Art Hunter

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Por Sergio Pellicer

LA CATEDRAL

La guía nos recibió en la fachada principal del edificio. Ante nosotros teníamos una de las joyas arquitectónicas de la Humanidad. El viaje fue largo, pero al contemplar su hermosura supimos que había valido la pena. Maltratada por el tiempo, derruida casi por completo, la Catedral desprendía un aura mágica difícil de explicar. -Bienvenidos, me llamo Angeline y soy su guía. La visita durará una hora aproximadamente. Recuerden que sólo están permitidas las fotos en los exteriores del edificio, una vez iniciemos el recorrido por el interior quedará terminantemente prohibido el uso de cualquier máquina fotográfica o de filmación. Cámaras en ristre, bordeamos el exterior mientras la guía explicaba las peculiaridades del edificio. Comparando su estado actual con pinturas y fotografías de la antigüedad pudimos apreciar su notable deterioro. No quedaba rastro de la antigua Torre-Campanario y muchas de las figuras de santos que un día adornaron la fachada habían desaparecido o se hallaban especialmente erosionadas. De las tres puertas principales que un día tuvo sólo una, la del centro, conservaba todo su esplendor original. Las otras dos habían sido reformadas para preservar la estructura del templo, y aunque esto se había hecho imitando el estilo prístino de la construcción la vista reconocía con facilidad

la procedencia de los distintos materiales y la consecuente transformación. Este fenómeno se repetía en varios elementos del exterior, sobre todo en aquellos que jugaban un papel importante en la integridad del edificio. - Como saben, estamos ante una de las maravillas del mundo. Data del siglo octavo antes de la Gran Guerra, y por diversos motivos geográficos, políticos y contextuales, entre los cuales se incluye por supuesto el azar, es uno de los pocos monumentos del mundo antiguo que resistieron el azote del que fue el mayor punto de inflexión que el hombre ha conocido. La guía nos contó que antaño la región desértica que envuelve el edificio fue el centro neurálgico de una próspera e histórica urbe. Lo cierto es que costaba creer que allí hubiese existido algún tipo de civilización, casi tanto como pensar que la obra que teníamos delante había resistido los azotes de una guerra nuclear. La última perla de la antigua y desaparecida religión cristiana, el vestigio de una era en la que la Humanidad aún creía en dioses y desdeñaba el progreso técnico de los hombres. Tras rodear el perímetro nos adentramos en sus entrañas por una puerta lateral; el interior de la Catedral nos reveló un mundo enigmático y sombrío. Las viejas paredes


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