El Informador 194 - Junio

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CONTENIDO

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LA PARROQUIA, COMUNIDAD DE COMUNIDADES Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

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50 AÑOS DE VIDA PARROQUIAL DE LA CATEDRAL METROPOLITANA DE MEDELLÍN (1962-2012) Por: Pedro Antonio Ospina Suárez, Pbro.

LA NOTICIA DEL DOMINGO Por: Pablo Andrés Palacio Montoya, Pbro.

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EVANGELIZAR EL UNIVERSO DE LA POLÍTICA Tarea ineludible para la Iglesia (segunda parte) Por: Luis Fernando Arroyave Gutiérrez, Pbro.

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A PROPOSITO DE UNA CELEBRACION… LA DE LA PILDORA Y LA CONCEPCION DE LA FAMILIA DESDE EL CONCILIO VATICANO II. Por: Guillermo Leon Zuleta Salas, Pbro.

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DECRETOS Y NOMBRAMIENTOS

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LA PARROQUIA DE LA CATEDRAL. LA CATEDRAL, MADRE DE TODAS LAS IGLESIAS DE LA ARQUIDIÓCESIS. Por: Diego Uribe Castrillón, Pbro.


LA PARROQUIA, COMUNIDAD DE COMUNIDADES Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín EXPERIENCIA CRISTIANA Y VIDA COMUNITARIA

E Los discípulos de Jesús necesitan el espacio simple y natural de una pequeña comunidad donde, en un estilo de vida que viene desde la Iglesia primitiva, puedan sentir la presencia del Resucitado, experimentar la acción del Espíritu Santo, escuchar la Palabra de Dios, lograr la eficacia de la oración comunitaria y vivir con alegría la fraternidad.

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l cristianismo está diseñado para ser vivido en comunidad. Por eso, Jesús pedía a sus discípulos que permanecieran unidos en su nombre, como aparece en la parábola de la vid y los sarmientos o en la oración sacerdotal (cf Jn 15,17). Los Hechos de los Apóstoles presentan las maravillas que hace la fraternidad en las primeras comunidades cristianas hasta describir a los fieles como “un solo corazón y una sola alma” (cf He 4,32-37; 2,42-47). La vida comunitaria es esencial a la experiencia cristiana, hasta el punto que el ser discípulo misionero de Cristo supone pertenecer a una comunidad cristiana determinada. Esta pertenencia que se tiene por la comunión efectiva con la propia diócesis y la propia parroquia, puede expresarse también a través de comunidades menores. Por eso se dice que la parroquia debe ser una “comunidad de comunidades (cf DA 164-180). La parroquia, por tanto, no es una masa; en ella puede haber diversas expresiones de vida eclesial, que deben ser valorizadas, animadas e integradas en la realización de la única vida y misión de la Iglesia. Afortunadamente, se ven hoy en muchas parroquias múltiples manifestaciones de vida cristiana en comunidad, comenzando por las familias que viven el Evangelio y que son verdaderas iglesias domésticas. Y luego, muchas otras formas organizadas de vida eclesial que no pueden existir sino para expresar y apoyar la vida de la Iglesia, según


la vocación y el carisma propios de cada una. Pero es preciso observar que todas esas variadas expresiones de vida eclesial no se bastan a sí mismas, sino que se completan en la relación con una comunidad eclesial más amplia, que acontece en la parroquia y que culmina en la diócesis que vive en la comunión universal de la Iglesia. De otra parte, como ya se ha dicho, la parroquia tampoco se basta a sí misma y no puede cerrarse sobre sí misma. Ella está unida a las demás parroquias y al Obispo, sucesor de los Apóstoles, que une en torno a Cristo Pastor la gran comunidad diocesana en la comunión de la misma fe, esperanza y caridad. Esto se puede expresar, de manera práctica, por la integración viva de las parroquias a los arciprestazgos y vicarías, que son lugares y organismos concretos de comunión, de participación y de misión. El Obispo, a la vez, promueve la comunión de toda la diócesis con las demás diócesis de la Iglesia y con el Papa, el sucesor de Pedro, que confirma a todos en la fe en Cristo. De esta manera, las parroquias tienen la posibilidad de abrirse a la comunión universal y tomar parte con sus posibilidades y carismas en la misión y en la responsabilidad de toda la Iglesia. Por tanto, la fuerza que es la raíz local se arruina si una expresión de vida eclesial o la misma parroquia se acomodan en un particularismo cerrado que se vuelve su límite y hasta su propia muerte. No existe la posibilidad de la parroquia o la comunidad cristiana autosuficiente. La comunión más perfecta de la Iglesia se realiza en la celebración de la Eucaristía, presidida por el Obispo encargado de enseñar y conducir, en nombre de Cristo, el cuerpo eclesial. Igualmente, la comunidad cristiana se hace visible, de modo particular, en las celebraciones eucarísticas de los domingos en las parroquias. En el día del Señor, en torno a Cristo Resucitado presente entre los que se reúnen en su nombre (cf Mt 18,20), los discípulos de Jesús se congregan para escuchar su Palabra, para la oración en común, para crecer en la fraternidad, para hacer la memoria del Señor por la Eucaristía y para recibir el envío misionero.

Las pequeñas comunidades eclesiales Para renovarse, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha estado buscando la comunidad descrita en los Hechos de los Apóstoles. Decía el Beato Juan XXIII: “Lo que el Concilio se propone es hacer un momento de pausa en torno a la Iglesia para descubrir en un estudio afectuoso los trazos de su juventud más ardiente y remozarlos hasta revelar su fuerza conquistadora a los espíritus modernos tentados y comprometidos por falsas teorías del Príncipe de este mundo. El cometido del Concilio Ecuménico ha sido concebido para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los trazos más simples y más puros de su origen” (13-XI-1960). Es así como el Vaticano II ve en la experiencia comunitaria de los orígenes (He 2,42-47) el modelo no sólo de la vida religiosa sino de todo el Pueblo de Dios (cf LG,13; DV 10). La Iglesia, a lo largo de la historia, se ha expresado en diversos modelos según los contextos culturales en los que ha debido encarnarse. Hoy, para responder a los desafíos de nuestro tiempo, busca confrontarse con el modelo de la Iglesia primitiva. Así lo reconocía también Pablo VI cuando, advirtiendo que hay que conservar todo el patrimonio acumulado en la historia, indicaba la necesidad de “recomenzar desde el principio” realizando una “construcción fatigosa, fresca, genial” como “si la Iglesia debiera comenzar de nuevo hoy” (8-VI-1976). Las Conferencias del Episcopado Latinoamericano han visto en la pequeña comunidad eclesial de base la concreción de la eclesiología de comunión pedida por el Concilio y como un núcleo de expansión de la fe. La II Conferencia, en Medellín, la describía como “la célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (PC,10). Pablo VI, en la Evangelii Nuntiandi les da el más pleno reconocimiento a las pequeñas comunidades y establece los criterios de su eclesialidad (EN,58). El Sínodo de la Catequesis (1977) constata que hay muchas parroquias que están lejos de constituir una verdadera comunidad cristiana

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e indica que la vía ideal para renovarla podría ser convertirla en una “comunidad de comunidades” (Prop. 27). La III y IV Conferencias del Episcopado Latinoamericano confirman la línea de Medellín mostrando la urgencia de crear pequeñas comunidades y la importancia que tendrán en el futuro (cf DP,155,617,641,643; SD,58). En la V Conferencia se enfatiza aún más este camino (cf DA, 178-180; 307-310). Las comunidades eclesiales no son un movimiento apostólico o pastoral, ni una cofradía o asociación, ni grupos de reflexión y de trabajo, sino la Iglesia del Señor que aflora en núcleos, en células, en pequeñas familias de vida cristiana. No pocos estudiosos piensan que el futuro del cristianismo en occidente dependerá en buena parte de la difusión y el vigor de pequeñas comunidades de discípulos de Jesús, que se reúnan en su nombre y guiados por su Espíritu para aprender a vivir e irradiar juntos el Evangelio. La fe cristiana no logra apoyarse ya en el ambiente sociocultural. Las llamadas sociedades cristianas van quedando excedidas por el estilo de vida de la sociedad moderna y por las propuestas de la nueva cultura. Si nos queremos ocupar de lo esencial, tenemos en el proyecto de pequeñas comunidades un camino concreto para asumir y difundir la vida nueva que Jesús nos trajo. Es allí donde la sociedad de hoy podrá ver de modo preciso la presencia de Dios que es Padre y cómo la persona, superando la esclavitud del egoísmo, es capaz de trabajar por una vida más humana y comprometerse con la suerte de los más pobres.

La vida y la integración de pequeñas comunidades en las parroquias Las parroquias son el espacio normal donde los bautizados viven su condición de discípulos de Jesús, donde maduran y expresan su fe, se organizan para vivir la caridad y se hacen capaces de testimoniar la esperanza. Es el lugar donde hacen la experiencia personal y comunitaria del encuentro con Dios por medio de Cristo en el don del Espíritu Santo. Por eso la parroquia tiene la misión de formar en

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los caminos del Evangelio a todos los bautizados. A pesar de las deficiencias, la evangelización ha sido el mayor servicio que la Iglesia le ha prestado a la humanidad. Hoy, la Iglesia está renovando su propósito de evangelizar y de hacerlo mejor para que nuestros pueblos tengan vida. Por eso, en Aparecida se ha hablado de una “conversión pastoral”, que superando cansancios, formas inadecuadas y la simple preocupación de conservar lo que existe, se ofrezca a los fieles espacios de acogida y pertenencia, de vida espiritual y de experiencia apostólica (cf DA 365-379). En esta tarea de formar discípulos de Cristo, las parroquias deben llegar a integrar y comprometer eficazmente todas las fuerzas vivas de la parroquia, grupos, organizaciones, movimientos, instituciones y diversas iniciativas pastorales. Sobre todo, es fundamental, a partir de procesos de iniciación cristiana y de maduración de la fe, llegar a la formación de pequeñas comunidades cristianas y a que la parroquia sea “comunidad de comunidades”. A través de pequeñas comunidades puede hacerse eficaz la evangelización, llegar a una verdadera renovación pastoral, lograr la participación y corresponsabilidad de los laicos, integrar las nuevas generaciones y los alejados a la Iglesia, ofrecer a la sociedad desde un testimonio vivo la Palabra de Dios, llevar la vida cristiana a espacios de más difícil acceso, como las zonas rurales o las urbanizaciones y condominios en las ciudades. Los discípulos de Jesús necesitan el espacio simple y natural de una pequeña comunidad donde, en un estilo de vida que viene desde la Iglesia primitiva, puedan sentir la presencia del Resucitado, experimentar la acción del Espíritu Santo, escuchar la Palabra de Dios, lograr la eficacia de la oración comunitaria y vivir con alegría la fraternidad. Allí se liberan del anonimato de la gran comunidad parroquial, reciben ayuda de un modo personal y aportan sus cualidades al servicio de la vida y misión de la Iglesia. Por tanto, además de los ambientes y comunidades funcionales en los que la Iglesia no puede estar ausente, como las clínicas, las escuelas, los colegios, las universidades, los centros de cultura y servicio social, las cárceles, las fábricas,


las empresas y otras instituciones, es importante promover la presencia visible y organizada de pequeñas comunidades eclesiales en todo el territorio de la parroquia. Las pequeñas comunidades, sin embargo, no pueden pretender ser los únicos destinatarios o los únicos agentes de evangelización. La parroquia es más que sus pequeñas comunidades. Pero estas parroquias integradas por pequeñas comunidades son el punto de partida de la nueva evangelización porque saben dar el primer anuncio, pueden presentar la alegría y las maravillas que hace la fraternidad, pueden hacer más viva la vida litúrgica y tienen músculo para emprender la tarea misionera. Las parroquias pueden acoger diversos tipos de pequeñas comunidades que logren integrarse al plan pastoral de la parroquia y de la diócesis, así brindan oportunidades para que los carismas se expresen, crezcan, se integren y sean fecundos para la única misión de la Iglesia. Sin embargo, es preciso conocer bien los distintos sistemas de formación de comunidades, aplicarlos adecuadamente, seguirlos con orden y paciencia, y tener personas competentes que conduzcan con responsabilidad sus procesos. Quienes orientan y animan pequeñas comunidades deben estar en permanente comunicación con el párroco informando lo que hacen y recibiendo su orientación. Igualmente, deben seguir y aprovechar las orientaciones e instrumentos pastorales que brindan el Arzobispo y la Curia arquidiocesana. Es también importante que en estos procesos se integren los sacerdotes, los religiosos y los laicos, aportando primero el testimonio creíble de su vida cristiana y después los dones y recursos que pueden contribuir al buen desarrollo del gran proyecto de la evangelización. Todo lo que esté por fuera de la comunión hace infecunda la evangelización y repercute negativamente en las comunidades y en las parroquias. En cambio, pequeñas comunidades en plena comunión y organización pastoral son una fuente de auténticos discípulos de Cristo, de catequistas, de animadores de la liturgia, de servidores de los pobres, de vocaciones a la vida sacerdotal o religiosa, de laicos comprometidos con la evangelización del mundo.

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LA NOTICIA DEL DOMINGO Por: Pablo Andrés Palacio Montoya, Pbro. Ezequiel 17, 22 – 24

L Experiencia comunitaria, anuncio de la victoria del bien sobre el mal, austeridad y perseverancia en el llamado a la conversión: he ahí los pilares que propone Marcos en el Domingo XV para nuestra misión eclesial.

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os vv. 1 – 21 nos permiten comprender el contexto histórico al que hace alusión la lectura de hoy: el año 597 a.C. Nabucodonosor lleva un grupo de israelitas a Babilonia (entre ellos Ezequiel) y nombra a Sedecías rey vasallo. Éste actúa inicialmente con fidelidad, pero años más tarde buscará ayuda en Egipto, motivo por el cual reacciona el monarca babilonio, conquistando Jerusalén y desterrando otra parte más de la población en el 586. Lo más probable es que la noticia de la rebelión de Sedecías y el auxilio de Egipto llenaran de esperanza a los primeros exiliados o peor aún: puede ser que pensaran que el rey moriría en el destierro y la promesa divina a David no llegaría a cumplimiento; es ahí, entonces, donde hemos de ubicar las palabras del profeta: el anhelo de salvación no se puede colocar en los reyes humanos! De este modo, los vv. 1 – 21, que reflejan las oscilaciones políticas de Judá entre Babilonia y Egipto, presentan la monarquía inicialmente como un cedro que pierde fuerza hasta convertirse en una vid pequeña, finalmente arrasada. Pero la situación cambia a partir del v. 22: en el futuro, Dios promete plantar, no una vid, sino un nuevo cedro, en el que anidarán todo tipo de aves. Concluye Sicre: “¿Qué significa esto? Parece referirse a la restauración de la monarquía, pero no se habla claramente de un rey futuro ni de sus cualidades. Incluso podría pensarse que Ezequiel ni siquiera habla de la restauración de la monarquía, sino de la del Estado de Judá, que causará asombro


a todos los países vecinos (v. 24)”1. El mensaje, pues, resulta claro: Israel, aparentemente derrotado, cual viña pisoteada durante el exilio (Salmo 80), llegará a convertirse en un cedro magnífico sólo por gracia de Dios, ya que la gloria es dada a los humildes (v. 24). Proponemos como imagen guía de este Domingo aquella del cedro, cuya importancia comentaremos en el salmo, mientras que en el Evangelio trataremos de comprender por qué Jesús prefiere la insignificante semilla de mostaza.

Salmo 92 (91) Proclamamos hoy un himno a la justicia divina que, según la ley de la retribución veterotestamentaria, premia al bueno y castiga al malvado. Todo está centrado en describir el admirable contraste entre la vida ideal de aquel que sigue a Dios y la ruina inevitable de quien lo rechaza: se trata de dos dípticos (vv. 5 – 8 y vv. 10 12) en los que la balanza se inclina a favor del primero; de ahí que gran parte del salmo está dedicada a presentar las magníficas consecuencias de una vida entregada al Señor. Teniendo en cuenta la similitud con la primera lectura y el contraste con el Evangelio, vamos a restringir nuestro análisis a la imagen del cedro (vv. 13 – 15): si el malvado ha sido comparado con la fragilidad de la hierba que crece veloz y luego se seca (v. 8), el justo se asemeja aquí a la gran solidez vertical y proverbial longevidad de la palma y del cedro del Líbano (Cf. Sal 1,3; 29,5; 37.35; 80,11; Os 14, 5 – 6; Jer 17, 6 – 8; Ct 7, 8 – 9). Hay que prestar atención, en todo caso, al valor teológico de la simbología vegetal apenas enunciada, y es el v. 14 donde encontramos la plenitud de la imagen: la grandeza y la fecundidad, sea de la palma, sea del cedro, emergen del lugar en el que han sido trasplantados: los jardines de los atrios del Templo. De ahí que sea posible deducir cómo “las raíces del justo se hunden en Dios y por eso su follaje está lleno de frutos; en su interior pasa 1 Profetismo en Israel. El Profeta, los Profetas, el Mensaje. Estella, Verbo Divino 2005, p. 506.

la misma linfa de Dios, la vida divina lo alimenta y lo transforma en una realidad sagrada, florida, exuberante”2. A modo de conclusión, podemos afirmar que la gran ventaja que lleva el justo sobre el malvado, aquello que lo llena de solidez y vigor, como un cedro, es su profunda e íntima unión a Dios: sólo aquellos pobres en espíritu, capaces de renunciar a sus propios méritos, logran descubrir en sus vidas que la firmeza y la victoria vienen de lo alto y comprenden, como el salmista, que aún en la vejez es posible alabar a Dios por su fidelidad.

2 Corintios 5, 6 – 10 Una de las realidades que más ha inquietado al ser humano de todos los tiempos es la muerte3. Ya el mismo Pablo había afrontado el tema en 1 Tsl 4,13ss a propósito de las dudas sobre la suerte de los difuntos el día de la Parusía; para aquel entonces, el Apóstol estaba convencido que ese día lo sorprendería todavía en vida (v. 17); sin embargo, poco tiempo después, al escribir esta carta, piensa que será posible para él experimentar la muerte antes de recibir al Señor. De ahí que su reflexión, iniciada en 2 Cor 4,18, insista en dos realidades, presentes en los vv. 1 – 10: 1) Siendo fiel al carácter unitario de la antropología hebrea, Pablo hace énfasis en la transformación de la corporeidad: las limitaciones espacio temporales de este mundo conllevan una necesaria disolución de “nuestra tienda”; sin embargo, entendido el “sōma” (v. 6) como aquello que permite nuestra dimensión relacional, se deduce que no es posible que se destruya definitivamente, ya que en la eternidad estaremos en comunión con Dios. Es por eso que esta tienda transitoria, deberá transformarse en una “habitación eterna”. Com2 G. RAVASI, il Libro dei Salmi (Vol II) Bologna, Edizioni Dehoniane 2002, p. 936 (traducción nuestra). 3 Sobre este tema volveremos en la primera lectura y el salmo del Domingo XIII.

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prendidas así las cosas, esta nueva “casa” o edificación (v. 1) no se refiere al cielo mismo, sino al cuerpo humano en ámbito celestial, hecho que se desprende necesariamente del contraste que el Apóstol pretende expresar4. Ahora bien: ¿qué es lo que mantiene firme la esperanza en la vida eterna, aún en medio de los gemidos (vv. 2. 4)? Pablo dice que es el Espíritu Santo, que se nos ha dado como “arras” (v. 5), es decir, anticipo que se paga por algo como promesa de que luego se cancelará el precio completo. En este orden de ideas el enigma de la muerte se va aclarando: somos seres llamados a la trascendencia plena (cuerpo y alma) en cuanto Dios, que nos ha regalado su Espíritu, se ha comprometido a pagar lo que falta. 2) Todas las ideas precedentes han sido necesarias a fin de comprender mejor la lectura de hoy: es la fe la que nos sostiene mientras anhelamos la plenitud de la existencia (v. 7), que, como había afirmado el Apóstol en Flp 1, 21 – 24, desearía haber logrado. Sin embargo, lo que interesa a fin de cuentas, es ser agradables a Dios (v. 9), ya que, condición esencial de dicha existencia celeste, es la declaración de inocencia ante el tribunal de Cristo, quien juzgará la bondad o maldad de nuestra dimensión relacional efectuada por medio del cuerpo. Tratando de resumir, podemos afirmar: habiendo recibido el Espíritu como prenda, estamos llamados a vivir de tal manera, que nuestras relaciones tiendan cada vez más a la plenitud de la eternidad que se nos ofrece en el futuro: en esto consiste el agradar a Dios en todo.

4 Tomamos prestadas las conclusiones de David Kapkin al respecto: “Para Pablo, en el marco de la antropología bíblica, el cuerpo (“sôma”), así como permite la relación del hombre con el mundo, los demás hombres y Dios mismo, tendrá que pertenecer también a la obra escatológica de Dios. Pablo no concibe una salvación sin cuerpo, porque sin cuerpo el hombre queda desnudo” (Cf. 2 Corintios: del llanto a la alegría. Medellín, FUNLAM 2005, p. 133).

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Mateo 4, 26 – 34 A diferencia de Mateo, que presenta cinco discursos de Jesús, Marcos nos regala sólo dos: el escatológico, al final de la obra (cap. 13) y el de las parábolas, del cual proclamamos hoy dos de las tres; llama la atención que todas ellas hablen del crecimiento en términos agrícolas. Vamos a transcribir unas palabras de Kapkin para comprender mejor la situación a la que tratan de responder estas palabras del Maestro: “No solamente los cristianos de hoy nos preguntamos a veces con angustia dónde está la obra de Dios. En medio de un mundo tan complicado e injusto, rodeados de miserias y debilidades, anhelamos que Dios deje ver más claramente su obra. ¿Sí es cierto que Dios ha comenzado a reinar? Y entonces, ¿por qué tanto sufrimiento, tanto crimen, tanto mal? Los por qués podrían multiplicarse indefinidamente (…) Seguramente en tiempos de Jesús, aún oyendo su mensaje y viendo sus obras, no faltaría el que pensara que todo eso, siendo maravilloso, eran bien poca cosa frente al abismo de este mundo, frente a la angustia de esta creación”5. Vamos ahora a analizar cómo cada una de las parábolas que hoy proclamamos intenta responder a dichas inquietudes: + Dios mismo se presenta como un hombre que siembra y espera con paciencia la cosecha. Notemos que el énfasis está puesto en esta última realidad, dando a entender que hay esperanza y seguridad con respecto al futuro; en otras palabras: el presente de la acción divina es sólo un abrebocas de lo que acontecerá al fin de los tiempos. No hay que desconocer, por otra parte, 5 Marcos: Historia humana del Hijo de Dios, Medellín, Copiservicio 1997, p. 178. Recordemos cómo el año pasado, el Domingo XVI (Ciclo A) citábamos al Padre Ska, quien nos proponía algo parecido a propósito de Mateo 13: “Jesús se decide a hablar en parábolas después de haber encontrado las primeras reacciones negativas a su predicación. Había anunciado la venida inminente del Reino (4,17. 23 – 25) y este anuncio había despertado muchas esperanzas. Sin embargo, pasado cierto tiempo, algunos empezaron a dudar y comenzaron a preguntarse dónde estaba el Reino prometido (…) ¿Por qué hay que esperar tanto tiempo? ¿Por qué tanta modestia en la empresa? ¿Cómo se puede explicar la oposición de las autoridades, el rechazo y la indiferencia de muchos, así como el desánimo de otros? Para responder a estas preguntas y a estas objeciones, Jesús cuenta las parábolas” Cf. su obra “Cosas Nuevas y Viejas” (Mt 13,52) Páginas escogidas del Evangelio de Mateo”. Estella: Verbo Divino, 2006).


la clara alusión a Joel 4,13 a propósito de la hoz y la mies, elemento que permite hablar incluso del juicio divino sobre el mal. + Nos encontramos además con otra parábola donde el énfasis está puesto en el contraste entre los inicios modestos (una semilla de mostaza) y el maravilloso final (un gran árbol); sin embargo, al igual que la anterior, la enseñanza es clara: en el presente tenemos ya un signo y promesa de lo que será el futuro. Notemos, en todo caso, el contraste con la primera lectura y el salmo, ya que Jesús compara el Reino de Dios no con un cedro, sino con un arbusto de modestas dimensiones! “Con ello da un toque de atención a los cristianos: no os desaniméis, vuestra empresa tiene sentido, pero no echéis las campanas al vuelo, no esperéis cosas espectaculares”6. Si las lecturas del AT responden, sea al desánimo del exilio, sea a las consecuencias del obrar justo utilizando la imagen del cedro, Marcos responde a una realidad diversa: parece que el Reino es utopía, que no se ve y por eso recurre al contraste entre semilla y árbol de mostaza.

EL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA Jeremías 1,4 – 5. 17 – 19 Llama la atención, en la vocación de Jeremías, el carácter tan distinto con respecto a otros llamados: mientras Isaías contempla el trono de Dios rodeado de serafines y Ezequiel describe una misteriosa teofanía, éste profeta se limita a decir: «recibí la palabra del Señor» (v. 4); ella es lo único decisivo y normativo para toda su vida; el lugar, incluso el modo, son secundarios: todo el peso recae en esta palabra que se comunica al hombre y que no será fácil de transmitir a los demás. En resumen: la misión de todo profeta, tema que reaparecerá en la segunda lectura y en el Evangelio, no es otra 6 Cf. SICRE, JOSÉ LUIS. Introducción al Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino 2005, pp. 47 – 48, donde comenta la importancia del texto de Ezequiel para comprender esta parábola.

sino hablar en nombre de Dios: «Diles lo que yo te mando!» (v. 17). Este “muchacho”, tal como él mismo se denomina, presenta dos objeciones al llamado que Dios le ha hecho desde el vientre materno: es muy joven y, por ende, no tiene la elocuencia que se espera de un profeta; pero tal como había ocurrido con Moisés (Ex 4,10; 6,12), el Señor no sólo garantiza su presencia, sino que pone sus palabras en la boca, de modo que sea heraldo de su voluntad. Vayamos ahora al modo como Dios le ordena ser heraldo de su Palabra: según los vv. 17 – 19, tener ceñida la cintura significa la prontitud para realizar una orden (1 Re 18,46) y también la preparación inmediata para entrar en combate (Job 38,3); además, el profeta recibe de Dios su fortaleza: Él lo ha convertido en “plaza fuerte”, “pilar de hierro” y quienes tendrán que afrontar el encuentro con este firme hombre de Dios serán los dirigentes políticos y religiosos de Judá y sus súbditos. Ya el mismo Dios hace ver a Jeremías las dificultades que le sobrevendrán: «te harán la guerra, pero no podrán contigo» (v. 19); de hecho, todo el libro estará surcado por los oscuros acontecimientos de la persecución. La elección de Jeremías se dio desde el vientre materno: Dios se fijó en él para dar a conocer su palabra, antes y durante el exilio. Muchos lo tildaron de loco, muchos los despreciaron y hasta buscaron su muerte; lo más importante es que él se dejó guiar por Dios y fue coherente a su misión, aún en medio de terribles sufrimientos.

