Revista Argentinos.es #37

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38 // OPINION

Patas cortas ENRIQUE PINTI

La mentira tiene patas cortas", decían las viejas en mi infancia. Luego alguien retrucó: "Miente, miente que algo quedará". Y las dos frases tienen su parte de verdad y su parte de trampa. La vida nos muestra que lamentablemente la mentira, con sus patas cortas, avanza como la tortuga, lentamente pero sin pausa, y como la Manuelita de la gran María Elena Walsh puede salir de Pehuajó y llegar a París un poquito caminando y otro poquitito a pie. Y, a veces, tarda mucho en ser descubierta y desenmascarada, pero en otras ocasiones, cuando es demasiado burda, no puede sostenerse y cae por su propio peso. También sabemos por tristes experiencias de muchos pueblos a lo largo de la historia que el "miente, miente que algo quedará" ha hecho estragos. Cuando la locura hitleriana se apoderó de gran parte del pueblo alemán y se propagó a otros países de Europa, la mentira de echarle la culpa de todas las desgracias a los judíos prendió fuerte en millones de personas que fueron el terreno fértil donde se plantaron las semillas del odio. Luego, después de atrocidades y abusos, y mediante una guerra que

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se cobró millones de víctimas, la mentira se vio claramente y cargó con una mochila de culpa y arrepentimiento a las conciencias de mucha gente. Es cierto, tarde o temprano la mentira se descubre y la venda cae de los ojos que no quieren ver, pero a veces tarda tanto que la desazón y el pesimismo se apoderan de los agraviados, y esas víctimas no pueden contener sus deseos de venganza y pueden llegar a intentar la justicia por mano propia, creando caos sobre el caos y más violencia sobre la violencia anterior. Los que somos pesimistas con optimismo, u optimistas con cierto pesimismo, sabemos que la única forma de combatir la mentira es la rectitud, la coherencia y los hechos incontrovertibles de la realidad pura y dura. Serán inútiles los improperios, los insultos, las acusaciones, los pleitos en tribunales, los resarcimientos económicos por calumnias e injurias y

toda la batería de amenazas, "aprietes" y griteríos utilizando todo tipo de medios a nuestro alcance. Sólo la respuesta con hechos concretos mostrará la verdad, esa dama digna que tarda en llegar pero llega. Cuando el matrimonio Rosemberg fue llevado a la silla eléctrica, allá por los años cincuenta, en plena caza de brujas en Estados Unidos, bajo el cargo de espionaje para la Unión Soviética, uno de los hijos del matrimonio, un niño en aquella época, creció y reunió las pruebas suficientes de que sus padres profesaban una

ideología de izquierda pero que jamás habían sido espías. Y publicó libros que sirvieron de base a filmes y a una monumental obra de teatro llamada Angeles en América, que arrojaron luz de justicia sobre aquel desgraciado episodio. La verdad llegó tarde para los Rosemberg, pero llegó para que una nueva generación tuviera las cosas claras. El temple y la tranquilidad de conciencia ayudan a poner los puntos sobre las íes; por eso, no se entiende el empeño desaforado de gobierno y oposición tirándose misiles que nos inquietan y nos llenan de dudas y tribulaciones. La lucha por el poder los lleva del autoritarismo a la chicana, de la descalificación a la puñalada trapera y de la verdad a medias a la mentira disfrazada. Y todo será en vano. La verdad llegará desnuda y sin antifaces. Quizás tarde y después de muchas pérdidas inexcusables, pero llegará, porque no se puede tapar el sol con la mano; y aunque nadie es dueño absoluto de la verdad, esa dama digna esparce su luz muchas veces cruel e impiadosa, pero siempre preferible a la penumbra de las verdades relativas y las mentiras piadosas. Nadie con buen sentido quiere tener razón por orgullo personal, y es de grandes admitir errores, asumirlos y llegar a la verdad. n


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