Munduaren Argia

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vez que un papa en funciones presenta un decidido estudio teol6gico sobre Jesucristo. Sin embargo, en la cubierta figura como nombre de autor Joseph Ratzinger. Justamente, no es un libro del magisterio, un libro que yo haya escrito en mí potestad papal, sino un libro que me he propuesto desde hace largo tiempo como mi última gran obra y con el que ya había comenzado antes de mi elección como papa. Muy conscientemente, no he querido hacer con él un acto de magisterio, sino entrar en la discusión teológica e intentar presentar una exégesis, una interpretación de la Escritura, que no siga un historicismo positivista sino que incorpore también la fe como elemento de la interpretación. Naturalmente, en el paisaje exegético actual se trata de un riesgo tremendo. Pero si la interpretación de la Escritura quiere ser realmente teología, tiene que existir esto. Y si la fe ha de ayudarnos a comprender, no se la debe entender como impedimento, sino como ayuda a fin de que lleguemos 147 también más cerca de los textos que provienen de la fe y que quieren conducir hacia la fe.

No se elige a un papa para que sea autor de bestsellers. Pero ¿no tiene que parecerle casi como una conducción providencial el que pueda usted presentar este libro precisamente aquí, donde, después de la cátedra pequeña de la universidad, tiene a su disposición la cátedra de Pedro como la mayor tribuna del mundo? Eso lo dejo en manos del buen Dios. Yo quise escribir el libro para ayudar a los hombres. Si en virtud de la elección como papa puede ayudar aún a más personas, me alegro, por supuesto.

Jesús de Nazaret es la quintaesencia de un hombre que, como sacerdote, teólogo, obispo, cardenal, y ahora papa, se ha ocupado toda la vida con la figura de Jesús. ¿Qué cosa le parecía más importante? Precisamente que en ese hombre, Jesús -él es hombre verdadero-, hay alguien que es más que hombre. Y que la divinidad no fue, por así decirlo, agregada sólo en el curso de ulteriores mitificaciones. No: ya en el origen de la figura, en la primera tradición y en el primer encuentro, aparece algo que desborda todas las expectativas. En una ocasión dije que lo especial está al comienzo. Los discípulos tienen que apropiárselo lentamente. Al comienzo está también la cruz. Los discípulos intentan todavía comprender el acontecimiento en el contexto de lo que resulta accesible en general. Sólo paulatinamente se les abre toda la grandeza de Jesús, y ellos ven cada vez con mayor claridad lo que estaba al comienzo, o sea, ven la originalidad de la figura de Jesús, de quien decimos en el Credo: Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y grada del Espíritu Santo.

¿Qué quiere Jesús de nosotros?


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