Salmo 71 (70) Los personajes de esta súplica son cinco: Dios, punto terminal de la súplica, el orante anciano (vv. 9. 17 – 18) cuya pasión por la música no se ha apagado con el correr de los años (vv. 22 – 24), un pasado casi personificado hecho de justicia y rectitud desde la infancia (vv. 5. 6. 17) y un presente caracterizado por la soledad, hostilidad y humillaciones (vv. 9 – 10. 21). Entre

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pasado y presente, el anciano espera un futuro de liberación, un renacer, una nueva creación, una alegría renovada (vv. 20. 23). Pasado, presente y futuro, son los temas de las estrofas que proclamamos en esta domínica: El anciano recuerda que su pasado ha sido una rica experiencia de Dios (vv. 5 – 6): desde el vientre materno ha encontrado refugio en el Señor; ya, al comienzo de la vida, se ve un abrazo entre la ternura divina y la fe humana.

cuentes de una sociedad paganizada en la que los cristianos eran signo de contradicción. Es a ellos a quienes, desde la misma introducción, de la que hoy proclamamos una parte, exhorta a no perder la esperanza: en el fondo, la fe ha de someterse a la llama, de la misma forma que el oro antes de servir para confeccionar una joya (v. 6); esta fe, purificada en las pruebas, será prenda de garantía el día en que Cristo venga a juzgar (v. 7), hecho ratificado en los vv. 8 y 9.

De esta forma, se deduce cómo el orante llega a convertirse en una voz que grita aquello que Dios ha hecho por el justo. Es una voz que no se apaga aún reconociendo que no es fácil celebrar el amor divino cuando se ve cubierta por la oscuridad y las pruebas; algo parecido vivió Jeremías en su lozanía, así como el mismo Bautista.

Detengamos ahora nuestra atención en los vv. 10 – 12, donde encontramos una interesantísima relectura de la misión profética, o más bien, una lectura de su llamado en clave de Cristo; en efecto, esta salvación que acaba de mencionar Pedro fue objeto de atención ya muchos años atrás en los profetas, quienes se interesaron en el tiempo en que se realizaría plenamente la salvación esperada. En palabras de Cothenet: « (…) lo que el Espíritu Santo les dio a ver -en esa oscuridad (cf. Hab 2, 2-4; Dn 8, 26; 12, 4.10)- se centraba en el misterio de Cristo: su pasión y su glorificación. Nos parece oír a Jesús en el camino de Emaús: «iQué torpes sois y qué lentos para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía el mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria?» (Lc 24, 25-26) […] por anticipado Cristo comunicaba su Espíritu a los que tenía que orientar hacia su venida, lo mismo que ahora sostiene con su Espíritu a los evangelistas»7. Pedro nos permite hoy comprender que los profetas no sólo “hablaban en nombre de Dios” para una época concreta y fija, sino que anunciaban ya el misterio de Cristo; de hecho, Jeremías anunció con su propio sufrimiento el del Salvador, del mismo modo que el Bautista, ya más cercano a Él, le preparó un pueblo bien dispuesto.

1 Pedro 1, 8 – 12

Lucas 1, 5 – 17

La situación que vivían las comunidades a las que escribe Pedro no fue nada fácil, ya que, si bien no sufrían una persecución sistemática como aquella del Apocalipsis, debían soportar las críticas fre-

Dos elementos resaltan en este relato: el anuncio del nacimiento milagroso del Bautista y su misión. Vamos a analizar brevemente cada uno de ellos:

En el presente, el orante se siente, como afirma en el v. 1 “derrotado”, “avergonzado” y por eso pone su fe en Aquel que lo ha sostenido desde el vientre materno. La extensa invocación de los vv. 2 – 4 tiene una sola finalidad: mostrar que Dios es ante todo liberador. La “mano perversa” de la que habla el salmista, se refiere a las acciones de sus enemigos: hablan contra él, lo espían, piensan que Dios lo ha abandonado y por eso buscan su ruina (vv. 10 – 11. 13). Así pues, a los achaques de la ancianidad, el orante debe soportar la persecución de quienes buscan su caída. No obstante estas dificultades, el anciano espera un futuro lleno de alegría: Dios lo salvará; su seguridad se fundamente en todo aquello que ha aprendido desde su juventud: las maravillas de Dios a favor suyo (vv. 14. 17).

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7 E. COTHENET, Las Cartas de Pedro (Cuadernos Bíblicos 41), Estella, Verbo Divino 1984, p. 16.


1) Las circunstancias familiares narradas por Lucas son importantes: tanto su padre, como su madre, vienen de familias sacerdotales. A los dos se les califica como justos, hecho que hace referencia al cumplimiento de la ley; sin embargo, tienen dos impedimentos para procrear: la esterilidad de Isabel y la edad avanzada de ambos. Es interesante, entonces, que la infecundidad no esté relacionada aquí con el pecado, ya que los dos eran irreprochables ante Dios. Pero observemos más en detalle: con Isabel ocurre lo mismo que con las tres mujeres más importantes de Israel, de las que desciende el pueblo como tal: Sara, esposa de Abrahán (Gen 16,1), Rebeca, esposa de Isaac (Gen 25,21) y Raquel, esposa de Jacob (Gen 30,1); ahora bien: todo parece indicar que Dios obrará un gran prodigio como en los orígenes de su pueblo, ya que estaba precisamente por comenzar la renovación del mismo, tal como veremos en el segundo apartado. Resulta que Zacarías había llegado al momento culmen de su vida como sacerdote: aquel día le correspondió entrar en la parte más sagrada del templo, el “naós”, para ofrecer incienso a Dios; y es allí, en el lugar santo, en el espacio de comunión con el Señor, donde recibe la gran noticia: ni la esterilidad ni la ancianidad son obstáculo alguno para la misericordia divina; de ahí que el niño reciba el nombre de “Juan”, que significa “Yhwh da gracia” o “Yhwh es misericordioso”8. 2) Los vv. 14 al 17 describen en qué consistirá su misión, ante todo sacerdotal, ya que la prohibición de vino y licor se estipulaba, no sólo para los nazireos (Nm 6,3), sino para todos aquellos que servían a Dios por medio del culto (Lv 10,9). Hay, en todo caso, un detalle que llama la atención: lo que a continuación afirma Gabriel, más que referirse a un oficio del santuario, apunta mejor a una misión profética, tal como la de Elías, y no podemos ol-

vidar que este grandioso personaje se dedicó a defender la fe en el Señor, exhortando a Israel a renunciar a los baales. Las cosas van quedando claras: Juan no se dedicará, como su padre, al templo; su tarea consistirá ante todo en un serio llamado a la conversión, así como lo había anunciado Malaquías (3,23 – 24), preparando el camino al Salvador. Y para semejante tarea ya desde el vientre materno recibió la unción del Espíritu Santo; Juan ejercerá, por así decirlo, un sacerdocio particular, un sacerdocio profético. Poco antes del nacimiento de Cristo muchos en Israel se habían alejado de la verdadera fe en Dios; era necesaria, entonces, una verdadera renovación del corazón. Y es entonces, cuando el Señor decide evocar los orígenes del pueblo con el nacimiento milagroso del hijo de unos ancianos marchitos. Paradójicamente el niño no será sacerdote del templo; su sacerdocio, su culto, lo vivirá por medio de una existencia entregada a hacer que el pueblo elegido, por medio de una sincera conversión representada en el bautismo, se acercara cada vez más a Dios, y preparar así el camino al Salvador. Por eso celebramos hoy su día, precisamente poco después del solsticio de verano, ya que el Bautista se asemeja al sol que a partir de hoy mengua para que Cristo crezca.

DOMINGO XIII T.O. Sabiduría 1, 13 – 15; 2, 23 – 24 Tal como afirmábamos una semana atrás a propósito de las comunidades cristianas a las que escribía Pedro, los judíos que vivían en Alejandría de Egipto, si bien no enfrentaban una persecución armada, sí debían soportar el peso de ser despreciados y considerados personas de poco valor. Es así como, cincuenta años antes de Cristo, el autor sagrado se propone releer el acontecimiento actual a la luz del Éxodo: si mil

8 En hebreo se dice “Yehohanan”.

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doscientos años atrás el Señor los había liberado del mismo yugo, no cabía duda ahora de que obraría nuevamente prodigios de salvación. Así, la contraposición entre la suerte de los justos y los malvados se irá desarrollando progresivamente, por ejemplo, actualizando las plagas de Egipto. Ahora bien: los dos primeros capítulos abordan una realidad que, como decíamos hace dos semanas, siempre ha inquietado al ser humano: la muerte; pues bien, frente a ella la suerte de justos e injustos sí que es diversa. Demos, pues, una breve ojeada a la lectura de hoy. Lo primero que debemos preguntarnos es a qué muerte se refiere el hagiógrafo en esta sección, ya que la muerte física, dados los límites espacio-temporales de nuestra condición humana, es una realidad más que inevitable; todo parece indicar que la muerte aquí referida es la escatológica, ya que no tendría sentido en el v. 12 simplemente exhortar a no acelerar un proceso irreversible9. En este orden de ideas, el autor (v. 14) vuelve su mirada a Gen 1, recordando que Dios vio todo lo que había hecho y “era muy bueno”; pero no podemos perder de vista que cuando Pablo escribía a los romanos acerca del carácter perenne de la creación (Rm 8, 20ss), tenía estas líneas ante sus ojos. Así pues, la trascendencia del ser humano queda al descubierto: la progresiva comprensión de la vida eterna había llegado aquí a su culmen en Israel. Todo lo que acabamos de afirmar es ratificado en 2,23 con la frase: «Dios creó al hombre para la inmortalidad», en la que se hace énfasis, no en la naturaleza, sino en el destino10. En otras palabras: lo que el hagiógrafo afirma no es que Dios haya hecho al ser humano inmortal desde el inicio 9 Que sea VÍLCHEZ LÍNDEZ (Sapienciales V: Sabiduría. Estella, Verbo Divino 1990, p. 147), uno de los más connotados estudiosos de este libro, quien nos lo aclare: “¿Qué significa esta muerte que se consigue con una vida extraviada? No parece que se pueda reducir al término o final biológico del hombre, pues en este caso lo único que recomendaría el autor sería no acelerar el proceso irreversible de la muerte. El término “perdición” (…) o ruina total da más profundidad a la muerte del v. 12a, explicándola. En la perspectiva global del autor en toda la primera parte la muerte-perdición trasciende, sin eliminarlo, el mero sentido biológico y nos introduce en un sentido escatológico”. 10 Tal es el uso de la preposición “epí” acompañada por un dativo, así como en hebreo la misma función viene desempeñada por la preposición “lamed”.

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de su existencia, sino que, yendo más allá del terrible drama de la muerte, quiso liberarlo de ella, tal como será preanunciado en la resurrección de la hija de Jairo. Si la muerte escatológica entró en el mundo “por la envidia del Diablo” (v. 24), es decir, sólo puede ser experimentada por malvados y pecadores, la vida eterna ya nos fue dada con el Misterio Pascual de Cristo. Salmo 30 (29) En este salmo el orante entona una acción de gracias a Dios porque ha desaparecido el gran enemigo: la muerte; por tanto, Aquel que lo ha salvado merece toda alabanza: «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado», leemos en la traducción litúrgica. Es conveniente, en todo caso, resaltar la forma verbal empleada (“dlh”), que literalmente significa “extraer”, y cuyo uso hace referencia a “sacar agua de un pozo –por medio de un balde o algo parecido–” (Ex 2, 16; Prv 20,5). Se entiende así la imagen que el orante quiere evocar y que será ratificada en los versículos siguientes (especialmente el v. 4): él ha descendido al sheol, a lo más profundo del abismo, de donde ha sido “extraído” por Dios, quien ha bajado a librarlo. Nos encontramos, pues, ante una persona que, en su grave enfermedad ha tocado las puertas de la muerte, pero ha experimentado la sanación divina. Como aludíamos en el párrafo anterior, la lucha entre la vida y la muerte se expresa plenamente en el v. 4, donde la muerte es presentada como una caída al sheol: el enfermo, en su gravedad progresiva, ha comenzado un descenso del que sólo Dios puede hacer subir. Los vv. 5 - 6 son el preludio a la gran alabanza de los vv. 12 – 13; en ellos se resalta tres polarismos que manifiestan el por qué del gozo: “un instante – eternidad”, “noche – mañana”, “llanto – alegría”: los primeros miembros de cada pareja desparecen para dar primacía a los otros. No podemos dejar de pensar en el amor de Dios que dura por siempre, tal como recuerdan las palabras de Isaías, tan parecidas a las del salmo: «Por un breve momento


te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. En un acceso de ira escondí mi rostro de ti por un momento, pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dice el Señor, tu Redentor» (Is 54, 7-8). Finalmente, los vv. 12 – 13 vuelven sobre la transformación plena a la que ha llegado el orante: ha pasado de un momento fúnebre – penitencial a una situación tal de alegría, que llega a expresarse en la danza: el milagro se ha cumplido, Dios lo ha “extraído” del abismo y le ha regalado un nuevo nacimiento; por eso la alabanza será para siempre.

2 Corintios 8, 7. 9. 13 – 15 Cuando Santiago, Pedro y Juan aprueban en Jerusalén la evangelización de los gentiles por parte de Pablo y Bernabé, les piden no olvidar a los pobres (Gal 2,10). Es por eso que, viendo la difícil situación de los cristianos que vivían en la ciudad santa, el Apóstol promueve en Corinto y Galacia una colecta para ayudar sus necesidades (1 Cor 16, 1 – 4). Lo que sorprende es que, mientras los corintios descuidaron esta petición, los macedonios, mucho más pobres y necesitados, dieron ejemplo al respecto (Rm 15, 25 – 26). De ahí que Pablo deba recordar, digámoslo redundando, la necesidad de ayudar a los necesitados, y para tal fin se vale de dos argumentos: 1) En el v. 7 el Apóstol exhorta a abundar en la capacidad de darse como don (“járis”). Ahora bien: el mismo Cristo ha hecho “járis”, nos dice el v. 9, en cuanto “siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos”. Para hablar del “hacerse pobre” el autor emplea el verbo “ptōjeúō”, que designaba a aquellos que debían pedir limosna para poder vivir. He ahí, pues, el misterio de la Encarnación puesto como fundamento del obrar cristiano: si el Rico quiso libremente desprenderse de sí para dignificar la vida de los pobres, ¡cuánto más debieran hacer quienes fueron enriquecidos con su abajamiento!

2) Apelando a la Escritura, Pablo recuerda el pasaje de Ex 16,18 (LXX), a propósito del maná: los más capaces en Israel recogían de más, mientras que los menos capaces recogían menos de lo fijado; sin embargo, todos debían poner en común lo recogido, de modo que “lo más de algunos compensaba lo menos de otros”. Es más: si alguien pretendía obtener más de lo debido, el maná se hacía inservible de un día para otro. La invitación es clara: el auxilio de unos solucionará los problemas de otros y viceversa, logrando así igualdad entre los creyentes. Pablo entiende bien que para los seres humanos es muy difícil llegar a plasmar en sus vidas el desprendimiento absoluto “ptōjeúō” del Salvador: algunos pasarían graves necesidades por ayudar a otros; no obstante, la exhortación apunta a no ser indiferentes frente al dolor ajeno, ya que, aún en medio de las más grandes penurias, siempre habrá algo que compartir con quien se encuentra peor.

Marcos 5, 21 – 43 El Evangelista nos regala hoy una de las páginas más bellas en las que se habla de cómo Jesús dignifica la mujer. Caminando hacia la casa de Jairo aparece la protagonista de la primera parte del relato: una mujer que desde hacía doce años sufría desajustes en su menstruación, hecho que describe su pena: si la menstruación, dada la pérdida de sangre, daba impureza de siete días y cuanto tocase la mujer quedaba impuro (Lv 15,19), el ciclo irregular de la misma también estaba contemplado en la ley y daba impureza “mientras durasen las hemorragias” (Lv 19,25). Así pues, la carga que llevaba esta persona era insoportable: doce años de marginación, de no participación en el culto a Dios, de sentir que llevaba en sí misma algo que afectaba a los demás! Si era casada, su matrimonio se había arruinado; si no lo era, ya no tenía esperan-

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za de ser amada. Cuando había gastado todo lo que tenía en su infructuosa búsqueda de curación, oyendo hablar de Jesús, se acercó en medio del tumulto con la osadía de tocar su manto, y he ahí la virtud que será alabada por Él mismo: la fe (v. 34) de que el poder sanador del Maestro es mucho más fuerte que el poder de contagiar de la enferma. Prestemos atención a un detalle sumamente importante: en el encuentro cara a cara entre el Salvador y la mujer, Éste le hace saber lo que desde siempre ha sido: HIJA; de ahí que pueda despedirla asegurándole que lo único que le deparará el futuro será paz y bienestar. Culminaban así doce años de sufrimiento y la mujer volverá a ser mujer. Qué podría ocurrir con nosotros, que no tocamos el borde del manto, sino que comemos al mismo Dios en la Eucaristía!

“ser mujer”. Es así como, despertándola y levantándola, Jesús abre las puertas de la esperanza a quien no tenía ni siquiera vida. Marcos nos permite hoy acercarnos a Jesús, que dignifica la mujer: “cuando la mujer enfermó por ser mujer, la niña que nunca pudo llegar a ser mujer nació. Los doce años marcan también el punto en que Jesús cura la primera y devuelve la vida a la segunda. A la primera para que vuelva a ser la mujer que fue y debe ser, a la segunda, para que llegue finalmente a ser mujer. En ningún otro texto del evangelio y del Nuevo Testamento se borda más primorosamente la significación de una mujer para Jesús”.13

DOMINGO XIV T.O. Pero hemos de volver al camino hacia la casa de Jairo. Una delegación sale al encuentro de los caminantes portando una mala noticia: la niña, que apenas había cumplido doce años, acababa de morir; sin embargo, para Jesús no es el fin de todo y es por eso que pide al padre la misma actitud de la mujer enferma: la fe11, hecho que contrasta con la declaración inevitable de la muerte por parte de las plañideras y de aquellos que se burlan (vv. 38. 40). Si la muerte, tal como se pensaba en el Antiguo Testamento era comparada con un sueño del que se despertaría (y por ende se sería levantado) el día final de la manifestación divina12, al despertar y levantar a la niña, Jesús demuestra que los tiempos últimos han llegado y que Él mismo es la Resurrección y la Vida; algo parecido encontramos a propósito de Lázaro (Jn 11,11. 25): lo anunciado en la primera lectura y el salmo llega a cumplimiento.

Hemos afirmado en comentarios precedentes que Ezequiel era un sacerdote llevado a Babilonia en el primer asedio a Jerusalén en el año 597 a C. Allí compartió la vida con los que llegaron después, y anunció la restauración del templo destruido. Es interesante observar cómo en el texto de hoy, Dios no lo llama haciendo alusión a su estirpe sacerdotal “hijo de Buzí” (1,3), sino “hijo de Adán” (2,1. 3), que lo coloca de frente a sus limitaciones y dificultades, propias del destierro. La nueva misión del antiguo sacerdote no será nada fácil, ya que es enviado a un pueblo rebelde, que, tal como hizo con Babilonia, a quien había jurado fidelidad14, ahora se ha sublevado contra el mismo Dios. Tres elementos son dignos de mención:

Volvamos ahora sobre el significado de los doce años: la hija de Jairo había muerto justo en la edad en que, conforme a la tradición judía, estaba a punto de casarse y formar un hogar; pero las esperanzas se había desvanecido, ya no lograría

1) ¿En qué consiste la rebeldía de Israel? Si tenemos en cuenta 2,4, se trata de una ruptura del vínculo filial: son hijos que han querido emanciparse, que han renunciado al padre que siempre les ofrecía su perdón; algo parecido dirá

11 Es significativo que “fe” y “creer” en griego, a diferencia del castellano, provengan de la misma raíz: “pístis” (v. 34) y “pisteúō” (v. 36). 12 «Sé que resucitará en la resurrección del último día», dice Marta a Jesús (Jn 11,24).

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Ezequiel 2, 2 – 5

13 KAPKIN, D. Marcos, o. c. pp. 218 – 219. 14 Recordemos el contexto de la primera lectura del Domingo XI.


Dios por medio de Isaías también al inicio de su obra: «hijos he criado y educado, pero ellos se han rebelado contra mí» (1,2).

chos, aquellos que creen no tener necesidad de Dios, aspecto que se ratifica en el segundo calificativo: “los soberbios”.

2) El profeta es enviado a esta “casa rebelde” porque Dios anhela aún su conversión: no en vano Ezequiel denunciará el pecado de la clase dirigente, al mismo tiempo que, promoviendo la responsabilidad individual. Anunciará un futuro lleno de esperanza.

Tal como titula el v.1a, este salmo hace parte de aquellos que los peregrinos entonaban cuando caminaban hacia Jerusalén y, aunque es difícil determinar a quiénes se enfrenta aquí el orante, podemos estar seguros de una cosa: aún a pesar de la saciedad de los ataques, su fe en Dios no ha menguado, antes bien, está seguro que Él no permanece indiferente ante aquellos ojos implorantes, de modo que sus manos pronto se moverán para intervenir y tener piedad.

3) Ezequiel ya no podía ser sacerdote, ya que estaba lejos del templo, que sería luego destruido; pero Dios le tenía reservada una gran misión: lleno del Espíritu Santo (2,2), será de ahora en adelante profeta, y como tal hablará en nombre de Dios. Vemos pues, prefigurada en la misión de Ezequiel, el envío de Jesús al mismo pueblo que se obstinaba en rechazar a Dios: las cosas no habían cambiado mucho, pero Dios no se daba por vencido.

Salmo 123 (122) Este salmo, como dice Ravasi15, está completamente encerrado en un cruce de miradas. En efecto, la primera parte (vv. 1 – 2) tiene como telón de fondo el mundo de las cortes y palacios orientales, donde los ojos de los siervos centran su atención en las manos de los amos para estar atentos a cualquier signo de su voluntad. Sin embargo, hay una radical diferencia entre las manos del patrón y las del Señor: aquellas son manos que ordenan, éstas son manos que donan, salvan y tienen piedad; son, en pocas palabras, manos que crean justicia y libertad en la medida en que salvan de los terribles opresores, que han llegado a crear una saciedad nauseabunda en el orante, tal como afirma en la segunda parte (vv. 3 – 4). ¿Quiénes son estos enemigos? El salmista los evoca por medio de dos apelativos que se complementan: “los que gozan”, es decir, los satisfe15 Una Comunidad lee los Salmos, Bogotá, San Pablo 2011, p. 472.

2 Corintios 12, 7b – 10 Recordemos que esta carta esta permeada por la presencia de falsos maestros que hicieron todo lo posible por desvirtuar el ministerio de Pablo en Corinto. Pues bien: si dichos personajes se jactaban de ser beneficiarios de grandes visiones y revelaciones divinas, Pablo va a presumir al inicio de este capítulo de no estar en grado inferior a ellos, ya que “fue arrebatado al tercer cielo” (v. 2), es decir, hasta la plena comunión con Dios; sin embargo, afirma no haber visto nada, sino que habla solamente de una experiencia auditiva (v. 4). Ahora bien: si de presumir se trata, él pasará ahora a vanagloriarse en sus debilidades, tal como había hecho ya en 11, 21 – 33. No podemos perder de vista que él era un hombre especial, dotado de grandes cualidades, gran cumplidor de la ley judía, tal como demuestra en Flp 3, 4 – 6 considerándose a sí mismo “irreprochable”; si a esto sumamos la revelación apenas mencionada, el Apóstol tendría razones más que suficientes para prendarse de sí y elevarse un poco más que otras personas. Y es ahí donde aparecen dos figuras que hablan de una misma realidad: 1) Una estaca16 clavada en la carne, cosa que ayuda a mantenerse “con los pies en la tierra”. 16 Tal parece ser la mejor traducción del sustantivo “skólops”, que es preferible a “astilla” o “aguijón”.

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2) Un mensajero que, proveniente de Satanás, no puede sino portar malas noticias, hasta el punto de herir el rostro. ¿De qué se trata todo esto? Todo parece indicar que Pablo está haciendo referencia a una enfermedad, si tenemos en cuenta lo que dice en Gálatas 4,13. 15: «Sabéis que cuando os anuncié por primera vez la Buena Noticia, fue con ocasión de una enfermedad corporal (“asthéneian tēs sarkós”)… estoy seguro de que, si fuera posible, os habríais sacado los ojos para dármelos». Aclarando un poco el panorama, hemos de afirmar que el Apóstol dice estar afectado “tē sarkí”, es decir, “en la carne”, hecho que nos permite hablar de una afección corporal y no de una dificultad a nivel moral. Parece ser, pues, que Pablo sufría a causa de sus ojos, y esto no debía ser nada fácil para una persona acostumbrada a triunfar por sus propios medios! Es por eso que, imitando la triple invocación de Cristo en Getsemaní, suplica al Señor en busca de ayuda, y recibe como respuesta aquello mismo que enseñará a los romanos: todo es gracia de Dios y no esfuerzo humano, hecho que había ya aprendido con creces en el camino de Damasco. Pablo nos enseña hoy que la “dýnamis” de Dios se deja ver en las profundas debilidades humanas, que cuando él se sintió golpeado por una debilidad que lo hacía venir a menos, la Cruz, que había predicado en la primera carta (1 Cor 1,18), se deja ver como fuerza de Dios. Concluimos con estas palabras de Kapkin: “No es la injusticia humana, no es el dolor ni el sufrimiento en sí mismos los que son declarados fuente o motivo de gozo. Es la decisión de Dios a favor de las víctimas del mal”17.

