados del mes de marzo nuevamente se hace cargo de la Parroquia el P. Salvador Guida; y más tarde, el 19 de junio de 1963 asume como nuevo Párroco el P. Osvaldo Lauletta. Entre el 24 de septiembre y el 16 de octubre de 1960 la Ciudad de Buenos Aires vivió una movilización espiritual como nunca antes se había visto. Se llamó la “Gran Misión de Buenos Aires”, y la parroquia se sumó a esa actividad organizándola como una gran cruzada en la que tuvieron un especial protagonismo los misioneros laicos. Una meticulosa organización cubrió toda la región bonaerense con centros de misión instalados en parroquias, capillas, centros vecinales y clubes barriales. Varios centenares de sacerdotes y numerosos obispos venidos del interior del país, de países de Latinoamérica y de España, distribuidos en esos centros de misión, realizaban visitas a los enfermos en los hospitales, a los privados de libertad en las cárceles, y a todos los que de algún modo necesitaban la visita de la Iglesia. La Gran Misión había sido puesta bajo el maternal patrocinio de Nuestra Señora de Luján, por lo que una multitud de réplicas de su imagen fueron llevadas por los misioneros a plazas, calles, hogares, hospitales, cárceles y escuelas religiosas. Años más tarde, el 5 de junio de 1966, se hace otra vez cargo de la parroquia el P. Salvador Guida; después, el 4 de marzo de 1973 es nombrado párroco, el P. Jacinto Tuccillo, y en el mes de enero de 1975 asume esa misma responsabilidad el P. Gabriel Gaglione; y en el año 1981 una vez más se hace cargo de la conducción pastoral de la parroquia el P. Salvador Guida, hasta su fallecimiento en el mes de enero de 1987. En esa oportunidad es nombrado párroco el P. Armando Sacchetto, y años más tarde, el 6 de junio de 1993 el P. Héctor Luis Zordán. El 2 de marzo de 1994 viaja a la República Eslovaca el P. José Bato con el mandato de iniciar actividades de difusión del carisma misionero-sacricordiano y de promoción vocacional para establecer la Congregación en ese país. Entre el 11 y 18 de setiembre del mismo año tiene lugar la visita pastoral que realiza el Arzobispo de Buenos Aires, el Cardenal Antonio Quarracino, por medio de su Vicario Episcopal para la zona de Devoto, Mons. Raúl O. Rossi; y fue vivido como un acontecimiento que marcaría el rumbo de los últimos años de la vida parroquial.

El 20 de diciembre de 1998 asume como párroco el P. Reynaldo Capuana, acompañándolo como vicarios primeramente los padres Gabriel Gaglione y Armando Sacchetto, y después Mariano Zordán, desde su ordenación sacerdotal. En la actualidad la comunidad parroquial, animada por los sacerdotes sacricordianos, cuenta con la colaboración de numerosos laicos comprometidos en la tarea evangelizadora como catequistas, misioneros, animadores de la caridad y de la liturgia, y otros agentes de evangelización. Algunos forman parte de los diversos organismos de comunión y participación: el Consejo Parroquial de Pastoral y la Junta Coordinadora Parroquial; otros son miembros de diversos equipos de servicio, como Catequesis, Liturgia, Cáritas, Vocaciones, o de los distintos grupos, movimientos e instituciones parroquiales. Habiendo asumido el Plan Arquidiocesano de Pastoral Orgánica y fieles al dinamismo misionero que caracteriza a la familia sacricordiana, están abocados a la realización de la Misión en Buenos Aires en este sector de la ciudad a través de la renovación del espíritu comunitario intraparroquial, de la renovación de la catequesis y de las celebraciones litúrgicas, de la visita periódica a las familias, de la presencia misionera en el Parque Centenario y de los Círculos de la Virgen, por medio de los cuales se llega a numerosos hogares. Tanto la casa parroquial como el templo, abiertos durante gran parte del día, son frecuentados por una gran cantidad de fieles, ya sea los que están de paso por el barrio y entran para hacer su oración en distintos horarios, como aquellos que participan de las celebraciones eucarísticas del domingo o los que se acercan para recibir diversos sacramentos o ser atendidos en la multiplicidad de servicios parroquiales.

