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Cultura La última utopía de Eduardo Sacheri

El argentino trae Nosotros dos en la tormenta, la historia de una amistad clandestina y el amor de un padre

La utopía revolucionaria que Argentina vivió en 1975, el año previo al golpe militar que encumbraría al poder de la muerte, “un periodo que la literatura y el cine han soslayado”, inspira la nueva novela de Eduardo Sacheri, Nosotros dos en la tormenta.

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Es un tema incómodo, pero por esto me parece interesante, aunque sea para indagar en esa incomodi- dad y abrir un poco el juego. Ése fue el motivo para meterme, porque los temas incómodos hay que charlarlos con respeto. Pero, como parece que vivimos en una época en que nos cuesta trabajo hablar con respeto, es un doble desafío”, afirma el narrador argentino en entrevista.

De visita en México para promover el nuevo título, el también historiador nacido en 1967 explica que “Argentina en 1975 estaba en una situación enormemente crítica, desde lo político y lo económico hasta lo social. El Gobierno de Isabel Perón se arrastraba de crisis en crisis”.

“Los movimientos guerrilleros eran parte de esa crisis. Ellos se sentían entusiasmados a forzar la caída del Gobierno y, precisamente, es el año en que estos grupos se sienten más cerca de conquistar el poder, cuando más miembros tienen, más acciones armadas despliegan y cuando queda claro que su objetivo no es otro que conquistar el poder”, afirma.

Señala que a los integrantes de estos movimientos no les importaba si enfrente tenían a un Gobierno constitucional o a uno militar.

“Se les hacen tan malos unos como los otros. Es más, cuando viene el golpe militar, la cúpula directiva de ambas organizaciones lo celebra, porque van a pelear de frente con ellos. Uno lo ve 50 años después y no puede más que compadecerse de la ingenuidad del planteamiento”, reconoce.

La novela narra la historia de dos jóvenes revolucionarios amigos que luchan en distintas organizaciones. “Los personajes no saben lo que va a suceder, por eso me pareció un momento bastante fértil para crearlos, tanto a ellos como a sus víctimas. Si bien los protagonistas son un par de jóvenes guerrilleros, sus acciones tienen efectos sobre la vida de otras personas, que también están convocadas en la historia, porque me interesaba una cosa más coral, circular, en cuanto a los puntos de vista”.

El también cuentista y guionista reconoce que probablemente haya sido la última utopía masiva.

Hoy en día hay reivindicaciones juveniles, pero son más sectoriales, más atomizadas, como es la sociedad. Como la ambiental o la de género, pero ninguna tiene esa confianza de la violencia como instrumento. Esa utopía de los años 70 era absorbente y usaba a la violencia como una herramienta irrenunciable. Vivimos en un mundo diferente, pero muy cercano, porque los protagonistas todavía viven”.

El ganador del Premio Alfaguara de Novela 2016, por La noche de la Usina, admite que Nosotros dos en la tormenta es su obra donde la presencia de la violencia es mayor.

“Tiene un fuerte contenido de violencia, a la que trato de narrar sin acentos. Trato de ser descriptivo para no imponerle al lector co- sas excesivas. No quiero convencer a nadie, que cada quien asuma el tema con su propia visión”.

Además de la utopía revolucionaria, es una historia de amistad y amor filial. “Los seres humanos en todas las épocas no somos una sola cosa. Los jóvenes son guerrilleros, pero también son amigos, hijos, hermanos, estudiantes. Me gusta explorar los vínculos de mis personajes más allá de sus acciones más evidentes”, agrega.

Sacheri está convencido de que es vital dialogar siempre con el pasado. “Me parece importante evitar esta tendencia actual a vivir sólo el presente sin los lazos con el pasado. Para conocer la realidad actual es vital conectarnos con el pasado, porque éste es una reflexión. Nuestra cultura ha cortado demasiado sus lazos con el pasado, debemos regresar siempre a él”.

Dice que “más allá de las formas específicas y diferentes que adoptó en cada país, la violencia política de los años 70 y el intento de conquista revolucionaria del poder es lo que compartimos Chile, Uruguay, México, Colombia y Argentina. Es una realidad que atravesó a América Latina”.

(Agencias)

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