Marcos 6, 1 – 6 Luego de la resurrección de la hija de Jairo, Jesús regresa a la pequeña aldea que lo vio crecer: Nazaret. Sus paisanos sabían muy bien 17 2 Corintios, o. c. p. 296.

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quién era y a qué se había dedicado la mayor parte de su vida: era, según la lengua griega, un “téktōn”, cuyas funciones no pueden reducirse simplemente a la carpintería; se trata, más bien, de todo tipo de trabajo que se pueda hacer con las manos, o, dicho en palabras nuestras, lo que hace un “todero”. Lo que asombra, pues, a sus coterráneos es cómo ha podido adquirir semejante sabiduría y capacidad de obrar con sus manos ya no actividades laborales, sino literalmente “poderes” o “fuerzas” (“dýnamis”), haciendo alusión a hechos como los beneficios dados a dos mujeres en el capítulo inmediatamente anterior. Teniendo en cuenta estos presupuestos, la deducción de los nazarenos, aunque implícita en el texto, es clara: Jesús es más que conocido por todos ellos desde pequeño y sospechan que sus acciones, que no eran habituales, no podían provenir de Dios, sino de Satán: era imposible, en pocas palabras, que un ser humano por gracia divina se transformara de un momento a otro. Vamos a centrar nuestra atención en dos detalles: la reacción de Jesús ante la incredulidad de sus paisanos y el gran dilema a propósito de sus hermanos y hermanas. 1) Observemos cómo quinientos cincuenta años después de Ezequiel, muchos en Israel continuaban obstinados en su rebeldía y no querían aceptar que Dios siempre elige medios pobres y sencillos para salvar. Pero lo más interesante aquí es la conciencia que tiene Jesús de su profetismo (v. 4): si en tiempos antiguos el Padre había enviado muchos de ellos con la esperanza de convertir a sus hijos, ahora enviaba a su propio Hijo para que, por medio de palabras y signos de poder, anunciara la victoria definitiva de Dios en la historia. Sin embargo, el Salvador no sólo comparte dicha misión, sino incluso el rechazo, la marginación y el abandono de aquellos heraldos del Antiguo Testamento. 2) Sobre los hermanos y hermanas de Jesús se habla en varios textos del NT: Jn 2,12; 7,3. 10; Hch 1,14; 1 Cor 9,5; Gal 1,19. Si observamos


con detenimiento cada uno de estos pasajes, en ninguno se afirma que sean “hijos de María”18; por otra parte, es necesario apelar al tradicional pero sólido argumento que ve, detrás de la lengua griega, la concepción semita referente a otros parientes cercanos: “si pensamos en el trasfondo de la lengua usada por los primeros cristianos de origen judío, a saber, el arameo, hay que decir que en esta lengua el término ‫ۥ‬aha ‫( ۥ‬como el hebreo ‫ۥ‬ah) se refiere al hermano, al primo, al sobrino o al aliado. De igual modo, en el texto hebreo del Génesis, Abrahán llama a su sobrino Lot “hermano” (13,8), como hace Labán con su sobrino Jacob (29,15)”19.

DOMINGO XV T.O. Amós 7, 12 – 15 Hacia el siglo VIII a.C. nació en Tecoa, al sur de Jerusalén, un hombre que dedicó su vida al pastoreo y la agricultura (Am 1,1; 7,14); mientras tanto, en el norte de Israel Jeroboán II había llevado el reino a su máximo esplendor proporcionando así una grandiosa época de prosperidad y bienestar con un gran culto que se celebraba en Betel, justo en la zona fronteriza entre Israel y Judá. Sin embargo, había un gran problema: semejante bonanza sólo podía ser aprovechada por la clase dirigente, ya que los campesinos eran explotados por los prestamistas, los comerciantes falseaban las pesas y balanzas, los jueces se dejaban sobornar … y los gobernantes no hacía nada para remediar dicha injusticia20. Y es entonces cuando Dios, misteriosamente, encarga al pastor de Tecoa abandonar su patria y dirigirse al norte para denunciar los pecados apenas mencionados y anunciar el 18 KAPKIN, D. Marcos, o. c. pp. 225. Concluye el autor: “En realidad, en ningún texto del Nuevo Testamento se atribuye a María un hijo que no sea Jesús solo”. 19 Cf. la reciente e interesante obra de G. RAVASI “Cuestiones de Fe: 150 respuestas a preguntas de creyentes y no creyentes”, Estella, Verbo Divino 2011, p. 276. El Cardenal añade además que el término “hermanos de Jesús” designa también a los cristianos de origen judío vinculados al clan nazareno de Cristo, una especie de comunidad independiente dotada de tal autoridad, que pudo proponer a uno de sus miembros, Santiago, como Obispo de Jerusalén. 20 Varios textos dentro de esta profecía hablan al respecto: Cf. 3, 9 – 10; 5,7. 11 – 12; 6,1. 4 – 6; 8, 4 – 5. 13 – 14.

castigo que Dios estaba por llevar a cabo (Cf. 2, 6 – 16). Una vez lo hizo en Samaria, la capital, supo que era necesario ir a Betel que, como hemos dicho atrás, era el más famoso santuario de aquella región; allí denuncia la incoherencia religiosa y vaticina la deportación a Asiria (5, 21 – 27), hechos por los que Amasías, jefe de los sacerdotes, lo denuncia ante el rey (7, 10 – 11). He ahí, pues, el contexto en el que hemos de ubicar la lectura de hoy; lo más interesante es que, ante la oposición sacerdotal, el profeta argumenta que su misión es hablar en nombre de Dios, Quien se refiere a Israel como “mi pueblo”, frase en donde el pronombre posesivo subraya hondamente la oportunidad brindada a los pecadores para alcanzar la conversión, de la que es heraldo Amós. Lastimosamente el reino del norte no quiso hacer caso a sus palabras y la inevitable catástrofe tuvo lugar cuando los asirios, hacia el 721 a.C., invadieron y llevaron al exilio gran parte de la población. También Jesús centró su mensaje en la conversión que brota del sentir a Dios reinando (Mc 1,14) y pidió a sus discípulos hiciesen lo mismo, tal como aparece en el Evangelio de este Domingo; también hoy encontramos muchas personas que, en nombre de Dios, nos hacen un llamado urgente a volver nuestra mirada a Él, superando toda incoherencia religiosa y toda injusticia social. Será tarea nuestra, entonces, decidir si escuchamos, o nos obsesionamos en nuestros pecados.

Salmo 85 (84) Este salmo refleja la misma situación descrita en el salmo 126 (125): a la alegría del regreso de Babilonia se contraponen las dificultades de la restauración en tierra Palestina: es por eso que, mientras en los vv. 2 – 4 el tema dominante es la acción de gracias por la restauración del pueblo elegido, en los vv. 5 – 8 aparece la súplica ante las difíciles circunstancias que siguieron a la liberación. Israel esperaba con ansias una respuesta divina, y es precisamente en los vv. 9 – 14 donde el Señor ofrece su Palabra por medio de un sacerdote o de

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un profeta: se trata de un oráculo, de modo que el orante se prepara a escuchar lo que Él dice (v. 9). ¿Cómo ilumina Dios esta realidad que vive su nación? Ante todo, Él promete la plenitud de vida, simbolizada en el “shalom” hebreo, que recoge en sí toda bendición existente, pero pide al mismo tiempo una sincera conversión de corazón. El shalom anunciado tiene forma concreta: la Gloria del Señor, que se había ido de Jerusalén después de la toma de los babilonios, regresará al templo (v. 10): Dios volverá a ser ciudadano de Sión y con su presencia el cosmos regresará también al proyecto de armonía original poniendo su fundamento en la misericordia, verdad, justicia, y paz (vv. 11 – 12): ya está para llegar, no tarda, y la justicia lo precede (v. 14). Es por eso que el salmo 85 se convierte en un himno a la esperanza, consecuencia esencial del anuncio del Reino predicado por Jesús y sus discípulos.

Efesios 1, 3 – 14 Durante siete Domingos proclamaremos la llamada “carta magna de la unidad”, considerada como la “melliza” de la epístola a los Colosenses21; por tanto, antes de comentar brevemente la lectura de hoy, quisiéramos presentar una pequeña introducción que ayude a comprender mejor el contexto en que se enmarca este escrito. La situación en aquel momento no era nada alentadora, ya que la división entre cristianos provenientes del judaísmo y aquellos provenientes de la gentilidad se hacía cada vez mayor (2,11). Es entonces cuando el autor -que escribe hacia el final del primer siglo d.C.-, haciendo un llamado a la reconciliación, procura que la Iglesia aparezca ante los ojos de un mundo dividido como el espacio donde las barreras han sido superadas. Pero su mensaje va más allá: la unidad, además de familiar y eclesial, debe adquirir una dimensión cósmica: la salvación de Cristo debe llegar a todos los hombres y a todas las cosas, tal como vendrá presentado en el texto que hoy proclamamos:

21 De 115 versículos de Efesios, 73 encuentran paralelo en Colosenses.

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No deja de sorprender que desde el inicio mismo del escrito, se retarde el reconocimiento de la obra de los destinatarios (v. 15ss) para detener la atención en la admiración, gratuidad y veneración hacia la obra salvífica de Dios Padre, que podemos resumir en tres momentos: Él nos ha elegido en Cristo desde la eternidad (vv. 4 – 6), nos ha redimido por su sangre (vv. 7 – 10) y nos ha llamado a la posesión de la herencia celestial (vv. 11 – 14). Veamos: 1) Elección: Dios nos ha llamado a ser “hijos en el Hijo”; en otras palabras: nuestra vocación, desde el origen de los tiempos, se traduce en una progresiva “cristificación” para gloria de Dios. 2) Redención: si el ser humano, víctima del pecado, ha rechazado este llamado de Dios, Él no ha actuado con rechazo o indiferencia, sino entregando a su propio Hijo, en Quien encuentra plenitud toda la creación, tal como afirma Pablo en Romanos 8. 3) Llamada universal: Dios, rico en misericordia, “no ha hecho acepción de personas” (Hch 10,34) en su obra de salvación, tanto así que ha llamado, no sólo a los judíos (vv. 11 – 12), sino también a los paganos (vv. 13 – 14). Así pues, quien asume la obra de salvación realizada en la entrega de Cristo, logra “cristificarse” poco a poco en su vida, rompiendo todas las barreras que impiden la unidad y la fraternidad.

Marcos 6, 7 – 13 El rechazo en Nazaret, mencionado una semana atrás, no desanimó a Jesús, ya que, no contento con recorrer otras poblaciones enseñando (6b), envía ahora a los Doce. Vamos a resaltar cuatro notas esenciales de este envío: 1) Se trata, por un lado, de una misión comunitaria: por eso van de dos en dos. Tengamos presente, para nuestra Misión Continental, la urgente


necesidad de vivir en comunión: con nuestros Obispos, con el Clero, con los Laicos; cualquier tipo de acción que se distancie de esta realidad contradice la enseñanza de Jesús. 2) Tanto al inicio como al final del relato se aclara el para qué del envío: consiste en hacer lo mismo que el Maestro ha obrado hasta ahora, es decir, predicar con la palabra y curar, sea con terapias o exorcismos. Todo esto se traduce en un claro anuncio de la victoria del bien sobre el mal: los discípulos tienen el encargo de mostrar con signos tangibles que es Dios Quien reina sometiendo todo signo de mal y desesperanza. Pero también aquí hemos de obrar hoy con suma prudencia, ya que la expulsión de demonios respondía a una práctica habitual en la época de Jesús para hacer frente a dificultades somáticas o psicológicas hasta entonces desconocidas, pero que actualmente son comprensibles y controlables desde otros medios que tenemos a disposición. No olvidemos que los Obispos de Antioquia y Chocó, en su Carta Pastoral, han sido sumamente claros al respecto, con el fin de evitar ciertos abusos y confusión en las personas. 3) En los vv. 8 – 9 Cristo hace énfasis en los medios necesarios para la misión y sorprende la inmensa austeridad: lo único necesario es un bastón y unas sandalias, elementos fundamentales para quien camina. No se trata, de ningún modo, de excluir todos los recursos por medio de los cuales se facilite la evangelización; lo que aquí se quiere afirmar es el desprendimiento como posibilidad de mostrar a Jesús como la única riqueza, subrayando al mismo tiempo el carácter incansable de la misión: siempre activos, siempre dispuestos, siempre entregados, y eso sí, sin ningún interés monetario, de modo que el Evangelio no venga desfigurado. ¿No había dejado todo el profeta Amós para responder al llamado que Dios le había hecho? 4) Finalmente, los vv. 10 – 11 hablan de cómo se debe obrar, haciendo de una casa de familia

el centro misionero y, en caso de rechazo, sacudiendo el polvo de los pies, como signo del juicio divino22. Más que una condenación al anatema, se habla de un signo que invita a la conversión, tal como había hecho Amós: en el fondo la denuncia hace parte esencial del mensaje cristiano, ya que pretende desenmascarar todo aquello que obstaculiza la presencia del Reino, condenando el pecado, pero jamás al pecador. Experiencia comunitaria, anuncio de la victoria del bien sobre el mal, austeridad y perseverancia en el llamado a la conversión: he ahí los pilares que propone Marcos en este Domingo para la misión eclesial.

DOMINGO XVI T.O. Jeremías 23, 1 – 6 El momento histórico que vivió este profeta fue realmente difícil, ya que presenció todos los avatares que llevaron al exilio en el 587 a.C. Nada de lo sucedido se ocultó a sus ojos: muy bien sabía que los grandes responsables de dicha tragedia eran los gobernantes y sus inmediatos asesores. Es por eso que entre 21,1 y 23,32 dirige una serie de oráculos en los que denuncia sus maldades23. Ahora bien: el que hoy proclamamos, a diferencia de los precedentes, se caracteriza, porque a la denuncia añade una promesa de salvación. Tratemos de analizar brevemente estos dos elementos: 1) De la sentencia emitida por Dios (vv. 1 – 2), resaltemos solamente un interesante juego de palabras: el oficio de los gobernantes debía haber sido, a ejemplo de David, el pastor que se convirtió en rey, pastorear (“rō‛eh”), pero se 22 Tal era el gesto que los judíos hacían al llegar a Palestina desde tierras extranjeras, no sólo para evitar la contaminación de la tierra santa, sino también para mostrar lo que esperaba a los paganos en el juicio de Dios. 23 El orden, si bien no respeta la cronología histórica en lo que respecta a los reyes, es el siguiente: Sedecías, Joacaz, Joaquín, Jerusalén, Jeconías, malos pastores, profetas de la corte. El orden, si bien no respeta la cronología histórica en lo que respecta a los reyes, es el siguiente: Sedecías, Joacaz, Joaquín, Jerusalén, Jeconías, malos pastores, profetas de la corte.

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dedicaron a dispersar el rebaño (rō‛) confundiéndolo y alejándolo de Dios. 2) La intervención de Dios (vv. 3 – 6) se justifica por tratarse de su rebaño y se da en tres momentos: en el primero, promete la repatriación de los deportados, de quienes asume la responsabilidad de su expulsión: así como sabe dónde los ha llevado, del mismo modo los podrá rescatar; el segundo momento consiste en el don de pastores que, ahora sí, se dedicarán a lo que tienen que hacer, evitando todo temor y pérdida en el rebaño. Finalmente, el tercer momento nos hace pasar, como afirman Alonso y Sicre , de los pastores al Pastor-jefe, al rey davídico en quien los judíos ponen su esperanza; se trata de un representante legítimo, es decir, de la dinastía elegida, que se preocupará ante todo de la justicia. A propósito de esto, prestemos atención al nombre que se da a este pastor: “El Señor, nuestra justicia”. El último rey conocido por Jeremías se llamaba “Sedecías”, en hebreo “sidqiyahû”, que significa “el Señor es mi justicia”; pero éste gobernante ni garantizó la justicia, ni conservó la paz, ni salvó al pueblo, por resistirse a la palabra de Jeremías. Pues bien, el sucesor legítimo de David se llamará con pleno sentido «Señor justicia nuestra», porque es el Él quien lo legitima y porque su tarea será administrar la justicia que Dios quiere (Is 5,7).

Salmo 23 (22) Imaginemos un fiel israelita que ha sentido en su vida la compañía amorosa de Dios, Quien lo ha asistido y favorecido. En cuanto puede, se dirige lleno de alegría al templo de Jerusalén, con el deseo de ofrecer aquello que se conocía como un “banquete de comunión”. Los vv. 1 – 4 de este salmo, pronunciados quizás en la peregrinación a la ciudad santa, recuerdan precisamente cómo actúa Dios: Él es ante todo Pastor, que propicia el reposo necesario para recrear la vida y que guía con entrega absoluta poniendo como garantía el honor de su nombre (v. 3). La segunda parte del salmo

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(vv. 5 – 6) nos coloca frente al Pastor que acoge en su tienda (el Templo) con la típica hospitalidad hebrea que incluye unción y vino. Los enemigos y los adversarios del orante, habiendo fracasado en el intento de destruir su esperanza, no pueden sino contemplar desde fuera los beneficios de Dios para con “su oveja”. Es por esto que el v. 6, concluye la acción de gracias con la firme certeza de que las virtudes de la alianza (bondad y fidelidad) siempre acompañarán al fiel, quien anhela habitar en la “tienda divina” todos los días de su vida. No dejemos pasar por alto, tal como nos lo ha recordado Monseñor Édgar Aristizábal en los retiros del clero, la repetida aparición en el salmo del pronombre personal “me” acompañado de numerosas acciones del Pastor, que son signo de su providencia; de esta forma, podremos tomar conciencia de las acciones salvíficas de Dios en nuestra existencia.

Efesios 2, 13 – 18 Decíamos una semana atrás que este escrito responde a una situación concreta de división entre cristianos venidos del judaísmo y cristianos provenientes del paganismo, siendo estos últimos sometidos a rechazo y marginación. Ya desde el inicio del segundo capítulo el autor los alienta, presentando la desproporción entre el pecado del pasado y la gracia del presente, recibida gracias a la adhesión a Cristo. Ahora bien: justo en 2,12, Pablo describe cómo eran vistos los gentiles a los ojos de los judeocristianos: «sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, ajenos a la alianza y sus promesas, sin esperanza y sin Dios en el mundo»; qué miseria tan grande! Pero ahora todo ha cambiado, no porque estos últimos hubiesen sido incorporados a Israel, sino porque unos y otros han experimentado una gratuita elevación de su ser en Cristo. Comienza así lo que algunos autores han llamado en la carta “el Himno de la Paz”: si la Ley de Israel era criterio de distinción entre justos, que observaban los preceptos y pecadores, todos aquellos que no la cumplían; si dentro del mismo


templo de Jerusalén un muro separaba el atrio de los judíos del de los gentiles y si en muchos aspectos de la vida la reacción de los paganos ante el aislamiento sistemático era el odio visceral24, Cristo vino a reconciliar los dos pueblos con Dios por medio de su sangre derramada en la Cruz (v. 16), pero no sólo con Él, sino también entre ellos. En pocas palabras: el Crucificado, con sus brazos abiertos, nos enseña que Él, como Buen Pastor, acoge siempre a todos aquellos que con sincero corazón se acerquen a su misericordia; no puede existir, entonces, divisiones no contiendas entre aquellos que lo han aceptado como Salvador.

Marcos 6, 30 – 34 La lectura de Jeremías nos ha permitido constatar que los pastores de Israel, es decir, sus gobernantes y líderes religiosos, no siempre guiaron y dieron seguridad al rebaño que se les había confiado; seiscientos años después, la situación en la época de Jesús no era mejor: las cosas poco habían cambiado, ya que los detentores del poder se preocupaban más por satisfacer sus deseos y quedar bien ante el imperio romano, antes que aliviar las necesidades de aquellas ovejas que, presas de impuestos y expropiación de tierras, caminaban cada vez más hacia una inevitable muerte por inanición. Muchos movimientos aparecieron entonces: los que proponían la lucha armada, los que se proclamaban mesías políticos, los que, como el Bautista, llamaban a la conversión, y es ahí donde aparece Jesús, proclamando con palabras y obras que Dios Reina, anuncio que había encomendado una semana atrás a sus discípulos. En este orden de ideas, el texto de hoy nos hablará del cansancio expresado en dos modalidades: por un lado, encontramos el de los apóstoles, pastores que han prolongado la actividad del Maestro y que ni para comer tenían tiempo; se trata de un cansancio de satisfacción por el gran esfuerzo 24 Tenemos noticias en Tácito, Historias 5,5; Juvenal, Sátiras 14,103s; Filostrato, Vida de Apolonio de Tiana 5,33, todos ellos citados por STAAB, K. – BROX, N. Cartas a los Tesalonicenses, Cartas de la Cautividad, Cartas Pastorales. Barcelona, Herder 1974, p. 203, n. 38.

realizado. Pero hay otro tipo de fatiga amenazante y grave: aquella de los pobres campesinos galileos que habían perdido toda esperanza de vivir dignamente. Y el Buen Pastor, que no piensa en sí mismo, que no piensa en su descanso, ante este pobre rebaño que no tiene guía, que va dando pasos a ciegas, que camina hacia el abismo, que piensa que Dios lo ha olvidado, siente compasión: “el verbo griego para expresar la compasión menciona las entrañas. Compadecerse en nuestro idioma es padecer-con, es decir, compartir el sufrimiento y el dolor de los otros. El término griego expresa esta participación como un dolor de entrañas es decir, como algo que se siente en lo más profundo e íntimo del propio ser. Compadecerse es una conmoción interior en lo más íntimo ante el dolor ajeno”25. Comprendidas así las cosas, todo aquello que mencionábamos en el Salmo 22 llega a su plenitud en el Salvador: Él, a diferencia de los egoístas gobernantes y dirigentes de su época, hace una opción radical por los demás y dos acciones constituyen su pastoreo: en primer lugar, la enseñanza (v. 34), que podemos traducir en términos de guiar y, en el contexto del mensaje de Jesús, dejar reinar a Dios en la propia vida; pero por otra parte, encontramos el acto de alimentar y es por eso que Marcos continuará con la multiplicación de los panes, que la próxima semana leeremos en la versión de Juan. He ahí, pues, al Buen Pastor, digno de ser imitado por todos aquellos que guían a otros, llámense sacerdotes, maestros, gobernantes, y lo serán en la medida en que, olvidándose de sí, sean capaces de dignificar la vida del rebaño que les ha sido confiado. Ya nos lo recordaba nuestro Arzobispo, Ricardo Tobón, en el retiro del clero, citando 1 Cor 6,19: «no nos pertenecemos!».

25 KAPKIN, D. Marcos,, o.c. p. 253.

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DOMINGO XVII T.O.

Salmo 145 (144)

2 Reyes 4, 42 – 44

Llegamos al último himno alfabético del salterio, que, en cierto sentido, abre el horizonte del hallelujah final presente en los salmos 146-150. Toda esta oración está centrada en Dios, Rey y Señor del espacio y del tiempo; téngase presente, en todo caso, que dicha soberanía se expresa por medio de una serie de atributos que manifiestan su infinita bondad: Él es visto, no como un emperador triunfante, sino como un padre amoroso y este es precisamente el mensaje central de este himno de alabanza.

Dentro de la así llamada “obra Deuteronomista” los profetas cumplen un papel fundamental: piénsese, por ejemplo, en Ajías de Siló (1 Re 11,29), Elías (1 Re 17 – 2 Re 2) y el mismo Isaías (2 Re 19 – 20); casi siempre aparecen en relación directa con el gobernante de turno, sea Jeroboán, Ajab o Ezequías, respectivamente. Ahora bien: Eliseo es un personaje polifacético, ya que, aparte de sus grandes intervenciones en la vida política, tales como la promoción al reinado de Jazael de Damasco y Jehú de Israel, poniendo fin a una de las primeras dinastías del norte (caps. 8 – 9), es reconocido además por obrar numerosos hechos prodigiosos (4, 8 – 37: el hijo de la sunamita; 5, 1 – 27: la curación de Naamán, etc.), de los cuales proclamamos hoy uno: ante el hambre que azotaba Israel por aquellos días, el profeta multiplica el pan. Hay dos detalles en los que hemos de centrar nuestra atención: 1) Dentro del conjunto de relatos, los signos que Eliseo realiza ratifican la veracidad de su mensaje. En otras palabras: sus obras prodigiosas lo harán ver como un personaje digno de crédito y confianza, como alguien que, en nombre de Dios, quiere guiar los destinos de la nación. 2) Por otra parte, es necesario establecer, a propósito del Evangelio de hoy, el contraste entre Jesús y Eliseo, ya que si el profeta da de comer a cien personas con veinte panes, el Salvador da de comer a cinco mil personas con cinco panes! Entendidas así las cosas, Juan presenta a Jesús como Aquel que supera las grandes figuras de la historia bíblica: Él es más que Elías y Eliseo, de modo que no podrá ser visto simplemente como un profeta, del modo que los beneficiados lograban concebirlo (Jn 6,14), sino ante todo como el Mesías, el enviado por Dios.