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En marzo de 1938, llega de Italia de visita a la comunidad argentina el Superior General, P. Bartolo Mazza, acompañado de cuatro jóvenes sacerdotes, destinados a la comunidad de Buenos Aires. Como las fuerzas apostólicas disponibles superan las necesidades de la parroquia, los superiores piensan multiplicar la presencia misionera constituyendo alguna comunidad en otro lugar. El Nuncio Apostólico en la Argentina y pro-Nuncio en Uruguay, Mons. José Fietta, sugirió al P. Mazza la apertura de una comunidad también en Montevideo, y le propone aceptar una nueva parroquia que se crearía con el desmembramiento de una parroquia muy extensa que estaba a cargo de los padres sacramentinos. El Arzobispo Juan Francisco Aragone se manifiesta dispuesto a recibir en su diócesis a la Congregación y, sin esconder las dificultades de la tarea a asumir, exhorta a1 Superior General a enviar lo más pronto posible a los padres para que se hagan cargo de la misión. La nueva parroquia abarcaría una enorme extensión en lugares suburbanos, inmensamente pobres, en el barrio Las Acacias; allí, en la calle José A. Possolo

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4025, se construiría el templo parroquial y la casa para la comunidad. En la zona, por el Camino Mendoza, había también una pequeña capilla de madera en donde los domingos se celebra misa, dedicada a Santa Teresita, y que los padres debían atender. La misión es aceptada, y son destinados a la nueva fundación los padres Roque Longo y Jacinto Tuccillo, llegando a la ciudad de Montevideo el 24 de mayo de 1938. La parroquia fue erigida canónicamente el 12 de julio de 1938; y ya que tanto en la nueva sede parroquial como en la capilla de Camino Mendoza falta una residencia para los sacerdotes, los padres sacramentinos los acogen en su casa por todo el tiempo que se requiriera, ofreciéndoles comida, alojamiento y toda la colaboración necesaria para conseguir los fondos para la construcción de la misma. Los padres comenzaron a recorrer los barrios Buenos Aires y Piedras Blancas, llegando a Manga, Instrucciones y Mendoza, y realizando un eficaz trabajo apostólico y misionero; y así surgieron varias capillas que después se constituyeron en parroquias periféricas, como Nuestra Señora del Carmen –en la Av. José Bello-


ni y Canope– y Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, y la ya mencionada Santa Teresita –en Av. Pedro de Mendoza y Osvaldo Rodríguez–. La gente más antigua del lugar cuenta que muchos en el barrio los recibían con fuertes insultos e incluso a pedradas, pero ellos continuaban con un coraje y un valor a toda prueba. Algunas familias italianas les dieron espacio en sus casas para celebrar la misa y para hacer catequesis a los niños; y los resultados que iban obteniendo llenaron de optimismo a los católicos del lugar, de tal modo que muy pronto surgiría la iniciativa de crear una capilla en honor de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya en una zona muy pobre de Piedras Blancas. Un protagonista importante de la historia de la presencia sacricordiana en Montevideo es el siervo de Dios Pascual Pirozzi, que llegó a esa ciudad los primeros días de enero de 1943, permaneciendo allí por un año y medio, hasta julio de 1945. Al P. Pirozzi le es confiada la atención de la capilla Santa Teresita, situada a unas cuantas cuadras de la residencia de la comunidad, donde debía confesar, celebrar la misa, dar catequesis y cuidar la capilla. En aquel momento, la comunidad sacricordiana está integrada también por el P. Gabriel Gaglione, como rector de la comunidad y párroco, y por el P. Jacinto Tuccillo que se dedicaba a la construcción y a la atención de la nueva iglesia en Piedras Blancas. El 8 de octubre de 1940 había sido inaugurada con una gran fiesta la pequeña capilla dedicada a la Virgen del Rosario de Pompeya, ubicada en la calle Helvecia 4297, y diez años después, el 31 de diciembre de 1949, el Arzobispo Mons. Antonio María Barbieri ofm cap., creó la que hoy se conoce como “parroquia de Pompeya”.

