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1.2.5 Dimensión histórica
conjuntamente, en la unidad de un único movimiento. La catequesis es uno de esos momentos y es algo muy señalado en el proceso total de evangelización.
1.2.4 Dimensión personal: La dimensión sacramental no basta con que Dios y la iglesia intervengan; y con qué el hombre responda con la conversión y la fe. Es preciso que la intervención y el encuentro se exprese y célebre, se haga visible concreto histórico sacramental. Solo entonces tenemos certeza de que lo anunciado sucede, lo creído toma forma, lo predicado se realiza.
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Por eso nunca puede faltar la celebración de todos y cada uno de los sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación, eucaristía. Sin duda esta una dimensión que se realiza, en cuanto rito mediado por la comunidad eclesial, En los tres casos. Sin embargo en cuanto celebración participada de la que el mismo sujeto es parte integrante con su actitud de fe y sus disposiciones, es preciso reconocer que no se da el bautismo de niños, y se da de forma propia en los otros sacramentos.
Desde lo que venimos diciendo, los sacramentos han de incluirse dentro de un proceso vital y no deben ser considerados aisladamente ni desconectados de la vida concreta del ser humano, así como su compromiso por la transformación de la sociedad. Dicho proceso ha de tener las siguientes características: a) La importancia y el papel prioritario de la Palabra de Dios. b) El cuidado de los símbolos de la celebración. e) el compromiso de una misión liberadora para la vida (comisión liberadora para la vid.
En consonancia con la visión sacramental cristiana, Francisco ha afirmado también: «Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta». La visión sacramental desborda el marco de los siete sacramentos y descubre en la creación entera un proto-sacramento, un signo visible de la presencia divina en todo lo creado.
Destruir la naturaleza supone destruir mediaciones privilegiadas de la vida sobrenatural. En este sentido, la celebración de los sacramentos y la práctica de la oración contemplativa pueden ser interpretadas como ejercicios de restauración, religión (de religar) o reconciliación.
1.2.5 Dimensión histórica: Es aquella que indica que la iniciación es proceso y progresividad, duración e historicidad, desde y para una historia personal y social
concreta, en las que el iniciado tiene que desarrollar su vida. La iglesia no inicia ni prescindiendo de la historia personal del iniciado, ni desde fuera de la historia en la que desarrolla su vida el iniciado. Por eso mismo, iniciar no es evadir de los compromisos temporales, ni excusar de las tareas del siglo, sino enseñar a vivir la propia identidad cristiana, en medio de un compromiso activo por la transformación del mundo. La iniciación cristiana no nos introduce precisamente a una historia primordial o mítica, sino a una historia concreta de salvación,que el Dios vivo de Jesucristo ha realizado y continúa realizando con los hombres.
Si aplicamos esta dimensión a la iniciación como un actual es preciso decir que difícilmente se cumple esta dimensión, a lo largo del tiempo en que se celebran los tres sacramentos de iniciación: si el niño bautizado es incapaz de percibir esta historia; el niño confirmado no puede todavía posicionarse ante la misma; y el que recibe la primera comunión tampoco es capaz de asumir ningún tipo de compromiso histórico.
Se cree que teniendo en cuenta todos los dicho puede clasificarse de insuficiente y no plenamente coherente la estructura iniciadora que hoy presenta a la iglesia como la más normal, dado que no posibilita la realización plena de las dimensiones integrantes de la iniciación, ni sitúa los distintos elementos y signos sacramentales iniciáticos en aquel momento vital en que es posible la realización personal y eclesial plena de su sentido. Todo ello está urgiendo a una a un replanteamiento, que implique una reestructuración de la iniciación cristiana.
1.3 La Transustanciación: El dogma de la transubstanciación definido por la iglesia católica genera varias cuestiones filosóficas. Estos problemas deben ser abordados desde una perspectiva más amplia que la usualmente adoptada en la discusión reciente en Teología filosófica analítica. Lo que ha sido enseñado es que la eucaristía es un sacramento, pero al mismo tiempo es realmente un sacrificio. Y el sacrificio de la misa es una “renovación” del sacrificio de Jesucristo en el calvario.
La transustanciación, es expresar la verdad revelada de que en las especies del pan y vino consagradas esa verdaderamente el cuerpo y la sangre del señor. Es comprender que verdaderamente en la ostia está el cuerpo de Jesús que cuando el sacerdote nos está dando la ostia estamos recibiendo el cuerpo de Jesús que se los dijo a sus apóstoles en la última cenar, y también saber que cuando nos dan el vino es la misma sangre de Jesús la misma que él les dio de tomar en la última cena a sus apóstoles, es
tener toda esa gran fe para poder comprender que estamos recibiendo a Jesús en cuerpo
y sangre.
La eucaristía ha sido caracterizada al mismo tiempo como “sacrificio” y como “sacramento”. Se consideran algunas cuestiones de coherencia acerca de este misterio de fe, tal como es explicado por la iglesia católica. La iglesia católica ha enseñado de manera dogmática que en el sacramento de la eucaristía se produce una transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo que se encuentran verdadera, real y sustancialmente presentes.
La transubstanciación, sin embargo, se produce en el contexto del sacramento de la eucaristía del que se ha enseñado, tal como se indicó al principio, que es al mismo tiempo un auténtico sacrificio.
La eucaristía es “renovación incruenta del sacrificio del calvario” como ha explicado el Concilio de Trento (DH 1743). El Catecismo de la Iglesia Católica ha señalado que: "El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la eucaristía son, pues, un único sacrificio” (n. 1367). La clarificación de los problemas asociados a la transubstanciación no puede hacerse sin considerar con más detención la conexión que exista entre el sacrificio de la misa y el sacrificio de la cruz. Tal como se verá, las formulaciones dogmáticas han visto en la transubstanciación un presupuesto precisamente para postular tal conexión. Por qué la eucaristía es el sacramento más importante.
Cuando se oye que alguien habla de la sagrada eucaristía, sabemos que esa persona ha estado hablando del cuerpo y la sangre de Cristo presente en el pan y el vino que se consagran durante una misa.
El que habla de la eucaristía está fácilmente subrayando solamente uno de los tres aspectos del cuerpo y la sangre de Cristo. Puede ser que habla del aspecto de sacrificio, el sacrificio de Jesús que se representa cada vez que se celebra la misa. Sin embargo, también existe la posibilidad que cuando se habla de la ‘eucaristía’ se está subrayando el aspecto de Comunión (que se realiza cuando tomamos la santa comunión).
El tercer aspecto de este sacramento aparece cuando una persona habla de la eucaristía señalando principalmente lo que la mayoría de nosotros llama el santísimo (el cual se encuentra en el sagrario y que en momentos particulares se expone para nuestra adoración pública). Estos tres aspectos (la sagrada eucaristía vista como sacrificio, como la santa