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El salmo se abre con una bendición (v. 1), cuyo tema central es la realeza de Dios, soberano de la creación y de la historia. Pero este, rey, como hemos dicho, se caracteriza ante todo por unas características que podemos denominar “la carta de presentación divina” y que recuerdan Ex 34,6: «Yhwh, Yhwh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad». Todo en esta profesión de fe no evoca sino ternura, bondad y benevolencia: nótese el uso de la raíz hebrea rh□m (v. 8), que puede ser traducida en sentido general como “misericordia”, pero que particularmente está evocando las “vísceras” maternas, dando así un simbólico rostro materno a Dios Rey. Llegados a este punto, el v. 10 eleva a Dios una tôdah (de la raíz hebrea “ydh”: agradecer) de dimensiones cósmicas: toda la creación hace llegar a su Señor una inmensa alabanza y al interior de este canto “eucarístico” se eleva igualmente la berakah, bendición litúrgica obrada por aquellos que permanecen fieles a la alianza (llamados “h□asîdîm”, es decir, “piadosos”). Vemos pues, cómo toda la humanidad y todo el cosmos han sido invitados a celebrar la realeza del Señor. Los vv. 11-13 nos dan a entender que este reino, aunque trascendente, contiene al mismo tiempo una dimensión que obra al interno de la historia: la lucha contra el mal que atenta contra el reino, la proclamación de paz y salvación. El


aspecto trascendente es evidente en los términos gloria (kabôd), majestad y eternidad; el “inmanente” o la eficacia histórica es significado ante todo por medio de las “hazañas”, las cuales deben ser explicadas, por parte de Israel, a todos los hombres. Así, el salmo 145 presenta a Dios como rey; pero no en cuanto a su función judicial, sino ante todo como un rey que manifiesta su poder por medio del amor y del servicio; tales actitudes serán evidentes en el Evangelio que hoy proclamamos: la “gloria”, el “kabôd”, la “dóxa” de Cristo no residen en su dominio sobre los demás, sino en su capacidad de donar la vida, dándose Él mismo como pan que alimenta

Efesios 4, 1 – 6 Continuando con el urgente y necesario llamado a la unidad, del que hemos hablado los Domingos anteriores, el Apóstol se esfuerza por asegurar la concordia amenazada por el egoísmo de quienes, en vez de incorporarse al conjunto como miembros, se consideraban el centro de todo. Es por eso que la exhortación habla implícitamente de un llegar a ser como los primeros cristianos, “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Llama la atención que entre los vv. 4 – 6 Pablo presente siete pilares de unidad que tienen como eje la vida Trinitaria: “la mención de las tres divinas personas (v. 4.5.6) señala la unidad de la Trinidad como la verdadera fuente de unidad que se exige a la Iglesia”26; pero, habiendo ya mencionado el amor como garante de unidad en los versículos precedentes (v. 2), pasará ahora a hablar de unidad en cuanto a las otras virtudes teologales, fe y esperanza. Ahora bien: si todos los creyentes han recibido el mismo bautismo, es decir, han sido sumergidos en Dios, sus actitudes han de conducir necesariamente a formar un solo cuerpo. Vayamos un poco más allá: si tenemos presente el Evangelio de hoy, la unidad de los cristianos, ma26 STAAB, K. – BROX, N. o.c. p. 216.

nifestada en comer un mismo pan en la Eucaristía, ha de reflejarse en acciones concretas de solidaridad y compromiso con los que nada tienen. No importa cuán pequeños sean nuestros recursos: evitemos el escepticismo de Felipe o el fatalismo de Andrés; conformemos más bien, nuestra actitud, con la de Jesús, que hizo de lo poco abundancia para quienes carecían de todo. De esta forma, la recíproca donación, propia de la vida Trinitaria, se hará patente en nuestras vidas.

Juan 6, 1 – 15 Dentro del llamado “libro de los signos de Jesús”, el relato que hoy proclamamos representa el cuarto de ellos, que son siete en total27. Con cada uno de estos “sēmeia” Jesús se revela, y aquí lo hará como el Mesías que, dentro de un gran banquete, conduce al pueblo a vivir un nuevo éxodo y se da a sí mismo como pan de vida. Detengamos nuestra atención, entonces, en el carácter pascual y eucarístico del texto, elementos que iremos encontrando en los siguientes cuatro domingos: Un nuevo éxodo: en primer lugar, el monte es muy significativo: “más que una precisión topográfica, evoca el Sinaí (teofanía) y establece una relación entre Jesús y Moisés. El trasfondo del Éxodo se intuye a lo largo del capítulo: la Pascua, el lugar desértico, el pan (maná), la caminata sobre el agua (mar Rojo), las murmuraciones de los judíos”28. Dos aspectos son dignos de atención: Juan es explícito al mencionar que estaba por celebrarse la fiesta de Pascua (v. 4) y la clara alusión a Ex 16, desde donde es posible deducir que la multiplicación de los panes renueva y supera (!) el milagro del maná, tal como vendrá explicado en el discurso que sigue. Es entonces, en la Pascua, en la actualización de las maravillas realizadas por Dios en favor de su pueblo, que Jesús dará a co27 En su orden tenemos: las bodas de Caná (2, 1 – 11), la curación a distancia del hijo de un funcionario real (4, 46 – 54), la curación del paralítico (5, 1 – 18), la multiplicación de los panes (6, 1 – 15), el caminar sobre el agua (6, 16 – 21), la curación del ciego de nacimiento (9, 1 – 7) y la resurrección de Lázaro (11, 1 – 44). 28 MERCIER, R. El Evangelio según el Discípulo que Jesús amaba. Tomo I, Santa Fe de Bogotá, San Pablo 1994, p. 332

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nocer el gran milagro: Dios mismo se da como pan de vida. La Eucaristía: una vez el Salvador recibe los precarios medios que se tenían a disposición: el pan de los pobres -aquel de cebada y no de trigo- y los peces, realiza tres acciones que evocan el sacramento: En primer lugar, ordena que la gente se recueste; el verbo aquí empleado, “anapíptō” es el mismo que usa Lucas en la institución de la Eucaristía (22,14) y el mismo Juan en la cena de despedida (13,12). Acto seguido, Jesús toma los panes, da gracias y los reparte (v. 11), clara evocación a lo narrado en los sinópticos antes de la Pasión (Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19)29. Por otra parte el uso de “eujaristéō” es particularmente evocador. Finalmente, el v. 12 nos dice que, aún siendo cinco mil sólo los varones, hubo superabundancia de comida, tal como ocurrió en el desierto (Éx 16,23). La intención de Jesús con este signo era clara: Él se revelaba como el Mesías que, no sólo había dado vino abundante (Jn 2, 1 – 11), sino también pan que sacia. Los tiempos escatológicos ya habían llegado! Sin embargo, los campesinos galileos, oprimidos por la feroz política del imperio Romano, creían haber encontrado el profeta anunciado en Dt 18,15 o, por así decirlo, un nuevo Eliseo: su idea de mesianismo era claramente política. Sin embargo, Jesús huye al monte, al lugar de encuentro con Dios: Él no pretende ser un rey político; es Mesías, sí, pero un Mesías que no se contenta con dar pan, sino con darse a sí mismo como pan de vida. Tal será el tema de reflexión de los próximos Domingos.

29 Los cuatro Evangelios coinciden aquí en utilizar el verbo “lambánō” (tomar) con el sustantivo “artós” (pan) como objeto directo.

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A PROPOSITO DE UNA CELEBRACION… LA DE LA PILDORA Y LA CONCEPCION DE LA FAMILIA DESDE EL CONCILIO VATICANO II1. Por: Guillermo Leon Zuleta Salas2, Pbro. 1. RESEÑA HISTORICA. Cuando se celebraron los 50 años de aparición de la llamada “píldora anticonceptiva” los diferentes medios la presentaron como uno de los logros más grandes del siglo pasado, no solo para la mujer sino también para la “humanidad”. Como ejemplo de ello podemos reseñar al menos tres de los artículos que en el ciber espacio estuvieron y siguen circulando como ecos de esta celebración.

La familia actual asume como propios una serie de valores “democráticos” que le dan un perfil ético distinto y distante de la familia vertical, cerrada y autoritaria. Apuesta por la igualdad, el respeto, la libertad, la promoción, el diálogo y la autonomía de la persona.

1 Si se me permite quisiera hacer alusión, al comienzo de este artículo, al espíritu de solidaridad y fraternidad sacerdotal que debe unirnos a todos los que trasegamos por los caminos del Señor tratando de ser fieles a quien es “el Fiel” y unirme de corazón y de mente al P. Edwin Rivera en su lecho de enfermedad y en su momento de prueba y de fe. Quienes nos sabemos con “el sol a las espaldas” no dejamos de sentirnos profundamente golpeados cuando los azares circunstanciales de la vida impactan a jóvenes promesas en quienes siempre ponemos nuestra esperanza generacional y evangelizadora. Trataré de hablar de la Vida, de la Familia y del Compromiso Solidario. Al P. Edwin queremos asegurarle nuestro acompañamiento vital, nuestro sentido de familia sacerdotal y nuestra solidaridad en la Caritas del que sabe lo que nosotros no entendemos. 2 Licenciado en Teología Moral (magna cum laude) en la P.U. Gregoriana (Roma, 1984). Se especializó en Bioética en el Instituto Louis Pasteur (París, 1984) y en Biogenética en el Centro Borja de Bioética (Saint Cujart Des y Valles. Barcelona, 1984). Es licenciado en Filosofía y en Educación Religiosa Escolar en la UPB. Doctor en Teología (summa cum laude) de la UPB. Diplomado en Gestión universitaria y Gerencia administrativa. Miembro de la Comisión Teológica Internacional de la Ciudad del Vaticano y Miembro del Equipo de Reflexión Teológico Pastoral del CELAM. Docente de Bioética en la Escuela de Ciencias de la Salud de la UPB y Director del Instituto de Humanismo Cristiano (Instituto de Ética y Bioética, Doctrina Social y Espiritualidad) en la misma Universidad.

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PRIMER EJEMPLO: “Hace 50 años se permitió por primera vez la venta de Enovid, el primer anticonceptivo oral de uso masivo, y a partir de entonces el mundo cambió por completo. Hasta ese momento las mujeres sexualmente activas estaban condenadas a engendrar decenas de hijos, muchos de ellos no deseados. Su lugar, con escasas excepciones, era el hogar y su destino habitual la sala de partos. La píldora las liberó de este agobiante yugo y les permitió dar un grito de independencia trascendental, la desamortización del cuerpo femenino bien puede haber sido, junto con la extensión de la democracia, el cambio más importante y positivo que nos dejó el siglo XX. Aparte de dar un tremendo impulso a las mujeres, la popularidad de los anticonceptivos tuvo efectos notables en otros terrenos. Abierta la caja de Pandora hace 50 años, ya no hubo cómo ni cuándo cerrarla. La cantidad de métodos disponibles para controlar embarazos no deseados incluye hoy dispositivos intrauterinos, inyecciones mensuales o trimestrales, diafragmas, espermicidas y demás. Pero el grito de independencia lo dio la píldora en 1960 y eso amerita una celebración. El 18 de Agosto de hace 50 años, fue autorizada la venta de la píldora anticonceptiva en Estados Unidos. Nadie puede dudar que este evento fue de trascendental importancia para la vida de las mujeres en tanto hizo posible que pudieran hacer realidad decisiones básicas para su desarrollo personal, relacionadas con tener o no hijos, o en qué momentos tenerlos”.

SEGUNDO EJEMPLO: “El 1 de junio, Europa celebra el día en el que se comercializó la primera píldora anticonceptiva. Una fecha que marco un gran hito a nivel científico y social y que supondría el primer paso de una evolución constante de este método anticonceptivo que

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no ha dejado de innovar para seguir siendo 50 años después, el método anticonceptivo más usado entre las mujeres europeas. Hace ahora 50 años que de la mano de Schering AG (empresa actualmente integrada en Bayer Healthcare), se introdujo la primera píldora anticonceptiva en el mercado Europeo. Meses después que en Estados Unidos, esta primera píldora llego a Europa comercializándose primero en Alemania y poco a poco en el resto de los países europeos, aunque en España su uso como anticonceptivo no sería legal hasta mucho después: 1978.

DE LA ANTICONCEPCIÓN, AL CUIDADO DE LA SALUD Y LA CALIDAD DE VIDA DE LA MUJER Esta pequeña píldora que ha sido incluida como ‘uno de los principales inventos que cambiaron el mundo’, ofrecía en aquel primer momento la oportunidad de que las mujeres y las parejas pudieran planificar su familia. Una auténtica revolución que permitió entre otros, el avance social de la mujer y su desarrollo profesional.


Por su parte la píldora también ha ido sumando y evolucionando desde aquel momento para aportar avance e innovación. La investigación inicial, una vez asegurada la eficacia anticonceptiva, se orientó primero a la reducción de los efectos secundarios, y progresivamente después al aporte de beneficios no contraceptivos que mejoraran la salud y la calidad de vida de la mujer, motivo por el cual un gran número de mujeres en la actualidad recurren a la píldora [i].

TERCER EJEMPLO: “La aparición de la píldora anticonceptiva no sólo produjo cambios físicos en la mujer, sino que transformó una sociedad que, poco a poco, comenzó a internalizar conceptos como la planificación familiar y el respeto a los derechos reproductivos. Y si bien, los avances en este sentido son indudables, los especialistas reconocen que aún falta mucho, sobre todo en materia de anticoncepción de emergencia. Ya han pasado 50 años desde que se puso en circulación la píldora anticonceptiva y nunca antes un medicamento había calado tan profundo en el tejido social. Partía la década de los 60´s y en Estados Unidos se aprobaba la venta de una pastilla que, según se afirmaba, podía impedir el embarazo. Para los sectores más conservadores, este nuevo invento auguraba una revolución sexual de aquellas que eran castigadas en los tiempos bíblicos y como todo lo desconocido, su circulación partió silenciosa, de boca en boca, como tabú. Cincuenta años más tarde, no sólo se han mejorado sus componentes, sino que incluso brinda efectos positivos asociados. De hecho, para celebrar el cumpleaños se dieron a conocer las conclusiones de un estudio que siguió a cerca de 50 mil mujeres que utilizaron anticoncepción oral por 39 años. Los resultados son sorprendentes: no sólo existe una cobertura de más del 90 por

ciento del embarazo no deseado, sino que además se disminuye el riesgo de contraer diversos tipos de cáncer. Pero más allá de los efectos médicos, este revolucionario invento farmacéutico le permitió a la mujer planificar su vida, la familia y tomar las riendas sobre sus derechos reproductivos. “La mujer pasa de ser objeto de la circunstancia a ser sujeto en sí misma. Esto implica poder plantearse una vida nueva, tener sus propios proyectos, poder soñar acerca de lo que quiere y no quiere ser, implica una mujer con más capacidad para empoderarse, que es más exigente en la relación de pareja en términos amorosos y sexuales”, indica la psicóloga y directora del Centro de Sexualidad Chilena, Gloria Fenieux. Los especialistas reconocen los avances existentes en materia de anticoncepción. Sin embargo son los mismos médicos los que enjuician las actuales políticas públicas relacionadas al tema, pues insisten en que la actual polémica por la píldora de emergencia es similar a la que se vivía en la década del sesenta”. En SINTESIS: Dentro del conjunto de procedimientos para realizar el “control de la natalidad” la comunidad científica descubrió y dio un impulso fuerte, desde la aceptabilidad ideológica y las posibilidades económicas, a los métodos propiamente anticonceptivos (antifecundantes) con la única finalidad de hacer inviable la fecundación. Para lograr esto se propusieron, y se siguen proponiendo tal vez con algún tipo de sofisticación, diversas actuaciones: - Interrupción del acto sexual (“Coitus interruptus”) - Abstinencia periódica siguiendo diversos métodos: del calendario, de la temperatura (basal), de la secreción del útero, entre otros. - Barreras mecánicas: preservativo y diafragma. - Barreras químicas: espermicidas.

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- Preparados hormonales: píldoras, inyecciones (anovulatorios). - Interrupción “voluntaria” del embarazo (aborto).

desarrollo del hijo que viene al mundo. En ella encuentra, de forma espontánea y gratuita, los elementos que necesita para integrarse en la sociedad y en la cultura.

2. LA EXPLICACIÓN DE LA FAMILIA Y LO QUE SE PUEDE EXPLICAR DESDE LA FAMILIA. MAS QUE ASPECTOS TECNICOS O CIENTIFICOS, LO QUE SE DEBE SABER ACERCA DE LA PATERNIDAD/MATERNIDAD RESPONSABLE Y LOS FINES DEL MATRIMONIO.

b) De la filiación a la alianza: “La filiación descansa en la realidad sicológica de la sexualidad... La consanguinidad física es condición necesaria, pero no suficiente, de parentesco”. Transformar los lazos de la sangre en filiación pide una norma, “una estructura de la sociedad que se imponga como ley de grupo” para definir el parentesco y construir un grupo familiar humano4. Se pasa así de los condicionantes a los fundamentos de lo humano, de lo biológico y natural a lo sociocultural, a la institución.

I- Explicación antropológica de la familia Las ciencias positivas ofrecen explicaciones diferentes, la pluralidad de formas familiares que presentan la historia y la antropología cultural demuestran que “no pueden ser ignorados ciertos factores biológicos que han influido en su desarrollo, pero la familia es esencialmente creación sociológica”3, cultural. a) Presencia del hijo: Para los antropólogos, la presencia del hijo es una de las constantes de la familia universal. En la especie humana el hijo viene al mundo en una situación de dependencia absoluta, de ahí la necesidad de establecer relaciones de todo tipo con este ser menesteroso que, a su vez, le llevarán a la socialización, a desarrollarse como ser humano en su mundo. Paternidad y maternidad no son sólo biología, están cargados de contenidos y de referencias afectivas, sociales y culturales. El hijo ha sido siempre el mayor bien de una sociedad; de ahí que todas hayan regulado, institucionalizado y protegido la familia diferenciándola de otras formas de unión o de convivencia humana. La familia es el hábitat natural para el normal 3 G. RAMOS PASTOR. Sociología de la familia. Salamanca, 1988. P. 78.

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c) Importancia de lo económico: el hecho histórico cultural de la dote, las complejas normas de intercambio y la derivación de estas hacia formas de poder, compra, dominio y posesión de un sexo por otro. Pero la importancia de lo económico no se traduce en el fatalismo dialéctico materialista. Estamos de acuerdo con B. Haring cuando dice: no es “la familia la que debe adaptarse a las condiciones económicas, sino que deben adaptarse las condiciones sociales y económicas a la naturaleza y requerimientos esenciales de la familia”5. Cualquiera sea la explicación que, desde la antropología, asumamos sobre la familia, lo cierto es que “la familia es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es patrimonio de la humanidad entera”6.

II- ¿Nuevo modelo de familia? Todos los indicios apuntan en el sentido de que las familias continúan reduciéndose en número, mientras otras formas se multiplican rápidamente. 4 A. JEANNIERE. La diferenciación sexual, la ley y el deseo. En: VARIOS. Estudio sobre sexualidad humana. Madrid, 1967. P. 285. 5 B. HARING. El matrimonio en nuestro tiempo. Barcelona: Herder, 1966. P. 510. 6 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Documento de Aparecida. Aparecida, Brasil, mayo de 2007. No. 432


En primer lugar, presenciamos un espectacular aumento en el número de personas que viven solas, completamente fuera de una familia. Mirando a un sector más viejo de la sociedad, encontramos gran número de personas anteriormente casadas, a menudo “entre dos matrimonios”, que viven solas y, en muchos casos, decididamente a gusto.

En tercer lugar, volviéndonos hacia las personas que tienen hijos, la quiebra de la familia nuclear se evidencia más nítidamente en el espectacular aumento de familias uniparentales. Se han producido tantos divorcios, rupturas y separaciones durante los últimos años que, en la actualidad, un gran número de niños es criado exclusivamente por el padre o la madre7.

El aumento de tales grupos ha creado una floreciente cultura de “solos” y una gran proliferación de bares, clubes, viajes turísticos y otros servicios o productos pensados para el individuo independiente. Así como también experimentamos un fuerte incremento en el número de personas que viven juntas sin molestarse en formalismos legales.

El gran aumento de este tipo de familias ha originado el creciente reconocimiento de que, pese a no pocos y graves problemas, una familia uniparental puede, en determinadas circunstancias, ser mejor para el hijo que una familia continuamente desgarrada por enconadas disensiones.

En segundo lugar, otro significativo cambio ha sido el aumento operado en el número de quienes eligen conscientemente lo que se ha llegado a conocer como estilo de vida “libre de hijos”; es un desplazamiento de los hogares “centrados en los hijos” a los hogares “centrados en los adultos”. Hasta el punto de encontrarnos, desde hace ya varios años, con organizaciones que fomentan la vida sin hijos (por ejemplo, la Alianza Nacional para la Paternidad Opcional, en Estados Unidos, o la Asociación Nacional de Personas sin Hijos, en Gran Bretaña) y la renuncia, en muchas naciones, a tener hijos.

En cuarto lugar, ha surgido una desafiadora nueva forma de familia, que refleja la elevada tasa de nuevos matrimonios después del divorcio. La llamada “familia agregada”, en la que dos cónyuges divorciados y con hijos se vuelven a casar, aportando los hijos de ambos matrimonios (también los adultos) a una nueva forma ampliada. En quinto lugar, las naciones tecnológicamente avanzadas están actualmente llenas de una sorprendente variedad de formas familiares: matrimonios homosexuales, comunas, grupos de personas de edad que se reúnen para compartir gastos (y, a veces, experiencias sexuales), agrupaciones tribales entre ciertas minorías étnicas, etc. Hay matrimonios contractuales, matrimonios seriales, agrupaciones familiares y una infinidad de redes íntimas, con sexo compartido o sin él, así como familias en las que el padre y la madre viven y trabajan en dos ciudades diferentes. Lo que nos lleva a pensar que en vez de masas de personas viviendo en organizaciones familiares uniformes, cada vez veremos más personas que circularán a través del sistema, trazando trayectorias personalizadas a lo largo de sus vidas. Tampoco podemos decir que esto significa la eliminación 7 Sin dejar de mencionar los nacimientos fuera del matrimonio y las adopciones realizadas por mujeres solas y por hombres solos. A lo que podría añadirse las posibilidades ofrecidas por las nuevas Tecnologías de Reproducción Asistida, tanto en el concepto de familia “plurigenitorial” como uniprogenitorial.

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total o la “muerte” de la familia nuclear. Significa solamente que, en lo sucesivo, la familia nuclear no será más que una de las muchas formas socialmente aceptadas y aprobadas. Finalmente, no podemos descuidar ni perder de vista la llamada de atención que hace la Conferencia de Aparecida con relación a la Familia cuando nos hace caer en la cuenta de que: “entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familia, encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia {Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo. No 2, 31 de mayo de 2004, que cita el Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y “uniones de hecho”, n. 8, 21 de noviembre de 2000}”8.

III- Valores éticos de la familia 1 Se presenta como criterio ético básico de la familia “la promoción de la dignidad y vocación de cada una de las personas, respetar y promover... la altísima dignidad de personas”9. 2 La familia actual asume como propios una serie de valores “democráticos” que le dan un perfil ético distinto y distante de la familia vertical, cerrada y autoritaria. Apuesta por la igualdad, el respeto, la libertad, la promoción, el diálogo y la autonomía de la persona.

8 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Documento de Aparecida. Aparecida, Brasil, mayo de 2007. No. 40 9 JUAN PABLO II. Familiaris Consortio. Ciudad del Vaticano: Editrice Vaticana, 1980. # 22.

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3 Se asume como criterio ético la educación “a favor de la vida”: esto conlleva la condena de la guerra, de la carrera de armamentos, la intolerancia y el uso de los métodos del terrorismo, la tortura y otras prácticas parecidas que degradan la civilización humana; e incluye la educación para la paz que se prolonga en la “ética ecológica”, como conjunto de “actitudes que testifiquen la opción del hombre por la vida y por el respeto del patrimonio común, presente y futuro de la humanidad”10. 4 Escuela de virtudes sociales, entendida como “colaboración de todos en la vida pública”11, como urgencia ética de la familia. 5 Superación del modelo de familia “instalada”12. 6 La solidaridad como frontera ética. Frente a los planteamientos de la sociedad de consumo, centrada en el afán de ganancia exclusiva y en el afán de poder, se pide que la lectura ética de la familia hoy se haga en clave de solidaridad. Construir familias en clave de solidaridad es hacer posibles y visibles los contenidos de la familia como “escuela del más rico humanismo”: “la comunión de personas dentro del hogar y su conciencia de solidaridad con el conjunto de la sociedad constituyen la nueva frontera ética de la familia. Estos dos valores forman el núcleo del ethos familiar”13. 7 “La familia es el valor más querido {…} debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia”14.

10 M. VIDAL. Moral de Actitudes III. Madrid: P.S., 1986. P. 670-674. 11 CONCILIO VATICANO II. Gaudium et Spes. Madrid: BAC, 1968. # 75. 12 “No cabe, pues, una orientación matrimonial intimista que haga el juego a cierto tipo de familias que se centran con peligrosa exclusividad en el cultivo de los valores de la intimidad, rehuyendo su compromiso socio-político en la sociedad de la que forman parte. Suelen ser las clásicas familias felices que viven de espaldas a la infelicidad de las otras familias o a las injusticias de la sociedad”. M. GÓMEZ RÍOS. Familia abierta y comprometida. Madrid, 1981. P. 135-154. 13 M. VIDAL. Familia y valores éticos. Madrid: P.S., 1986. P. 33. 14 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Documento de Aparecida. Aparecida, Brasil, mayo de 2007. No. 435


IV- Maternidad/Paternidad responsable En el matrimonio se realiza de forma adecuada el significado de la fecundidad humana, por eso el matrimonio es un ámbito privilegiado de la procreación responsable y ésta se realiza mediante el principio de “maternidad/paternidad responsable”. Mientras el mundo hace 50 años hablaba de “control de la natalidad” la reflexión teológico moral de la Iglesia comenzaba a hablar de una forma más permanente y directa de “maternidad/ paternidad”. Tanto la expresión como el concepto de “maternidad/paternidad responsable” comenzaron a hacerse familiares entre los católicos en torno al Concilio Vaticano II. En la Gaudium et Spes se dice literalmente: “en el deber de transmitir la vida humana y de educarla –lo cual hay que considerar como su propia misión-, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios y como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil referencia hacia Dios se esforzaran ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en ultimo termino, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente” (GS 50). Corresponde a los esposos emitir el juicio último sobre el don de su fecundidad. Para formar este juicio, es necesario tener en cuenta el sentido del amor conyugal, los diversos valores que entran en juego, las circunstancias concretas.

