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Las relaciones entre América Latina y Estados Unidos en los tiempos de la pos-Posguerra Fría

Desde el punto de vista macrohistórico, la literatura que aborda específica o genéricamente la relación interamericana como parte de un proyecto de poder de amplio alcance coincide en dos puntos: el primero es la presencia estadounidense en la región, que a pesar de sufrir variantes estuvo siempre inspirada y fundamentada en la Doctrina Monroe. El segundo son los raros momentos en que esa presencia deja de estar marcada por la negligencia política y la baja priorización estratégica (Green; Saull). La caracterización de América Latina como una esfera de influencia guardó similitud, en diversas ocasiones, con la de una zona colonial informal; precedió a la Guerra Fría y se conservó una vez finalizada esta. La subordinación estratégica quedaba reforzada mediante la idea de que América Latina correspondía al «patio trasero» de Estados Unidos, y estaba expuesta por lo tanto a repetidas intervenciones militares o políticas. La relación de Estados Unidos con los países de la región estuvo pautada por marcadas asimetrías y por un aislamiento relativo de otros contextos externos, lo que fue reforzado por tres factores: a) el poder coercitivo de los intereses estadounidenses en América Latina; b) la limitada capacidad de articulación colectiva de políticas defensivas por parte de los países del área; y c) el papel estabilizador ejercido por Estados Unidos en situaciones de conflictos intra- e internaciones. El hecho de que la presencia dominante de Washington se haya mantenido durante más de 60 años con costos relativamente bajos, gracias en gran medida a la irrelevancia estratégica latinoamericana, explica el contenido negligente, inconsistente y errático de dicha presencia. A lo largo de estas décadas, la costumbre de intervenir significó una relativización «de hecho» de la soberanía de los Estados de la región y operó como un derecho autoasegurado, ejercido por las sucesivas administraciones norteamericanas luego de la fase de imperialismo colonialista de los primeros años del siglo xx1. Se impone aquí el actual debate sobre el modelo de poder imperial que se puede aplicar a Estados Unidos, cuál es su grado de excepcionalidad que volvía legítima la intervención y hacía de ella un ejercicio benevolente de autoridad y de responsabilidad. En cualquier caso, la identificación de esta política con la de una proyección hegemónica se transformó en el sesgo explicativo más indicado para el tipo de interacción establecido entre Washington y los países latinoamericanos a partir de los años 30.

1. Esta etapa se inaugura con la victoria estadounidense en la guerra contra España en 1898, con la ocupación de Filipinas, Guam, Samoa y Puerto Rico. 33


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