En el año 1952 fue fundado el colegio parroquial que funcionó hasta 1983, cuando fue confiado a la comunidad de las Hermanas Calasancias de la Divina Pastora. En ese tiempo la devoción a la Virgen del Rosario de Pompeya tuvo una gran difusión por todo el barrio. Su celebración, llamada “fiestas pompeyanas”, se desarrollaba dos veces al año: el 8 de mayo y el primer domingo de octubre; ambas precedidas por la práctica de los quince sábados. El festejo duraba todo el día, con un programa que incluía celebraciones eucarísticas, la procesión y una kermes artística que todavía hoy es recordada en el barrio. Estas fiestas fueron rápidamente incorporadas por la colectividad napolitana de Montevideo, y durante el decenio 1950-1960 adquirieron una excepcional intensidad con una gran participación de fieles. Algunos calculan que los días 7 y 8 de mayo llegaban a visitar el santuario cerca de cuarenta mil personas, procedentes de todas partes de la ciudad y del país. A partir de los años ’70 la celebración comenzó a perder fuerza y popularidad. Entre los sacerdotes que vivieron en esa comunidad y atendieron la parroquia se recuerda, además de los ya mencionados, de modo particular a los padres Salvador Guida, Armando Sacchetto, Adriano Bismarito, Osvaldo Lauletta y Pedro Rialán. En el año 1992, los Misioneros de los Sagrados Corazones debieron dejar la atención pastoral de la parroquia de Pompeya y la presencia en la Arquidiócesis de Montevideo, por falta de religiosos que pudieran continuar sosteniéndola, por lo que fue confiada a la atención del clero diocesano por un período de tiempo. Se recuerda de modo particular a los sacerdotes Milton Trócoli, José María Decia, Eduardo Minelli, que se transformaron en amigos de la comunidad sacricordiana, y el actual párroco Eliomar Carrara. En octubre de 1999, en ocasión de celebrarse el mes misionero en el marco del cincuentenario de la parroquia, se colocó en el interior del templo parroquial y se bendijo el busto del santo fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones, P. Cayetano Errico, como signo de reconocimiento a la obra realizada durante tantos años por los sacerdotes misioneros sacricordianos en esa comunidad parroquial. En el barrio y en toda la ciudad se recuerda particularmente al P. Jacinto Tuccillo, trabajador incansable e impulsor de la renovación y desarrollo en la zona de Piedras Blancas. Entre sus logros se cuentan obras como el tendido de la luz eléctrica, apertura e iluminación de varias calles, el mejoramiento de la caminería de la zona, la llegada de la línea de colectivos 106 hasta la cercanía de la parroquia y barrio adentro, la creación de la primera Policlínica Piedras Blancas, el impulso a la creación de la escuela y el liceo Divina Pastora, y la llegada al barrio del Grupo Scout No. 6 de Montevideo que lleva su nombre. Igualmente una calle del barrio lleva su nombre en reconocimiento a su laboriosidad y entrega.

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Los Misioneros de los Sagrados Corazones agradecen el generoso aporte de los colaboradores para la constitución del “Fondo del Centenario”, y la adhesión de las siguientes personas: Frigorífico Moriconi S.R.L. - Luis Palacios Frigorífico Paladini - Villa Gobernador Gálvez Hotel Libertador – San Lorenzo Noemí O. de Góngora Viviana M. E. Castelnuovo Germán Giavedoni Psic. Paula Costa Juan Carlos Sansoni y Familia Citius - Walter Spoto Lito Fontana Margarita Mussi Familia Greczylo Bermu Sport Tapicería Mendoza de Ricardo Mendoza Dr. Sergio Vedromic Dr. Mauricio Remillier

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EL P. CAYETANO Y LA VIRGEN DOLOROSA.

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