Tanto el Concilio Vaticano II en el No. 50 de la GS como el Magisterio ulterior de los papas (mencionemos especialmente a Pablo VI en la Encíclica Humanae Vitae No. 10 y a Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio No. 2835) han señalado algunos puntos que la pareja ha de examinar si quiere actuar responsablemente en este terreno de la fecundidad. Entre ellos se pueden destacar: - Bienestar físico, psicológico, emocional de los esposos. - Estabilidad del hogar: si existe peligro real de una ruptura, no es signo de responsabilidad querer un hijo para solucionar el problema. - Condiciones de la vivienda, situación económica, edad de los padres. - Bien de los hijos ya nacidos. - Bien del hijo que pudiera nacer: asesoría gen-ética, condiciones de ofrecer al hijo posible un clima aceptablemente humano para su desarrollo, contando con los servicios que pueden esperar de la sociedad. - Situación general de la sociedad: recursos disponibles, ofertas reales para una vida digna. Situación a ser tenida en cuenta seriamente pero no a dejarse manipular por ella irresponsablemente. El principio de “maternidad/paternidad responsable” no ha de entenderse ni realizarse como un cálculo frio que elimina el amor en las relaciones de la pareja y disminuye el deseo y el afecto hacia los hijos esperados o ya tenidos. El pensar en los hijos ya tenidos, en el que puede nacer, en el bien de la familia y de la sociedad, tal como lo exige una paternidad responsable, es una forma lucida de amar. El principio de “maternidad/paternidad responsable” no riñe con la actitud de generosidad ni con el número elevado de hijos, aunque en determinadas situaciones haya sido entendido y vivido como justificación de posturas egoístas, hedonistas y consumistas. Estas últimas posturas no son sino simples

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deformaciones de la auténtica paternidad/maternidad responsable. La comunidad social (a través de sus distintos servicios: sociólogos, médicos, psicólogos, etc.) tiene el derecho y el deber de informar de los aspectos “técnicos” en que los cónyuges han de tomar la opción procreativa (Cf. GS 87; PP 37; OA 18), al mismo tiempo que le incumbe la obligación de crear unas condiciones adecuadas para el ejercicio justo de la paternidad por parte de los cónyuges. Las intervenciones de la comunidad social tienen un límite en la dignidad de la persona y en el valor inalienable de sus decisiones (GS 87; HV 17). Algunas acciones que la sociedad podría prestar a los esposos serian, entre otras: - Educación sexual adecuada y accesible a todos. - Información leal sobre los diversos métodos de limitación de la natalidad. - Dotación de servicios y medios para que las parejas puedan hacer efectivo su derecho a una paternidad responsable de acuerdo con las convicciones de su conciencia bien formada. - Creación de condiciones adecuadas en materia de vivienda, empleo, sistema sanitario, educación, ayuda a las familias, etc. Sin olvidar que el ejercicio responsable de la procreación supone un dialogo sincero entre los esposos y de éstos con la sociedad.

3. MAS QUE ANTICONCEPCIÓN… MENTALIDAD “ANTI LIFE”. LA POSICIÓN ANTIGUA Y NUEVA DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA EN RELACION CON LA ANTICONCEPCIÓN… I- El rechazo de la contracepción En el mundo Antiguo la filosofía y la medicina greco-romana no han demostrado prácticamente

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interés por la moralidad de la contracepción. El cristianismo, en cambio, ha propuesto una ética sexual de la cual formaba parte la condena de la contracepción. En realidad, la condena caía globalmente sobre un conjunto de prácticas que tenían finalidades abortivas – contraceptivas - mágicas, difícilmente individuables y reconducibles a nuestras clasificaciones. La comunidad de los orígenes consideró pecaminoso tal recurso a los Pharmakeia (Cf.: Gal. 5,20; Ap. 9,21; 22,15) oponiéndose a las tendencias culturales de la época. La disputa doctrinal contra el gnosticismo indujo a los custodes de la ortodoxia cristiana a buscar un aliado en la filosofía estoica. De ésta, el cristianismo asumió la norma ética de la conformidad a la “ley de la naturaleza”. En el caso de la sexualidad, los estoicos consideraban según “natura” sólo la relación que miraba a la procreación, no al placer; las prácticas contraceptivas eran, por esto, condenadas – por principio – como una ofensa a la naturaleza. El pensamiento cristiano se perfeccionó interiormente con ocasión de la polémica anti maniquea, que veía en la procreación el sumo mal, favorecía la contracepción. A ella, Agustín contrapone una ética matrimonial que justificaba la relación sexual propia en consideración al bien de la prole. De tal modo, al final de la antigüedad había tomado forma completa el pensamiento cristiano que condenaba toda forma de contracepción. Allí confluían el Ethos hebraico - que reconocía en la prole una bendición divina -; la alta espiritualidad neotestamentaria, culminante en la concepción sacramental del matrimonio; el rechazo al dualismo maniqueo; la doctrina estoica de la ley natural. La ruptura dada por la reforma protestante no quebrantó tal unanimidad: también los reformadores condenaban la contracepción.


La opinión ética tradicional ha cambiado de signo sólo en época relativamente reciente. Por largo tiempo, no obstante el debate provocado por TH. Maltus sobre el problema demográfico, la mentalidad médica y la opinión pública permanecieron hostiles a la contracepción. Pero, aunque esta obtuvo el apoyo de la ética humanista del Occidente, la actitud de la Iglesia Católica no cambio. Una transformación vistosa se verificó, en cambio, en las iglesias protestantes. Al principio de la Confesión Anglicana (Conferencia de Lamberth del 1930), los pastores y los teólogos de las diversas iglesias aceptaron el principio del control de la natalidad por parte de los cristianos mediante el recurso de métodos contraceptivos. En la Iglesia Católica, el Magisterio ha continuado proponiendo invariablemente la condena tradicional.

II- La problemática más reciente La ocasión más significativa, en orden de tiempo, en la cual el supremo Magisterio de la Iglesia Católica intervino sobre la regulación de los nacimientos fue la Encíclica “Humanae Vitae” de Pablo VI (1968). La larga desconfianza en las confrontaciones de la sexualidad conyugal había cedido el puesto a una consideración positiva de la relación en sí misma, a prescindir de su finalidad procreativa. Esta prospectiva implícita ya en la concepción canónica del “débito conyugal” había sido asumida y había tenido la más autorizada consagración por el Concilio Vaticano II (G. S. 50). La relación sexual en el matrimonio no mira sólo a la concepción de una nueva vida, sino también a manifestar y promover el amor conyugal. Un segundo principio que ha entrado en la teología católica es el conocido como “paternidad responsable”. También él tiene un antecedente en la doctrina tradicional, que indicaba como fin del matrimonio la procreación y la educación de los hijos. En términos actuales, el sentido de “responsabilidad” en traer al

mundo hijos se ha agudizado por la difusión de las preocupaciones por la explosión demográfica y por las restricciones que la vida urbanizada provoca a las dimensiones de la familia en los países de alto desarrollo industrial. La posición de la Iglesia Católica en mérito a la generación no puede ser identificada con el “cliché” que la quiere promotora, a toda costa, de una familia numerosa o “natalista” a ultranza, proclamando la providencialidad de todo nacimiento. Aunque defiende la fecundidad como valor, tanto en un plano humano como en una óptica religiosa, la Iglesia ha hecho emerger progresivamente la legitimidad, aún más, la necesidad de una regulación de los nacimientos. En el lenguaje de los documentos eclesiásticos se habla de “paternidad responsable”. El sentido de responsabilidad puede demandar, bien sea una promoción de la natalidad misma, según el contexto social en el cual la pareja se encuentra, o bien sea una contracción de la misma. La regulación de los nacimientos no es contra el orden moral, más aún, es requerida por el orden moral mismo. Todavía la encíclica Humanae Vitae (25-VII-68) de Paulo VI repite la condena de toda práctica contraceptiva en los términos usuales. Se afirma el principio tradicional de la no interferencia con finalidad contraceptiva en el curso del normal acto conyugal, en fuerza de la unión natural entre el significado procreativo y unitivo del acto mismo. La encíclica afirma que son vías no lícitas de regulación de los nacimientos: la interrupción del proceso generativo; la esterilización directa, sea perpetua o temporal, tanto en el hombre como en la mujer; la contracepción: “toda actividad que, o en previsión del acto conyugal o en su cumplimiento o en desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio hacer imposible la procreación” (Nº. 12-15).

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III- Los “metodos naturales” de regulación de los nacimientos El principio ya estaba propuesto por Pío XII en la “Casti Connubii”, en la cual establecía que no se debía retener que actuaban “contra el orden natural de las cosas, los cónyuges que usan el propio derecho, bien que por causas naturales o de tiempo o de cualquier defecto, no puede surgir una nueva vida”. Pío XII en los discursos sobre la ética médica tomó explícita posición a favor del método Ogino- Knaus, que en los años 50 era el único método natural conocido. La formulación más completa de la doctrina católica es la que se encuentra en la encíclica “Humanae Vitae” de Paulo VI (Nº. 6). Ahora bien, lo que cualifica la posición de la Iglesia no son preocupaciones de orden sanitario o ecológico, sino una coherente visión teológica, con su implícita antropología. Esta está constituida en torno a la categoría de “persona”, como sujeto llamado al diálogo de salvación con Dios, fuente de dignidad inviolable y de responsabilidad. Una segunda nota dominante de la doctrina católica sobre la paternidad responsable, orgánicamente articulada en el rechazo de la contracepción y en la aceptación de los “métodos naturales” para el control de la fecundidad, es el reclamo constante a la “Ley natural”. Las diversas concepciones éticas que postulan la noción de la Ley natural presuponen que ciertas cosas sean justas o equivocadas, buenas o malas, por propia naturaleza; y que, consecuentemente, las malas sean prohibidas. La moralidad inscrita en la naturaleza de las cosas no es conocida por vía de Revelación sino mediante la luz de la razón por parte de todo adulto normal. Desde un punto de vista teológico, la teoría de la

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Ley natural reconoce en la razón y en la naturaleza humana una fuente de sabiduría ética, en armonía con la dada por la Revelación bíblica y accesible a la fe. Según la formulación, particularmente en Sto. Tomás, la “Ley eterna” tiene fundamento en la naturaleza de Dios y constituye el plan según el cual la sabiduría divina conduce las cosas hacia un fin, en conformidad con la propia naturaleza. Con base en las estructuras ontológicas de la naturaleza humana, dotada de racionalidad, la razón es capaz de alcanzar los principios universalmente válidos y las prescripciones de la Ley natural. Así, el orden moral objetivo se radica, en la prospectiva católica, en el respeto de la naturaleza biológica y de los dinamismos internos de la sexualidad humana. Se trazan así los confines dentro de los cuales se mueve la moral católica en el tema de regulación de los nacimientos: rechazo de la contracepción, entendida como posibilidad arbitraria de frustrar el acto conyugal interviniendo en su dinamismo o en sus consecuencias; respeto de la naturaleza del acto mismo, dejando, sin embargo, a la inteligencia humana la capacidad de reconocer y de utilizar el natural ritmo de fecundidad e infecundidad, con miras a una procreación responsable; opción por los “métodos naturales” de regulación de los nacimientos, sin que resulte privilegiado alguno en particular, siempre que no violen la naturalidad biológica y sean conformes a las exigencias de la dignidad humana ( “respetar el tiempo de la mujer”, en palabras de Juan Pablo II en la “Familiaris Consortio”). Un motivo antropológico que le fuerza tal escogencia puede ser individuado en el hecho de que los métodos naturales favorecen el diálogo entre los cónyuges, demandan la responsabilización de ambos padres, no presentan contraindicaciones desde el punto de vista higiénico y ecológico e incrementan el conocimiento del propio cuerpo por parte de la mujer.


En Síntesis: La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida’, enseña que todo ‘acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”.

el contexto del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad la virtud de la castidad conyugal”17.

“Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador”15.

La continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la auto observación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad. Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica. Por el contrario, es intrínsecamente mala ‘toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación’:

Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios. “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana”16. Un aspecto particular de esta responsabilidad se refiere a la ‘regulación de la natalidad’. Por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable. Por otra parte, ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad: “El carácter moral de la conducta, cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión responsable de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación de los motivos, sino que debe determinarse a partir de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos; criterios que conserven íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en 15 Pablo VI. Humanae Vitae. Editrice Vaticana: Ciudad del Vaticano, 1968. Nº 12 16 G.S. Nº 50,2

“Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad”18.

“Al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal’. Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos periódicos ‘implica... dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí”19. Por otra parte, “sea claro a todos que la vida de los hombres y la tarea de transmitirla no se limita sólo a este mundo y no se puede medir ni entender sólo por él, sino que mira siempre al destino eterno de los hombres”20.

17 G.S. Nº 51,3 18 Pablo VI. Humanae Vitae. Nº 12 19 Juan Pablo II. Familiaris Consortio. Nº 32 20 G.S. Nº 51,4

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El Estado es responsable del bienestar de los ciudadanos. Por eso es legítimo que intervenga para orientar la demografía de la población. Puede hacerlo mediante una información objetiva y respetuosa, pero no mediante una decisión autoritaria y coaccionante. No puede legítimamente suplantar la iniciativa de los esposos, primeros responsables de la procreación y educación de sus hijos. El Estado no está autorizado a favorecer medios de regulación demográfica contrarios a la moral.

Hombre, tiene el cometido de orientar negativa y positivamente el empleo de las soluciones concretas.

Respecto a los métodos propiamente anticonceptivos hay que hacer un discernimiento21 para poder adoptar una decisión recta y bien formada.

d) Si, a pesar de esta interpretación del Magisterio eclesiástico, surgen para los católicos auténticos conflictos de conciencia en relación con el uso de ciertos métodos, seguirá siendo válido el principio básico de la inviolabilidad de la conciencia moral. Por tanto, la utilización moral de los métodos estrictamente anticonceptivos ha de ser objeto del responsable discernimiento de los cónyuges, iluminado ese discernimiento por las enseñanzas del Magisterio eclesiástico.

a) La normativa moral de los diversos métodos anticonceptivos ha de sobrepasar una consideración puramente instintiva y puramente biologista de la sexualidad humana y ha de ser buscada en una visión integral tanto del matrimonio como del amor humano.

4. LAS NUEVAS FORMAS DE LIBERACION DE LA MUJER Y LA IRRESPONSABILIDAD CON LA VIDA (EL DERECHO A NO NACER)

b) Los métodos actuales no reúnen, a juicio de los técnicos, una bondad absoluta. No existe, por el momento, un método que tenga todas las ventajas: eficacia, poco coste, eliminación e contraindicaciones, etc.

Un solo ejemplo es más que elocuente para mostrar una ideología que busca abrirse camino en contra del Derecho a Nacer y que ha sido planteada por sus defensores como el “Derecho a No Nacer”.

c) Las tomas de postura del Magisterio eclesiástico en relación con los métodos de control de la natalidad han de interpretarse dentro de esa búsqueda general por encontrar los procedimientos más humanos para regular los nacimientos y realizar así una maternidad/paternidad plenamente responsable. El Magisterio eclesiástico, a través de una visión integral del

¿Derecho a no nacer?

21 Es clásica la afirmación de O. Cullman: el verbo discernir (en griego Dokimazein) es “la clave de toda moral neotestamentaria”; aseveración corroborada por el exegeta católico C. Spicq. El verbo discernir tiene en los escritos de Pablo un sentido moral (Cf. Rm. 12,2; Flp. 1, 9-11). Para el apóstol el “espíritu de discernimiento” puede ser agrupado en dos polaridades: una polaridad subjetiva y una polaridad objetiva. En la primera el cristiano es capaz de discernir en la medida en que “se deja transformar por la nueva mentalidad” (Rm. 12,2), es decir, el discernimiento moral se basa en la “metamorfosis” cristiana del sujeto moral (el discernimiento moral brota del amor al acrecentarse éste en penetración y en sensibilidad). En la segunda polaridad el cristiano no hace discernimiento sobre una ley exterior y fría, ni sobre principios morales abstractos; el objeto y objetivo del discernimiento moral es “la voluntad de Dios” (Rm. 12,2) y esta voluntad divina es descubierta a través de la incesante búsqueda de “lo bueno, conveniente y acabado” (Rm. 12,2) y mediante la realización de “lo mejor” (Flp. 1,10).

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Autor: Zenit “El Tribunal Supremo francés indemniza a un niño por haber nacido. Sus padres le hubieran abortado en caso de saber que era mongólico. PARIS, 28 noviembre 2011. El Tribunal Supremo francés decidió este miércoles que un niño mongólico debe ser indemnizado por el perjuicio que le ha causado su nacimiento, pues no se respetó su «derecho» a no nacer. El Supremo pidió al Tribunal de Apelación de París que vuelva a calcular el monto de la indemnización por el perjuicio sufrido por Lionel, nacido en enero de 1995.


La madre de Lionel había calculado las necesidades materiales del pequeño para su futuro en unos 686.000 euros (603.234 dólares), mientras que el tribunal de Apelación de Rennes (noroeste del país) sólo había fijado 99092 euros (87.136 dólares). Los padres del niño no habían sido informados por el ginecólogo sobre el problema. De haber sido así, habrían pedido el aborto. Con esta decisión, el Supremo confirmó la controvertida jurisprudencia que sentó hace un año en el llamado «caso Perruche» y que reafirmó en julio pasado en otro caso. Nicolás Perruche nació con fuertes minusvalías a causa de la rubeola, no detectada por los médicos durante el embarazo de su madre, quien se vio privada así de la posibilidad de someterse a un aborto terapéutico. La Corte decidió entonces que Nicolás debía ser indemnizado por el perjuicio que sufrió al nacer con minusvalías a causa del error médico, un dictamen muy criticado por asociaciones de minusválidos, y autoridades religiosas, políticas, médicas y judiciales. El «Colectivo contra la handifobia» (rechazo a las minusvalías) pedirá este jueves al Tribunal de Gran Instancia de París que condene al Estado francés por «falta grave» de la Justicia por el dictamen en el «caso Perruche». En un mensaje enviado a la Semana Social Católica de Francia. Puedes leerlo en: http://es.catholic. net/sexualidadybioetica/284/1269/articulo. php?id=4781”.

5. EVANGELIZACION DE LA FAMILIA. LA FAMILIA ANTE LOS CAMBIOS CULTURALES Y EL DESAFIO DE UNA NUEVA EVANGELIZACION. RECORDAR ALGUNOS VALORES DE LA FAMILIA, ENTRE ELLOS SUS RESPONSABILIDADES PATERNALES, PUEDE SER UTIL. I- Familia cristiana y cambio cultural Una rápida transformación. “Dado que el designio de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia se refiere al hombre ya la mujer en lo concreto de la existencia cotidiana de ambos en determinadas situaciones sociales y culturales, la Iglesia, a fin de cumplir con su servicio, debe ocuparse por conocer las situaciones en las cuales el matrimonio y la familia hoy son llamados a realizarse. De ese modo, este conocimiento es una exigencia imprescindible de su obra evangelizadora”. Esta expresión de Juan Pablo II en Familiaris Consortio manifiesta una coherente verdad y una profunda actualidad. La obra de evangelización que estamos llamados a cumplir como creyentes no puede quedar fuera del contexto cultural dentro del cual el hombre vive y en el cual su fe se expresa. Matrimonio y familia se insertan dentro de un proceso fatigoso que obliga a la Iglesia a una vigilante atención sobre los cambios que se producen. Si la mirada, solo por poner un ejemplo, se detiene sobre las distintas propuestas de legislación que diferentes países están discutiendo y en algunos casos han aprobado ya, se nota con evidencia que los proyectos en cuestión son el fruto de un doble movimiento no carente de malentendidos y contradicciones.

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Por un lado, se asiste a un profundo cambio cultural, el cual se está verificando desde hace décadas, sobre todo en Occidente; por otro lado, se nota la voluntad de imponer un proyecto que niega básicamente la identidad de la familia, tal como se ha desarrollado a partir de la concepción cristiana. Estos dos aspectos se encuentran, ciertamente, relacionados el uno con el otro y exigen un análisis peculiar que sea capaz de corroborar las instancias que se encuentran subyacentes al cambio. El rápido cambio cultural que se está produciendo es fruto de un proceso largo, que ve desembocar la modernidad en la postmodernidad. La primera concluye trayendo consigo las grandes conquistas que han creado progreso, junto a las profundas contradicciones que han marcado su fin; la segunda se asoma más bien vacilante, cargada del peso que le han puesto sobre sus espaldas, e insegura acerca de qué caminos tomar. En esta tensión entre progreso logrado y futuro incierto se coloca también la identidad de la familia. Insertada profundamente dentro del tejido social, del cual constituye la instancia fundamental y constitutiva, la familia vive de las transformaciones culturales, cuyos signos más sobresalientes se expresan en las relaciones generacionales que afectan internamente a los varios componentes del núcleo familiar. Una forma generalizada de pensar tiende a crear una especie de conflicto entre la instancia de fe y la condición para el progreso. Es oportuno aclarar desde el inicio que un cambio cultural, para ser eficaz, no comporta por sí mismo el tener que asumir modelos construidos ideológicamente con una intención que se opone a la fe. Si así fuera, implicaría el fin del progreso cultural tal cual ha sido pensado desde siempre. Una cultura, en definitiva, no tiende al suicidio, sino a la generación. Idéntica afirmación podría

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hacerse del verdadero progreso; este es tal en la medida en que es capaz de superar las contradicciones que la misma dinámica inevitablemente crea. Para expresar mejor esta idea nos podemos preguntar: ¿Cuándo existe verdadero progreso dentro del cambio cultural en relación a la familia? Una idea que está en la base de distintas leyes, sostiene la ampliación del concepto, extendiendo el significado de la familia a otras nuevas formas que, sin embargo, de hecho, la contradicen. De este modo, tal situación se coloca en oposición al concepto de cultura y de progreso cultural. La contradicción que significa ampliar el concepto de familia lleva, de hecho, a destruir la forma original y la consecuencia inmediata es su alteración, mientras el progreso, por más paradójico que pueda parecer, implica la conservación del mismo. La formulación de J. Maritain, desde esta perspectiva, es iluminadora. La cultura es definida como la expresión de la vida propiamente humana, que permite conducir una existencia éticamente conforme a las leyes de la naturaleza y capaz de impulsar un desarrollo real de las distintas aptitudes presentes en el hombre. El Concilio Vaticano II, desde esta misma perspectiva, ha individualizado, como una de las características fundamentales de la cultura, el proceso de humanización de toda la vida personal y social, de forma que permita un auténtico progreso, el cual se hace visible en la conservación de todo aquello que se ha obtenido para el progreso de todo el género humano. Un texto de Gaudium et Spes lo expresa de manera clara y convincente: “Es propio de la persona el no poder alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano, sino a través de la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores de la naturaleza. Por ello,


siempre que se trata de vida humana, naturaleza y cultura están siempre estrechamente relacionadas”. Juan Pablo II ha mostrado explícitamente estas contradicciones, cuando ha escrito en Evangelium Vitae: “Una vez excluida la referencia a Dios, no sorprende que el sentido de todas las cosas salga profundamente deformado y la misma naturaleza, no ya “mater”, se vea reducida “material” abierto a todo tipo de manipulación”. No se puede olvidar, en este contexto, la situación a la cual ha llevado un equivocado movimiento de liberación de la mujer. Ha provocado una modificación de los papeles en la relación interpersonal y ha hecho explotar el equilibrio en la identidad de los sujetos. La mujer ha dado fuerza, ciertamente, a su personalidad, debilitando, sin embargo, de forma dramática al hombre que parece encerrado en un circuito propio de la adolescencia, del cual difícilmente logra salir. Debemos también recordar la causa que deriva de la economía de mercado. Aprovechando un crecido bienestar, se ha impuesto un etilo de vida que hace del cuerpo humano el único objeto de atracción. Basta pensar en el consumo de productos de cosméticos, cuyas cifras podrían sanear los balances de naciones enteras; todo ello no hace más que abonar de manera cada vez más marcada el sentido del narcisismo, que caracteriza como meta común a distintas generaciones. Esta sencilla y rápida simplificación sirve solo para subrayar que el hecho de continuar por este camino llevaría solo a remarcar las notas de un cambio, que es impuesto por formas ideológicas, y que, como tales, no pueden ser consideradas “propiamente culturales”, ya que tienden a crear situaciones efímeras que cambian con el pasar veloz de una sola generación.

