Revista de la Archicofradía del Apóstol Santiago
Número 61
TRAMPAS Y VIRTUDES DE LA FE… ¡QUÉ DIRÁN!1 Ricardo Uribe
A
yer obré de una manera por la cual sé que me juzgarán para mal o para bien. Me recordarán y hablarán de mi por la gesta o por la injuria, según como cada uno lo pondere, pero en todo caso el hecho no pasará de largo. Presiento que alguien dejará consignado mi acto para la posteridad, y quizás escribirá que he ido a Braga a usurpar sus tesoros sagrados, engañando a los fieles, defraudándolos, aquellos pobladores que me recibieron con júbilo sabiendo de antemano que mi único propósito fue el de visitar vuestras iglesias… y así fue. Yo tengo fe que ellos lo saben y que nunca me harán pasar como un latrocina. No fui yo el que tomó aquellas reliquias, los cuerpos de santa Susana y san Fructuoso, yo solo fui un instrumento del designio del Señor: Él comandó, yo obedecí ¿En qué otro lugar podían reposar las almas de esta santa que se martirizó por negarse a reemplazar su vida devota por el lujo y el poder que le ofrecía Diocleciano, o del otro que nos dejó su legado escrito mediante dos reglas de la vida monástica, si no fuera bajo el cielo compostelano? Sobre aquel tapiz que parece el espejo del cosmos, las estrellas, los astros y cuanta luminaria esté suspendida en la bóveda celeste, está destinado la reunión de todos los objetos sagrados posibles como vestigio de las vidas que nos recuerdan nuestros basamentos. Impíos aquellos que no lo memoricen o lo quieran olvidar, miserables en cambio quienes no tengan a alguien como yo que goza del poder y el deber para recordárselo. Espero sinceramente que entiendan. Es que estos son los fragmentos de nuestro propio devenir ¡Los últimos! de una historia legendaria que debe personificarse hasta el último rincón del mundo, más aún dónde se termina la tierra, de manera que todo cristiano sepa cuál es la magnitud de su orbe. Y con más insistencia, que los sarracenos reconozcan el límite de su reino, el comienzo de su fin. Hispania es tierra de Christianitas, así también todo lo que hay desde tierra santa hasta finisterre, pasando por Roma y las
Supuesto retrato de Diego Gelmirez
tierras de los galos. Todo peregrino caminará ahora, gracias a esta providencia, plenamente convencido de que llegará al terruño de los santos, centro donde sus plegarias serán atendidas por nuestros amigos del más allá, los que hacen de umbral entre el cielo y la tierra. Hace un par de años yo mismo peregriné a Roma. Fui honorado como obispo de Santiago por Pascual II. Yo, que solo fui a la sede de San Pedro para orar, terminé, por la gracia de la voluntad divina y por la intervención del sumo pontífice, designado como el representante de Roma en Santiago de Compostela. Así que sé qué es viajar allende de las comarcas, los reinos y las tierras que uno conoce, cruzar por poblaciones en las que se deja de ser reconocido para ser visto como forastero, ser nadie y conocer a todos, pero a pesar de ello caminar con la fe por delante: única motora de nuestro fervor. Yo comprendo a esos caminantes que avanzan sin cesar movidos por una fuerza que ellos mismos no alcanzan a comprender, pues las llagas en sus pies
1 Texto elaborado a partir de la consulta de las siguientes obras (en orden alfabético): Falque, Emma, “Introducción”, en Historia compostelana, traducido y editado por Emma Falque. Madrid: Akal, 1994, 7-53; Portela, Ermelindo. Diego Gelmírez (c. 1065-1140): El báculo y la ballesta. Madrid: Marcial Pons, 2016; Xavier, Adro. Diego Gelmírez. Reino de Galicia – siglos XI y XII. Barcelona. EM., 1978.
41