Revista Armar la Ciudad Año V nº 13 - Agosto 2016

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El Estado llega con el ferrocarril (paralelo al Camino Real) y con su urbanización oficial (Figura 4), la cual se traza de manera ortogonal al Camino ignorando la organización de la estructura rural, que a su vez se empezaba a subdividir, a veces por situaciones de herencia y otras por valorización del suelo por cercanía al camino de las carretas. Se pueden ver algunos casos dentro de una manzana de huellas de los antiguos parcelamientos en forma de ejes medianeros en diagonal dentro de la cuadrícula oficial. El ferrocarril, que vincula en poco tiempo con Buenos Aires y permite transportar personas y mercaderías, junto con el comercio y los servicios que brinda esta incipiente vida urbana, presenta un atractivo singular para la radicación de población, con lo que empieza el proceso de transformación de suelo rural en urbano con el loteo de las chacras pegadas al ejido (Figura 5). Esta oferta de transporte rápido y de suelo barato en la periferia permite cumplir el “sueño de la casa propia” a clases populares que se veían excluidas del mercado inmobiliario en la ciudad y que hasta ese momento tenían como oferta inquilinatos o villas de emergencia. En ese momento comienza el proceso de expansión e, inmediatamente, de consolidación del conurbano bonaerense (Figura 6). Claro que estos lotes respondían a una demanda de las nuevas clases trabajadoras y a un negocio de los propietarios de las tierras y no a una planificación seria del Estado, por lo que los loteos no eran más que una demarcación en el suelo de una parcela sin ningún tipo de servicio ni de jerarquización urbana, la cual iría llegando posteriormente con la intervención de los diferentes estamentos del Estado (Figura 7).

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