EL HORIZONTE DEL MISTERIO Una connotación fundamental que surge como característica de este momento histórico es, ciertamente, la dimensión del misterio. El hombre se descubre cada vez más deslumbrado por esta categoría; la vive en primera persona, percibe de ella su valor profundo y, sobre todo, descubre cuán necesaria es para la comprensión coherente de su existencia personal. El redescubrimiento del misterio no está separado de la conciencia que en el momento actual se caracteriza por una cierta debilidad de la razón. Tal debilidad, si, por un lado, permite descubrir el límite impuesto a la razón y a sus prerrogativas, por otro, corre el riesgo de dar una cierta forma de pesimismo a la búsqueda permanente de la verdad, que es de su competencia directa. Superar la debilidad de la razón es posible en la medida en la que esta recupere su relación con el misterio. El hombre resulta ser un misterio para sí mismo; las grandes cuestiones de su origen y de su fin, la presencia del mal y la vida más allá de la muerte permanecen sin ser resueltas. Para nada sirve recorrer el camino de la diversión a fin de hacerse la ilusión de haber encontrado la solución. Un pensador como Pascal notaba con vigor, hace ya algunos siglos atrás, el error de este camino: “Solamente nos consuela frente a nuestras miserias la diversión y, sin embargo, ella es la más grande de nuestras miserias: porque es justamente lo que nos impide pensar en nosotros mismos, llevándonos inevitablemente a la muerte. Sin la diversión, nosotros estaríamos sumergidos en el aburrimiento, el cual nos llevaría a buscar un medio más seguro para salir del mismo, pero la diversión nos gusta y nos hace llegar inadvertidamente a la muerte”. El camino del enigma de la existencia encuentra solución solamente a la luz del misterio más grande, que permite releer la propia vida como vocación y

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dentro de un plan de salvación, que consiste en verificar la realización de sí solamente si se encuentra inserta en el misterio de Cristo. El Vaticano II, en esta perspectiva, ha escrito una página estupenda que atestigua: “En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir (Rm. 5, 14), es decir, Cristo nuestro Señor: Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et Spes, 22). Pensamos que es posible construir de manera eficaz un pensamiento que introduzca más directamente la categoría del misterio dentro del matrimonio. Esta dimensión favorecería la presentación del misterio del encuentro del hombre con la mujer como una llamada a unir la propia vida con vistas a la realización de la propia identidad. La conocida página del libro del Génesis nos sirve de ayuda para aclarar el sentido de esta perspectiva. El autor sagrado narra la tristeza de Adán, luego de haber sido creado, a causa del estado de soledad en el cual se encontraba. De nada sirvió su superioridad sobre los animales; el hecho de que Dios los llevara hasta él, para que fuesen sometidos a su fuerza y para recibir de él el nombre, el cual quedaría para siempre, no quitaba a Adán el deseo de tener a alguien con quien dialogar. Dios lo hizo entonces adormecer y de una de sus costillas creó a Eva, la madre de todos los vivientes. Cuando se despertó, Adán descubrió algo nuevo, finalmente delante de él tenía a la mujer, carne de su carne, huesos de sus huesos (Gn. 2, 23). Frente a Eva, Adán se entiende a sí mismo; el descubrimiento de su identidad no surge en relación con algo extraño a su naturaleza, sino más bien en relación con lo que ha descubierto en sí mismo. Eva se transforma en la respuesta al deseo de Adán de no querer quedar solo. Dios no ha

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creado al hombre para que esté solo, sino para la relación, de tal manera que en el descubrimiento del otro encuentre el sentido más profundo de sí mismo. El círculo de soledad se rompe, Adán comienza a hablar y, al comprenderse a sí mismo en relación con Eva, sabe que no podrá nunca dominarla, ya que ella también es una criatura salida directamente de las manos de Dios. El texto sagrado dice que Adán no da el nombre a Eva; queda reservado a Dios, como lo fue para Adán. Él podrá solamente llamarla “mujer”, madre de todos los vivientes. La igualdad entre los dos encuentra su fundamento en el acto creador de Dios, quien a ambos los hace a su imagen y semejanza. Eva y Adán se convierten el uno para el otro en don de Dios; por ello, los dos entienden que la existencia de ambos se realizará en una unidad tal que forme “una sola carne”. A ambos se les pide que dejen al padre y a la madre para crear una nueva unidad, que aparece a sus ojos como una forma de vida creada exclusivamente para ellos. No hay repetición alguna en aquello que deberán ser; el proyecto de Dios sobre cada uno de ellos singularmente y en la unidad de la carne es un proyecto de salvación que los lleva a un futuro cargado de sentido. Las características fundamentales de la familia cristiana se expresan así en una síntesis admirable. La dimensión del don como forma primera del amor emerge de manera tan fuerte, capaz de encontrarse en síntesis más expresiva (cf. Jn. 3, 16). Sin el elemento de la gratitud es imposible entrar dentro de la lógica del amor. La relación sin él quedaría encerrada dentro de la conquista del uno sobre el otro, teniendo en su base una sutil forma de extorsión, que se expresa comúnmente como manifestación del sacrificio realizado, construyendo una especie de dominación destinada a destruir la sinceridad de la relación.


Desde esta perspectiva, es interesante observar un movimiento que se está produciendo dentro del pensamiento filosófico. Se siente realmente la exigencia de reproponer conceptualmente el tema del don como categoría que fundamenta la manifestación del ser, y que crea significativas reacciones en el sujeto que recibe. La característica de la vida familiar como vocación, además, permite insertar el misterio de la reciprocidad en un plan de salvación, que día tras día pide ser conocido y puesto en práctica, para así permitir una participación activa en su realización. La vocación no es un aspecto secundario en la construcción de la familia; por el contrario, caracteriza plenamente el camino que se debe recorrer para individualizar la misión propia de cada uno. El riesgo de permanecer atados a un “rol” que la función impone, no es extraño en una sociedad como la nuestra. Terminado el tiempo del rol, los sujetos parecen cambiar de rostro y van a la búsqueda de otras condiciones que les permitan sentirse satisfechos por otro breve espacio de tiempo. El descubrimiento de la vida familiar como vocación, por el contrario, permite el paso de la pasividad del rol a la dinámica activa de la “misión”. En la reciprocidad del intercambio, vocación y misión indican el origen y el fin dentro de los cuales la existencia toma forma y contenido. El misterio de la propia llamada a convertirse en esposos y progenitores encuentra una respuesta adecuada en la misión que les es confiada para realizar un plan de salvación, el cual es signo eficaz para la comunidad, que consiste en el testimonio activo del ofrecimiento recíproco de ambos. A partir de esta dimensión, es posible descubrir una ulterior enseñanza que proviene de la lectura de la Carta a los Efesios. El famoso texto de Pablo acerca de la vida familiar concluye con la expresión: “Este misterio es grande” (Ef. 5, 32). La grandeza del misterio no humilla a la razón, sino que le permi-

te recorrer los caminos que llevan a una visión más global de la existencia. Nosotros sabemos que para el Apóstol el misterio puede ser comprendido en cuanto es revelado por Dios y hecho conocer por medio del Hijo (cf. Rm. 16,25-26). Aquello que antes permanecía oculto, ahora se manifiesta en toda su profundidad. El latín ha traducido el término griego mysterion con el latino sacramentum. El valor semántico orienta nuestra reflexión para percibir el sentido de esta enseñanza. La familia es, ciertamente, un “misterio” de amor, pero esta se presenta como “sacramento” que hace posible percibir un amor más grande y profundo. Es típico del signo sacramental el reenviar más allá de la forma visible, a fin de percibir el significado que el mismo contiene. El pacto de amor que dos jóvenes hacen, unidos al signo del anillo nupcial, es signo de la donación de uno a otro, que es para toda la vida; Este pacto tiene como modelo el amor trinitario que une a Cristo con su Iglesia. La Trinidad no es en este caso solo un icono para contemplar, sino un paradigma sobre el cual conjugan toda la existencia esponsal. Es aquí donde toma forma no solo la cantidad de amor que se da al otro, sino su misma fecundidad. La “perijóresis” trinitaria atestigua que todo es donado “hasta el final” y que la plenitud del amor que se dona es generadora de una forma de amor plenamente personal, autónomo y libre. En este contexto es esclarecedora la reflexión de san Buenaventura quien, hablando de la espiración del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, atestigua que el amor del Padre hacia el Hijo es total, como lo es el del Hijo hacia el Padre, mas “juntos” no han dado aún todo sí mismo. En el acto en el cual esto ocurre, el Espíritu es testigo personal de que todo ha sido dado como un ofrecimiento de amor.

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En este horizonte es posible dar un paso ulterior y comprender la siguiente enseñanza del Apóstol: “Se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5,25). Este es el principio fundamental que regula la vida de la familia; aquí, de hecho, se percibe el programa de amor que tiene ante sí la pareja como vocación específica en la Iglesia.

cuentra a menudo una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, y en orden al propio bienestar” (Familiaris Consortio, 6).

La comunidad creyente ve en el amor de los esposos el signo que evoca un amor más grande, aquel que lo permite y hace posible desde el momento que es su fundamento. Ante este signo, de todos modos, también el no creyente es llamado a interrogarse a fin de comprender donde encuentra fundamento esta forma de amor, que une de forma disoluble y reciproca al hombre y a la mujer con un amor hecho de “relacionalidad” plena y donación total, sin pedir nada a cambio.

En este sentido, es importante desarrollar un pensamiento que sepa fundar y argumentar el ejercicio de la libertad genuina dentro de la familia a partir de la realidad del amor.

La huella del Dios Trino no solamente en cada una de las criaturas, sino también en la relación de la pareja, permite verificar el empeño que los esposos han asumido al expresar la vida de ambos como donación total, plena, hasta el don de sí, para permitir la presencia visible del fruto del amor. Esta presencia continuará siendo testigo de una gratuidad de donación y de aceptación, la cual es superada solo por la tensión de saber donarse aún más. Aunque pueda parecer paradójico, sobre todo en un contexto cultural como el actual que entiende la libertad como una prerrogativa que roza el límite con la arbitrariedad, en esta forma de la familia se encuentra el fundamento de la verdadera libertad, que permite a cada uno el concebirse libre, ya que se es determinado solo por una elección de amor que se traduce en donación y oblación. Es alrededor del concepto de libertad donde se condensan las incongruencias más fuertes; las cuales tocan no solo la identidad de la familia, sino la misma realidad personal y social. Lo corrobora siempre con fuerza Juan Pablo II cuando escribe: “En la base de estos fenómenos negativos se en-

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Una particularidad del texto paulino permite mostrar una ulterior característica de la concepción del amor conyugal, que es profecía en el actual contexto cultural. Mientras al marido se le pide que ame a la propia mujer como a sí mismo, a la mujer el Apóstol le pide que “respete” al propio marido. A primera vista podría parecer humillante para la esposa, pero nada está distante en el pensamiento de Pablo que una interpretación como esta. El respetar tiene un valor semántico determinante, significa “mirar en profundidad”, en la intimidad. A la esposa se le pide que sepa mirar en profundidad, para poder cumplir siempre aquello que es el bien de su esposo. En otras palabras se está ante una ulterior manifestación del amor, que no es solamente donación plena, sino también búsqueda sincera de todo aquello que permita el bien y la realización de la persona amada. Es una llamada a una atención permanente hacia la persona amada, a fin de que nunca sea sustraída de la esfera de un progreso real para su vida y, consiguientemente, para la realización de la vida familiar. Se deduce así un último elemento que permite percibir al amor conyugal como vida que no conoce ocaso. La vida es el evangelio que la familia testimonia. Es este, en definitiva, el anuncio que la Iglesia cumple en un contexto a menudo marcado por una cultura de muerte: “La vida se ha hecho visible y nosotros somos testigos” (l Jn. 1,2). El misterio del Hijo de Dios que nace de María, la esposa de José,


permite percibir el sentido profundo de la transmisión de la vida, que tiene su principio y origen en Dios mismo. En un contexto cultural como el actual, donde el hombre vive la tentación de la omnipotencia, porque se ilusiona con ser el dueño de la vida, de poderla dar y quitar a su gusto, los cristianos son el signo de que la vida tiene un carácter inviolable y sagrado, ya que es un don exclusivo del Dios creador. La vida no es un experimento de laboratorio, sino una expresión de trascendencia, en la cual el amor hace percibir el misterio de la participación con el acto creador del único Padre. En este sentido, la fecundidad del amor cristiano sabe asumir en sí misma también el sufrimiento por la renuncia a poder procrear, cuando la misma es dada por el límite de la naturaleza. Esta fecundidad herida, de hecho, puede expresarse en una pluralidad de formas, que son expresiones reales de maternidad y paternidad responsables. La experiencia del propio límite se convierte en fuerza para desbordar en formas de donación ante la pobreza y la soledad que el egoísmo del mundo a menudo impone. Esta fecundidad toma el rostro de una procreación diferente, más no por ello menos amorosa, y se transforma en instrumento de salvación para tantos que no tendrían posibilidad alguna de experimentar el amor de una familia. Una procreación que sea contraria a toda posibilidad inscrita en el propio cuerpo difícilmente puede ser reconocida como amor; al contrario, pone en evidencia un egoísmo latente que no acepta el propio límite e impone la propia voluntad como criterio de posesión y juicio ético. María, verdadera esposa y verdadera madre, da al mundo al autor de la misma vida; plenamente hijo, Jesús enseña a sus padres que la única cosa necesaria en la vida es fijar la mirada sobre la voluntad del Padre que está en los cielos (Lc. 8,21). Una cir-

cularidad impresionante que no conoce contradicción; mientras María y Jesús enseñan a Jesús a ser hijo de este mundo, él les enseña a ellos cómo ser hijos de Dios. Encontramos en la casa de Nazaret el arquetipo sobre el cual conjugar la vida de una verdadera familia. Para decirlo con palabras de Pablo VI: “La casa de Nazaret es la escuela en la cual se comienza a comprender la vida de Jesús, es decir, la Escuela del Evangelio. Aquí se aprende a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar el significado profundo y misterioso de la manifestación simple, humilde y bella del Hijo de Dios. Tal vez, también aprendemos, casi sin darnos cuenta, a imitar... Aquí todo tiene una voz, todo un significado... Aquí comprendemos el modo de vivir en familia. Nazaret nos recuerda qué es la familia, qué es la comunión de amor, su belleza austera y simple, su carácter sagrado e inviolable”. Tiene su morada en esta casa de Nazaret el silencio que es la forma privilegiada de la contemplación del misterio. Este es un gran signo de nuestros tiempos, que, mientras multiplica las palabras y el ruido, se siente, sin embargo, atraído por el silencio porque percibe su necesidad. El estupor ante el silencio es fuente y manantial de nuevas formas de conocimiento, por medio de las cuales meditar el contenido de la fe.

LA MARAVILLA COMO RESPUESTA A pesar de las distintas expresiones contrarias, el mundo espera el testimonio de la familia cristiana. De algún modo, lo pide, porque quiere concretizar un modelo, un amor granítico, fundado sobre la roca de la fe, que no conoce dificultad alguna que sea insuperable. En el banquete de las bodas de Caná, Jesús da inicio al primero de sus signos; la reacción de sus discípulos fue la

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de creer en él (Jn. 2,11). “Creer en” es una construcción sintáctica particular, con la cual se busca mostrar la relación dinámica en el crecimiento de la fe mediante una relación interpersonal con el Señor. Este acto de abandono en él está determinado por la confianza y la certeza de su presencia en medio de nosotros. La responsabilidad de la familia cristiana en este momento de profundo cambio cultural, consiste, por lo tanto, en saber construir un modelo nuevo de vida. “Familia, conviértete en aquello que eres” (Familiaris Consortio, 17) es el empeño que los creyentes deben asumir en todo momento histórico. El misterio de la familia que hasta hoy deslumbra y atrae, busca ser contemplado con maravilla y estupor. Los nuevos caminos por recorrer y proponer piden un esfuerzo particular de empeño cultural. Los cristianos, mientras se esfuerzan en proponer nuevas sendas que recorrer en el futuro, no deben dejar de lado el empeñarse en el presente, para que aquello que ha marcado progreso y desarrollo en la sociedad pueda ser conservado sin alteración. La identidad de la familia cristiana será tanto más eficaz cuanto más se mantenga viva la memoria de un pasado rico de testimonios de familias santas, que han anclado sus vidas en la fe en una Palabra que se mantiene viva en el curso de los siglos (cf. Hb. 4,12).

II- FUNCIÓN DE LA INSTITUCIÓN FAMILIAR: ¿VALOR O CONTRAVALOR? a) La cambiante perennidad de la familia22. La Iglesia ha insistido continuamente en el carácter “natural” de la familia, a fin de poner de 22 Cf. HAGAN, JOSEPH H. Nuevos modelos de familia. En: CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA. Lexicón. 869-874; FISICHELLA, RINO. Familia cristiana y cambio cultural. En: CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA. Lexicón. 373382; LÒPEZ TRUJILLO, ALFONSO. Familia y privatización. En: CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA. Lexicón. 487-500

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manifiesto no sólo su prioridad frente a otras instituciones (como el Estado), sino también su perennidad. Según esta visión la familia es indestructible si la especie humana quiere seguir siendo lo que Dios ha dispuesto en los planes de la creación. En el extremo opuesto se sitúan las “ideologías” y los “movimientos” sociales que proclaman y tratan de realizar la muerte de la familia. Para esta comprensión, la familia es un estorbo en el camino hacia la pretendida emancipación humana. Después de haber asistido al enfrentamiento de ambas posturas, en la mente de la gente sensata se va consolidando una triple convicción: - Primera: la familia es una institución primaria, y por tanto perenne, de la relación humana con múltiples implicaciones (educativas, económicas, culturales, políticas, religiosas, etc.). - Segunda: la institución familiar está sometida a variación continua, debido al influjo que sobre ella ejercen las transformaciones sociales. - Tercera: para conseguir su finalidad humanizadora, la familia precisa realizar un permanente “ajustamiento” de su estructura y de sus funciones en relación con las variaciones socio-históricas. Mediante la síntesis de las tres afirmaciones precedentes, se evita caer en los extremismos de una concepción “naturalista” a ultranza y de una consideración “historicista” totalmente relativizadora. Hay épocas en que la familia es, desde el punto de vista histórico, un valor en alza y otras en que juega a la baja. El momento actual fue descrito por el Concilio Vaticano II como un crisol para la familia. En nuestra época, el valor de la familia surge como reacción de contraste ante las perturbaciones a que se ve sometida: “Un hecho muestra bien el vigor y la solidez de la institución matrimonial y familiar: las profundas transformaciones de la sociedad contemporánea, a pesar de las dificultades a que han


dado origen, con muchísima frecuencia manifiestan, de varios modos, la verdadera naturaleza de tal institución” (GS 47). b) La razón de la institución familiar en el momento actual. De acuerdo con los criterios anteriormente señalados, es preciso reconocer que la función humanizadora de la institución familiar se concreta de diversos modos según las épocas históricas y según las variaciones culturales. ¿Cuál es, en el momento actual y dentro de nuestro horizonte cultural, la razón de ser de la institución familiar? En la actualidad, la función humanizadora de la familia se pone de manifiesto en una doble vertiente: en su dinamismo personalizador (que incluye la defensa del valor esencial de la vida humana)23 y en su fuerza socializadora. En estos dos aspectos se concreta el valor positivo de la institución familiar en el momento actual. Los recientes documentos del magisterio eclesiástico sobre la familia se sitúan en esta perspectiva personalista-socializadora. • Dinamismo personalizador La institución familiar es el ámbito adecuado para la conformación del sujeto humano. Esta función personalizadora se realiza en la familia a través de los siguientes dinamismos: - propiciando la integración del “yo” y plasmando así la personalidad integral del ser humano. “En efecto, la presencia y la influencia de los modelos distintos y complementarios del padre y de la madre (masculino y femenino), el vínculo del afecto mutuo, el clima de confianza, intimidad, respeto y libertad, el cuadro de vida social con una jerarquía natural, pero matizada por aquel clima, todo converge para que la familia se vuelva capaz de plasmar per23 Cf. LÒPEZ TRUJILLO, ALFONSO. Algunos aspectos candentes de la Bioética. “La familia en defensa del valor esencial de la vida humana”. Paulinas: Bogotá, 2004. 9-46

sonalidades fuertes y equilibradas para la sociedad” (Medellín, III, II, A, 1); - abriendo cauces para el desarrollo de la genuina relación interpersonal mediante la cual se consigue la estabilidad afectiva. “Las relaciones entre los miembros de la comunidad familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la ‘gratuidad’ que, respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda” (FC 43); - iniciando a los sujetos en la sabiduría humana, que conduce hacia el humanismo y que se concreta en un proyecto de vida. La familia “es escuela del más rico humanismo” (GS 52); en ella “coinciden distintas generaciones y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría” (Ibíd.). La familia es el lugar humano en que se transmiten los valores convertidos en proyectos de vida. • Fuerza socializadora La función personalizadora de la familia no ha de ser entendida de forma privatística. Por el contrario, el personalismo familiar únicamente alcanza su sentido pleno en la fuerza socializadora de la institución familiar. “La promoción de una auténtica y madurada comunión de personas en la familia se convierte en la primera e insustituible escuela de socialidad” (FC 43). La función socializadora de la familia se realiza: - siendo ejemplo y estímulo para implantar un sistema de relaciones sociales sobre los valores que constituyen el “clima familiar”, es decir, el respeto, la justicia, el diálogo y el amor; - contrarrestando la fuerza despersonalizadora y masificadora de la vida social. “De cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y por tanto inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de ‘evasión’ –como son, por ejemplo, el alcoho-

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lismo, la droga y el mismo terrorismo-, la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo con profunda humanidad y de insertarlo con su unidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad” (FC 43); - proponiendo un proyecto de vida que, siendo crítico ante las situaciones de injusticia social, equipa a los sujetos en actitudes para la transformación social.

del bien de los pueblos y de la humanidad entera”24. Hecha esta declaración, es preciso proponer también dos formas de actuación en relación con el valor de la familia.

La doble función de personalización y de socialización constituye el valor indeclinable de la institución familiar en la hora actual. El Concilio Vaticano II, Pablo VI y Juan Pablo II coinciden en esta visión humanizadora de la familia integrando su pensamiento en una mutua cita:

- tomando su “defensa” o su “minusvaloración” como elemento del programa partidista; - haciendo pasar el valor metapolítico de la familia por la interpretación política del “conservadurismo” y del “progresismo”; - sesgando las funciones de la familia de acuerdo con los intereses y vaivenes de la política de partidos.

“La familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los ‘valores’. Como dice el Concilio Vaticano II, en la familia las distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social” (FC 43; cf. GS 52; PP 36). c) Doble conclusión: no “instrumentalizar” la familia; trabajar conjuntamente por su identidad y su específica función. La institución familiar no es un contravalor, sino un bien de la condición humana. Realizada en sus genuinas condiciones, la familia es un valor que ha de ser estimado en cuanto tal y promovido en todas sus posibilidades. Es por ello que “es indispensable promover políticas familiares autenticas que respondan a los derechos de la familia como sujeto social imprescindible. La familia forma parte

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En primer lugar, conviene prestar atención a las posibles “instrumentalizaciones” a que es sometida la institución familiar. Ideologías de izquierda, de derecha y de centro coinciden con frecuencia en ejercer manipulaciones sobre la familia. Unas y otras tendencias “politizan” el valor de la familia de varios modos:

La familia es un bien humano situado más allá de los juegos políticos, pero no ha de ser desatendida por la sociedad ni por la actividad política del Estado. Esta es la segunda conclusión: tanto la Iglesia, como la sociedad civil y el Estado tienen la obligación de trabajar conjuntamente para que la institución familiar mantenga su identidad y consiga realizar su función específica de humanización a través de su dinamismo personalizador y de su fuerza socializadora25. El número 52 de la Constitución pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II afirma que “todos los que influyen en las comunidades y grupos sociales deben contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la familia”; entre los sujetos que han de influir en el progreso de la familia enumera: el poder civil (el cual “ha de considerar obligación suya sagrada reconocer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla”); el colectivo de los cristianos (“promuevan 24 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Documento de Aparecida. Aparecida, Brasil, mayo de 2007. P. 266 25 Cf. LÒPEZ TRUJILLO, ALFONSO. Algunos aspectos candentes de la Bioética. “Conclusión: la necesidad de reforzar el matrimonio y la familia”. Paulinas: Bogotá, 2004. 129-133


con diligencia los bienes del matrimonio y de la familia, así con el testimonio de la propia vida como con la acción concorde con los hombres de buena voluntad”); los científicos, principalmente los biólogos, los médicos, los sociólogos y los psicólogos (“pueden contribuir mucho al bien del matrimonio y de la familia y a la paz de las conciencias”); los sacerdotes; las asociaciones familiares; los propios cónyuges (“hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo”).

6- ALGUNAS CONCLUSIONES La historia nos informa que el hombre ha recreado sus formas de interacción social de manera continua, para adaptarlas a sus necesidades. Él mismo ha ido desarrollando los modelos de convivencia, los tipos de grupos que necesita para su sobrevivencia. En este orden de ideas, la aparición de diferentes estructuras familiares forma parte del continuum de la humanidad. Sin embargo, sólo ahora aparecen cambios sustanciales en la función que clásicamente desarrolló el grupo familiar para dar cumplimiento al mandato biológico de la perpetuación de la especie. En efecto, el desarrollo tecnológico está permitiendo a la familia del futuro diferentes alternativas frente a la procreación, ya no sólo a nivel del control natal, en cuanto a la limitación del número de los hijos, sino diferentes formas para solucionar los problemas de la esterilidad y otros asociados, además de que empieza a ofrecerle la posibilidad de programar su descendencia en los aspectos físico, intelectual y muy probablemente síquico.

Paralelo al desarrollo tecnológico, se observan cambios en el manejo de la afectividad, especialmente por parte del adulto, consistentes en la sucesión de parejas, dos o más en lugar de una a lo largo de la vida, lo cual posibilita la procreación con varias parejas y la formación de varios subsistemas de esta naturaleza. Se dan también cambios en el papel de la mujer al vincularse a la producción económica fuera del ámbito doméstico que permite su manutención. Los nuevos comportamientos de la vida adulta y los avances científicos, están aportando nuevas dimensiones a la dinámica familiar: la redistribución de las funciones paterna y fraterna especialmente. Al darse la procreación con varias parejas, la relación filial se realiza en los diferentes subsistemas constituidos. Esto es lo que muy posiblemente facilita la aparición de las llamadas familias comunitarias. Por otra parte, las relaciones fraternas o entre hermanos, no están siendo determinadas por el origen biológico. Tampoco la conyugalidad está circunscrita a la procreación; aumenta la tendencia de las parejas sin hijos, de los adultos sin descendencias. Los patrones de funcionamiento de la actual organización familiar, caracterizada como nuclear, continuará alterándose significativamente. Definir el perfil ético en el cual se dará la vida humana es desde ahora una necesidad para todos, con especialidad para aquellos dedicados a la formulación de políticas y al diseño de modelos de servicio a favor de la familia.

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LA PARROQUIA DE LA CATEDRAL.

MADRE DE TODAS LAS IGLESIAS DE LA ARQUIDIÓCESIS. Por: Diego Uribe Castrillón, Pbro.

L

a cercana solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo servirá de marco para una celebración singular, pero que compromete a toda la Iglesia de Medellín: Los cincuenta años de la constitución de la Parroquia en la actual sede de la Catedral.

Desde la Iglesia Catedral los Obispos Presiden la inmensa familia que les ha confiado el Señor y la rigen con autoridad. La misma Iglesia Catedral, por su magnitud y proporciones es, dijéramos, icono de la misión Pastoral.

