La arquitectura como experiencia alberto saldarriaga roa

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desconocido, lo sobrenatural, lo divino. Desde el origen mismo de la arquitectura parecen haberse trazado dos senderos diferentes, uno de ellos relacionado con la vida cotidiana, otro con la representación simbólica de aquello que la gobierna o la trasciende. Lo común y lo especial establecieron el diálogo milenario que aún subsiste. A la vida cotidiana se asignó el orden de lo práctico. Al mundo simbólico se asignaron los órdenes abstractos de la astronomía y de la matemática o los órdenes estéticos de la geometría y de la forma. La ciudad y la arquitectura no son objetos artísticos en sentido convencional. No son pensados y hechos únicamente para ser observados, existen en función de lo que en ellos sucede. Como representación de la sociedad y de la existencia humana se convierten en los escenarios de la vida. En tal condición, se separan de aquello que se califica como arte en otros campos y se constituyen en un arte especial, único, un arte que permite vivir. La vida cotidiana es la razón fundamental de ser de la ciudad y de la arquitectura, por ello, en los espacios donde se desarrolla debe expresarse lo mejor de la creación arquitectónica. Paradójicamente, el mundo moderno ha llegado a consideraciones contrarias. Se cree que sólo en donde hay riqueza y poder se expresa el arte arquitectónico. Lo común es demasiado prosaico y poco interesante. La ciudad se valora más por sus hitos monumentales y artísticos que por sus lugares de habitación y de recreación. Esto, obviamente, es un equívoco. Lo anterior propone un dilema para quienes aprenden o practican la arquitectura en el mundo contemporáneo. La idea de arquitectura como arte se aplica a aquello que tiene que ver con el poder y especialmente con la riqueza y se asocia usualmente a obras singulares, hechas exclusivamente para clientes especiales. Aquello que se hace en el dominio de lo público y de lo común no alcanza esa categoría. Esto tiene obviamente connotaciones ideológicas muy fuertes que, al ser inoculadas en la mente de estudiantes y profesionales desvían la atención de aquello que es la esencia de la arquitectura, la existencia humana, y la enfocan únicamente hacia los problemas formales y hacia los juicios estéticos. La poética La palabra poética tiene varios significados en literatura. Uno de ellos es la ciencia de la poesía, otro es la expresión de su belleza y de su fuerza estética3. Su empleo en referencias a la arquitectura y su experiencia sugiere la presencia de una cualidad expresiva que despierta en quien los contempla un sentimiento poético. ¿Dónde radica esa cualidad? ¿De qué depende? No existe un método preciso que permita acercarse a la poética de la arquitectura, es evasiva, es sutil y, sin embargo, es un factor importante en la experiencia y la creación. Aristóteles, en el texto titulado Poética, trata de la literatura escrita de su época y formula instrucciones acerca de cómo se debe elaborar. El pensamiento aristotélico es objeto de innumerables interpretaciones que le

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