Así habló Zaratrusta

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Te llaman mi mono, necio cubierto de espumarajos: mas yo te llamo mi cerdo gruñón, con tu gruñido me estropeas incluso mi elogio de la necedad. ¿Qué fue, pues, lo que te llevó a gruñir? El que nadie te haya adulado bastante: - por eso te pusiste junto a esta inmundicia, para tener motivo de gruñir mucho, - ¡para tener motivo de vengarte mucho! ¡Venganza, en efecto, necio vanidoso, es todo tu echar espumarajos, yo te he adivinado bien! ¡Pero tu palabra de necio me perjudica incluso allí donde tienes razón! Y si la palabra de Zaratustra tuviese incluso cien veces razón: ¡con mi palabra tú siempre harías - la sinrazón! Asi habló Zaratustra; y contempló la gran ciudad; suspiró y calló durante largo tiempo321. Finalmente, dijo así: Me produce náuseas también esta gran ciudad, y no sólo este necio. Ni en una ni en otro hay nada que mejorar, nada que empeorar. ¡Ay de esta gran ciudad!322. - ¡Yo quisiera ver ya la columna de fuego que ha de consumirla! Pues tales columnas de fuego deben preceder al gran mediodía323. Mas éste tiene su tiempo y su propio destino. Esta enseñanza te doy a ti, necio, como despedida: donde no se puede continuar amando se debe - ¡pasar de largo! – Así habló Zaratustra y pasó de largo junto al necio y la gran ciudad. 316

Remedo del Evangelio de Mateo, 10, 14-15: «Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudíos el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo». 317 Véase, en la primera parte, Del nuevo ídolo, donde Zaratustra emplea una expresión similar para referirse a los periódicos. 318 Expresión de origen bíblico. Véase el Salmo 103, 21: «Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos». 319 Un desarrollo de estas ideas puede verse en el 199 de Más allá del bien y del mal. «Arriba» significa aquí el soberano, pero también el cielo; y el «pecho sin estrellas» es aquel en el que no lucen todavía las condecoraciones. 320 Zaratustra repite aquí lo mismo que ya ha dicho poco antes en De la virtud empequeñecedora, 2. 321 En el Evangelio de Lucas, 19, 41, aparece una escena parecida, en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén sobre un pollino: «Así que Jesús estuvo cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, lloró sobre ella y dijo: ¡Si también tú comprendieras en este día lo que lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo». 322 Cita de Apocalipsis, 18,16: «¡Ay, ay de la gran ciudad!» 323 Las «columnas de fuego» son imagen bíblica; véase Éxodo, 13, 21: «Iba Jahvé delante de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos, de noche en una columna de fuego, para alumbrarlos».

De los apóstatas 1 Ay, ¿ya está marchito y gris todo lo que hace un momento estaba aún verde y multicolor en este prado? ¡Y cuánta miel de esperanza he extraído yo de ahí para llevarla a mis colmenas! Todos estos corazones jóvenes se han vuelto ya viejos, - ¡y ni siquiera viejos!, sólo cansados, vulgares, cómodos: - dicen «hemos vuelto a hacernos piadosos»324. Hace todavía un momento los veía yo salir afuera a hora temprana para correr con pies valientes: pero sus pies del conocimiento se han cansado, ¡y ahora calumnian incluso su valentía matinal!


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