Por eso, para comprender el sentido de este acontecimiento, conviene que tengamos presentes tres detalles importantes:

1. La Teología de la Iglesia Catedral. En el designio salvífico de Dios la Iglesia es una familia visible, jerárquicamente constituida, fundada en la fe que profesaron los apóstoles. En la voluntad del Señor, el Ministerio de los Obispos es al tiempo un servicio presidencial en el que se enseña, se apacienta y se santifica al pueblo de Dios. La Iglesia Catedral es la sede del Obispo. Allí es presentado al pueblo santo el día de su posesión y desde allí ejerce su triple misión. Es su espacio propio, su sede, su altar, su casa. • Es la sede del Obispo Maestro. Allí enseña, allí es maestro de la fe. La Iglesia Catedral es la sede del Obispo Maestro y Profeta de la verdad y de la esperanza. Lo enseña el Concilio: “Entre los oficios principales de los Obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque los Obispos son los pregoneros

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de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es decir, herederos de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación las cosas nuevas y las cosas viejas (cf. Mt., 13,52), la hacen fructificar y con vigilancia apartan de la grey los errores que la amenazan (cf. 2 Tim., 4,1-4)”1 Desde la Cátedra, enseñan con autoridad y proclaman la vida. En La Iglesia Catedral la Cátedra es el icono visible de la misión de enseñar. El Obispo en su ordenación se le entroniza para que ejerza su misión de maestro con amor y para que, en función de su ministerio sea Testigo y predicador de la fe de la Iglesia. • Es la Sede del Obispo, sacerdote y pontífice. Pero también en la Catedral está el altar. La Catedral es el signo sacramental de la Iglesia Orante y de la comunidad Celebrante, allí ejerce el Obispo su servicio Pontifical, esto es, hace de puente sacramental entre Dios y los hombres, entre el cielo y la comunidad creyente. Lo enseña también el Concilio: “El Obispo, revestido como está de la plenitud del Sacramento del Orden, es “el administrador de la gracia del supremo sacerdocio”, sobre todo en la Eucaristía que él mismo celebra, ya sea por sí, ya sea por otros, que hace vivir y crecer a la Iglesia…Ahora bien, toda legítima celebración de la Eucaristía la dirige el Obispo, al cual ha sido confiado el oficio de ofrecer a la Divina Majestad el culto de la religión cristiana y de administrarlo conforme a los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, las cuales él precisará según su propio criterio adaptándolas a su diócesis. Así, los Obispos, orando por el pueblo y trabajando, dan de muchas maneras y abundantemente de la plenitud de la santidad de Cristo. Por medio del ministerio 1 Lumen Gentium 25

de la palabra comunican la virtud de Dios a todos aquellos que creen para la salvación (cf. Rom., 1,16), y por medio de los sacramentos, cuya administración sana y fructuosa regulan ellos con su autoridad, santifican a los fieles.2 Es especialmente significativa esta dimensión sacramental en la Iglesia Catedral en la que se celebran los misterios de la fe, en la que el Obispo confiere la Sagrada Ordenación a los Obispos, en la que ordena sus Presbíteros y sus Diáconos que le han de ayudar a santificar al Pueblo de Dios. En la Catedral se ora insistentemente y esa oración, la solemne de la Iglesia, se confía, como entre nosotros a un Capítulo Metropolitano de Canónigos. En la Catedral se ejerce de modo singular la potestad del perdón, que allí ofrece el Obispo y sus delegados. Allí se evidencia, en las solemnidades de su culto y en el discreto esplendor de los divinos oficios, la dimensión orante y santificadora de la Iglesia. Celebración de celebraciones es la Misa Crismal, sacramento de la Unidad de la Iglesia Diocesana, en la que se manifiesta plenamente el signo de la Sede del Obispo como vínculo de oración y principio de santificación de la Iglesia Particular. en la solemindad de las solemnidades que es la Pascua, el Obispo difunde desde su altar la alegría de Cristo glorificado. • Desde la Catedral el Obispo es Pastor. El Concilio enseña: Los Obispos rigen como vicarios y legados de Cristo las Iglesias particulares que se les han encomendado, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y con su potestad sagrada, que ejercitan únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor (cf. 2 Lumen Gentium 26.

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Lc., 22,26-27). Esta potestad que personalmente poseen en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata aunque el ejercicio último de la misma sea regulada por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la Iglesia o de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos límites. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y ante Dios el deber de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece al culto y organización del apostolado. A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir, el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas, y no deben ser tenidos como vicarios del Romano Pontífice, ya que ejercitan potestad propia y son, con verdad, los jefes del pueblo que gobiernan. Así, pues, su potestad no queda anulada por la potestad suprema y universal, sino que, al revés, queda

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afirmada, robustecida y defendida, puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia.3 Desde la Iglesia Catedral los Obispos Presiden la inmensa familia que les ha confiado el Señor y la rigen con autoridad. La misma Iglesia Catedral, por su magnitud y proporciones es, dijéramos, icono de la misión Pastoral. Allí el Obispo representa a Cristo Pastor, lo hace evidente con su misión y congrega en torno suyo el Rebaño que Dios le ha entregado, de modo especial en las grandes solemnidades, en los encuentros pastorales y en las asambleas sinodales o en los concilios en los que preside la familia diocesana y la rige según el modelo de Cristo Servidor. 3 Lumen Gentium 27.


2. La Parroquia de La Catedral como espacio de comunión. Abramos esta consideración con una acertada definición de Parroquia. Con respecto a la Parroquia, nos enseña el documento de Aparecida en el número 170: “Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad. “Espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes”. La “Parroquia de La Catedral” siempre ha existido, no es que haya surgido hace cincuenta años. Siempre se ha denominado Parroquia de la Catedral a una Iglesia, que normalmente no era la misma que servía de sede al Obispo, para que en ella se administraran los sacramentos y se celebrara el culto diario. Cuando La Catedra estaba en Santa Fe la parroquia funcionaba en Santa Bárbara, que fue la parroquia de la Catedral hasta hace unos meses.

Es por eso que antes fueron Parroquia de la Catedral La Veracruz y San José y el Párroco de la Catedral, que en el antiguo Código de 1917 gozaba de algunas prelaciones, acompañaba de modo más inmediato a lo fieles, sobre todo en los sacramentos. Como nota curiosa el cementerio Parroquial era San Lorenzo y la Casa Parroquial de la Candelaria estuvo, durante algunos años, en los límites de la actual jurisdicción de la Parroquia de La Catedral. La inmensa fábrica de la Catedral durante muchísimo tiempo, treinta años para ser más precisos, no tuvo el carácter de Parroquia, no se celebraban allí ni Bautismos, ni Matrimonios, sólo algunos funerales y siempre, todos los domingos las Confirmaciones. De hecho, los libros parroquiales más antiguos, si así se pueden denominar son los de Confirmaciones, los demás se abrieron en esta sede en 1962. Lo que sucedió en 1962 fue que los cercanos, los vecinos, quisieron tener mucho más cerca los servicios pastorales que, de otro modo debían buscarse en la Iglesia de la Candelaria que era, propiamente la Parroquia de la Catedral. Los vecinos fueron Impulsados y animados por el recordado Monseñor Marco Tulio Zuluaga, quien por muchísimos años estuvo vinculado a la Catedral como Confesor políglota, y luego como Canónigo Honorario. El Arzobispo Monseñor Tulio Botero Salazar, teniendo incluso la oposición del Capítulo de Canónigos que tenía el carácter consultivo del actual Colegio de Consultores, y que en aquel entonces no apoyaba la creación de la Parroquia, la decretó y le señalo, no sólo los límites, sino un singular “modus vivendi” para que no se interfirieran funciones y celebraciones con las del Capítulo. El Párroco Fundador, a quien se llamó inicialmente Vicario Actual, Monseñor Eugenio Arango Santamaría, residió inicialmente en su casa propia, luego se adquirió una casa vecina para que allí

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viviese el Párroco y sus coadjutores, quienes tenían además el oficio de ser Sochantres, una singular figura que se tenía en el Capítulo Catedral. En la administración de Monseñor Eugenio Restrepo Uribe se procedió a la estructuración del antiguo despacho parroquial en el espacio de la Sala Capitular, para la que se dispuso de un reducido espacio en el que debía guardarse además el valiosísimo archivo histórico del Capítulo. Fueron Párrocos en distintos momentos, Su Excelencia Octavio Betancourt Arango, luego Monseñor Hernando Barrientos, también el Canónigo Honorario Pablo Villegas, Monseñor Tulio Herrera Hoyos, el Padre Jesús Bernal Vélez, el Canónigo Santiago Ospina Ospina, gran benefactor de la Catedral y del Museo, luego Monseñor Luis Fernando Pérez Peláez y ahora Monseñor Iván Moreno Agudelo. También fueron vicarios de la Catedral el Padre Aicardo Palacio, el Padre Germán Londoño, el Padre Julio Uribe Uribe, que administró algún tiempo la Parroquia, ( como a su vez lo hizo también el Canónigo Saúl Londoño). Fueron también Vicarios el Padre Hernán Rivera, el padre Jair Franco, el actual Vicario General, Padre Julio Jairo Ceballos, el Padre Francisco Mejía, el Padre Francisco Marín, el Padre Wilson Restrepo y el que esto escribe que lo fue por siete años. Vivió allí mucho tiempo el Padre José Molina, apóstol de los enfermos. Fue un colaborador especialísimo monseñor Marco Tulio Zuluaga, quien ofrecía el Sacramento de la Reconciliación en muchísimos idiomas. También vivieron en algún tiempo los Padres del Equipo de la Misión Arquidiocesana. En algún tiempo colaboraron el Padre Carlos Hernán Ospina y algunos Misioneros de Yarumal. Ha estado muy cercano con su apostolado en la música el Padre Guillermo Gómez Ochoa. Después que los Canónigos asumieron y acogieron la nueva realidad que comparte sede con

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su servicio apostólico, se han ido constituyendo también en alma de la vida parroquial con su predicación unciosa, con su sabiduría en el consejo y con su dedicación a los fieles. La estructura parroquial, la querida por el Concilio y el Sínodo Diocesano se ha ido adaptando a la complejísima realidad pastoral de la Comunidad. En una zona en la que confluyen todos los conflictos de la metrópoli, van surgiendo grupos, apostolados, servicios, tareas, catequesis, evangelización, acompañamiento pastoral. Varias comunidades de Religiosos y Religiosas tienen sus sedes en los límites de la Parroquia, lo mismo que algunas meritorias obras de apostolado y de pastoral. La misma Curia Arquidiocesana está en los límites de la vida Parroquial y, aunque el Seminario esté canónicamente exento de la territorialidad Parroquial, aún hoy registra sus Confirmaciones en la Catedral. Reside en el territorio parroquial el Obispo Emérito de Garzón, Monseñor Octavio Betancur, quien fuera Párroco. Vivió también Monseñor Baltasar Álvarez, Obispo Emérito de Pereira.

3. Los elementos Artísticos: La Iglesia Catedral de Medellín en la que tiene su sede la Parroquia de la Catedral, descuella entre los edificios del país y del continente, por sus monumentales dimensiones que hacen que se cuente como una de las iglesias más grandes del mundo. Fue decretada su construcción por el primer obispo de Medellín, el excelentísimo señor Valerio Antonio Jiménez Hoyos, en 1868. Se pedía la construcción de una Iglesia digna y amplia dedicada a la Inmaculada Concepción de María, destinando para ello el amplio lote del paraje llamado Villanueva, al norte de la entonces modesta ciudad. Las vicisitudes de la patria en ese entonces retrasaron no pocas veces el inicio de su construc-


ción. Incluso se tuvieron que suspender los trabajos iniciados por el Arquitecto Italiano Filippo Crosti porque eran irrealizables. El cuarto obispo de Medellín, Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, contactó en París al maestro de obra del gran templo votivo del Sagrado Corazón del Monte de los Mártires, Charles Carré, quien en 1891 llegó a la Villa de la Candelaria, cargado de ideas y de proyectos, para trazar los planos y para iniciar los trabajos de la construcción de este magnífico monumento. Su estilo Románico, es de una pureza exquisita. Su material, el más propio y expresivo: El Ladrillo a la vista. Todo en la magna obra es armonioso y lleno de proporción. Asentada en formidables fundamentos, se fue elevando lentamente bajo la sabia dirección del Arquitecto Carré y luego del Maestro de Obra Heliodoro Ochoa, bajo la conducción oportuna de Monseñor Jesús María Marulanda, encargado por el Arzobispo de dirigir y financiar esta obra. En 1896, se dio al servicio una de las Sacristías, y poco a poco la ciudad fue contemplando la construcción hasta que en 1931 se pudo trasladar a ella el culto Catedralicio bajo el gobierno del Excelentísimo Señor Manuel José Caycedo. Son casi 7000 metros cuadrados de construcción, cien metros de largo, setenta de ancho y una altura de 66 metros en las torres y 70 metros en el crucero. Más de dos millones de ladrillos conforman la estructura. Fue Dedicada solemnemente el 11 de Agosto de 1950 Todo en ella, decimos, es armonioso. La decoración es sobria, austera, solemne. Los vitrales, importados de España, representan, en estilo románico, a Cristo y a sus Apóstoles y tienen como elemento común la Vid y los Sarmientos que aparecen estilizados de mil maneras en ellos, haciendo que se respire en el ambiente una suave penumbra.

El altar central, baldaquino monumental de 25 metros de altura, llena el centro del recinto. Los altares laterales, el púlpito, la Cátedra episcopal son, también muy meritorios en su sobria majestad. El piso del presbiterio es una multicolor profusión de mármoles que muestran estilizaciones de orquídeas. Es particularmente notable el trabajo de ebanistería del Coro de Canónigos con su Sillería en cedro negro, admirablemente tallado a mano por ebanistas muy connotados y también por algunas niñas huérfanas que aprendieron el arte bajo la dirección del ebanista criollo Eduardo Arenas, realizando un bellísimo complejo según diseño del hermano salesiano Juan Buscaglioni. Entre las maravillas de esta catedral se encuentra el Organo Tubular Walker-Binder 1932 que es el más grande de Latinoamérica, con 4000 flautas de madera, estaño y cobre que sigue aguardando una restauración más perfecta. La generosidad del Canónigo Santiago Ospina Ospina durante su servicio como párroco, hizo posible un pequeño museo. Se pudo organizar con preciosas obras y con algunas piezas valiosas que se pudieron conservar del antiguo ajuar de la Catedral. La Catedral Basílica de Medellín sintetiza el espíritu de quienes la construyeron y que hicieron exclamar al Beato Juan Pablo II cuando la visitó en la tarde de 5 de julio de 1986 la única palabra que recoge los sentimientos que inspira: ¡Magnífica, Magnífica!

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50 AÑOS DE VIDA PARROQUIAL DE LA CATEDRAL METROPOLITANA DE MEDELLÍN (1962-2012) Por: Pedro Antonio Ospina Suárez, Pbro. Notas acerca de su creación.

Al crearse la parroquia de La Catedral en 1962, se coronaba una prolongada historia de logros materiales, pastorales y espirituales en dicho centro religioso.

“Nos Tulio Botero Salazar por la gracia de Dios y voluntad de la Sede Apostólica arzobispo de Medellín, CONSIDERANDO: Que, como tuvimos ocasión de exponerlo en Nuestro Decreto del 2 de febrero del año pasado, se impone la fundación de nuevas parroquias para lograr los fines mismos de la institución parroquial y de esta forma contrarrestar los males que acechan a nuestra sociedad. Que el bien espiritual de las almas, el aumento del culto divino y otras causas exigen la erección de la parroquia de la Catedral. Que dentro de la organización de la “Pastoral de Conjunto” es muy conveniente crear la parroquia que se ha dado en denominar “parroquia piloto”, o sea, la auténtica familia de Dios”.1

E

n octubre del año 1961, un grupo de 144 vecinos de la Catedral-Basílica La Inmaculada de Villanueva elevaba petición al señor Botero Salazar (1958-1979) con el fin de que se erigiera la parroquia de La Catedral, contando con dicho templo como centro.2 En su petitoria, los firmantes citaban un artículo que, días antes, había publicado en El Colombiano el recordado sacerdote Marco Tulio Zuluaga bajo el título “Acción moderna de la Iglesia”.3 En dicho artí1 Decreto de erección de la parroquia de La Catedral (29 de junio de 1962), en: Archivo de la Cancillería, Decretos arzobispales, (1962-1965),361, f.186reverso187verso. Mediante el decreto de febrero 2 del año inmediatamente anterior, al cual hace alusión el señor Botero Salazar, el prelado había erigido simultáneamente 29 parroquias (Véase: «El arzobispo Tulio Botero Salazar y la creación de 50 parroquias en 1961», en El Informador 185 (julio-agosto 2011), 18ss, del mismo autor del presente artículo; confróntese además: «Aniversarios parroquiales en la Arquidiócesis de Medellín», en El Informador 188 (octubre- noviembre 2011), 45ss, también del mismo autor). 2 Cfr. PIEDRAHÍTAE., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica La Inmaculada de Villanueva en Medellín, Medellín 2002, 65; este dato viene reportado además en el artículo que, sobre este templo, trae Wikipedia.com. 3 «MARCO TULIO ZULUAGA GÓMEZ, Pbro. Nació en El Santuario, en septiembre

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culo, el padre Zuluaga había expuesto las razones por las que, según su opinión, se debía erigir esta parroquia, en el contexto del gran boom de creación de éstas, liderado por el mencionado arzobispo: falta la parroquia “piloto” de Medellín; necesidad de suprimir “un islote” o “sombra negra” que existe en la nueva planificación y organización de la Arquidiócesis: el de la incongruencia existente en el supuesto hecho de que se crea que La Catedral no pueda ser también parroquia, presentándose la sede del prelado como una “rueda suelta” en la Pastoral de Conjunto y en sus loables ideales de animación religiosa-espiritual y recristianización.4 «Sería un broche de oro de la nueva organización la creación de la Parroquia de la Catedral […] Si los barrios pobres tienen ya un párroco y disfrutan de vida religiosa y pastoral, el mismo derecho tienen los barrios habitados por otra clase de personas, como lo es el barrio de Villanueva, a quienes las Parroquias les quedan alejadas y para ellos el centro de su vida religiosa es la Catedral […] Medellín se va poblando cada vez más, ya están surgiendo en la Ciudad los edificios de Apartamentos y anota el Padre Marco Tulio una razón más, la obra apostólica de las del servicio doméstico con sus amos, a quienes contagiaron con el espíritu de la parroquialidad»: concluye así el historiador arquidiocesano Monseñor Javier Piedrahíta su alusión a este tópico.5 Al crearse la parroquia de La Catedral en 19626, se coronaba una prolongada historia de logros made 1906 […] Sacerdote del Seminario de Medellín. Políglota, conoce el inglés, el francés, el alemán y el ruso. Periodista. Profesor en la Universidad Bolivariana y en el Seminario Conciliar de Medellín. Director de las Escuelas Eucarísticas. Comendador de la Orden del Santo Sepulcro. Colaborador del periódico El Colombiano. Famoso porque confesaba en varios idiomas en la Catedral de Medellín» (Tomado de: GALLO MARTÍNEZ, Luis Álvaro, Diccionario biográfico de antioqueños, Bogotá 2004, 705; última de las más de 3500 biografías que componen este volumen). Se sabe que el padre Marco Tulio (+19-02-1997) podía hablar en once idiomas y podía traducir y confesar en más de catorce; recuérdese, además, que este insigne sacerdote es tío del reconocido teólogo, profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana, P. Alberto Ramírez Zuluaga. 4 Cfr. PIEDRAHÍTAE., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica, 64. El artículo en cuestión agrega: “afirma el padre Zuluaga que es absurdo pretender que los servicios parroquiales son incompatibles con las funciones de los Canónigos y da las razones de porqué no son incompatibles, pues pueden ser coordinados. Basta poner en práctica la funcionalidad” (Idem). 5 PIEDRAHÍTAE., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica, 64s 6 En el año de 1962 sucedieron algunos importantes acontecimientos a nivel mundial, entre otros: excomunión de Fidel Castro por parte de Juan XXIII; canonización de San Martín de Porres; matrimonio del rey de España Juan Carlos I de Borbón con la reina Sofía (en Grecia); inauguración de Concilio Vaticano I (11 octubre); crisis de los misiles cubanos (el presidente norteamericano John F. Kennedy alerta al mundo acerca de que la URSS ha instalado bases de lanzamiento de misiles nucleares en Cuba, apuntando a los Estados Unidos); independencia de algunas naciones africanas (Ruanda, Argelia, Burindi, Uganda) y de las caribeñas Jamaica y Trinidad y Tobago; se funda la banda británica de rock The Rolling Stones; muere la actriz estadounidense Marilyn Monroe; muere el escritor suizo Hermann Hesse.

teriales, pastorales y espirituales en dicho centro religioso: «propiamente la Basílica actual se inició en 1890 [habiendo existido previamente, en 1875 y 1882, dos amagos de comienzo de obras bajo la guía del italiano Felipe Crosti en los terrenos donados, en su mayor parte y en otra cedidos a bajo precio, por el ingeniero y filántropo inglés Tyrrel Moore], cuando el Señor Obispo Bernardo Herrera Restrepo [1886-1891], tras escuchar al arquitecto francés Carlos Carré [joven de 25 años, …] acordó aceptar los planos que presentó […] En 1891 fue nombrado Mons. Jesús Ma. Marulanda encargado de la construcción de la nueva catedral, y estuvo al frente de los trabajos hasta su terminación. Su capacidad financiera, su actividad permanente y su sentido práctico dieron rumbo definitivo a la obra gigantesca, orgullo de Antioquia y de Colombia. Toda la arquidiócesis contribuyó a la obra durante largos años. El Arzobispo Cayzedo [Manuel José, 19061937] fue el hombre para la gran construcción […] junto con Mons. Marulanda [hicieron posible] la culminación de la empresa, el 11 de agosto de 1931, cuando trasladó definitivamente a ella la Cátedra arzobispal y el Capítulo Catedral»7. A los pocos años de haberse iniciado la fábrica de La Catedral, existía ya culto público en una de sus sacristías: «[El padre Marco Tulio Zuluaga, en el artículo mencionado arriba] hace una referencia histórica a la atención espiritual que se empezó a dar en la Catedral, antes de terminarla en 1897 [sic] y trae el dato muy importante de haber sido el Padre Miguel Giraldo vicerrector del Seminario, el Capellán que organizó por varios años los servicios religiosos para los vecinos 7 SERNA GÓMEZ, Jaime, «Algunos templos de Medellín», en: Repertorio histórico de la Academia Antioqueña de Historia, Vol. XXVII (julio-septiembre de 1972) [consultado en el sitio internet http://biblioteca-virtual-antioquia.udea.edu.co/ pdf/11/11_481661007.pdf, 25-05-2012]. «JESÚS MARÍA MARULANDA ARANGO, Mons. Nació en Sonsón, en diciembre de 1850. Murió en Medellín, en octubre de 1936 […] Aprendió las labores del campo en la finca El Totumo. Ordenado sacerdote en diciembre de 1874. Profesor del Seminario en Teología. Moral, Liturgia y Latín. Vicerrector del Seminario. En 1877, es nombrado párroco de La Ceja [Guarne, 1880; La Candelaria de Medellín, 1887; canónigo en 1893]. Posiblemente su obra máxima fue la construcción de la Catedral de Villanueva, habiendo comprado el lote para el tejar y todo lo relacionado para la fabricación de los ladrillos que requería la construcción de la Catedral. Esta iglesia tiene aproximadamente 1.300.000 ladrillos cuyas medidas son más grandes que los usados [sic] en la época de la construcción. Autor de: Recopilación de los principales documentos sobre la sociedad agrícola y la migración, 1921» (Tomado de: GALLO MARTÍNEZ, Luis Álvaro, Diccionario biográfico de antioqueños, 382). Véase completísima información acerca de la Catedral Metropolitana en el estupendo artículo que sobre ésta ofrece Wikipedia.com.

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del Barrio Villanueva, que cada día aumentaban y creando con ellos la obra de los Catecismos, famosos en la década del 20, de donde nacieron las “Escuelas Populares Eucarísticas” que subsisten. Ese culto duró hasta agosto de 1931, cuando se inauguró la Catedral [bodas de plata de la posesión del señor Cayzedo]».8

«Artículo 3. Por el presente Decreto y para evitar confusiones se quita a la Parroquia de Ntra. Sra. de la Candelaria el derecho a llamarse “parroquia de la Catedral”, título que corresponderá exclusivamente a la parroquia que erigimos en virtud del presente Decreto […] Firmado: +Tulio Botero Salazar a [rzobispo].M[edellín]. Octavio Betancourt Sec.»12.

El hermano salesiano Giovanni Buscaglione, arquitecto italiano, había diseñado en 1919 los altares, el púlpito, coro y obras ornamentales de La Catedral, la cual fue elevada a la categoría de Basílica en 1948 por el papa Pío XII (19391958)9. En 1952, durante el episcopado del señor Joaquín García Benítez (1942-1957), el empresario medellinense Pablo Tobón Uribe (18821954) hizo donación al templo de la iluminación completa, 12 confesonarios de mármol, igual número de altares del mismo material para la celebración de misas simultáneas, las pilas para el agua bendita, una preciosa custodia y las campanas de fabricación alemana.10

A lo largo de estos 50 años de existencia de la parroquia, los once párrocos que han regentado los destinos de la misma, desde el padre Eugenio Arango Santamaría (julio 1962 – junio 1967) hasta el actual, monseñor Iván Moreno Agudelo (julio 2004 -), «han asumido la responsabilidad del sostenimiento del edificio y del culto eucarístico en la Catedral, bajo los cuatro [cinco] Arzobispos, en cuyas administraciones les ha correspondido actuar y con la aprobación de los Capitulares, de quienes han recibido la ayuda que como Sacerdotes pueden prestar a la Parroquia en su labor administrativa y pastoral. Ciertamente en nada ha menguado la Parroquia la dignidad de la Catedral como sede arzobispal y sede capitular, siendo por el contrario, patente que ha aumentado la asistencia de fieles a las funciones episcopales y capitulares»13.

El decreto arzobispal de erección de la nueva parroquia (1962) fija los límites de ésta11 y quita a La Candelaria el título de “parroquia de la Catedral”: 8 PIEDRAHÍTA E., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica, 64. «MIGUEL GIRALDO SALAZAR, Pbro. Nació en Granada, el 16 de octubre de 1890. Murió en Medellín, el 18 de noviembre de 1950 […] Ordenado sacerdote en 1916. Se destacó como pedagogo […] Profesor de las Universidades de Antioquia y Bolivariana. Párroco en Yolombó, en Sonsón y en la parroquia de San José, en Medellín. Su obra más conocida: las “Escuelas Populares Eucarísticas”, fundadas en 1933. Recibió la condecoración de la Cruz de Boyacá. En su homenaje la Secretaría de Educación de Antioquia, crea la “Orden Miguel Giraldo Salazar” para galardonar a los maestros sobresalientes» (GALLO MARTÍNEZ, Luis Álvaro, Diccionario biográfico de antioqueños, 252). 9 “Entre los más insignes monumentos de la fe católica que adornan a la república de Colombia hay que poner sin duda alguna la Iglesia Catedral de Medellín […] Ella, en efecto, no sólo aventaja en honor y dignidad a los otros templos de dicha ciudad y de la Arquidiócesis, sino que excede a los demás templos de toda la nación por la amplitud de su fábrica, como por su estilo egregio, plenamente conforme con las leyes de la arquitectura romana y semejante al de las antiguas Basílicas como también por la belleza maravillosa de cada una de sus partes y de todo el edificio”: así comienza el breve por el que Pío XII elevó a Basílica La Catedral (tomado de PIEDRAHÍTA E., Javier et BRONX, Humberto, Historia de la Arquidiócesis de Medellín, Medellín 1968, 304). 10 Cfr. PIEDRAHÍTA E., Javier et BRONX, Humberto, Historia de la Arquidiócesis de Medellín, 304 11 «DECRETAMOS: Artículo 2. Los límites de la nueva parroquia son: Partiendo del cruce de la Carrera 51 Bolívar con la calle 54 Caracas; sube por Caracas hasta la Carrera 45 El Palo; luego sigue por la Carrera 45 hacia el Norte hasta la Calle 60 Miranda; baja por la calle 60 hasta la Carrera 49 Venezuela; sigue por Venezuela hacia el Sur hasta la calle 58 Avenida Echeverri; baja por la calle 58 hasta la Carrera 50 Palacé; sigue ppr [sic] la Carrera 50 hacia el sur hasta la calle 56 Bolivia; baja por la calle 56 hasta la Carrera 51 Bolívar; luego por la Carrera 51 hacia el sur hasta la calle 54 Caracas, punto de partida» (Decreto de erección de la parroquia de La Catedral, en: Archivo de la Cancillería, Decretos arzobispales, (1962-1965), 361, f.187verso).

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En 1968, celebrándose la primera centuria de existencia de la sede episcopal de Medellín, el entonces prelado escribía: «Alrededor del templo parroquial se aglutinaron los pueblos y los barrios de nuestras ciudades. Este acercamiento material no era otra cosa que la expresión externa del anhelo de unión espiritual, de conformar la comunidad parroquial, cuya manifestación genuina es la asamblea de los 12 Decreto de erección, Idem. Recuérdese que la Arquidiócesis siempre ha contado con una “parroquia de la Catedral” (no solamente desde el establecimiento de ésta en la Metropolitana): «Cuando en 1868 se trasladó la sede a Medellín [desde Santafé de Antioquia], se asignó como Catedral el templo de La Candelaria que era Parroquia desde el Siglo XVII, la primera de todo el Valle de Aburrá. El Arzobispo Vicente Arbeláez [arzobispo de Bogotá, 1868-1884, ejecutor del decreto de traslación de Pío IX, 1846-1878] ordenó que el culto parroquial funcionara en otro templo. El Obispo Jiménez [primero de Medellín, 1868-1873], asignó el de La Veracruz, y cuando éste fue erigido en Parroquia, el de San José. Cuando en 1931, el Arzobispo Cayzedo despojó de la catedralidad a La Candelaria para pasarla al edificio de Villanueva, ordenó que el culto parroquial volviese a La Candelaria que continuó siendo Parroquia de La Catedral, creó a San José como Parroquia [hasta que en 1962 el señor Botero Salazar creó la parroquia de La Catedral en la Metropolitana] y dejó de serlo La Candelaria» (PIEDRAHÍTA E., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica, 63s). Véase «Aniversarios parroquiales en la Arquidiócesis de Medellín», en El Informador 188 (octubre- noviembre 2011), nota 6 y su contexto, p.47, del autor del presente artículo). 13 PIEDRAHÍTA E., Javier, Monografía histórica de la Catedral-Basílica, 66


fieles congregados alrededor de la mesa del altar, para participar de un mismo alimento espiritual, sentirse miembros de un mismo cuerpo y elevar conjuntamente una misma plegaria y constituir así lo que es la esencia de la parroquia: una comuni-

dad de fe, una comunidad de culto y una comunidad de caridad»14. 14 BOTERO SALAZAR, Tulio, «Carta pastoral. La Arquidiócesis de Medellín, centenario de su fundación, 12-11-1968», en: Documentos pastorales del arzobispo de Medellín Monseñor Tulio Botero Salazar. Homenaje de la arquidiócesis con motivo de las bodas de plata episcopales, 1949-1974. Medellín 1974, 382s.

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EVANGELIZAR EL UNIVERSO DE LA POLÍTICA Tarea ineludible para la Iglesia (segunda parte) Por: Luis Fernando Arroyave Gutiérrez, Pbro. Introducción

La ley moral guía a quienes detentan autoridad, así lo requiere la dignidad de la que están investidos, las acciones de la autoridad política deben enmarcarse dentro del ámbito del orden moral.

En la primera parte de este artículo precisamos el significado original de la voz griega polis e hicimos referencia a la institución de la monarquía en Israel en el horizonte del tiempo escatológico para tener una comprensión de la praxis de Jesús de Nazaret y de la prístina comunidad cristiana respecto a la autoridad política. En esta segunda parte nos ocuparemos del fundamento y fin de la comunidad política y del ejercicio de la autoridad como fuerza moral.

1. LA PERSONA: FUNDAMENTO Y FIN DE LA CONVIVENCIA POLÍTICA

E

l hombre dotado de libertad y racionalidad, es responsable de las decisiones que afectan tanto el plano individual como el social. La persona humana es el fundamento y el fin de la convivencia política,1 su apertura a la trascendencia y a los otros es rasgo característico fundante, esta dimensión relacional posibilita a la persona su plena y completa realización; estamos hablando de una dimensión ineludible y esencial, el ser criatura política y social por naturaleza significa que “la vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental”.2

1 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 25: aas 58 (1966) 10451046; Catecismo de la Iglesia Católica, 1881; Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política (24 de noviembre de 2002), 3: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2002, pp.7-8. 2 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 25: AAS 58 (1966) 1045.

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En el corpus de la Doctrina Social de la Iglesia se enfatiza que Dios ha inscrito un orden en sus criaturas, se trata de “una ley moral basada en la religión, la cual posee capacidad muy superior a la de cualquier otra fuerza o utilidad material para resolver los problemas de la vida individual y social, así en el interior de las Naciones como en el seno de la sociedad internacional”.3 La finalidad última de cada miembro de la comunidad política es la realización del bien común.4 La comunidad política “es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo”,5 el pueblo no es masa inerte para instrumentalizar o manipular, tampoco es multitud amorfa, “sino un conjunto de personas, cada una de las cuales /…/ tiene la posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de expresar su sensibilidad política y hacerla valer de manera conveniente al bien común”.6 Los miembros de una comunidad política aunque están unidos entre sí orgánicamente como pueblo, mantienen autonomía en la esfera personal y en los fines que persiguen. No siempre los límites geográficos del Estado Nación corresponden con los étnicos, lo cual es muy problemático en diversos lugares del mundo siendo ocasión de sangrientos conflictos. El Magisterio de la Iglesia afirma que las minorías étnicas tienen derechos y deberes específicos, siendo esencial el derecho a la propia existencia, “este derecho puede no ser tenido en cuenta de modos diversos, pudiendo llegar hasta el extremo de ser negado mediante formas evidentes o indirectas de genocidio”.7 Los grupos étnicos minoritarios son legítimas comunidades políticas que tienen derecho a 3 Juan XXIII, Carta Enc. Mater et Magistra: AAS 53 (1961) 450 4 Cf. Concilio Vaticano II, Cons. Past. Gaudium et spes, 74: AAS 58 (1966) 1095-1097 5 Pio XII, Radiomensaje de Navidad (24 de diciembre de 1944): AAS 37 (1945) 13 6 Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 385. 7 Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1989, 5: AAS 81 (1989) 98

preservar su cultura y creencias religiosas, y el deber de cooperar al bien común del Estado en que estén insertos, específicamente “el grupo minoritario tiene el deber de promover la libertad y la dignidad de cada uno de sus miembros y de respetar las decisiones de cada individuo, incluso cuando uno de ellos decidiera pasar a la cultura mayoritaria”.8 La Iglesia trabaja por el reconocimiento y respeto de la dignidad humana tutelando y promoviendo los derechos inalienables de los hombres y de los pueblos, “en la época actual se considera que el bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana”.9 Las principales exigencias jurídicas y morales están condensadas en los derechos humanos, constituyéndose en norma objetiva fundamento del derecho positivo. Las acciones emprendidas por la comunidad política tienden al bien común sólo si se encaminan a crear un ambiente humano que posibilite a los ciudadanos el ejercicio real y auténtico de sus derechos y deberes, “de hecho, la experiencia enseña que, cuando falta una acción apropiada de los poderes públicos en lo económico, lo político o lo cultural, se produce entre los ciudadanos, sobre todo en nuestra época, un mayor número de desigualdades en sectores cada vez más amplios, resultando así que los derechos y deberes de la persona humana carecen de toda eficacia práctica”.10 La convivencia se basa en la amistad civil y la fraternidad,11 en el derecho se tutelan los bienes 8 Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1989, 11: AAS 81 (1989) 101 9 Juan XXIII, Carta Enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 273; Catecismo de la Iglesia Católica, 2237 10 Juan XXIII, Carta Enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 274 11 Cf. Santo Tomás de Aquino, Sententiae Octavi Libri Ethicorum, lect. 1: Ed. Leon. 47, 443: “Est enim naturalis amicitia inter eos qui sunt unius gentis ad invicem, inquantum communicant in moribus et convictu. Quartam rationem ponit ibi: Videtur autem et civitates continere amicitia. Et dicit quod per amicitiam videntur conservari civitates. Unde legislatores magis student ad amicitiam conservandam inter cives quam etiam ad iustitiam, quam quandoque intermittunt, puta in poenis inferendis, ne dissensio oriatur. Et hoc patet per hoc quod concordia assimulatur amicitiae,

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materiales y su distribución, en la amistad hay una primacía de la donación y disposición a las exigencias del prójimo,12 predominando el desapego de los bienes materiales y el desinterés, así comprendida, la amistad civil13 es la más auténtica actuación del principio de fraternidad, que es inseparable de la igualdad y libertad.14 Este principio ha sido poco practicado en las sociedades políticas modernas y contemporáneas especialmente por la influencia de ideologías de corte individualista y colectiva. Buscar la promoción integral de la persona humana y el bien común es el sólido fundamento de la comunidad política, persiguiendo el ideal de construir “la civilización del amor”.15 El hombre no sólo es individuo, es persona,16 con el término “persona” se indica “una naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío”,17 la persona encuentra su realización plena en el don y la gratuidad respondiendo así a su esencia comunitaria. La categoría ético-teológica de la caridad muestra el significado más auténtico de la convivencia política, la forma más adecuada de hacerla realmente humana “es fomentar el sentido interior de la justicia, de la benevolencia y del servicio al bien común y robustecer las convicciones fundamentales en lo que toca a la naturaleza verdadera de la comunidad política y al fin, recto ejercicio y límites de los poderes públicos”.18 La visión cristiana de sociedad política implica dar primacía al valor de la comunidad, quam quidem, scilicet concordiam, legislatores maxime appetunt, contentionem autem civium maxime expellunt, quasi inimicam salutis civitatis. Et quia tota moralis philosophia videtur ordinari ad bonum civile, ut in principio dictum est, pertinet ad moralem considerare de amicitia” 12 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2212-2213 13 Cf. Sto. Tomás de Aquino, De regno. Ad regem Cypri, I, 10: Ed. Leon. 42, 461: “omnis autem amicitia super aliqua communione firmatur: eos enim qui conueniunt uel per nature originem uel per morum similitudinem uel per cuiuscumque communionem, uidemus amicitia coniungi... Non enim conseruatur amore, cum parua uel nulla sit amicitia subiectae multitudinis ad tyrannum, ut prehabitis patet” 14 Cf. “Libertad, igualdad, fraternidad” ha sido el lema de la Revolución Francesa. “En el fondo son ideas cristianas” afirmó Juan Pablo II durante su primer viaje a Francia: Homilía en Le Bourget (1º de junio de 1980) 5: AAS 72 (1980) 720. 15 Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1977: AAS 68 (1976) 709. 16 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2212. 17 Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 259. 18 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 73: AAS 58 (1966) 1095

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bien sea como modelo organizativo o como estilo de vida cotidiana.19

2. EL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD POLÍTICA COMO FUERZA MORAL Existen diversas concepciones de autoridad: autocracia, comunismo, dictadura, democracia directa, democracia, progresismo, social-democracia, liberalismo, monarquía absoluta, monarquía parlamentaria, república, socialismo, teocracia, tecnocracia, anarquía, conservadurismo; aquí sólo hacemos mención de 16.20 La Iglesia se ha confrontado con estas y otras concepciones procurando proponer un modelo basado en la naturaleza social del hombre y el bien común, “en efecto, como Dios ha creado a los hombres sociales por naturaleza y ninguna sociedad puede conservarse sin un jefe supremo que mueva a todos y a cada uno con un impulso eficaz, encaminado al bien común, resulta necesaria en toda sociedad humana una autoridad que la dirija; una autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la naturaleza, y, por lo tanto, del mismo Dios, que es su autor”.21 En razón de las tareas que se le asignan la autoridad política es necesaria22 y es componente insustituible y positivo de la convivencia social.23 Sin sustituir la libre actividad de los grupos humanos, la autoridad política garantiza el orden social orientando las acciones personales/comunitarias al 19 Cf. Pontifico Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 392. 20 Para ampliar estos conceptos sugiero mi Web: www.unixlandia.com/fercho (Carpeta: Ciencia Política) 21 Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 269; cf. León XIII, Carta enc. Inmortale Dei: Acta Leonis XIII, 5 (1885) 120 22 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1898; Sto. Tomás de Aquino, De regno. Ad regem Cypri, I,1: Ed. Leon. 42, 450: “Si igitur naturale est homini quod in societate multorum uiuat, necesse est in omnibus esse aliquid per quod multitudo regatur. Multis enim existentibus hominibus et unoquoque id quod est sibi congruum prouidente, multitudo in diuersa dispergetur nisi etiam esset aliquid de eo quod ad bonum multitudinis pertinet curam habens, sicut et corpus hominis et cuiuslibet animalis deflueret nisi esset aliqua uis regitiua communis in corpore, quae ad bonum commune omnium membrorum intenderet. Quod considerans Salomon dixit: “Ubi non est gubernator, dissipabitur populus”. 23 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1897; Juan XXIII, Carta Pacem in terris: AAS 55 (1963) 279


bien común y tutelando la autonomía de las esferas sociales así como la legítima libertad de los actores sociales. En este sentido, la autoridad política se orienta al crecimiento humano en todas sus dimensiones dentro de los límites del orden moral.24 El pueblo es el sujeto de esta autoridad, porque el ejercicio de su soberanía lo transmite a representantes del mismo pueblo elegidos libremente para esta función. La ley moral guía a quienes detentan autoridad, así lo requiere la dignidad de la que están investidos, las acciones de la autoridad política deben enmarcarse dentro del ámbito del orden moral,25 en razón de esto se descarta que la autoridad se entienda como fuerza determinada por criterios históricos y/o sociológicos, “hay, en efecto, quienes osan negar la existencia de una ley moral objetiva, superior a la realidad externa y al hombre mismo, absolutamente necesaria y universal y, por último, igual para todos. Por esto, al no reconocer los hombres una única ley de justicia con valor universal, no pueden llegar en nada a un acuerdo pleno y seguro”.26 El reconocimiento, respeto y justa promoción de los valores humanos y morales fundamentales corresponde a la legítima autoridad moral, valores que son innatos porque “derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir”.27 Tales valores no se basan en opinión de las mayorías sino en una ley moral objetiva, ley natural inscrita en el corazón del hombre (Cf. Rm. 2, 15), que es punto normativo para la ley civil,28 “si, a causa de un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo lograse poner en duda los principios fundamentales 24 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 74: AAS 58 (1966) 1096. 25 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 74: AAS 58 (1966) 10951097. 26 Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 449-450 27 Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae, 71: AAS 87 (1995) 483 28 Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae, 70: AAS 87 (1995) 481-483; Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 258-259. 279-280.

de la ley moral, el mismo ordenamiento estatal quedaría desprovisto de sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación pragmática de los diversos y contrapuestos intereses”.29 Las leyes emitidas por la autoridad política deben conformarse a la recta razón y ser justas, “en tanto la ley humana es tal en cuanto es conforme a la recta razón y por tanto deriva de la ley eterna. Cuando por el contrario una ley está en contraste con la razón, se le denomina ley inicua; en tal caso cesa de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia”.30

CONCLUSIÓN (DE LA SEGUNDA PARTE) Según la doctrina de la Iglesia Católica “el ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio”.31 La persona moralmente recta presenta serios dilemas respecto a leyes injustas, el derecho de resistencia es un derecho de naturaleza.32 El poder político está al servicio de la dignidad de las personas y de los pueblos, la evangelización de la esfera política es una tarea ineludible para la Iglesia porque así se promueve un auténtico desarrollo en la justicia social, la libertad y la paz.

29 Pontifico Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 397 30 Sto. Tomás de Aquino, Summa theologiae, I-II, q. 93, a. 3, ad 2um. Ed Leon. 7, 164: « Lex humana intantum habet rationem legis, inquantum est secundum rationem rectam: et secundum hoc manifestum est quod a lege aeterna derivatur. Inquantum vero a ratione recedit, sic dicitur lex iniqua: et sic non habet rationem legis, sed magis violentiae cuiusdam 31 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 2242 32 Sobre los criterios para el ejercicio del derecho de resistencia Cfr. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 401.

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DECRETOS Y NOMBRAMIENTOS

1.

Se nombra al Presbítero JORGE HERNÁN LÓPEZ DORADO, de la Arquidiócesis de Popayán, por seis meses a partir de la fecha de expedición del presente Decreto, Adscrito a la parroquia “MARÍA AUXILIADORA” (Barrio Acevedo) (Decreto Nº 455N/12) 08-jun-12

2.

Se nombra al Presbítero CARLOS MARIO GONZÁLEZ GONZÁLEZ, de la Arquidiócesis de Medellín, párroco de la parroquia “BEATO MARIANO DE JESÚS EUSSE HOYOS” (Decreto Nº 454N/12) 08-jun-12

3.

Se nombra al Presbítero LUIS FELIPE BOTERO TOBÓN párroco de la parroquia “SANTA BERNARDITA” en el municipio de Itagüi (Decreto Nº 453N/12) 08-jun-12

4.

Se nombra como Rector y Representante Legal del colegio parroquial “Pablo VI”, al Presbítero JORGE JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GALLEGO, con todas las atribuciones inherentes a su cargo (Decreto Nº 452N/12) 08-jun-12

5.

Se nombra al Presbítero JORGE JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GALLEGO párroco de la parroquia “SANTA ANA” (Manrique Oriental) (Decreto Nº 451N/12) 08-jun-12

6.

Se nombra al Presbítero PEDRO PABLO MORENO ZAPATA párroco de la parroquia “CORPUS CHRISTI” (Decreto Nº 450N/12) 08-jun-12

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7.

Se nombra al Presbítero BERNARDO ALBEIRO GÓMEZ CORTÉS párroco de la parroquia “SAN FERNANDO REY” (Decreto Nº 449N/12) 08-jun-12

8.

Se nombra al Presbítero DIEGO ALEJANDRO RAMÍREZ MOLINA, vicario parroquial de la parroquia “SAN ANTONIO DE PRADO” (Decreto Nº 448N/12) 07-jun-12

9.

Se nombra como Rector y Representante Legal del colegio parroquial “San Buenaventura”, al Presbítero CARLOS ARTURO GONZÁLEZ BETANCUR, con todas las atribuciones inherentes a su cargo (Decreto Nº 447N/12) 05jun-12

10. Se nombra al Presbítero CARLOS ARTURO GONZÁLEZ BETANCUR, párroco de la parroquia “SANTA CLARA DE ASÍS” (Decreto Nº 446N/12) 05-jun-12 11. Se nombra al Presbítero JUAN CARLOS VELÁSQUEZ RÚA, párroco de la parroquia “MARÍA MADRE DE LA IGLESIA” en el municipio de Itagüi (Decreto Nº 445N/12) 05-jun-12 12. Se nombra al Presbítero ÁLVARO LEÓN RUIZ SEPÚLVEDA, párroco de la parroquia “NUESTRO AMIGO JESÚS” (Decreto Nº 444N/12) 05-jun-12 13. Se nombra al Presbítero JUAN GUILLERMO ZAPATA ARROYAVE, párroco de la parro-


quia “MARÍA MADRE DE LOS HUÉRFANOS” (Decreto Nº 443N/12) 05-jun-12 14. Se nombra al Presbítero JOSÉ GUSTAVO GUTIERREZ LONDOÑO párroco de la parroquia “EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS” en el municipio de Envigado (Decreto Nº 442N/12) 05-jun-12 15. Se nombra al Presbítero LUIS GABRIEL BOTERO ISAZA párroco de la parroquia “SAN LUCAS” (Decreto Nº 441N/12) 05-jun-12 16. Se nombra al Presbítero RAÚL ÁLVAREZ MORALES párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LAS LOMAS” (Decreto Nº 440N/12) 05-jun-12 17. Se nombra al Presbítero JUAN DAVID SÁNCHEZ LÓPEZ, Capellán de la “Institución Universitaria Salazar y Herrera” (Decreto Nº 439N/12) 29-may-12 18. Se nombra como Tesorero del Convictorio Eclesiástico de la Arquidiócesis de Medellín en Roma, al Presbítero Néstor DAVID RESTREPO BONNETT, con las funciones que determinan los propios estatutos (Decreto Nº 438N/12) 22-may-12 19. Se nombra al Presbítero CARLOS ARTURO YEPES VARGAS, Capellán de la Alcaldía del Municipio de Medellín (Decreto Nº 437N/12) 11-may-12

tes iniciativas y medios institucionales para realizar la misión que ha recibido (cf Mt 28,19-20; Mc 16,15; Lc 24,48) y para responder a la necesidad profunda que los hombres de todos los tiempos tienen del Evangelio. Que a partir del Concilio Vaticano II, cuyo 50º aniversario conmemoramos, los Papas, conscientes de los desafíos de nuestro tiempo, han llamado con urgencia a una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones, para responder, entre otros, a fenómenos como la pérdida del sentido de Dios, el relativismo moral, el alejamiento de muchos católicos de la Iglesia, la indiferencia e ignorancia religiosas, la falta de coherencia entre fe y vida. Que la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano invitó en Aparecida (Brasil) a una misión continental que, llamando a la conversión y promoviendo procesos de evangelización, logre impulsar la nueva evangelización al conformar comunidades eclesiales integradas y animadas por auténticos discípulos misioneros de Cristo. Que la Arquidiócesis de Medellín, sintiendo con toda la Iglesia la necesidad de la nueva evangelización, ha emprendido un camino de planeación y organización pastoral que le exige instrumentos para formar verdaderos discípulos del Señor que sean también nuevos evangelizadores.

DECRETA DECRETO Nº 66G/12 RICARDO TOBÓN RESTREPO POR GRACIA DE DIOS Y VOLUNTAD DE LA SEDE APOSTÓLICA ARZOBISPO DE MEDELLÍN

ARTÍCULO PRIMERO:

Se crea el Centro Arquidiocesano para la Nueva Evangelización en la Arquidiócesis de Medellín, con sede en la Universidad Pontificia Bolivariana y articulado a esta, para ofrecer sus servicios donde lo requiera la Iglesia.

CONSIDERANDO

ARTÍCULO SEGUNDO:

Que desde sus inicios la Iglesia, fiel a Jesucristo y movida por el Espíritu Santo, ha impulsado diferen-

Se confía este Centro a la solícita protección del Beato John Henry Newman y se invita a imitar sus virtudes y a seguir el ejemplo de su celo apostólico.

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ARTÍCULO TERCERO: Para lograr su fin, el Centro Arquidiocesano para la Nueva Evangelización promoverá tres líneas de trabajo: - Observatorio de la Nueva Evangelización, para analizar, reflexionar y ofrecer conclusiones sobre el contexto, el significado, las necesidades, las realizaciones y las posibilidades de la nueva evangelización en el mundo de hoy. - Formación de discípulos misioneros, que a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia y con la ayuda de las ciencias pertinentes, sean capaces de animar procesos e iniciativas de nueva evangelización. - Diálogo fe y culturas, para crear espacios, generar recursos y propiciar encuentros que permitan el anuncio del Evangelio en los nuevos “areópagos” y el acercamiento de alejados y no creyentes a Jesús y a su Evangelio.

ARTÍCULO CUARTO: El Centro Arquidiocesano para la Nueva Evangelización estará presidido por el Arzobispo de Medellín o su delegado.

ARTÍCULO QUINTO: Se nombra como Coordinador del Centro Arquidiocesano para la Nueva Evangelización al Pbro. Diego Alonso Marulanda Díaz, a quien ayudará un equipo integrado por las siguientes personas: Pbro. Sergio Alonso Duque Hernández, Pbro. Jesús Emilio Betancur Múnera, Pbro. Leonardo Nicolás Martínez García, Pbro. José Mauricio Vélez García, Pbro. Carlos Alberto Monsalve Salinas, Dr. Luis Fernando Fernández Ochoa.

ARTÍCULO SEXTO: El Equipo Coordinador propondrá, en los dos próximos meses, para la aprobación del Arzobispo de Medellín un Manual de funcionamiento y responsabilidades del Centro, los Programas de formación y trabajo del Centro y el Plan de financiación y organización económica del Centro.

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ARTÍCULO SÉPTIMO: Se pide a los sacerdotes, religiosos y laicos acoger los servicios del Centro Arquidiocesano de Nueva Evangelización y ofrecer la mejor colaboración para su fructuoso funcionamiento.

COMUNÍQUESE Y CÚMPLASE Dado en la Ciudad de Medellín, a los treinta y un días del mes de mayo del año dos mil doce, fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María.

+ RICARDO TOBÓN RESTREPO Arzobispo de Medellín

Pbro. ÓSCAR AUGUSTO ÁLVAREZ ZEA Canciller Arquidiocesano



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